Es lunes, 28 de abril y llegamos con tiempo suficiente a la estación de Oriente, donde a las 10:15 de la mañana debemos tomar un ALSA -12€ por billete-, que nos va a depositar en Méndez Álvaro, a las 19:09, con tiempo suficiente para coger en Príncipe Pío, el tren con destino a Valladolid.
El vehículo, que va casi lleno en sus dos pisos, parte con algo de retraso. Preveíamos un día tranquilo, pero nosotros somos como los miembros de la familia del "Cuéntame": cuando se produce un acontecimiento relevante, allí estamos. Siempre, en todas las salsas, en el foco de la noticia, en la pomada.
En principio, tenemos mejores noticias, que anteayer: los asientos son muy cómodos, el baño y el wifi funcionan y hay toma en el techo sobre los asientos para enchufar el móvil. ¡Parece, que vamos todos con la bolsa del suero sobre la cabeza!.
Como no hemos descansado bien, nos dormimos poco después de partir, una vez hemos cruzado el puente sobre el río Tajo. Sobre las doce menos cuarto -hora local-, me despierto, abro la web de El País y leo, que ha habido un gran apagón eléctrico en España. Le pego un toque a mi pareja para comentárselo, pero remolonea y decide seguir roncando. Aún estamos en territorio luso, que también ha sido afectado por el corte eléctrico, aunque algo menos. Seguimos circulando con normalidad, funcionando la carga del móvil, el wifi, los datos y las llamadas de voz.
Cerca de las 14:00 -hora ya patria- entramos en España, a la altura de Badajoz. Próximamente, pararemos en las afueras de Mérida para almorzar. Me entretengo tomando cervezas.
El primer impacto directo lo sentimos al detenernos en el complejo de restaurante y tienda extremeño. Todo está oscuro y cerrado. Las cámaras frigoríficas están apagadas. Ni siquiera abren a unos motoristas, que necesitan agua. Así, estamos todos tres cuartos de hora pululando y buscando unos arbustos tupidos para orinar.
Cuando subimos al autobús, el wifi ya no funciona, pero aún disponemos de llamadas y datos. Nos dormimos, nuevamente,durante casi dos horas, mientras circulamos con paso firme hacia Madrid.
Al despertar, sobre las 18:00 horas, ya nada está operativo, salvo la carga del teléfono. De vez en cuando, salta un WhatsApp o envía uno, que habías escrito o locutado media hora antes. Estamos aislados del mundo, aunque la gente se mantiene calmada.
A la entrada de Madrid se produce el colapso. Los túneles de la M30 han sido cerrados y debemos tomar un recorrido alternativo por la M40. Pero el atasco es tal, que estamos más de dos horas para recorrer unos diez kilómetros.
En este momento tenemos claro, que perderemos el tren, pero ya no importa, porque hemos leído, que han sido suspendidos todos los servicios ferroviarios. Llegamos, cuando anochece, con unos 140 minutos de retraso.
La estación está con las luces 🚨 apagadas y cerrada a cal y canto y los alrededores son un auténtico caos de personas y bultos, caminando desorientados.
No hay iluminación en los alrededores y tan solo funciona un semáforo, por lo que el colapso de tráfico se torna muy peligroso para peatones y conductores. Por supuesto, todo está cerrado: bares, restaurantes, supermercados, tiendas de 24 horas ... Afortunadamente y sin que sirva de precedente, tenemos comida, vino y agua suficientes.
Tenemos, que trazar un plan sin demora. Circulan algunos autobuses interurbanos ,pero van llenos y con retrasos importantes. Además y en la locura y el alboroto de gentío, resultaría bastante difícil encontrar el nuestro, llegado el casó.
Descartado volver hoy por carretera, asumimos, que toca pasar la noche en Madrid. ¡Ya veremos, cómo!.
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