Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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jueves, 6 de agosto de 2015

Requiem por Siria y Nepal

                                                                                                  Palmira (Siria)
          Quizás, esta entrada la debí publicar hace dos o tres meses, con el tema más de actualidad, pero la desidia motivada por el insufrible verano, que nos envuelve desde mayo, hasta no sé cuando, me ha hecho tomarme la vida con mucha pereza. Fiestas, limonada, conciertos, cerveza... y muchas duchas de agua fría.
                                                                                                               Casas Colmena (Siria)
          Hace ya bastantes semanas, que estoy muy triste por la poca repercusión, que se está dando en los medios de comunicación, a la casi total pérdida del patrimonio monumental, de Siria y, en menor medida, de Nepal (de este país se ha hablado un poco más). Pero, aún me apena más, que las maravillas, que vieron nuestros ojos no hace tanto, se las hallamos hurtado a las próximas generaciones.                                                                           
                         Alepo (Siria)
        Juntando la licencia por matrimonio y unos cucnatos días de vacaciones, conseguimos organizar un increíble periplo de casi un mes, por Siria, Jordania, Israel y Palestina, que nunca olvidaremos.

          Creedme, si os digo y a pesar de que ahora, combatan los unos contra los otros en atroz e incomprensible contienda, que los sirios -y conocemos, casi 130 países- son las gentes más amables del mundo. No hablan inglés, cierto es, ni obligación, que tienen. Ni siquiera, en la mayoría de las ocasiones, conocen nuestro alfabeto. Pero, paradójicamente, ha sido uno de los países donde nos ha resultado más fácil movernos. Preguntabas algo en la calle y de inmediato, se activaba toda una red de personas, que ni siquiera se conocían entre ellas, para dar con la solución. Todo eran atenciones, sin agobio ninguno.
                                                                                  Hama (Siria)
          Paseabas por los entrañables y ordenados zocos y nadie te molestaba, Podías toquetear una cosa 20 veces, que el vendedor, ni te miraba, Podías probar los dulces o frutos secos de los puestos especializados, preguntando sólo: Can I?. Y en el restaurante, el camarero te llevaba a la cocina, para que vieras todos los platos y eligieras al gusto (por cierto: la cocina siria es de las mejores del mundo). A veces, por cuenta de la casa, caía un entrante, una bandeja de encurtidos, un té o una copita de arak.

          Porque, aunque musulmana, Siria era tolerante con el alcohol. Podías tomarte una fresca lata de cerveza en las calles del barrio cristiano, de Damasco, sin ser increpado o corregido. En esta misma ciudad, las jóvenes universitarias vestían con vaqueros y sin velo (no así, en ciudades, como Hama -la más conservadora del país- o Alepo).   Katmandu (Nepal)

          Según mis noticias, Alepo está destruida, llevándose por el medio su magnífica mezquita y el zoco cubierto más grande del mundo. Palmira ha sido saqueada y algo más -me temo-, que aún no sabemos. El típico castillo templario y medieval, que todos hemos soñado de niños y que estaba entero -llamado Crac de los Caballeros-, se encuentra parcialmente dañado. Lo mismo le ocurre al teatro romano de Bosra, uno de los mejor conservados del mundo. Nada sé de las ciudades muertas, de Apamea, de Hama, de Malula..., pero me temo lo peor. Lo que el hombre preservó durante cientos de años, no tardo ni cinco minutos en morir en manos de estas bestias pardas coetáneas. Francamente, no me hubiera gustado vivir este momento histórico.
                                                                                                                             Pashupatinath (Nepal)
          Lo de Nepal, admito, puede resultar distinto. Al fin y al cabo, fueron las fuerzas de la naturaleza. Pero, ¿hasta que punto estamos forzándola a comportarse de esa violenta manera?. No soy yo muy integrista de las catástrofes, que pronostican los agoreros del cambio climático. Creo, que no son tantas las evidenciaz, para predecir a tan largo plazo y que lo que hoy no tiene solución, sea posible resolverlo en 2.025. Pero, algún dato objetivo, si hay: de los 15 veranos más calurosos, desde que se dispone de datos, 14 han sido en el siglo XXI.

         Si quiero, en otro orden de cosas, amonestar a esos bocazas -no fueron pocos-, que dijeron: “¡qué importa el patrimonio cultural, con toda la gente, que ha muerto!”, Pues, preocupa y mucho. El terremoto mató a miles de personas y es un desastre, pero la pérdida de sus monumentos, afecta a 7.000 millones de seres humanos, que vivimos en el mundo y ya no podremos verlos. Y posiblemente, a varias de las generaciones venideras.
Patan (Nepal)

          Al contrario, que los sirios, no son los nepalíes santos de mi devoción. Ya sé, que es una injusticia acusar a un pueblo por el comportamientos inmoral de unos miles de gentes en los lugares turístico. Pero, la mente humana tiende a simplificar. No era cómodo transitar por un país, en el que cada cinco minutos te estaban tratando de engañar para sacarte más dinero.     Janakpur (Nepal)

lunes, 9 de enero de 2012

Jaknapur: última parada en el camino

                                                                                                Janakpur
             Le hemos cogido bastante cariño a Katmandú, a pesar de la fresca temperatura –agravada, porque los hoteles económicos no tienen calefacción y en sus habitaciones hace más frío, que en la propia calle y de que la oferta gastronómica, sea limitada y escasamente variada. Nos mantenemos, a base de chow mein, tupka –especiada sopa de espaguetis- y varios fritos rebozados –cebolla, patata, pimiento, coliflor-, más crujientes y ricos, que los de la India.
                                               Janakpur
            A pesar de todo, Katmandú tiene algo especial, que no llegamos a poder describir, pero que realmente, nos engancha. No obstante y por no permanecer 10 días, en esta entretenida ciudad, tomamos la decisión de acercarnos a Jaknapur. Según los datos que teníamos, se encuentra a tan sólo 125 kilómetros. de la capital. La información la hemos conseguido, en una vieja Lonely Planet de segunda mano, a la venta en una tienda de la concurrida zona de guirilandia, que no hemos comprado, por ser cara (aunque, si la devuelves, una vez hayas acabado la visita al país, te reintegran, el 50% del dinero)  

El caso es, que lo que suponíamos un viaje de 3 o 4 horas, se transforma en uno de 10 horas –finalmente serán 12-, por arte de birili birloque. .
                                                     Janakpur
Aún habiendo ido y vuelto, seguimos sin entender el misterio, de la ecuación kilómetros-tiempo, aunque suponemos, que será, que la carretera da un rodeo significativo.

El templo de Jaknapur es espectacular y se halla abarrotado de feligreses y peregrinos, todos nepalíes. Los puestos de ofrendas e imaginería religiosa –con pósters de dioses, para todos los gustos-, dan un cálido ambiente al lugar, mientras que los animados e intermitentes mercadillos, hacen lo propio con las caóticas calles, sin apenas aceras.  

            Aunque, estamos en Nepal, esta ciudad recuerda más a India: toneladas de basura por el suelo, vacas por la vía pública, aguas fétidas estancadas, sharis en la indumentaria femenina, alcohol restringido…
Janakpur
En definitiva, hablamos de una atractiva visita en el sureste de Nepal. Otra cosa es, si a nosotros realmente, nos ha compensado, en 3 días, una paliza de 24 horas –entre ida y vuelta- de autobús, por carreteras penosas. Las más de 70 fotos hechas en el lugar, dirían que sí. El frío, las incomodidades del transporte –sobre todo el de vuelta-, el pasar dos noches viajando y el dinero invertido, sin embargo, indicarían todo lo contrario.  

            El viaje comienza a tocar a su fin. Si todo fuera como está previsto, está será la última entrada en el blog, de este periplo de casi medio año. De lo contrario, estaríamos hablando de sorpresas, que ya a estas alturas, no esperamos ni deseamos (ni siquiera, aunque fueran buenas).

            Si no nos fallan los planes, a mediados de enero de 2.012, partiremos, de nuevo, con destino desconocido.   
                                                                                              Janakpur

domingo, 8 de enero de 2012

Ante el vicio de querer cobrar por todo, la virtud de colarse

             Los alrededores de Katmandú, son realmente espectaculares, pero su visita –si no  se es un poco pillo y tratas de colarte de todas las formas posibles-, sale bastante cara. Si algo te trae de cabeza, en este país, es la ladronería y choriceo, que se ejerce hacia el extranjero, casi de forma generalizada.
                                                                     Pashupatinath
No es de extrañar, que esto ocurra, dado que los primeros en dar ejemplo, son los poderes públicos, sableando al turista –a veces con cantidades astronómicas, como en el caso de Bhaktapur-, por visitar lugares públicos, como una plaza, un ghat –sagrado o no- y hasta una ciudad entera. Afortunadamente, lo ajustado del presupuesto, nos ha hecho tirar de perrería, y de momento, hemos visto más de un 90% de las cosas, sin abonar una sola rupia. ¡Qué se jopan!. Y lo digo,alto y claro.

            Pero, ha sido a base de pasar estrés, que comienza en la parada de buses vieja, donde se cogen los cacharros para todos estos destinos. Allí debes conseguir –y no es fácil y relajado-, que no te cobren lo que les da la nepalí gana, por llevarte a cualquier parte.

            Luego, la propia policía –in person-, se encarga de que el guiri, mientras ve pasar a todo el mundo sin pagar nada, desaloje su cartera en la billetería, que suele tratar de controlar estratégicamente, los atractivos a contemplar, pero que deja agujeros por donde colarse –salvo y solo parcialmente, en Pashupatinath-. Investigando con paciencia, se consiguen buenos resultados. Y no solo es el dinero, que te ahorras, sino las risas que te pegas.
Patan
Poca más presencia policial, hay en el país, salvo para tocar las narices en las carreteras –y no mucho- o para pasarse una hora de reloj, tomando un te, sentados, placidamente, en el banco de un puesto callejero.

            Después de pasarlo mal, es cuando llega la hora del disfrute: Bhaktapur es, sencillamente, uno de los mejores lugares del viaje y Patan –aunque más modestamente-, ofrece atractivos imprescindibles, en cualquier viaje a Nepal. Aunque, algo sobrevalorado, Pashupatinath, sí que merece una mañana y otra, para la estupa de Bodhnath
            Si alguien quiere, que le explique con pormenores, como colarse en cada uno de estos lugares, que lo solicite, en el capitulo de los comentarios.
                                                                                                 Bhaktapur
            En cuanto a la comida y en contra de lo previsto, hay buenas noticias, aunque la realidad tampoco sea para tirar cohetes. Al ya cansino chow mein –que engullimos, casi cada día, desde nuestra estancia en Calcuta-, hemos añadido a nuestra dieta, el momo (especie de raviolis, rellenos de carne –la más barata es la de buff, que no sabemos ni queremos saber de que es, qunque también los hay de pollo o verduras- y diversos vegetales fritos rebozados –con un recubierto más crujiente, que el de la India, sobre todo cuando se enfría-, como coliflor, patatas –en trozos y no en maldito puré especiado, como sus vecinos del sur-, cebollas… Lo que le sobra a esta cocina, es el omnipresente comino, que además aparece, engrandes cantidades..

            Mañana, nos vamos en bus nocturno, a Janakpur –algo no previsto- y en dos días, retornamos de la misma manera, para poner punto final a este fantástico y muy ajetreado periplo de seis meses. ¡Lástima, que nos halla fallado, Bangladesh!.
                                                                                                    Bodnnaht

Katmandú, supero ampliamente, nuestras espectativas

             Como, no somos especialmente apasionados por la montaña y menos, en la estación del año, que estamos -ya casi invernal-, Pokhara nos sirvió más como retiro y descanso, que como cualquier otra cosa. Desde allí, partimos hacia Katmandú, en un microbús nuevo y en un viaje algo más llevadero, que el anterior, aunque recorriendo los mismos paisajes y pueblos y la continuación del maravilloso río y la espectacular garganta, que nos acompañó en buena parte del periplo, que nos trajo desde la frontera con India. Hoy, la niebla afea más el panorama e impide, ver nítidamente los supuestos precipicios de la transitada carretera, que nos conduce a la capital del país, tomando un desvío, a mitad de camino.  Kathmandú

Nuestra primera impresión, nada máss bajar del micro, es la de que se trata de una ciudad-cacharro. La segunda, es la constatación de la anterior, ya que contemplamos toneladas de hormigón desordenado, que jalonan las vías de circulación, mientras nos vamos acercando al centro.                                                                                                  Kathmandú

Otra vez, nos toca hacer un país, sin guía alguna. La única información, que tenemos de la ciudad –obtenida de extranjis en una librería de ejemplares de segunda mano, de Pokhara- es que la zona de los guiris –alojamientos, restaurantes y tiendas- se llama Thamel.

¡Por Dios, que no llueva!, como ha ocurrido todos los días, desde que llegamos a Nepal. Como lo primero es lo primero, buscamos un sitio para comer, donde almorzamos muy correctamente, aunque para variar, nos toca pelear el precio y el numero de piezas de pollo, previamente negociado: “¡Qué recuerdos de Etiopía!”.

Afortunadamente, la zona de Thamel, no está a más de 3 kms, de donde nos hallamos, pero el acceso, a través de una calle infernal –en la que sufro una aparatosa caída-, no nos pone las cosas fáciles.
                                           Kathmandú
Thamel, es una zona destinada para los extranjeros, -aunque, la verdad es, que no hay muchos y tampoco se los espera-, con tiendas de todo tipo, restaurantes, garitos de cambio, agencias de viaje, alojamientos…Todo, supuestamente acondicionado para el turismo, sino fuera por el agresivo y molesto tráfico, por los barros, las baldosas levantadas y por la ocasional basura de algunas zonas. ¡Otra nueva imitación de khaosan!. Aunque, sin las comodidades, servicios ni precios de la añorada y odiada zona, de Bangkok. Al  menos ni hoteles, ni restaurantes, ni tiendas, se descuelgan con las desorbitadas tarifas de Pokhara.

 Fuera de guirilandia, Katmandú, sigue con su caos rutinario. Pero, al menos existen aceras y pasos elevados. Tras varias visitas menores, quedamos maravillados por el complejo de templos, de Durbar Square, ubicados en las propias entrañas de la ciudad. Casi sin quererlo y sin demasiado esfuerzo, nos hemos colado y nos ha salido gratis, ahorrándonos las 400 rupias de la entrada. De todas formas, no me parece nada bien, ni normal, que a los extranjeros, nos cobren por acceder a una plaza pública. ¡Nos iríamos acostumbrando –y colando, otra vez, porque no es muy difícil-, a lo largo de los siguientes días.
                                                                                    Kathmandú
En esta maravillosa ciudad, hemos solventado parcialmente nuestro síndrome de abstinencia de mercados, tanto de los que se encuentran, dispersos por el suelo, como de los de más postín, que rodean los templos. 

Primeras impresiones sobre Nepal, desde Pokhara

            La salida de India –por el puesto fronterizo más cutre, que cruzamos jamás-, fue menos complicada de lo previsto, así como la entrada en Nepal: 25$ por 15 días y 40$ por un mes, sin preguntas ni molestias.
                                                                            Pokhara
Los cincuenta metros, que separan ambos lados, presentan visiones diametralmente opuestos: en el lado indio, lo de siempre y tantas veces contado, mientras que en la parte nepalí, la carretera es mucho más ancha y mejor asfaltada, hay menos caos y la oferta gastronómica  y hostelera son mayores y más aceptables. Sorprende aún más, ver a todo hijo de vecino vendiendo alcohol, en sus puestos de comida, bebida o lo que sea. Aunque, por lo que atisbamos sobre el terreno, beber cerveza, puede salir aquí, incluso más caro, que en la India. ¡Tiempo al tiempo!

            El bus hacia Pokhara, es más nuevo y espacioso, que el que nos llevó a Sunauli. Pero, eso sí, se detiene unas mil veces, para que suba y baje gente. A la ausencia de paradas para orinar o para comer, ya estamos acostumbrados. Aunque, como el calor es menor y no se suda, de lo primero, entran ganas antes
                                                 Pokhara
Las impresiones iniciales, son las de encontrarnos en un país más limpio, “cuidado” y con gente más educada. Pero, las segundas percepciones, nos decepcionaron un poco, como vamos a corroborar en días sucesivos. Parecen gente, con muchas más caras, -o, también,  máscaras-, que sus vecinos del sur, que se muestran en estado puro. Sobre todo, nos molesta la escasa seriedad de los comerciantes de todos los sectores, incluidos restaurantes y hoteles, que te engañan sin demasiados escrúpulos  y te tratan de cobrar de más, incluso habiendo pactado férreamente, las condiciones con anterioridad, en cuanto al precio y el número de piezas del plato.

Pokhara, es una ciudad relativamente tranquila, que se divide entre la zona de los lugareños y la de los guiris, junto al lago, donde los precios son estratosféricos, sobre todo los de la comida. El principal atractivo aquí, son los trekkings por los alrededores o experiencias de mayor alcance y calado, como hacer montañismo, en el cercano y maravilloso, Anapuna.
                                                                                             Kathmandú
Hemos vuelto al frío y a la lluvia, tan lejanos ya para nosotros y a las expectativas, de que en este país comeremos fatal: no hay estómago que resista dos meses y medio seguidos, por India y Nepal. Si nosotros escupiéramos –como hacen ellos a todas horas-, lanzaríamos más llamas, que los dragones de las leyendas.  Y eso, que somos dos personas, a las que les encanta el picante.

¡Adiós a India!

            Entre las diferentes variables, que teníamos para llegar a la frontera de India con Nepal –se encuentra en Sunauli- optamos por la peor: el insoportable e inolvidable autobús, que enlaza Varanasi con aquella y que con nocturnidad, incomodidad y sin ningún amortiguador, circula por una carretera insufrible.
Varanasi
Podríamos haber tomado el nocturno a Goradpur, en primera –dado que, en sleeper, estaba todo completo. Otra más confortable opción, habría pasado por hacer noche en Varanasi y tomar el tren de la mañana. Pero no. Optamos, por la vía más rápida, como si nos quisiéramos escapar, corriendo, de India.  

Con el cuerpo destrozado y sin haber pegado ojo, a lo largo de toda la sufrida noche, este horrible transporte, nos depositó en la casilla de salida de India, después de un periplo de casi dos meses (en concreto, 58 días). Empezamos yendo, desde Bangalore, a Chennai en un bus nocturno estupendo y a partir de ahí y paulatinamente, la calidad ha ido descendiendo, hasta haber llegado a estos lamentables niveles
                                                                                                      Sunauli
Aún hubo, que esperar un día más, para decir adiós a India, porque decidimos descansar en esta ciudad de frontera, hasta la mañana siguiente, que acometeríamos el último trámite burocrático, en este país, donde hasta para respirar, hay que rellenar un formulario.

            Todavía es demasiado pronto, para conocer todos los motivos y así decidir porque este país, nos ha enganchado y espeluznado al mismo tiempo. Aunque, poco a poco, vamos dando con las respuestas. ¡Ya os las iremos contando!.

            Sin lugar a dudas, dejamos atrás, el país más fantástico del mundo. Y no me duele, en absoluto, haber tenido que dar mi brazo a torcer. 
                                                                            Bodhgaya

La vibrante Calcuta

                                                                                                       Calcuta
           Calcuta es una inmensa urbe, situada a medio camino, entre la modernidad de Mumbai y el lento –pero continuo- desperezamiento de Delhi. No presenta grandes atractivos monumentales pero se muestra vibrante y acogedora, convirtiéndose en un lugar muy adecuado para reponer fuerzas, durante unos días o dedicarse al paseo. Porque, además, hay aceras por casi toda la zona del centro.

En cuanto a lo primero, es de los sitios donde más variedad culinaria se puede encontrar en el norte, incluyendo la carne, diversas variedades de comida tibetana, como el chow mein, los momos o los pollos especiados y con vegetales, que envueltos en un caliente Chapati, calmaron nuestra ansiedad, después de lo mal, que habíamos comido en Khajuraho y Varanasi.
                                                                                               Calcuta
Otro aliciente es, el barato precio de la cerveza –a niveles de Goa- o de cualquier otra bebida alcohólica. Y para rematar, la amena Calcuta –junto a Amhedabad- es la ciudad con más mercados-mercadillos, de toda la India visitada, algo, que hemos echado de menos en la mayoría del país, que no esperábamos y que nos decepcionó bastante. ¡Lo que son los prejuicios!

            Como estaba previsto, después de pasar el fin de semana, el lunes nos dirigimos  a la embajada de Bangladesh. Las ventanillas exteriores de información, donde informan sobre visados, estaban cerradas, a cal y canto y la sede diplomática funcionaba a medio gas. La despistada persona, que nos atendió, no hablaba apenas inglés y por ello, no logramos entender lo que estaba ocurriendo.

Resultó –lo descubrimos al ver gran parte del comercio cerrado- que era un día medio festivo o algo así. Entre fiestas religiosas y civiles –sean medio día o entero-, en India no pegan palo al agua, a lo largo del año. No quisimos esperar un día más y abandonamos la idea de viajar, a Bangladesh, optando por dirigirnos a Nepal, directamente.

                                                                                                       Calcuta
            Nuestro tren a Varanasi –volvemos para dirigirnos a la frontera con Nepal-, acumuló 7 horas de retraso, lo que nos obligó a bajarnos en Gaya, una caótica e insufrible ciudad. Al menos, la escala nos sirvió, para contemplar el magnifico templo y monasterios de Bodhgaya.

De retorno, a Benarés y compartiendo el caos de las calles, que van desde las estaciones a los gaths, nos encontramos con Iván, un agradable y extraño personaje, que ha venido al país por tan sólo una semana, sacando el billete 3 días antes de partir y la visa, con tan sólo 24 horas de antelación (no sabemos lo que le habría costado), porque algo en su interior, le decía que tenía que estar aquí, el once del once del dos mil once. ¡Dios la cría y ellos en India, se juntan!.