Desde hace ya unas cuantas semanas,
cada mañana me levanto y el panorama resulta, entre una rutina y una
obsesión. Como, quien saca a pasear al perro, lleva los niños al
colegio o va a hacer su compra diaria, pero con mucha más adrenalina
y nubarrones emocionales. Los buscadores de vuelos -especialmente,
Trabber y Skyscanner- me odian y por supuesto, yo también a ellos.
¡Todo un sin vivir, en una vida, que me he buscado, sin que tuviera
ninguna obligación!.
Para más inquietud y turbulencias
mentales, me faltan poco más de 20 días para cumplir los 50. Y
antiguos amigos de mi ya desgastada generación -instituto,
universidad y primeros curros-, de los que aún tengo su teléfono,
llevan a cabo estupideces palmarias, al cumplir esa edad.
Llevo más
de un año, despachándome con esos perfiles de whatsapp, que dan la
sensación, de personas agotadas, deprimidas, frustradas, aisladas,
vencidas..., que lo único, que han celebrado en sus vidas es, que
tienen cincuenta tacos. ¡Porca miseria!.
Un@s lo
celebran con la hortera e infumable tacita conmemorativa –que le
regalan sus injustos, incautos y despiadados, aunque sea,
inconscientemente, hijos o familiares- y otros, lo hacen con
camisetas, que indican -¡oh miserables esperanzados!-, que la vida
empieza a los cincuenta. ¿Y para eso se gasto el estado el dineral,
que invirtió, para educarlos y hacerlos seres prósperos?.
Con cincuenta, habiendo tenido tan
poca vida y siendo tan torpe, a lo mejor, que puedes aspirar -y lo
dudo, tal como están las cosas-, es a prejubilarte y dedicarte a
contar ovejitas. O si no, a quedarte en paro -después de una
sacrificada vida-, a que te engañe el decadente y putrefacto sistema
y “emprender”: vamos, lo de poner una tienda de mierda, de toda
la vida, con elevado alquiler y escasas expectativas. O si no, a
esperar a los 67, a ver si te toca la lotería de la pensión y te
dedicas de por vida en cuerpo y alma, a gastar tus escasos ahorrillos
en el Mercadona y a darle caprichitos a fierecillas de padres
absorbentes, desaprensivos, egoístas y siempre ocupados (sobre todo,
para hacerse cargo de sus hijos).
Si todo va bien y antes de que esa
maligna efeméride atraviese mi ya dilatada existencia, en muy
poquitos días partimos para Bangkok. ¡El séptimo viaje largo, ya
no puede esperar más!. 14 horas de escala, en Moscú, nos aguardan.