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jueves, 5 de octubre de 2017

Los remedios de la medicina ayurvédica

                                               Todas las fotos de este post son, de Hampi
        Abandonamos Hampi, sin problemas y sin ver una sola gota de agua, lo cual es muy agradecido, cuando te puede pillar el monzón en mitad de la maravillosa nada.

          Ni nos registramos en la policía -dicen, que es imprescindible-, y metimos, bebimos y sacamos el alcohol, que nos dio la gana -con la discreción necesaria-, así que no os toméis tan en serio las recomendaciones de la maldita Lonely P lanet o de los panfletos o carteles de algún alojamiento.

          Nuestra última y bonita experiencia -camino de unas cataratas, que no encontramos- fue encontrarnos a una espontanea y divertida pareja de españoles, con quienes compartir un par de horas.

          De verdad, que nos hacía falta. Intercambio mutuo de experiencias y, sobre todo, una de ellas muy impactante: han estado los dos muy enfermos, durante una semana, vomitando y cagando a todas horas -así, lo dice ella, sin tapujos- y solo han logrado recuperar la salud, acudiendo a la medicina ayurvédica: una especie de serrín, con sabor a muesli, un frotamiento de las barrigas y unas palmaditas en el hombro -al estilo, sana, sana, culito de rana...” y mano de santo. Son muy majos, pero al hilar esta historia, sabiendo que han estado un buen tiempo en Pushkar y en Orchha, sacamos nuestras conclusiones.

          Partimos, camino de Hyderabad -la gran temida por su dispersión y, a priori, falta de alojamientos económicos- y vamos, lentamente, saliendo del sur, cosa que haremos con un tren directo, a Delhi. Nos encanta la deliciosa comida de esta zona del país, pero nos desquicia, que sean tan marranos, que siempre tengas problemas con las vueltas del dinero, en los alojamientos y comercios, y, sobre todo, los tipos del pito.

          En este epígrafe incluimos a los que mean en todas partes y sobre todo, a los ayudantes de conductores de autobuses, policías inquisitivos -mejor eso, que apalear, como los hemos visto, por estar tumbados en el banco de una estación-, o cualquier mindundi, que quiera atraer tu atención.

          Nos mostramos ansiosos de tirar para el Himalaya, a pesar de que quitando el primer día, la temperatura está resultando muy benigna. También, nos encontramos muy cansados de los túmulos en las carreteras, de impresionante altura y que muchos conductores pasan, como si nada, mientras tú te das casi con el techo del vehículo -ya que por supuesto, no hay cinturones- y mientras, los lugareños de las pequeñas y constantes localidades por las que pasamos, siguen su vida cotidiana, mucho más activa cuando anochece y pueblan ambos lados de la carretera con puestos de comida, con unas potentes luces, que ayudan, sobremanera, al escaso y tenue alumbrado público.

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