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jueves, 4 de abril de 2024

Mucho esfuerzo y pocas flores, en la isla de Flores

          Y llegamos al día 38 de viaje, que parecía complicado y terminó siendo de total y absoluta supervivencia. Nuestro vuelo partió en punto y sin novedad, desde Bali, a la isla de Flores. Viajan bastantes extranjeros en el pasaje, entre ellos, unos cuantos españoles.

          Llegamos en hora, dimos plantón a los pelmas del transporte y con la bolita azul de Google, nos fuimos al centro de la ciudad, caminando. Compramos una coca cola helada y no tardamos en darnos cuenta, de que los alojamientos aquí, cuestan el doble o el triple, que en Bali. Son cutres y ofrecen muchos menos servicios. Y lo de bajar el precio -aún estando vacíos-, no es lo suyo.

          Como somos muy tenaces, estuvimos recorriendo el centro, durante más de tres horas y entendimos que no debíamos claudicar fácilmente. Sin embargo, no nos quedó otra. Terminamos gastándonos cien mil rupias más, que en Kuta y a cambio, perdemos el aire acondicionado, la piscina, los productos de higiene, la televisión, la ducha y taza automáticas (hay que llenar un cubo y a jarrazos o bolsazos para completar tus necesidades de aseo).

          Anduvimos tanto, que nos dimos cuenta de dos cosas más: comeremos mejor, que en Kuta -hay muchos puestos de platos locales variados-, pero beberemos más caro, la cerveza y el güisqui. En el caso del segundo, cuesta casi el doble, que en nuestro anterior destino.

          Después de ir un par de veces -el empleado de turno no estaba- conseguimos por cien rupias más/euro, el mejor cambio en el país. Premio de consolación en una jornada tan dura.

          Nos costó encontrar la estación de ferris -hay varios edificios -, las taquillas de billetes estaban cerradas y los horarios solo escritos, en indonesio. Al volver, preguntamos por los precios de tours en las agencias y todo ha subido al doble en relación a lo que indica la Lonely Planet de 2017.

          Agotados por el calor extremo y el estrés, nos fuimos a dormir la siesta. Al pisar mal en un falso escalón, me caí al suelo y me hice tremendo daño en una costilla, que ya traigo dolorida por el peso de la mochila. Y después, estuvimos peleando con un agresivo Booking, para cambiar de hotel mañana.

          No tenemos ni idea, de que vamos a hacer en esta isla. La mitad es culpa de nuestra dejadez y la otra, del desconcierto y las informaciones de hoy.

          Nos recomponemos y volvemos a la calle principal. Tenemos premio: hay unos empleados de los ferris, que nos dan los horarios y los días que operan los barcos. Además nos enteramos también, de que los buses públicos por esta isla han subido mas del cincuenta por ciento, durante el último lustro. La información sobre esta isla en la Lonely Planet e internet es pésima, escasa y contradictoria. Tan solo es fiable el relato de una chica, pero su viaje fue de lujo y en coche con chófer.

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