Llegó el sábado, día que será nuestro último en el Algarve, dado que a las siete y media de la tarde y con Flixbus -5€ cada uno-, pondremos rumbo a Lisboa, donde ya estuvimos hace un par de meses. Nos hubiera gustado volver en avión desde Faro, pero el vuelo del lunes parte demasiado tarde a Madrid y nos haría imposible la conexión en tren con Valladolid.
La mañana la dedicamos a recorrer, el otro lado de Punta A Piedade, por donde también transcurren otras pasarelas, por las que transita mucha menos gente. Desde los miradores se observan vistas algo lejanas, aunque algunas si son potentes. Las playas principales son playa de Canavial y playa de Porto Mós. Tras un buen rato, se acaba el paseo de madera, se llega a un aparcamiento y ya no se puede seguir.
Toca regresar hasta el centro, cruzar un puente peatonal, que lleva hasta la estación de trenes y tomar otras pasarelas, que discurren a lo largo de unos cinco kilómetros, dejando a la derecha la extensísima Meia Praia, de fantástica y fina arena y casi desierta. Llegado un momento, comienza un amplio terreno protegido de dunas. No están mal, aunque distan mucho de ser, como las de Salinas, en Asturias.
Matamos la tarde con el último paseo por el centro, donde el ambiente es más relajado, que los días anteriores. Hace daño a los ojos ver, como te cobran 5€ por una ensalada, 8 por un mojito o 16 por una francesiña. ¡Y se quedan tan anchos!.
Partimos cuarto de hora tarde, aunque llegamos puntuales. La duración prevista del anodino viaje son tres horas y cincuenta minutos. El autobús es casi nuevo y relativamente cómodo, aunque el baño no funciona -o no lo quieren abrir -, el wifi va fatal -desistimos de él - y los asientos no cuentan con puntos de carga -enchufes o usb- para cargar los cacharros diversos.
La calidad en Europa de los vehículos de Flixbus resulta muy variable, habiendo de todo. Depende mucho de si es un servicio propio o subcontratado, siendo peores los segundos. Al final, el único entretenimiento a bordo es seguir la final de copa entre el Madrid y el Barça.
A las 11:20 estamos ya en la cutre estación de Oriente de Lisboa. Cierra a la una de la madrugada y vuelve a abrir a las cinco. Pero nosotros tenemos otros planes, que consisten en ir a pernoctar al no muy lejano aeropuerto, donde si no tienes billete, no puedes ingresar hasta las tres de la madrugada. Por supuesto, no nos hemos planteado buscar hotel, dadas las horas, que son y el elevado precio de los alojamientos los sábados por la noche.
El domingo en la capital lusa transcurre bastante tranquilo. Nos limitamos a pasear largo rato por el centro y a disfrutar de una larga sentada en la maravillosa plaza del Carmen, donde se fraguó la Revolución de los Claveles. Preveíamos un regreso tranquilo, a Madrid, pero...
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