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miércoles, 4 de octubre de 2017

Una e-visa algo analógica

                                                      Todas las fotos de este post son, de Melaka (Malasia)
          Desde hace más de una semana, el día 12 de agosto era largamente esperado. Una vez resueltos los trámites de la visa on-line y comprados los vuelos -con la colaboración de mi padre y su móvil, para confirmar el código-, ya solo faltaba dejar pasar los días para nuestro tercer viaje, a India.

          Pero, antes y después del magnifico y caluroso día en Melaka, había que pasar la jornada del 11 de agosto. Nos levantamos con mucha pereza, después de dormir en el mejor colchón -y probablemente, habitación- del viaje, con permiso del de Kyoto y nos sentimos cobardes y un poco a la expectativa de lo que nos deparará este día. No solo por dejar nuestro nido de aire acondicionado, sino -en el mejor de los casos- por superar la rutina de esta jornada. ¡Con lo bien que estamos aquí y las cosas, que nos quedan por hacer!. Por ejemplo, hoy, habríamos caminado por el circuito peatonal de 6,2 kilómetros, junto al río río y disfrutado del mercado nocturno del fin de semana. Pero, ¡no podrá ser!.

          Primeras contrariedades menores, que quiebran nuestra vagancia: el bus local a la estación es circular y lo que ayer fueron diez minutos de trayecto, hoy son cincuenta y cinco y después, el interurbano de las 15:00 horas, va lleno, por lo que debemos tomar el de las 16:00, a Seremban. De ahí, sin pasar por Kuala Lumpur, iremos al aeropuerto (KLIA2, para variar).

          Como vamos con tiempo, podemos hasta disfrutar de esta amable localidad (como casi todas, si sólo estas un par de horas y a pesar de la incesante lluvia).

          Prevemos dos posibles problemas. El primero, no nos preocupa mucho: hemos reservado el vuelo con un solo apellido y esperamos, que no nos rechacen en el embarque. Es improbable, dado que ya lo hicimos otras veces -en más de medio mundo, la gente tiene un solo apellido- y fue bien.

          El segundo, aunque baladí, nos resulta terrorífico. Por falta de cibers -ya no hay en casi ninguna parte del planeta-, no tenemos impresas las visas de la India. Se podría pensar: ningún problema, ya que es e-visa y evita trámites analógicos. Sí, pero nosotros conocemos el país, donde te hacen rellenar un formulario, hasta para probar gratuitamente, un vasito de zumo de melocotón en un supermercado y no nos fiamos.

          Acertamos. La arisca mujer del check-in, de Air Asia, nos informa del problema. Pero como siempre, en el tercer mundo,hay soluciones para todo. Ya, ni nos sorprendemos, aunque sí nos enfadamos. Resulta, que dos niveles más abajo -KLIA2 tiene cuatro-, sobrevive un recinto llamado Plaza Premiun Lounge, donde a las cuatro de la madrugada, encorbatados y sirvientes trabajadores, te imprimen los dos visados -por tan solo 1,20€- y con un ceremonial tremendo, que a veces te da risa, otras, ganas de llorar y las más, ataques de ira.

          Pero, lo más gordo e imprevisto, que nos sucedió, entre todo el jaleo del embarque, fue, que durante más de dos histéricos minutos, tuvimos fuera de nuestro control, un paquetito de 750€ de mi bolsillo interior -dos meses de vivir, en la India-, que finalmente recuperamos.

        Por lo demás, la visa on line, es un acierto. La haces desde cualquier parte del mundo en tan solo un día, pagas menos, que antes y tardas diez minutos en obtenerla al llegar al destino. Y, hubieran sido solo cinco, si mi pareja, no hubiera puesto un hotel de Delhi en la tarjeta de inmigración, cuando en realidad, nuestra ciudad de entrada, fue Chennai.


          Eso sí, para llamarla on-line, resulta cutre. Te esperas un dispositivo, que te facilite una bonita y moderna pegatina con siete códigos de barras y tres marcas de agua y resulta, que lo que te ponen, es el sello zarrapastroso de toda la vida con los datos a mano. Previamente, te han hecho una foto y te han machacado los diez dedos de las manos -por turnos- en un visor digital. Los debe de haber muy guarros, porque al lado, muestran un bote de jabón para lavarse las manos.

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