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viernes, 29 de septiembre de 2017

Bajando por el conservador este, de Malasia

                                           La primera foto es, de Alor Setar y el resto, de Khota Baru (Malasia)
          Si algo iguala a la mujer con el hombre, en el tercer mundo, es la moto y las bestialidades, que hacen con ella”. Esto no lo dijo Rabindranath Tagore, sino el autor de este blog. Y, sí señores, Malasia es un país del tercer mundo, más cercano a Tailandia, que a Singapur, a pesar de que a algunos no se lo pareca.

          No nos extrañó nada, cuando esta tarde, en Kuala Besut, leíamos un cartel, a la entrada de unos baños públicos, donde decía : “Prohibido entrar con la moto”.

          Malasia es además, el país de los fosos en las aceras -canalizaciones destapadas-, la humedad cálida, dulzona y maloliente y de otros muchos contrastes antagónicos, que no voy a volver a repetir, por haberlos contado tantas veces en este blog.

          Esta vez, hemos decidido viajar por el este y por la isla de Borneo, a pesar de que no eran nuestras preferencias iniciales, pero nuestras inutilizadas SIM, mandan. La parte oriental del país, es la más conservadora del país. Como dice la guía y no miente-, very, very, very islamic. Así, que encontrar cerveza es algo costoso y caro -las venden los chinos, en sus bares y tiendas-, y el alcohol resulta prohibitivo, pero nosotros, como siempre, hemos superado las barreras sin demasiados problemas, aunque no de forma barata.

          Por ejemplo, en Kuala Besut, vende bebidas alcohólicas un chino, enfrente de la entrada del embarcadero, llamada Eng Hin. Jodeos islamistas y que se entere todo el mundo donde se ubica, aunque luego bien recogéis, sin ningún reparo, el dinero de los altos impuestos de estas bebidas espirituosas. A otra cosa.

          Llegamos a Alor Setar, desde la frontera con Tailandia, en tren. Una ciudad sin demasiado caos, ni desconcierto y con una importante minoría hinduista. Solo estuvimos hasta la noche, cuando tomamos un bus para Khota Baru. Los muecines de las mezquitas nos recordaron, su poder sobre nosotros, pobres mortales, desde el primer minuto.

          Khota Baru es otra cosa, más desordenada, alocada, mal mantenida y sucia. Como en toda Malasia, predominan los grandes supermercados -han surgido los Seven Eleven, a precios prohibitivos-, y el centro, tiene un pase, con su mercado de día y los nocturnos de comida -muy dispersos, entre sí-, su discreta mezquita y otros edificios civiles de interés. Pero, apenas andas dos pasos, se muestra fea y destartalada. Para los viciosos del drinking, existe una visible y cara tienda de alcohol frente a la estación de autobuses.

          Dejamos esta localidad sin pesar alguno y aunque ya hemos decidido, que no iremos a Perhentian -lo explicamos en el siguiente post-, si lo hemos hecho a Kuala Besut, enfrente de de las islas. Por aquí, la gente pasa muy deprisa, pero, merece la pena pasear unas horas por esta tranquila ciudad. Un pequeño puerto pesquero con sus embarcaciones tradicionales, una bonita playa -sino fuera por la basura, que hay al principio-, un incipiente paseo marítimo y una muy buena oferta culinaria, bien lo merecen.

           El día ha sido gris y no podemos dejar de pensar, que cara tendrán los guiris alojados en los caros resortes de las islas. Son las 20:30 y ya en el hotel, contemplamos la mayor tormenta vivida en el sudeste asiático en todas nuestra dilatada existencia. Rayos y truenos poderosos, que parecía que iban a derribar de un momento a otro, las débiles estructuras de esta pequeña urbe marinera.

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