En nuestras vidas y sobre todo en nuestros viajes, hemos asistido a numerosos acontecimientos históricos: dos golpes de estado en vivo y en directo en Mali y Tailandia -el primero cruento, el segundo algo más pacífico -; un arriesgado aterrizaje de emergencia en Abu Dhabi, debido a una rotura pequeña en una de las ventanillas del avión; una sangrante agresión a puñetazos en India, en 2011, camino de Surat; 45 horas encerrados en un tren en ese mismo país y en pleno invierno, con retraso de casi 15 horas, para llegar a New Japailguri; una huelga salvaje de controladores aéreos en España, un día antes de arrancar nuestro tercer viaje largo, rumbo a Sudáfrica -via Libia-; nueve Ramadanes de distinta intensidad en países musulmanes; un mundial de fútbol en el desierto de Marruecos -una Euro en Bangkok, otra en directo en Kiev y una tercera en Gyrocaster -; un vuelo frustrado a Canadá, el día, que comenzaba el confinamiento; el aguacero más bestia en Madrid -octubre de 2023- desde 1963; ser acosados por un revisor en un tren a Bucarest en 1994 y por un delincuente sin escrúpulos en el convoy de Nairobi, a Mombasa, en 2011; a punto de despeñarse nuestro autobús por un precipicio en Etiopía, tras caernos sobre el techo tres enormes rocas, siendo salvados por la enorme pericia del conductor; sacar el número uno en una oposición con 57 años... Y así, podríamos seguir, durante horas y horas
Tal vez sea por tantas emocionantes vivencias, que nos hayamos tomado con cierta tranquilidad y resignación el histórico gran apagón del pasado 28 de abril, aunque debemos reconocer, que ver Madrid de noche, sumida en el caos, sin iluminación, ni semáforos, nos causó bastante impresión.
Pasar una noche en la estación de Atocha con comida, bebida y mantas resultó hasta placentero, comparado con otras madrugadas por todo el mundo, donde hemos padecido frío, inseguridad, hambre o sed, entre otras cosas.
Queremos significar, que el comportamiento y el trato del personal de ADIF,UME, y Cruz Roja, fue en todo momento extraordinario. También, el de la seguridad privada. Antes de abandonar Atocha, un segurata nos contó, que llevaba trabajando casi 48 horas seguidas y nos lo creemos, porque ya olía algo mal.
En general y en casi todo momento, quedamos bastante sorprendidos por la reacción de la gente, que fue calmada, tanto en el autobús de Lisboa, a Madrid, como en las calles de la capital o en la estación de Atocha.
En el primero, sumidos en un atasco infernal, con otros medios de transporte de conexión perdidos, sin poder llamar por teléfono, sin wifi, sin datos, algunos sin comer en todo el día...y nadie alzó la voz entre los pasajeros o sacó los pies del tiesto.
En la antigua estación del Mediodía ocurrió lo mismo: pacientes colas para obtener una manta, cargar el teléfono móvil u obtener algo de comida (tan solo tres o cuatro personas intentaron acaparar)
Habrá para quién este gran apagón, haya sido una de las historias más intensas de su vida. Nosotros, en cambio, ya tenemos muchas muescas en la culata de tu vida. Eso si: esperamos seguir viviendo nuevas aventuras históricas con tan buena suerte, como hemos tenido hasta ahora: ni un solo día perdido por ninguna causa -incluida.enfermedad- en treinta y siete años de periplos por el mundo 🌎.
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