Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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miércoles, 23 de marzo de 2016

¡Vaya putada: perder la vida en la carretera!

          Interrumpo la serie de posts sobre lo que hemos hecho por la cerveza, para atender a la actualidad del mundo y a mis sentimientos. Pero volveremos, en breve, con los dos artículos, que restan.
                                                                                                                Ecuador
          Como persona y como periodista, siento indignación y tristeza, ante la actuación de casi todos los medios de comunicación españoles, que han decidido dividir a los muertos de forma violenta en tres categorías: premium, normales y low cost.

          Los primeros -víctimas de atentados terroristas del primer mundo-, ocupan centenares de horas de información, reciben todo tipo de condolencias y se habla sobre su dolorosa e injusta pérdida, cuán martillo pilón. Sobre los segundos se dice: “ay, pobrecitos, que mala suerte han tenido”, para pasar a pensar en otra cosa (caso de las chicas muertas en el accidente de autobús, de Cataluña). Los terceros -refugiados sirios; victimas de atentados, de Daesh, en Irák, Turquía o Siria o de Boko Haram, en Nigeria o Camerún- no importan. Ellos, apenas ocupan 20 segundos en el telediario o diez minutos en el Intermedio, de Wyoming.
Laos
          Para mi, todas las muertes violentas son lo mismo. Esa -muchas veces- falsa solidaridad patria de postureo con los damnificados de los atentados, de Bruselas, se transforma, en mi caso, en sincero sentimiento hacia las chicas, que murieron el domingo, en el accidente de autobús. Y es, que a mi, si me hubieran quitado la vida con ventipico años, me habrían hecho una gran putada.

          Como peculiar, irreverente -tal vez- y personal homenaje hacia ellas, os voy a contar las ocho veces en nuestros viajes, que estuvimos a punto de perder la vida en la carretera.
                                                                                                               Filipinas
          1º.- Ecuador, en abril, de 2.008. Viajamos, desde Piura, en Perú, a Loja. El autobús llega con retraso y ha hecho el camino inverso, anteriormente. Les toca conducir, a los mismos conductores, que ya vienen. Partimos. Nos despertamos en mitad de la noche, parados. Nos cuentan, que ha habido un derrumbe y no se puede seguir, hasta que despejen la carretera mañana. Somos tan inconscientes, que nos enfrentamos a los chóferes, exigiendo continuar, fuera como fuera. Cuando amaneció y al ver por donde circulábamos y el cansancio de quienes nos guiaban, nos dimos cuenta, de que habíamos comprado muchas papeletas para nuestro voluntario suicidio.
Mozambique
          2º.- Laos, en julio -nuestro mes favorito para perder la vida en carretera, como veréis-, en 2.008. Trayecto, entre Luang Nan Tha y Luang Prabang. Lleva tres días lloviendo y la carretera es inhumana. Veinte segundos antes de llegar a un determinado punto, se produce un incontrolado y abrupto derrumbe, que tapona toda la calzada (por así llamarla).

          3º.- Filipinas, en septiembre, de 2.008. Viajamos de noche, desde Baguio, a Banaue, en un vehículo de antigüedad y comodidad aceptables, que esta a punto de caer por un precipicio, dejando dos medias ruedas fuera del asfalto. Yo dormía.
                                                                                                              Etiopía
          4º.- Mozambique, en enero, de 2.011. Hemos pasado de forma arriesgada la noche al raso, en Inhanbane, para tomar un autobús, a Maputo, a las cuatro de la mañana. En un cruce, nuestro conductor se encara con otro, por conservar la preferencia y hacen varios amagos de aceleración, para pasar, sí o sí, aún chocando con el otro, en plan Teoría de Juegos. Nervios insoportables, para que nuestro agresivo chófer se saliera con la suya.

          5º.- Etiopía, en julio, de 2.011. El concurrido y viejo bus, que va desde Harar, a Addis Abeba, transita por una carretera montañosa, apenas asfaltada, estrecha y con enormes precipicios al borde izquierdo. Llueve. En una curva, vemos caer, nítidamente y desde la ladera de la montaña, amenazantes rocas de tamaño considerable, que golpean el techo del vehículo, que se tambalea de lado a lado, ante el griterío del pasaje. Cuando parece, que vamos a caer -no nos habrían encontrado nunca-, la pericia del conductor consigue controlar el vehículo y salvarnos la vida.
India 
        6º.- Una forma “divertida” de morir, es hacer el montañoso y breve trayecto, entre Dharansala y Mcleod Gang -junio, de 2.014-, que llevan a cabo a diario cientos de autobuses. La carretera es estrecha y no caben dos de frente, por lo que son constantes las maniobras -muchas hacia atrás y al borde de precipicios, aunque nunca hostiles- para organizar el tráfico. A los indios les parece normal, pero a los extranjeros nos acojona bastante.
Bangladesh
          7º.- Bangladesh, en julio, de 2.011. Tomamos un rickshaw para ir desde el centro, de Chittagong, a la estación de autobuses. A los mandos del cacharro, el conductor más suicida y psicópata, que nos haya transportado jamás. Ha desayunado fuerte y nos lleva a una velocidad de vértigo, por calles llenas de profundos y deformes baches, con curvas y cuesta abajo. Vamos dando botes y apenas mantenemos la estabilidad, aferrados a una estrecha y corta barra metálica oxidada. Para colmo, las mochilas en el regazo y el infernal tráfico, de frente y al lado, Milagrosamente, nada nos ocurrió, salvo caer mareados, al bajar.
                                                                                     Corea del Sur
          8º.- De esto, hace tan sólo cuatro meses. Estábamos en Gyeongiu -Corea del Sur-, recién llegados y algo despistados, dado que es un lugar disperso. Para acceder a un monte, no había otra forma -o no la descubrimos-, que atravesar a las bravas, una autopista de cuatro carriles, sin mediana. Por apenas centésimas de segundo, no fuimos atropellados, violentamente, por un vehículo a más de cien por hora.


          Siento enormemente, CHICAS -aunque, no pueda ni imaginar el dolor de vuestras familias-, que la suerte no os sonriera, como a nosotros, habiendo sido vosotras mucho menos imprudentes y aventureras. ¡Os habéis perdido algo grande, que este mundo!.  ¡¡¡Vaya mierda!!!.

martes, 18 de septiembre de 2012

"Tened mucho cuidado, porque en esta ciudad hay personas tan groseras, que se dedican a atracar a la gente".

            Una vez, hemos ingresado en Colombia, tomamos otro microbús, ahora hasta la localidad de Ipiales. Como aceptan dólares, no cambiamos a los cambistas de la frontera, que dan una tasa nada favorable.
                                              Ipiales (Colombia)
            La empresa Transipiales, que nos lleva hasta Popayán, resulta ser un desastre. El autobús no es tal, sino un incómodo, viejo y sucio minibús y nos pasamos las ocho horas y media del viaje –porque llegamos con una y media de retraso-, escuchando cumbias a todo volumen. A pesar de todo ello y como ya es tradición, me duermo.
                Popayan (Colombia)
            Al tenernos parados un rato, al llegar a El Pasto y en otras escalas sucesivas, empiezo a familiarizarme con las equivalencias de los tiempos en Colombia, bastante similares a las que en su día, encontramos en Sicilia. Si te dicen “un momento”, prepárate para esperar cuarto de hora. Cinco minutos equivalen a media y veinte, a una hora.

            Nos enfadamos con el conductor, porque no nos quiere dar ninguna explicación sobre la larga referida parada, pero ni si inmuta. Otro pasajero extranjero, que sabe español, nos replica, que esto es lo que ocurre en los países del tercer mundo y yo, creo que acertadamente, le contesto, que la pobreza no tiene porque estar reñida con la buena educación.                        

                                                              Popayán 
           Al rato de haber salido de esta localidad, tenemos el primer control militar, de nuestra estancia en Colombia. A las mujeres nos dejan arriba y a los hombres los bajan del autobús. Es rápido y no ocasionan molestias. El que revisa mi pasaporte, mira y remira los sellos de Siria y Jordania. ¿Tendrán los sirios, algo que ver con la guerrilla o es porque esos sellos son chulos?.
                                                                                                   Popayán
            Paramos a almorzar y la del restaurante nos intenta –como constatamos luego-, cobrar casi el doble, que a los nacionales. Así, que no comemos nada. Por otra parte y como los ecuatorianos, los almuerzos dejan mucho, que desear.

            El paisaje es ameno y la carretera un desastre. Al contrario, que en el sur de Ecuador, no son los derrumbes los que abundan, sino los profundos socavones, en los que vamos cayendo una y otra vez. En distintas paradas, suben al vehículo vendedoras de piña, papaya, sandía y mango y gracias a eso, podemos tener el hambre bajo un ligero control.
                           Popayán
            Nada más bajar, nos abalanzamos sobre un puesto callejero de pinchos de carne, que está cerca de la terminal. Son baratos y de vaca, bastante más ricos, que los huesos de pollo de los almuerzos. Buscamos alojamiento y nos asestaos en la residencia Capri.

            La dueña, que es muy habladora, se sienta a charlar con nosotros. Tiene curiosidad por saber, ahora que el turismo no llega al país por su fama de inseguro, por qué hemos elegido este destino. Y aprovecha para lanzarnos un discurso propagandístico y para informarnos, de lo bien que está Colombia y del gran papel que está haciendo el presidente, Uribe, que ha sacado a la guerrilla de las ciudades.

            También, nos informa de que esta ciudad fue destruida por un terremoto, el 31 de marzo de 1.983. En poco tiempo, se reconstruyeron todos los edificios, milímetro a milímetro, con las medidas y los planos originales. Por separado, son casi todos bonitos, pero lo que entusiasma y enamora sobremanera, es el conjunto urbano.

                                                                    Popayán
            Salimos a dar una vuelta y constatamos, que esto ya no es Ecuador: El tráfico vuelve a ser caótico, las calles están llenas de vendedores de todo y vuelven las “llamadas, llamadas, llamadas…”. Pero la ciudad es, increíblemente preciosa y está perfectamente cuidada. Si antes de venir a América, hubiera cerrado los ojos e imaginado una ciudad colonial, esta habría sido la escogida.
                                                                                     Popayán
            En la bonita plaza principal, vemos una furgoneta, llena de papeles y publicidades pegadas. Es de un grupo de argentinos, que viaja desde su país, hasta México. Como no tienen recursos, piden ayuda en forma de dinero, comida y gasolina. A cambio, publicitan a los establecimientos o particulares, que se los den. ¿Y cómo van a pasar estos el tapón del Darien con la furgoneta?.

            Subimos al morro donde se encuentra la estatua de Benalcazar y paseamos por el bonito área, donde se ubican los puentes Humilladero y Chiquito. Cerca hay un mercado sin asfaltar, que es algo cutre. Se venden muchas cosas usadas, entre ellas, montoneras de calzado.
                     Popayán
            Queremos, subir a la iglesia de la Virgen de Belén, que está en una especie de Cerro. Nos cuesta encontrar el camino, lo que nos sirve para ver otros lugares interesantes, que no vienen en el plano. Cuando damos con él y le pedimos confirmación a un señor, que pasa por la calle, nos dice: “¿Vais a llegar hasta el Belén?... Tened mucho cuidado, porque en esta ciudad hay personas tan groseras, que se dedican a atracar a la gente. Guardad cautela y si decidís ir, hacedlo con mil ojos y no os separéis el uno del otro”. Por supuesto, la excursión queda cancelada.

            Al día siguiente, tomamos el bus para Cali y ya, nos toca discutir con el chófer, por una muy fea costumbre que tienen en este país. Y es que muchas veces, a pesar de tener horarios fijos, los autobuses demoran indefinidamente su salida, a la espera de que suban más pasajeros. Como ya expliqué, en Bolivia algunos, también lo hacen.
                                                           Popayán
            Me duermo y me despierta otro control de los militares. Esta vez, tenemos que bajar todos y aunque sin querer, me llevo un culatazo de metralleta en la cabeza, de un militar que tengo delante y que no se ha percatado de mi presencia. Resulta rápido.
                                                                                 Cali (Colombia)
            Nuestros planes son, pasar el día en Cali y mañana por la mañana, tirar hasta la Zona Cafetera: bien hacia Armenia, bien hacia Manizales. Lamentablemente y después de recorrer casi todas las compañías de autobuses, tenemos que hacer un brusco viraje de timón, dado que ir a ambos lugares sale muy caro.

            Nos iremos esta tarde a Bogotá, después de pasar el día aquí y para ahorrarnos unos pesos, empezamos la dura negociación del precio de los boletos.
                    Cali
            Cali dispone de bellos monumentos. Pero en realidad, por lo que merece la pena es, porque es una ciudad vibrante, con gentes de carácter muy abierto y fiestero. Los lugareños son igual de amables que en Popayán, pero aquí son mucho más alegres, lo que hace de sus mercados, unos lugares cálidos y animosos, por los que resulta encantador, pasear y perderse. Nos llama la atención, que haya personas, que debajo de sombrillas y con una máquina de escribir antigua sobre una mesa, redactan y escriben documentos a otras, que se supone, no saben leer ni escribir.

            Como llueve y nos guarecemos, entablemos conversación con un chico, que vende cinturones y que ha sentido curiosidad por nosotros. También esta convencido, de que Uribe ha cambiado el país para bien: “Antes de que llegara, no es que por el país no pudierais viajar los extranjeros, es que no podíamos ni nosotros”, señala y apostilla: “Entre la guerrilla y los carteristas, tenían acongojados a los habitantes de Cali. Hoy ni una ni los otros, tienen cabida aquí”. Sin embargo, sigue echando de menos la falta de oportunidades en Colombia. El mismo, que es músico profesional, tiene que estar vendiendo en la calle: “Menos mal que aquí en Cali, todo lo que saques a la vía pública, lo vendes”, asegura

                                                                         Cali
            Por seguir teniendo datos comparativos con el resto de países, le preguntamos el sueldo medio en Colombia y nos responde que 250 dólares. Igualmentee, charlamos sobre otros países del continente, que hemos visitado o vamos a recorrer: “Sí, es verdad, que los argentinos son muy buena gente –dice-, pero eso es ahora. Antes de la crisis que tuvieron, se creían los ricos de América, como si su Madre Patria fuera Italia y no España. Se iban de vacaciones a Disneyworld, toda la familia entera, pero ahora cambiaron. Y los panameños, esos no te dan ni la hora…”.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Obsesiva inseguridad

                                    Riobamba (Ecuador)
Habíamos pensado hacer noche en Riobamba, pero como son poco más de las once de la mañana, veremos este lugar en cuatro o cinco horas y por la tarde, tiraremos directamente, hacia Quito. Y todo, porque mañana es sábado y no queremos perdernos el mercado indígena de Otavalo, que se celebra ese día. Cerca de Riobamba, existen diversos volcanes, como el Chimborazo, el Tungurahua, el Altar y el Carihuairazo, pero en esta ocasión, hemos decidido, que solo nos centraremos en la ciudad.
                                                                                                   Otávalo (Ecuador)
            Dejamos las mochilas en una librería –como tenemos por tradición, últimamente- y nos vamos a explorar la ciudad, que aparece bastante bien cuidada y que está de celebración festiva en este día, aunque desconocemos los motivos. Vemos el Parque de la Libertad, la Basílica de forma circular, el Parque Maldonado, la Catedral y otras tres o cuatro iglesias, bastante interesantes.

            Afortunadamente, la carretera hacia Quito es buena. La mayoría del tiempo, circulamos por autopista y no por esas carreteras de Dios, de los días anteriores.

            Estamos preocupados. Hemos leído mucho sobre la inseguridad de la capital ecuatoriana y vamos a llegar de noche, por lo que nos da algo de miedo tener, que recorrer el centro andando, en busca de un hotel. La entrada a Quito es parecida a la de La Paz, en constante y larga bajada, con bonitas vistas de la ciudad.
                  Otávalo
            La estación de autobuses de la capital es moderna, funcional y sobre todo, enorme, dado que consta de varias plantas. Así que nos cuesta unos minutos organizarnos y enterarnos, de que no tendremos problemas para ir a Otavalo, puesto que hay autobuses muy frecuentes.

            Tal como nos ha recomendado una señora, salimos de la estación para tomar un taxi, dado que son más baratos, que los que esperan a la puerta. Pero como nos ven extranjeros, nos quieren exprimir, pidiéndonos como poco cinco dólares, por un tramo que haríamos andando, en poco más de diez minutos, si fuera de día.

            Encontramos un hotel frente a la terminal. Nos piden 12 dólares por la habitación doble con baño y televisión sin cable. Es algo descuidada, pero habitable, así que vistas las circunstancias, decidimos quedarnos. Esta zona, está catalogada por las guías, que hemos visto, como muy insegura de noche, así que no nos movemos del hotel, hasta el día siguiente. Y debe serlo, porque en nuestro propio hotel hay dos verjas, que parecen de una cárcel de alta seguridad. Una está situada abajo del todo y otra, justo antes de la recepción.

                                         Otávalo, arriba y debajo, Quito (Ecuador)
            Tomamos la decisión definitiva, de que no vamos a llegar hasta la selva amazónica, en este país. Habíamos pensado hacerla, bien por Macas o bien por Coca, pero ambas quedan a bastantes horas de autobús, de cualquiera de los lugares por los que hemos pasado y no estamos dispuestos a meternos tal paliza.

            Partimos hacia Otávalo. Nada más bajar empieza a llover y así estará la mayor parte del día, si bien, a ratos afloja un poco y otros arrecia. Somos unos apasionados de los mercados. Podemos estar paseando por ellos, durante horas y horas. En este y a diferencia de la mayoría de los del resto del continente, hay bastantes guiris en busca de gangas, que realmente no existen, aunque si se hacen compras a precios bastante razonables.
                  Quito
            En cuanto a, si lo que se vende es o no de producción indígena o artesanal, no soy ninguna entendida, pero permitidme que albergue mis dudas. No he llegado a ver ninguna etiqueta de, “made in Taiwan”, pero la mayoría de las cosas que se ofertan, me parecen más bien, de producción industrial, que manual.

            Al margen del tradicional mercado de artesanía, que se desarrolla en la plaza del Poncho y sus alrededores, existe otro enorme, destinado a las frutas, las verduras y los productos de consumo cotidiano. Como todos los de su gama, es tremendamente animado y por 10 centavos de dólar, degustamos la piña más rica, que hayamos comido jamás, partida en unas enormes rodajas.

                                                                                    Quito, tanto arriba, como abajo
              Como en todos los mercados del continente, una vez se abandonan Brasil, Argentina y Chile, existen tres niveles de negocios: Los que tienen tienda, en algún local de la calle, los que montan el puesto por la mañana en mitad de la vía pública y lo desmontan por la tarde y los que cargan con la mercancía a cuestas y se desplazan.

            Nos ha gustado este mercado, pero aún así, nos da la sensación de que está sobrevalorado. Nos sentimos mucho más a gusto, el día que estuvimos en Pisac, tal vez, porque de ese lugar, esperábamos bastante menos. Volvemos a Quito.

            Es domingo. A pesar de ser de día y de que está bastante próximo, decidimos tomar el metrobús (0,25 US$), para llegar al centro. Y es que en la guía, la calle Maldonado, que conduce hasta la plaza de Santo Domingo, la ponen como bastante peligrosa. Así, que es cerrar los ojos e imaginármela, llena de navajeros sedientos, deseosos de colocar sus machetes sobre nuestros cuellos. Otras de las zonas, calificadas también como bastante inseguras, son La Mariscal, el Parque Carolina y el Cerro Panecillo. Hasta hemos leído, que lo mejor para visitar el centro, es unirse a una de las visitas guiadas –creo que gratuitas-, que ofrece la policía. ¡Me parece una tremenda exageración!.
                          Quito
            El centro de Quito -que al menos hoy y sobre todo por la mañana, está tomado por la policía-, es una zona que enamora y para mi gusto, esta ciudad es de las más bonitas de Sudamérica. Tiene iglesias preciosas y calles sensacionales, con casas realmente bellas. Todo está muy bien cuidado y limpio. Y para más suerte, hoy en todo el centro está cortado el tráfico, porque desfila la procesión de los Dolores.

            Así que todas las iglesias están abiertas y hay misa. Están abarrotadas de gente, incluso de pie, en los laterales de los bancos. Más que en una boda, en España. El punto más importante de la ciudad viene marcado por la plaza de la Independencia, donde se encuentran la Catedral y el Palacio de Gobierno. A la vuelta está el Sagrario, que es un bonito templo.

                                                                           Quito, tanto arriba, como abajo
            Buscamos un taxi para subir al Cerro Panecillo. En la oficina de Turismo nos habían dicho. que cuesta unos 5 dólares, pero los taxistas nos piden 15, 12, 8 –como mínimo- y no están muy dispuestos, a regatear. Un amable comerciante de la zona, que después de media hora, nos ve ya bastante desesperados, nos indica, que lo mejor que podemos hacer, es tomar un autobús llamado Tola, desde la plaza de San Francisco y bajarnos en el Cementerio Nuevo. Desde allí y por un dólar, tomar un coche particular hasta lo alto del cerro, dado que hay muchos que ofrecen ese servicio.
                        Quito
            Minutos después, incluso cierra la tienda y se decide a acompañarnos el mismo, hasta que bajamos del Tola. Nos resulta extraña tanta amabilidad y nuestras alertas se disparan. ¿Habrá tramado con alguien que vayamos hasta el cementerio, para luego allí desvalijarnos?  Desde luego, somos conscientes de que asumimos una situación de riesgo, pero el hombre ¡parece tan amable y honrado!. Todo sale bien y caemos en las manos con un amable hombre, que tiene un hijo viviendo en España. Las vistas desde el cerro son magníficas
                                                                         Quito
            Antes de ir a la cama, vemos como cada noche la tele. Un anuncio capta nuestra atención. Publicita el primer Congreso de Negociación Avanzada, que se va a celebrar en la ciudad y para ilustrarlo, han tomado el célebre, ¿por qué no te callas?, del Rey. 

sábado, 15 de septiembre de 2012

Lluvias, niebla, penosas carreteras, precipicios y hermosos paisajes


En cuanto anochece, nos vamos a la lejana y vieja terminal, de Piural y hacemos tiempo hasta la salida del bus, que parte con más de una hora de retraso, porque viene de hacer el recorrido inverso con demora. ¡Nos enteramos, de que nos va a llevar el mismo conductor, que trae ese autobús y que ya lleva diez horas al volante!. Estamos a punto de renunciar a subir, pero tampoco es plan de perder otro día aquí, para que mañana nos pase lo mismo. Nos persignamos y subimos al bus.

            Solo vamos seis pasajeros. Como el autobús tiene puerta de separación, entre el conductor y el pasaje, nos encierran, nos dejan sin luz y ponen la música a todo trapo.
                                                                        Esta y la de arriba, son de Loja (Ecuador)
Al poco, paramos en la frontera, donde el hombre que controla la oficina de inmigración peruana, parece drogado y nos pregunta, mirando las tarjetas migratorias: “¿Y esto quien os lo ha dado?”. “Pues mire usted, nos obligaron a rellenarlo a la entrada al país. Vamos, que no es cosa nuestra”, le respondemos. Las mira nuevamente, les estampa el sello y nos pone dos en el pasaporte (el normal y uno redondo, donde pone “Policía”). Salimos rápido, no vaya a tener otra ocurrencia, cruzamos un puente y llegamos al puesto fronterizo de Ecuador, donde nos ponen un sello mecanizado.

Conseguimos dormir, pero a las dos de la mañana, nos despiertan. El conductor está pidiendo ayuda, para ver si podemos mover una enorme piedra, que hay en la carretera, dado que con las intensas lluvias en la zona, llevan produciéndose derrumbes hace ya un rato y este enorme pedrusco, nos acaba de caer ahora mismo, delante.
                 Cuenca (Ecuador)
            Conseguimos quitarlo, pero a pesar de ello, el conductor dice que no sigue, porque no tiene garantías de que la carretera esté bien. Esperaremos a que amanezca y vengan las máquinas a limpiar la carretera. Se echa a dormir, pero nosotros vemos que hay tráfico en la otra dirección y le presionamos para que siga. Sabemos, que está sin pegar ojo durante casi un día, pero estamos parados al lado de un precipicio y en el otro lado, hay un terraplén rocoso y arenoso, al que no le queda mucho para desprenderse.

            Conseguimos convencerle –creo que es el primer conductor en todo el viaje, que da su brazo a torcer- y seguimos, rezando todo lo que sabemos, al borde de despeñaderos y asistiendo a derrumbamientos intermitentes, que por suerte, no cortan la carretera por completo, ni nos caen encima.
                                                                                               Cuenca
            Cuando empieza a amanecer y por fin, conseguimos conciliar el sueño, el chofer pone a todo volumen la radio, con el Jiménez Lozanitos de turno, versión ecuatoriana (en Arequipa, como ya he narrado, habíamos tenido la peruana), que está despotricando contra las autoridades, por la insoportable situación de las carreteras en el sur del país y las inundaciones, que tienen a muchas localidades aisladas. Llegamos sanos y salvos.

            Loja tiene unas cuantas iglesias bien interesantes, como la Catedral, la de Santo Domingo y la de la Merced, entre otras. También destacan el Mercado Central, la Puerta de la Ciudad y los museos del Banco Central y de la Música.
                        Cuenca
Comemos bastante mal, al estilo del norte de Perú, pero peor, en lo que va a ser el inicio de un calvario gastronómico, que nos va a llevar por todo Ecuador y buena parte de Colombia. Así, que de postre y en un establecimiento de comida rápida, nos zampamos un perrito caliente doble. Otros días, serían salchipapas, como sobremesa.

            A Cuenca, según la guía, son cinco horas de camino, cinco y media, según la compañía de buses y seis y cuarto, termina siendo la realidad, después de que nos aburramos bastante por el camino y de que estemos hartos ya de escuchar a Enrique Iglesias, en los colectivos de este continente.
                                                                                        Ingapirca (Ecuador)
            El casco histórico de esta ciudad es coqueto, está bien cuidado y empedrado. Hay casas muy bonitas, en perfecto estado de conservación e iglesias. que destacan por su inigualable belleza, como la Catedral Vieja, la Nueva (la Inmaculada), San Blas, Santo Domingo y San Francisco, entre otras.

Otros lugares de interés son el Parque Calderón, sus calles aledañas y la plazoleta del Carmen –donde se encuentra la iglesia del mismo nombre y se celebra un agradable mercadillo de flores-. También hay otro animado mercado, donde se vende de todo, más limpio y cuidado, que los de Perú o Bolivia. Llevamos poco tiempo en el país, pero nos extraña que tratándose de una nación pobre, haya tan poca gente vendiendo en la calle.
 Ingapirca
En una agencia de viajes, vemos algunos precios de excursiones por la zona: A Ingapirca, con 37 US$. Un tour a la selva amazónica -zona de Coca-, 40 US$ (precio por persona y por día).Y un circuito por las islas Galápagos, sele por 700 US$, para una semana de duración. Es por el precio, por lo que nosotros habíamos descartado este destino. Desde luego, si hubiéramos venido en un viaje corto, habríamos hecho el esfuerzo, pero para uno largo, en el que has dejado de tener ingresos, resulta un lujo.

Al día siguiente, tomamos un autobús, que a través de interminables pueblos, conduce hasta la misma puerta de las ruinas de Ingapirca y ya antes de partir, hay un sonoro incidente, en el que sin que sirva de precedente, no estamos involucrados nosotros. El vehículo va abarrotado, pero un boliviano y un canadiense, han pagado cuatro asientos. Aunque solo ocupan dos, quieren que el otro par de ellos, permanezcan vacíos. Supongo, que sus razones tendrán para obrar así, pero el hecho es, que en el pasaje hay una mujer embarazada y varias señoras mayores, que deben viajar de pie, porque el ayudante no se ha atrevido a contrariar a estos excéntricos viajeros
 Itinerario de nuestro viaje de cuatro meses y medio, por Sudamérica, Centroamérica y México
            A mitad de camino, empezamos a charlar con ellos y –contra todo pronóstico- son de lo más normal. Hasta muy agradables, diría yo, por lo que aún nos resultan más misteriosos, los motivos de su actitud, sobre la que no nos atrevemos a preguntar. El boliviano es fotógrafo y ha viajado mucho. Vienen de Perú y tienen exactamente, la misma impresión que nosotros sobre este país y los abusos de Machu Pichu.
                                                                              Nariz del Diablo (Ecuador)
Al boliviano, que llevaba una carta de recomendación del ministerio, para tener acceso gratuito a la Ciudadela peruana, le hicieron más comprobaciones para ver si era buena, que si fuera un terrorista o un traficante de armas. Él es el más hablador de los dos y alérgico al vino. ¡Vaya desgracia!.

Tras tres horas, llegamos a las ruinas de Ingapirca, dejamos las mochilas en la entrada y pagamos los 6 dólares, que nos dan derecho al acceso. Son caras para lo que hay que ver, pero están mejor, que las deprimentes Huacas, de Trujillo. Ingapirca -Muro del Inca, en quechua- fue construida por los Cañarís, hasta que la destruyeron los Incas. Pudo ser un cuartel, habitado por un destacamento de vigilancia, un Templo del Sol o, ambas cosas.
Nariz del Diablo 
Una jornada después y tras diversos sucesos –entre los que destaca, circular con niebla, a través de penosas carreteras, con tremendos precipicio y con tan solo una cinta amarilla de plástico, indicando “peligro”-, nos disponemos a tomar el tren de las ocho (7,80 dólares, ida y vuelta), hacia la Nariz del Diablo. En el convoy, de un solo vagón, vamos unos 20 extranjeros y nosotros, somos los únicos hispanos. Como otras ocho personas, hemos decidido sentarnos en el techo del tren, desde donde tanto las sensaciones como las vistas, son más espectaculares. A la vuelta, como hay pasajeros que deseaban ir arriba y no han podido, regresamos en el interior del vagón.
                                                    Alausí (Ecuador), punto de partida del tren, a la Nariz del Diablo
El paisaje es, realmente bonito, circulando por el típico escenario de montaña, con escarpados picos, una garganta, riachuelos y mucho verde. Pero, no más, que el del resto del sur de Ecuador. Menos mal, que hoy está despejado. En total, se tarda una hora y media, en hacer el recorrido de ida y vuelta, completo.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Como arribar a Machu Pichu

Todas las fotos de esta entrada son de Machu Pichu. Salvo esta, que es de Ollantaytambo
1ª.- De manera Organizada: Visitamos algunas agencias y el circuito más barato, que nos ofrecen, es un tour conjunto, a Machu Pichu y al Valle Sagrado, por 155 dólares, que incluye todo (hasta las entradas). Tiene guía para todas las visitas, pero nos lo quitan si así lo queremos.

Estamos bastante tentados, a tomar esta opción, que nos permite recorrer toda esta zona, en tan solo 2 días. Hacemos cuentas y constatamos, que los márgenes son muy ajustados. La agencia gana, por supuesto, porque para eso la montan, pero se trata de una horquilla razonable, de en torno a un 15%, en relación a lo que nos costaría hacer lo mismo, por nuestra cuenta.

También ofrecen desde aquí, tours a la selva, de cuatro días y tres noches, por 350 dólares (supongo, que son negociables). Esas cifras se escapan de nuestro presupuesto. Miraremos, a ver que nos cuesta ir al Amazonas, cuando lleguemos a Ecuador.

Cuando, estamos a punto de decidirnos por esta fórmula organizada, damos marcha atrás, puesto que nos invade la desconfianza. Ayer, nos habían dicho, que podíamos pagar con tarjeta de crédito y hoy indican que no, que solo hay un cupo determinado mensual y ya se ha cubierto. Si ahora queremos abonar la excursión con Visa, se nos carga un 10% más. Suponiendo, que lo del tope mensual sea verdad, que lo dudo, ¿cómo se va a haber agotado el día 3 –que es hoy- por la mañana?.

2ª.- Realizando el Camino del Inca, fórmula, que ya habíamos descartado días atrás, porque hay que hacerlo de forma organizada y resulta carísimo. Antes, se podía hacer por libre y por muy poco dinero, pero debido a sus incontrolables ansias recaudatorias, más que de la alegada protección del medio ambiente, el gobierno peruano lo prohibió y subió los precios de todo. Creo que está limitado a 500 personas diarias. Es una pena, porque de no haber sido por la tarifa, esta habría sido la opción elegida.

Se puede recorrer en dos días desde un punto intermedio, pero lo recomendable es, hacerlo en un tour de cuatro: se inicia en el kilómetro 88 de la línea férrea, hacia el Valle de la Convención, en el lugar denominado Qoriwayrachina y se recorre una distancia total hacia el santuario maya, de 40 kilómetros.

La caminata se inicia, cruzando el puente Kusichaca, que como en la época incaica, se ha construido a manera de puente colgante con cables de acero, sobre el río Urubamba. Luego, se atraviesa un bosque de eucaliptos. Poco después, se llega a los grupos arqueológicos de Q'ente, Pulpituyoc, Kusichaca y Patallaca, para arribar, tras varias horas de caminata, a Wayllabamba, donde se recomienda pasar la noche.

            El segundo día es el más duro y difícil, puesto que se debe subir a cuatro mil doscientos metros de altitud, para luego bajar hasta el valle del río Pakamayu, donde se pernocta.

Durante la tercera jornada es posible observar, impresionantes restos arqueológicos, como Runkuraqay, la laguna de Yanacocha y Phuyupatamarca, muy cerca del centro de visitantes de Wiñayhuayna, donde se puede acampar. Aunque el atractivo del camino, son más sus paisajes y el reto que supone, que la arqueología.

El último día se hace recomendable madrugar, para arribar lo antes posible a Machu Pichu, después de tres horas de caminata y tras atravesar áreas de selva y bordear precipicios. Así, se pude visitar el Huayna Pichu, antes de que cierren el cupo de visitantes.

            3ª.- Por libre, utilizando el transporte público: Se toma el tren, bien desde Cuzco, bien desde Ollantaytambo. Los precios del ferrocarril son extraordinariamente, abusivos.

            4ª.- En helicóptero. Es una pena, porque de esta opción me enteraría a la vuelta. Me han comentado, que no sale mucho más caro que el tren. Debe resultar estremecedor, contemplar desde el aire, estos maravillosos paisajes y el Huayna Pichu.

            5ª.- Las forma más económicas:

a) A través de Santa Teresa: Es una muy buena opción. Se puede llegar en una jornada, a Aguas Calientes y es la fórmula que –mediante transportes públicos-, requiere más tiempo de todas: Hay que tratar, de tomar el primer bus de la mañana, hacia el pueblecito de Santa Maria. En época de lluvia, este tramo puede tornarse bastante peligroso, dado que discurre entre las montañas y puede haber derrumbes.

Desde ahí, se sube a un microbús hacia otro pueblo, llamado Santa Teresa. Allí, existen unas termas, que son gratuitas.. Luego, se hace necesario, llegar hasta un paraje llamado Hidros. Son 2 horas caminando, a través de un bonito paisaje o se toma un camión vecinal. Desde Hidros, se tienen 2 opciones: caminar 8 kilómetros. -otras dos horas- por la vía del ferrocarril o tomar el tren (que cuesta 8 dólares).

b) Caminando desde el kilómetro. 82, a través de la vía del tren. Lleva entre 7 y 9 horas, hay que estar en buena forma y llevar buen calzado, pues en el camino hay muchas piedras de punta. A ese kilómetro 82, donde hay un pueblecito, se llega por medio de un microbús, que se toma en Ollantaytambo.

Parece ser, que en el kilómetro 88, hay un puesto de vigilancia, por lo que se recomienda pasar por este punto de noche, cuando no hay vigilantes. Al menos, a la ida.

            6ª.- Si se es peruano y previa presentación del DNI, en tren con tarifas locales, que rondan los 30 soles, menos de una décima parte, de lo que nos obligan a pagar a los extranjeros.