Todas las fotos de este post son, de Jammu (India)
Tomamos el último bus barato del día
-los hay de mayor precio, aunque ofrecen lo mismo-, para Jammu, que
resulta ser aún mas cacharrónico, que los anteriores y que en esta
ocasión, aglutina un pasaje más variopinto, con familias al
completo, jóvenes seguidores de Bollywood, gente mayor... Existen
taxis compartidos para hacer este trayecto, pero cuestan más del
doble.
Pensábamos, que lo peor ya había
pasado, pero aún deberemos viajar con el corazón en un puño,
durante buena parte del trayecto. El viaje comienza tranquilo y el
autobús tarda en dejar las afueras, de Srinagar. Tras más de dos
horas dando botes y circulando por una carretera bastante lineal,
caemos en un enorme atasco en ambas direcciones y nosotros parecemos
los tontos de la “highway, porque se nos cuela todo el mundo.
Descendemos algo, para volver a subir
con cierta virulencia, hasta los 3.500 metros. Retornan los
desagradables precipicios, que vemos con menos detalle por ser ya de
noche. De repente y al lado de un respetable y descarnado acantilado,
toca control militar: no hay que bajar , no piden nada. Por si acaso,
guardo la botella de ron en la mochila. Pero no están buscando
borrachitos maduros. sino que están ordenando el caótico, trafico
que genera un túnel -habéis leído bien-, que solo se puede cruzar,
primero en una dirección y luego, en la otra. Seguimos por las
alturas hasta la parada de la cena.
Iniciamos, después , un vertiginoso
descenso de más de dos horas, al abrigo de la luna llena y las
escasas luces del valle, que nunca parecen acercarse, a pesar de los
desniveles salvados en cada giro. De frente, un endiablado tráfico
compuesto, fundamentalmente, por camiones, muchos de ellos militares.
Solo vislumbro deslumbrantes luces de frente y deseo que el
conductor, lo lleve mejor, que yo. Intuyo la siguiente curva -que no
veo-, orientándome por los destellos, aunque a veces, me equivoco.
Entramos en otro túnel -luego vendría
un tercero- y no salimos hasta cuarto de hora después. En este país
hay muy pocos -de hecho, el único y último antes de hoy, fue camino
de Shimla, hace más de dos semanas-, pero cuando los hacen, resultan
ser a lo grande.
Como viajan como los monos, el
pasajero de atrás, extiende sus dos brazos sobre mi cabeza,
provocándome un susto de muerte, ahora que ya se habían terminado
las infinitas curvas y cuestas y que estaba empezando a coger el
sueño.
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