La primera foto es, de Alor Setar y el resto, de Khota Baru (Malasia)
Si algo iguala a la mujer con el
hombre, en el tercer mundo, es la moto y las bestialidades, que hacen
con ella”. Esto no lo dijo Rabindranath Tagore, sino el autor de
este blog. Y, sí señores, Malasia es un país del tercer mundo, más
cercano a Tailandia, que a Singapur, a pesar de que a algunos no se
lo pareca.
No nos extrañó nada, cuando esta
tarde, en Kuala Besut, leíamos un cartel, a la entrada de unos baños
públicos, donde decía : “Prohibido entrar con la moto”.
Malasia es además, el país de los
fosos en las aceras -canalizaciones destapadas-, la humedad cálida,
dulzona y maloliente y de otros muchos contrastes antagónicos, que
no voy a volver a repetir, por haberlos contado tantas veces en este
blog.
Esta vez, hemos decidido viajar por el
este y por la isla de Borneo, a pesar de que no eran nuestras
preferencias iniciales, pero nuestras inutilizadas SIM, mandan. La
parte oriental del país, es la más conservadora del país. Como
dice la guía y no miente-, very, very, very islamic. Así, que
encontrar cerveza es algo costoso y caro -las venden los chinos, en
sus bares y tiendas-, y el alcohol resulta prohibitivo, pero
nosotros, como siempre, hemos superado las barreras sin demasiados
problemas, aunque no de forma barata.
Por ejemplo, en Kuala Besut, vende
bebidas alcohólicas un chino, enfrente de la entrada del
embarcadero, llamada Eng Hin. Jodeos islamistas y que se entere todo
el mundo donde se ubica, aunque luego bien recogéis, sin ningún
reparo, el dinero de los altos impuestos de estas bebidas
espirituosas. A otra cosa.
Llegamos a Alor Setar, desde la
frontera con Tailandia, en tren. Una ciudad sin demasiado caos, ni
desconcierto y con una importante minoría hinduista. Solo estuvimos
hasta la noche, cuando tomamos un bus para Khota Baru. Los muecines
de las mezquitas nos recordaron, su poder sobre nosotros, pobres
mortales, desde el primer minuto.
Khota Baru es otra cosa, más
desordenada, alocada, mal mantenida y sucia. Como en toda Malasia,
predominan los grandes supermercados -han surgido los Seven Eleven, a
precios prohibitivos-, y el centro, tiene un pase, con su mercado de
día y los nocturnos de comida -muy dispersos, entre sí-, su
discreta mezquita y otros edificios civiles de interés. Pero, apenas
andas dos pasos, se muestra fea y destartalada. Para los viciosos del
drinking, existe una visible y cara tienda de alcohol frente a la
estación de autobuses.
Dejamos esta localidad sin pesar
alguno y aunque ya hemos decidido, que no iremos a Perhentian -lo
explicamos en el siguiente post-, si lo hemos hecho a Kuala Besut,
enfrente de de las islas. Por aquí, la gente pasa muy deprisa, pero,
merece la pena pasear unas horas por esta tranquila ciudad. Un
pequeño puerto pesquero con sus embarcaciones tradicionales, una
bonita playa -sino fuera por la basura, que hay al principio-, un
incipiente paseo marítimo y una muy buena oferta culinaria, bien lo
merecen.
El día ha sido gris y no podemos
dejar de pensar, que cara tendrán los guiris alojados en los caros
resortes de las islas. Son las 20:30 y ya en el hotel, contemplamos
la mayor tormenta vivida en el sudeste asiático en todas nuestra
dilatada existencia. Rayos y truenos poderosos, que parecía que iban
a derribar de un momento a otro, las débiles estructuras de esta
pequeña urbe marinera.
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