Todas las fotos de este post son, de Hampi
Abandonamos Hampi, sin problemas y sin
ver una sola gota de agua, lo cual es muy agradecido, cuando te puede
pillar el monzón en mitad de la maravillosa nada.
Ni nos registramos en la policía
-dicen, que es imprescindible-, y metimos, bebimos y sacamos el
alcohol, que nos dio la gana -con la discreción necesaria-, así que
no os toméis tan en serio las recomendaciones de la maldita Lonely P
lanet o de los panfletos o carteles de algún alojamiento.
Nuestra última y bonita experiencia
-camino de unas cataratas, que no encontramos- fue encontrarnos a una
espontanea y divertida pareja de españoles, con quienes compartir un
par de horas.
De verdad, que nos hacía falta.
Intercambio mutuo de experiencias y, sobre todo, una de ellas muy
impactante: han estado los dos muy enfermos, durante una semana,
vomitando y cagando a todas horas -así, lo dice ella, sin tapujos- y
solo han logrado recuperar la salud, acudiendo a la medicina
ayurvédica: una especie de serrín, con sabor a muesli, un
frotamiento de las barrigas y unas palmaditas en el hombro -al
estilo, sana, sana, culito de rana...” y mano de santo. Son muy
majos, pero al hilar esta historia, sabiendo que han estado un buen
tiempo en Pushkar y en Orchha, sacamos nuestras conclusiones.
Partimos, camino de Hyderabad -la gran
temida por su dispersión y, a priori, falta de alojamientos
económicos- y vamos, lentamente, saliendo del sur, cosa que haremos
con un tren directo, a Delhi. Nos encanta la deliciosa comida de esta
zona del país, pero nos desquicia, que sean tan marranos, que
siempre tengas problemas con las vueltas del dinero, en los
alojamientos y comercios, y, sobre todo, los tipos del pito.
En este epígrafe incluimos a los que
mean en todas partes y sobre todo, a los ayudantes de conductores de
autobuses, policías inquisitivos -mejor eso, que apalear, como los
hemos visto, por estar tumbados en el banco de una estación-, o
cualquier mindundi, que quiera atraer tu atención.
Nos mostramos ansiosos de tirar para
el Himalaya, a pesar de que quitando el primer día, la temperatura
está resultando muy benigna. También, nos encontramos muy cansados
de los túmulos en las carreteras, de impresionante altura y que
muchos conductores pasan, como si nada, mientras tú te das casi con
el techo del vehículo -ya que por supuesto, no hay cinturones- y
mientras, los lugareños de las pequeñas y constantes localidades
por las que pasamos, siguen su vida cotidiana, mucho más activa
cuando anochece y pueblan ambos lados de la carretera con puestos de
comida, con unas potentes luces, que ayudan, sobremanera, al escaso y
tenue alumbrado público.
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