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miércoles, 6 de agosto de 2025

Candás, Perlora y lo demás

           Sin dificultad, aunque con el sol en la cabeza y en los ojos, montamos la tienda en el camping de Candás, después de ser atendidos por una afable señora de recepción. Es una maravilla, porque en Asturias, casi todo el mundo es amable.

          Queremos dormir un rato, pero desistimos: la transparencia de nuestra básica tienda y la exposición al sol, además del jaleo generalizado, nos lo impiden. No queda otra, que irse a pasear con las legañas colgando.

          En la playa de Candás no hay casi nadie sobre la arena. Muchos menos, sobre las abruptas olas de esas turbias aguas, que no superan los 21 grados de temperatura. En el centro del pueblo, sin embargo el ambiente está muy animado, debido al vibrante mercadillo y a las Fiestas Patronales, de San Félix. Almerienses, cordobeses o castellanos, pero sin un solo guiri.

          Habíamos estado en el pasado varias veces en Candás y en la curiosa Perlora, así, que tampoco tenemos expectativas de visitar lugares nuevos o apasionantes y menos, cuando el mayor atractivo de esta zona, que es la ruta verde de Xivares -que ya hicimos en el 2020-, se halla temporalmente cerrada por mantenimiento. ¡Una putada, porque es chulísima!. 

          Tratamos de retozar de nuestro cansancio en la espesa y seca hierba de un céntrico parque. Imposible, porque unos cuantos niños -niña incluida-, a gritos y a salvajadas nos lo impiden, mientras en animada tertulia y sin argumentos sólidos, tratan de dilucidar la nacionalidad de Napoleón. Sería tarea sencilla, si ya manejasen Google.

          Nos resignamos , a qué si queremos dormir, deberá ser a la noche.

          Los parques de Candás están absolutamente dejados a su suerte. No deben regar y lo fian todo a la lluvia, que debe hacer tiempo, que no hace acto de presencia. Aún siguen en pie las esculturas, que ya vimos hace cinco años y las vistas de la costa y las espléndidas playas son magníficas, mientras se asciende al elevado y famoso cementerio.

          El día se nos hace un poco largo, porque estamos cansados. El sol picajoso deja paso a las nubes, al viento, a gotitas de lluvia dispersas y caprichosas y al jersey sobre las mangas, especialmente, cuando te acercas a las playas, que lindan con la experimental y fallida Perlora, emblema del franquismo de la segunda mitad del siglo XX. Leed sobre este sitio -incluida la entrada en este blog de hace un lustro- y os haréis una idea, de lo que era la maquinaria propagandística del dictador gallego.

          La noche la pasamos inesperadamente bien, porque a poco más de las once se apagó el insistente jaleo, como si alguien lo hubiera desconectado con un interruptor. Aunque la verbena de música urbana del puerto, no termina hasta más de las tres de la madrugada.

          Es domingo y día de volver a casa para casi todos y en el camping hay estampida generalizada. Después de soportar el ruido de las machaconas charangas del centro, volvemos a Gijón. La ola de calor invade y purga el país, pero nosotros aquí, estamos a 21 grados, con potente viento fresco y húmedo y buscando, donde narices hemos puesto el jersey.

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