Todas las fotos de este post son, de Melaka (Malasia)
Desde hace más de una semana, el día
12 de agosto era largamente esperado. Una vez resueltos los trámites
de la visa on-line y comprados los vuelos -con la colaboración de mi
padre y su móvil, para confirmar el código-, ya solo faltaba dejar
pasar los días para nuestro tercer viaje, a India.
Pero, antes y después del magnifico y
caluroso día en Melaka, había que pasar la jornada del 11 de
agosto. Nos levantamos con mucha pereza, después de dormir en el
mejor colchón -y probablemente, habitación- del viaje, con permiso
del de Kyoto y nos sentimos cobardes y un poco a la expectativa de lo
que nos deparará este día. No solo por dejar nuestro nido de aire
acondicionado, sino -en el mejor de los casos- por superar la rutina
de esta jornada. ¡Con lo bien que estamos aquí y las cosas, que nos
quedan por hacer!. Por ejemplo, hoy, habríamos caminado por el
circuito peatonal de 6,2 kilómetros, junto al río río y disfrutado
del mercado nocturno del fin de semana. Pero, ¡no podrá ser!.
Primeras contrariedades menores, que
quiebran nuestra vagancia: el bus local a la estación es circular y
lo que ayer fueron diez minutos de trayecto, hoy son cincuenta y
cinco y después, el interurbano de las 15:00 horas, va lleno, por
lo que debemos tomar el de las 16:00, a Seremban. De ahí, sin pasar
por Kuala Lumpur, iremos al aeropuerto (KLIA2, para variar).
Como vamos con tiempo, podemos hasta
disfrutar de esta amable localidad (como casi todas, si sólo estas
un par de horas y a pesar de la incesante lluvia).
Prevemos dos posibles problemas. El
primero, no nos preocupa mucho: hemos reservado el vuelo con un solo
apellido y esperamos, que no nos rechacen en el embarque. Es
improbable, dado que ya lo hicimos otras veces -en más de medio
mundo, la gente tiene un solo apellido- y fue bien.
El segundo, aunque baladí, nos
resulta terrorífico. Por falta de cibers -ya no hay en casi ninguna
parte del planeta-, no tenemos impresas las visas de la India. Se
podría pensar: ningún problema, ya que es e-visa y evita trámites
analógicos. Sí, pero nosotros conocemos el país, donde te hacen
rellenar un formulario, hasta para probar gratuitamente, un vasito de
zumo de melocotón en un supermercado y no nos fiamos.
Acertamos. La arisca mujer del
check-in, de Air Asia, nos informa del problema. Pero como siempre,
en el tercer mundo,hay soluciones para todo. Ya, ni nos sorprendemos,
aunque sí nos enfadamos. Resulta, que dos niveles más abajo -KLIA2
tiene cuatro-, sobrevive un recinto llamado Plaza Premiun Lounge,
donde a las cuatro de la madrugada, encorbatados y sirvientes
trabajadores, te imprimen los dos visados -por tan solo 1,20€- y
con un ceremonial tremendo, que a veces te da risa, otras, ganas de
llorar y las más, ataques de ira.
Pero, lo más gordo e imprevisto, que
nos sucedió, entre todo el jaleo del embarque, fue, que durante más
de dos histéricos minutos, tuvimos fuera de nuestro control, un
paquetito de 750€ de mi bolsillo interior -dos meses de vivir, en
la India-, que finalmente recuperamos.
Eso sí, para llamarla on-line,
resulta cutre. Te esperas un dispositivo, que te facilite una bonita
y moderna pegatina con siete códigos de barras y tres marcas de agua
y resulta, que lo que te ponen, es el sello zarrapastroso de toda la
vida con los datos a mano. Previamente, te han hecho una foto y te
han machacado los diez dedos de las manos -por turnos- en un visor
digital. Los debe de haber muy guarros, porque al lado, muestran un
bote de jabón para lavarse las manos.
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