Y llegó la maldita pandemia, que provocó tres movimientos consecutivos en cascada y de muy diversa índole: primero, una bajada brutal de precios , que supusieron un auténtico chollo en el mercado. Después, una auténtica avalancha de alojamientos particulares -conocidos, como pisos turísticos -, que coparon la red. Y, finalmente y llegando a la actualidad, un deterioro muy importante en las condiciones de estancia o pago para el viajero.
Desde nuestro punto de vista y habiéndonos alojado en más de veinticinco países, durante los dos últimos años, la situación actual es la siguiente:
-Calidad. Generalmente, la calidad es bastante buena, sobre todo, la de los apartamentos, que se alquilan enteros. Normalmente, están cuidados hasta en los detalles más superficiales. De nuestros últimos cincuenta alojamientos, apenas podemos tener queja de un par de ellos y tampoco para tirarnos de los pelos.
-Oferta. No es mala, ni mucho menos, aunque la demanda -da síntomas de agotamiento - ha sido tan brutal, que en cierta medida ha colapsado el mercado y tensionado la relación entre propietarios y usuarios.
-Monopolio. Lo que no aparece en Booking, sencillamente, no existe, salvo ese soplo de aire fresco de Marsella, donde hallamos decenas de hostales ajenos a esta plataforma. O te vas de camping o por ahí con tu caravana o duermes en la calle o en los aeropuertos o si no, Booking, Booking o Booking, sin posibilidades de buscarse la vida por tu cuenta, como hace veinte o treinta años. Tengo claro, que ningún monopolio es bueno, aunque me temo, que este va a perpetuarse
-Precios. No diríamos que están excesivamente hinchados si los comparamos con los del pasado y con la calidad, que ofrecen. Eso sí: en temporada alta, fines de semana y en determinadas ciudades europeas, lo más sensato es ir a dormir debajo de un puente, si no se quiere acabar en la ruina más miserable.
-Condiciones de estancia, pago y trato. Bien, es aquí, donde debemos poner el trazo gordo y decir, que se ha convertido en un trágala. Es decir: acepta todo lo que te pidan, por la fuerza.
1.- Check in, cada vez más tardío. Empieza a ser “normal" a las cinco o las seis de la tarde, cuando siempre fue al mediodía.
2.- Check out, cada vez más tempranero, obligándote a abandonar el alojamiento a las 9 o 10 de la mañana. Nunca deberíamos aceptar una habitación por menos de 24 horas.
3.- No hay nadie para recibirte a la llegada. Si tienes suerte, un cómodo auto check in. Si no, larga espera, a qué aparezca alguien, cuando le dé la gana. Y si llegas más tarde del restrictivo horario, 20, 30 o 50€ a mayores y sin rechistar.
4.- Tarifas no reembolsables. Hoy, en día, son más del 90% y se quedan tan anchos. Antes de la pandemia, la mayoría eran recuperables hasta 24 horas antes de la llegada.
5.- Caprichos de todo tipo de los propietarios y en esa materia, la creatividad resulta asombrosa.
6.- Solicitud de fianzas desproporcionadas.
7.- Tener, que informar , de la hora exacta de llegada, cosa, que nunca se exigió en el pasado, aunque esto ha venido para quedarse.
8.- Pedir documentación de forma telemática y urgente con la amenaza velada de no darte acceso a las llaves, si no la remites ya.
9.- Escribirte o llamarte, en cualquier momento de la estancia y para cualquier cosa, que generalmente, a ti no te interesa. Entre ellas, para que pongas en Booking una buena opinión del alojamiento.
Y alguna cosa más, me dejo por ahí. Con lo que habrá razones para escribir otro post sobre este complicado asunto.
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