Todas las fotos de este post son, de Kuching (Borneo, Malasia)
Hoy, cuatro de agosto -nuestra tercera
jornada, en la maravillosa Kuching-, lo hemos declarado día sin
wi-fi y nos hemos negado a encender el teléfono. Pase lo que pase,
nada podremos hacer desde aquí, así que mejor, pasar el día ajenos
al mundo, como hacíamos en los viajes largos -y en los cortos- hasta
no hace demasiado.
Y, es que ayer, día 46 del viaje, fue
internéticamente muy complicado, aunque altamente productivo,
después de las gestiones desde un ciber local y desde la propia
habitación. Parece ser, que nuestros problemas de verificación de
compras de webs o visas en la red, iniciados el día 18 de viaje, han
llegado a su fin.
Recopilamos la historia, brevemente.
El 6 de julio y al despertar en Bangkok, la batería de mi teléfono
aparece hecha una pastilla deforme de plastilína. Al atardecer de
ese mismo día, por motivos aún inexplicables y al introducir mi
tarjeta en el móvil de mi pareja, dejan de funcionar las dos SIM.
Aunque la solución, como luego
veremos era la del huevo de Colón, costó una semana encontrarla.
Primero, tratas de buscar explicación, algo sin sentido, dado que
nuestros teléfonos son libres. Después, te empiezas a poner en
contacto con tus posibles salvadores: operadoras, bancos, familia...
Y, descubres, en los tres casos, que les cuesta entender el problema
y creen que lo que pasa es, que no tienes dinero.
Tanto los bancarios, como los
telefónicos, te remiten al número dee de atención al cliente,
alegando, que ellos no tienen responsabilidad ninguna. Desesperados,
reiniciamos el único teléfono vivo, que nos quedaba, a sabiendas,
de que sino funciona la maniobra, vamos a perder whatsapp -nos pasó
hace tres años en el sur de la India- y el resto de apps de chats.
Así ocurre. A partir de entonces, a funcionar solo con el correo
electrónico, como en los viejos tiempos.
Un par de días después, aparece un
clavo ardiendo, al que agarrarse. Inesperadamente y donde menos
esperábamos -Hat Yai-, aparece una agencia física de Air Asia -pago
normal con tarjeta de crédito-, que nos permite tomar aliento y
ganar un par de semanas, visitando Borneo y Brunei.
Y, viendo el panorama, comienzas a
relajarte y caes en la sencilla cuenta ¿Y si escribo a mi gestora de
Bankia y le digo que cambie mi teléfono de verificación por el de
mi padre y luego él, me manda los códigos por e-mail, aprovechando
un buen wifi? Mano de santo.
Tras un agónico y expectante intento
fallido, ayer conseguimos verificar con este sistema, el pago de las dos visas de India y mañana, trataremos de hacer lo mismo con los vuelos, a Madras, donde pretendemos recalar en unos ocho odiez días.
Han sido 28 días de diferentes
estados de ánimo, pero, en cualquier caso, que el mayor problema del
viaje sea este.
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