sábado, 6 de abril de 2024
Viajeros, turistas, pringajeros y babojeros
¿Por que vinimos, a Flores?
¿Por que vinimos, a Flores?
Aún nos lo seguimos preguntando, pero menos, que ayer. En un principio, habíamos planificado zonas de Tailandia y Vietnam, para un mes, que no conocíamos. Cuando este periplo llegaba a su fin, decidimos volver a Indonesia, por descarte. Y la decisión de Flores fue sencilla y poco estudiada. Habíamos estado, en Bali y Lombok y dijimos: "pues a por la siguiente", sin ni siquiera mirar el mapa.
Y otra razón es, que los vuelos son mucho más baratos, que a Sulawesi. El día antes de partir, nos dimos cuenta, de que es una isla muy estrechita, pero bastante larga y que no podíamos hacer un circuito circular teniendo que volver por el mismo sitio. A todo esto, no teníamos ningún interés, ni en la estafa de los ladrones -dragones - de Komodo, ni en bucear, ni en los caros tours de uno o varios días por los alrededores de Labuan Bajo.
Frustrados parcialmente y ya in situ decidimos, que no recorreríamos la isla, hacia el este, porque las ciudades no son interesantes y los lugares a visitar son poco espectaculares y son inaccesibles en transporte público. Tiraremos hacia el oeste, descubriendo Sumbawa y regresando a lugares no visitados de Lombok y Bali, para volver por tierra a Surabaya, desde donde tenemos vuelo a Kuala Lumpur, el 21 de diciembre.
Y, nosotros, que sin haber mirado nada, queríamos hacer, sin quitarnos las chanclas y en un mes, Flores, Timor y Sumbawa. Quizás ver, veamos lo justo, pero solo con las experiencias vitales que llevamos aquí en dos días, nos ha merecido la pena.
En cualquier país del sudeste asiático -salvo Tailandia -, si te sales de los circuitos convencionales, las cosas se complican muchísimo. Ahí están presentes la desesperación y el subidón. A cambio, también, en estas zonas, los pelmas y los buscavidas, sencillamente, no existen.
Clara mejoría de nuestras vidas, en Flores
Si el día de ayer fue el del sufrimiento y la supervivencia, el de hoy ha sido el de la felicidad y las recompensas. Lo teníamos merecido, sin duda. Pero antes deciros, que se me olvidó un importe suceso de ayer. Como no tenemos tarjeta de móvil local y estábamos desesperados por el tema de los alojamientos, entramos en unas oficinas, a ver si nos conectaban al wifi. Fueron muy amables. Descubrimos un homestay 150.000 rupias más barato, que la mejor oferta que teníamos. Con la bolita azul de Google, para allí nos fuimos, por un camino difícil, que primero perdió el asfalto, luego se llenó de cacharros, basuras e interminables obras, que desembocó en un canal inaccesible. Con la colaboración de los lugareños y saltando numerosos obstáculos, de toda índole como troncos, gallinas, pedruscos y ovejas. Al final, al llegar a la puerta, los dueños no estaban. Menos mal, que no habíamos reservado en Booking, porque cobraban por adelantado.
Volvamos al día de hoy. La noche fue muy calurosa y dormimos a trompicones. Al levantarnos, una buena sorpresa: espléndido desayuno gratis con arroz, verduras y blanda carne. Aún así, ya habíamos decidido cambiar de hotel, previamente y más cuando encontramos una oferta flash, 75.000 rupias más barata.
Volvimos al aire acondicionado, a una mejor habitación y a una ducha y lavabo normales. No teníamos muchas exigencias para el día, más allá de cambiar una cantidad grande de dinero, para gastar en la desconocida Sumbawa.
Hoy comenzó oficialmente el monzón y cayeron dos trombas de agua, que inundaron la ciudad. Los que dicen que Labuan Bajo es un sitio feo e inhóspito, no es que mientan, si no que ni siquiera se detuvieron aquí para comprobarlo, porque estaban poseídos por la estafa de los dragones de Komodo. Una vergonzante experiencia -ya me explicaré, cuando toque-, que encima conlleva frustraciones personales y maltrato animal.
Nosotros, a lo nuestro, a descubrir el paseo marítimo vacío, con varias pasarelas, que penetran en el mar y ofrecen extraordinarias vistas de la bahía. Llegamos a una cercana playa, tan llena de mierda y de trastos, como de cotidianidad. Cayó una tromba de agua tremenda, pero el sol permaneció brillante, nítido, sin inmutarse y sin arcoiris. Terminamos la jornada en un mercado nocturno de pescado, con acceso a otro paseo marítimo, lleno de mesas para yantar hasta desfallecer.
Tuvimos tiempo, incluso, para disfrutar de extraordinaria y barata fritanga local, con una especie de croquetas de tofu, vegetales y patata.
Mañana volvemos a la incierta guerra de Sumbawa.
jueves, 4 de abril de 2024
Nuestros inminentes viajes
Sirva esta breve entrada para hacer referencia a nuestros próximos viajes, que comienzan en unos pocos días.
El 10 de abril -festividad del Eid al Fitr, posterior al Ramadán -, volamos a Essaouira hasta el 17. Pretendemos recorrer parte de la costa Atlántica, desde este lugar, hasta Mirleft. Previsiblemente, lleguemos hasta Tafraute - estuvimos allí, en 2010- y volvamos por el interior.
Después de la exitosa experiencia de septiembre pasado, con nuestro viaje de ciudades a salto de mata, con visitas relámpago y durmiendo en hoteles y/o aeropuertos, vamos a repetir con un proyecto parecido y bastante nórdico:
22 de abril: Madrid -Billund (Dinamarca)
24 de abril: Billund-Gdansk (Polonia)
25 de abril: Gdanks -Alesund (Noruega)
28 de abril: Alesund -Gdanks
2 de mayo: Gdanks -Tronhein (Noruega).
Los dos primeros vuelos serán con Ryanair y los otros tres, con Wizzair. Hemos pagado por todos ellos unos 70, euros cada uno. Así, seguimos haciendo incursiones en Noruega, sin utilizar el carísimo transporte terrestre nacional (solo el de los aeropuertos).
Queda por dilucidar, como regresaremos de Tronhein, aunque nos tememos, que esos tramos aéreos nos van a salir más caros, que los otros cinco juntos.
Así, llegaremos a la segunda semana de mayo, víspera del inicio de las fiestas de san Pedro Regalado, de Valladolid y san Isidro, en Madrid.
Mucho esfuerzo y pocas flores, en la isla de Flores
El insoportable aeropuerto de Bali
miércoles, 3 de abril de 2024
Los alojamientos son el mayor problema y el mayor gasto en un viaje a India
En nuestro primer viaje a India, allá por 2011, por un euro te daban unas sesenta rupias. El mejor cambio, que hemos obtenido en este periplo nos ha llevado a conseguir, noventa y uno con cincuenta. Quiere ello decir, que en trece años, nuestra moneda se ha revalorizado un 50%, con respecto a la divisa local (han desaparecido los billetes de mil y de dos mil, siendo ahora el de importe mayor de quinientas rupias)
Sin embargo y para nuestra suerte, no ha ocurrido lo mismo, con los precios de las cosas, a los que sí aplicamos la devaluación, son a veces más baratos o idénticos, a los de entonces. Aunque lo normal sean diez, aún sigue habiendo samosas, bondas o tés por cinco rupias, como hace casi tres décadas. Y el transporte sigue teniendo unas tarifas de risa, pudiendo llevar a cabo por unos diez euros, 1700 kilómetros en una cómoda litera de tren. No ocurre lo mismo con las visitas a los lugares turísticos de pago, que el/los gobiernos han multiplicado su importe hasta por tres o cuatro veces y especialmente, con los alojamientos.
En 2011, una habitación de precio medio rondaba las 400 rupias. Hoy en día, tienes mucha suerte, si la encuentras en la franja de 800-1000. Una de las lamentables razones es, que en muchos lugares se ha empezado a aplicar un sistema de doble tarifa, para lugareños y extranjeros. Para nuestra desgracia, está práctica discriminatoria y humillante, cada vez es más frecuente. Por ejemplo, en Palitana, pagamos 1500 rupias por una noche, por una alcoba similar, por la que una familia de indios abonaron 700. ¡Más del doble!. Es verdad, que los hoteles han mejorado algo sus prestaciones y son más modernos, que entonces, aunque ni la mitad, que en Malasia e Indonesia, donde además, han mantenido casi intactas las tarifas
Al hilo de estos últimos dos destinos, donde transcurrió buena parte de nuestro noveno viaje largo y en los que trabajamos muy exitosamente, con Booking, tratamos de hacer lo mismo en India, pero solo fue posible en Sikkim y en algún alojamiento de West Bengal. En el resto de destinos, nos ha sido imposible trabajar con esta plataforma, porque los propietarios o incumplen sus propias condiciones y ponen otras más favorecedoras para ellos o sencillamente o no te aceptan, por mucha reserva de Booking
Y los de Sikkim, fueron realmente, tramposos y poco éticos. Cogieron y le dijeron al portal, que no nos habíamos presentado, cuando no era verdad, para evitar pagarles su comisión. Algo así, ya habíamos visto en el sur de Italia, hace un año, pero allí son más elegantes: cancelan ellos la reserva, cuando llegas y la parte del pastel de Booking se la reparten a medias contigo, haciéndote un descuento de en torno al diez por ciento.
En definitiva, los alojamientos son el mayor problema y el mayor gasto en un viaje a India.
Nuestro presupuesto mensual para los dos, en India y en 2011, era de 400 euros. En la actualidad, ha sido de 500. En ambos casos, se incluye la totalidad de los gastos, menos los del visado.
Con este post, finaliza el relato en directo de este décimo viaje largo, desarrollado entre el 19 de enero y el 26 de marzo. Pero, aun quedan por publicar, más de 30 entradas del noveno.
domingo, 31 de marzo de 2024
¿Habrá un sexto viaje a India?
¿Habrá un sexto viaje a India en un futuro cercano?. Existe una poderoso argumento, que indica, que no y ese es, que lo poco interesante, que nos queda por visitar, es de segundo orden y está muy disperso. Pero, hay otro, también contundente, que señala, que sí: le tenemos mucho vicio al país, disponemos de un visado válido y abierto hasta enero de 2025 y hemos aprendido a ir y volver en compañías de bajo coste. Además, cabe destacar, que en la actualidad disponemos de mucho tiempo libre.
Antes de empezar el quinto viaje, a India, nos quedaban por visitar a fondo, diez estados: Sikkim, West Bengala -solo habíamos estado en Calcuta -, los siete del nordeste y Gujarat. Pretendíamos, dejar este último destino para las próximas navidades y acometer el resto en este periplo.
La cosa empezó bien, porque en West Bengala y Sikkim cumplimos -incluso ampliamos- todos los objetivos. Por aquellos días, de los del nordeste, eliminamos dos: Nagaland y Arunachal Pradesh. La realidad fue que solo visitamos uno, Assam, porque encontramos muchos inconvenientes y pocas satisfacciones.
Entonces, hubo que rehacer el viaje y darle un giro de 180 grados, escogiendo dos lugares aislados de Maharastra, Gujarat y los territorios autónomos de Daman y Diu. Con más esfuerzo todavía que si hubiéramos ido al nordeste, conseguimos nuestras metas.
Si existe un sexto viaje a India, será a esta última zona. Si esto ocurre, al menos sabemos, lo que nos vamos a encontrar.
Si tuviera, que elegir, los tres destinos favoritos de este viaje, estos serían, Palitana -imprescindible en cualquier viaje, a India -, Matheran y Gangtok (Sikkim, en general). Pero, como me quedo con ganas de meter a Nashik y sus ghats, pues añado a Darjeeling y así, son cinco. Me olvido de Calcuta, porque ya era un destino conocido.
La larga y accidentada vuelta a casa (parte VII y última)
Después del desastroso vuelo desde Kuwait y de la anarquía y los sofocos del aeropuerto de Estambul, era casi imposible, que las cosas siguieran yendo a peor y afortunadamente, asi va a ser.
El avión de Anadolu, que nos debe depositar en Bérgamo, es algo más confortable, que el primero, con asientos más amplios y la comida, aunque igual de escasa, al menos es apetitosa: bocata de queso, embutido de cerdo ahumado y tomate estrujado. Como teníamos más hambre, que los pavos de Manolo, en el desembarque, vamos recogiendo varios de ellos, que se ha dejado la gente sobre los asientos y tras pasar los controles de seguridad italianos, nos damos un festín.
Lo primero, que nos damos cuenta, nada más salir a la calle es, que hemos vuelto al duro invierno, después de estar a 42 grados hace un par de días. Vamos muy ligeros -como es natural, viniendo de India- de ropa de abrigo y eso va a ser una molestia. Lo segundo es, que los alrededores del aeropuerto y del centro comercial, que está enfrente, están plagados de obras y eso, tampoco nos agrada.
Después de comprar cerveza -dos días sin ella-, subimos andando hasta la Ciudad Alta con amenaza de lluvia, porque estamos locos por qué nos de el aire y por movernos. Hemos estado muchas veces aquí, pero al menos, hace una década, que no veníamos. Sigue siendo un lugar encantador, aunque casi nada ha cambiado.
Hace casi dos meses y medio, que abandonamos Europa y ahora al volver, las sensaciones son las mismas, que cada vez, que regresas de India o de África subsahariana: aceras amplísimas, edificios nuevos, tráfico mesurado, predominio absoluto de gente muy mayor por las calles... Pero, sobre todo, una por encima del resto: esa invulnerabilidad -,idiota-, de que aquí estás a salvo y no te puede pasar nada.
Al segundo día, poco queda de este sentir. Hace diez o quince años, el aeropuerto de Bérgamo ya era el más inhóspito de toda nuestra Europa conocida. Hoy en día, todavía es peor.
Por resumir: sobre las diez y media de la noche aparece una señora cincuentona, gorda, con gafas y sobre todo, con muy mal carácter. Se nota, eso sí, que disfruta del trabajo, que vale han encomendado. Este consiste -acompañada de un par de palmeros menos molestos-, en menospreciar a los mendigos, que se refugian en la terminal, y pedir la tarjeta de embarque a todo el mundo, de muy malas y amenazadoras maneras. En el pasado, podías tirarte a dormir al suelo hasta las 4:30 de la madrugada. Hoy está estrictamente prohibido. Los asientos tienen reposabrazos cada dos, por lo que es incomodísimo encontrar una posición para dormir, por mucha experiencia, que tengas en estas líneas. Menos mal, que habíamos comprado una botella de Amaretto.
El premio vino a la mañana siguiente, con nuestro desayuno buffet. Si no se observa, es imposible creer, la cantidad de comida integra y sin tocar y la bebida, que deja la gente antes de los controles o en las cafeterías: bocadillos, dulces diversos, yogures, patatas y snacks, fruta, zumos, café envasado, bebida de soja con chocolate...
El vuelo Bérgamo - Madrid, gracias a Dios, sin novedad.