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lunes, 8 de abril de 2024

Noche de hotel infernal, día de bus diabólico

           Era bastante improbable, que pudiéramos pasar una noche peor, que la anterior, en Sape, pero así ocurrió. El calor era insoportable, el ventilador pequeño de pared daba escaso aire y emitía ruidos ciclicos cada diez segundos, que parecían ronquidos. El jolgorio y los gemidos no cesan durante toda la madrugada, sospechando, que estábamos en el establecimiento mixto, compartido entre viajeros y parejitas de amor fugaz. 

          Comenzó a dolerme algo una muela y posteriormente, sobre las tres y media de la mañana, la cabeza, al producirse cánticos de  la cercana mezquita de una hora y media. No eran los tradicionales, sino corales y con algún instrumento. Parecía más bien, fusión muslium - rock. Es imposible contar en esta isla, las veces, que llaman cada día a la oración y lo que se prolonga.

          A las cinco, comenzó el intenso tráfico diurno y siguieron las discusiones en las alcobas vecinas. Para la próxima noche necesitamos inexcusablemente un hotel normal y una habitación con aire acondicionado.

          Salimos a las siete en punto, hora prevista, en un bus tan incómodo y viejo, como el de ayer, pero hoy se trata de 250 kilómetros y no de 45. Imposible adoptar una posición para dormir, habiendo solo conciliado el sueño una hora durante toda la noche. Las primeras paradas son de unos pocos minutos -aparentemente, para nada-, y a la derecha se visiona un paisaje marino, no demasiado agraciado porque parecen más campos de arroz de arena, que playas.

          Llegamos a Tante, una ciudad cacharro de manual. Este tipo de urbes son todas iguales de caóticas y desagradables, pero como ocurre con las drogas duras, nosotros estamos enganchados a ellas sin explicación alguna. En esta misma estación y sin justificación alguna -ni mecánica, ni de carga, ni de recogida de pasajeros -, el conductor desaparece durante hora y media, mientras disfrutamos entretenidos del inmenso caos de las ocho de la mañana.

          A la salida de esta localidad, otra parada para recoger sacos y cajas, porque estos cacharros transportan todo (hasta un gallo, en una caja). No tardamos en detenernos por un conflicto con una señora, que pone a sus hijos de cebo para salirse con la suya. A todo esto, somos el vehículo más lento de la carretera y nos adelantan hasta los camiones. Paisaje de campos, que se alternan con poblaciones pequeñas y alargadas, con su vida de mierda. Y, como cada día, calor insoportable.

          Llegamos a Dompu y sorprendentemente, casi no nos detenemos. Empieza un periodo estable en la constancia del tránsito, aunque inestable en el asiento, porque ascendemos un puerto de montaña y las curvas son pronunciadas. Cuando menos lo esperamos y siendo las 12:20 de este viernes, el vehículo se detiene delante de una impecable mezquita en una humilde y destartalada aldea. El conductor se baja como un poseso a rezar -el resto de los hombres van detrás - y la cosa se alarga veinte minutos. Previamente y en otro escenario rural similar, nos habíamos detenido media hora para almorzar.

          El paisaje, hasta llegar a Plampung, se volvió, más anodino y desde este lugar a Sumbawa Besar, apareció de nuevo, el mar. El cielo se fue nublando y media hora antes de llegar comenzó -como ayer- el diluvio universal. Al final, nueve horas exactas, a una media de poco más de 25 kilómetros por hora . Si quitamos los incidentes por averías, los países orográficamente muy difíciles o las obras en las calzadas - no ha sido ninguno de estos tres casos -, este es el peor periplo en transporte público en 35 años. Por lo que por experiencias , que tengas, siempre te puede ocurrir algo nuevo, en este caso solo, por la voluntad y los caprichos del conductor.

          En Besar y sin dejar de llover, seguimos con el día aciago y nos cuesta mucho encontrar hotel, aunque resulta bueno, relativamente barato, silencioso -salvo la mezquita de turno - y con aire acondicionado, cumpliendo así nuestras expectativas. También y por fin, encontramos cerveza en un hotel, pero nos pidieron por cada botella de medio litro, unos 6 euros y va a ser, que no.

          Sin embargo, la cena va a ser excelente, a base de nasi campur de pescado fresco y vegetales. Ayer me llevé un gran susto, porque me atraganté con una espina y estuve a punto de ahogarme.

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