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sábado, 30 de septiembre de 2017

¡Otra vez, hartos de musulmania!

                                                    Todas las fotos de este post son, de Kuala Terengganu (Malasia) 
         Hoy es san Viernes. Es el primero, que pasamos en la zona más islamista radical del este de Malasia. El día no empieza mal, porque nos hayamos ante un espectacular mercado, arremolinado en torno a la estación de autobuses, de Besut: fritos crujientes recién preparados, pescados irresistibles -en todas sus formas-, vegetales al dente, ropas...Pero, finalmente, nuestra ventura resulta nuestra cruz.

          Queremos tomar el bus de las 10:30, hacia Terengganu. Pero, como todo resulta un batiburrillo y nadie explica nada, el bus no entra en la estación y lo perdemos. Somos veinticuatro guiris y los únicos, que nos molestamos en investigar el suceso, somos los de siempre. Nosotros, los guiris “listos”, pasamos 30 minutos al sol esperando una falsa esperanza, que ni la de la taquilla sabe darnos o es, que ni se molesta en comprobar nada.

          Los otros, los guiris “tontos”, tiran de cartera y se agrupan en caros taxis compartidos. Mientras, nosotros, mal entretenemos el tiempo en comer algo, en beber algo, en refugiarnos a ratos en el único supermercado con aire acondicionado, pero sobre todo, en pensar.

          No son muchos los días, que llevamos aquí, pero estamos hartos de musulmanes de toda índole -no es depresión, porque de alcohol, vamos bien surtidos-, que lo único que hacen es reprimirte, aunque vengas de turismo a dejarles una pasta y además, lo hacen sutilmente con públicos cartelitos adoctrinadores sencillos, como si fuéramos niños pequeños, educados estupidamente por los insoportables imanes de su malditas mezquitas.

          “Usted, señora -escriben sin más miramientos-, tiene que vestir así, porque son las costumbres de Malasia -más bien, son imposiciones religiosas- y usted, señor, de esta otra forrma”. En Khota Baru, por ejemplo, un radical se me lanzó al cuello por llevar pantalón corto.

          En lo más alto de nuestro animo, empezamos a valorar y tras ir, a Brunei, no volver a visitar países puramente musulmanes, durante largo tiempo.

          Por fin y tras tanta reflexión, no siempre calmada, el siguiente autobús, arranca, después del periodo de locura histérica colectiva, que tienen todos los mahometanos los viernes entre las doce y las dos de la tarde. Toda la localidad se vacía de inmediato, aunque el calor nos continua asfixiando, por mucho, que Allah sea grande y Mahoma, sea su maldito y cansino profeta.

          Ya en los alrededores de Kuala Terengganu -la very islamic city, según nuestros libros-, todo sigue cerrado. Creo, que los que, realmente, inventaron el wi-fi o las redes móviles, han sido los musulmanes, porque saben repicar la señal sonora de una mezquita a otra -en inimaginable cadena-, sin perderla en ningún momento, mientras transitas por una carretera de infinitas curvas y recodos (y las inacabables consignas son en árabe y no, en malayo).

          Un buen hotel -desde hace mucho tiempo no teníamos aire acondicionado-, la visita al maravilloso barrio chino, donde aparte de calles pacificas y elegantes grafitis en las pulcras paredes, hay chicas vestidas de occidentales y no tapadas hasta las orejas, nos reconcilian con parte de nuestro fatídico día. ¡Viva China!, en Terengganu. Pero, sobre todo, ¡viva la tolerancia!, que esta ciudad parece transmitir. La visita promete. ¡Iremos contándolo!.

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