Entre los descartes del país, Trodos y Pafos. El primero,
por no parecernos atractivo y por ser bastante inaccesible. El segundo, debido
exclusivamente, a las carencias del transporte público, que no ofrece servicios
directos desde Lárnaca, nuestro campo base.
A cambio,
hicimos un atractivo circuito, caminando por la comarca de Amachostos -chipriota
en casi su totalidad, menos la capital, en poder de Turquía-. Asistimos a un
éxtasis de iglesias, en Paralimni, Sotira y Frenaros. Son pequeñas, recogidas y
llenas de cúpulas. Me refiero a las antiguas que ya casi no operan para el
culto. Al lado de ellas han edificado otras más grandes, donde los curas,
imparten la misa de espaldas, mientras los fieles miran y rezan, a
escenificaciones religiosas, pintadas sobre lienzos y expuestas en todas los
templos.
Agia Napa
–aparte de contar con un bonito monasterio-, es la típica localidad playera,
donde moran guiris de edad, rechonchos y enrojecidos por el sol. Lo mismo de
siempre: calles peatonales, tiendas de recuerdos, caros restaurantes de insulsa
comida internacional, olor irrespirable a fast food…Nunca lograré entender,
como alguien puede pasarse un año, trabajando duro, para dilapidar su tiempo y
su dinero en sitios impersonales, como este.
La playa, aunque superpoblada –y
eso que es mayo- resulta agradable y de transparentes aguas, con una variedad
infinita de matices cromáticos. Pero nos decepcionó un poco, al no ser la
misma, que la de la maravillosa foto del folleto de Turismo.
Pero, la
mayor parte de nuestra estancia en el país, ha transcurrido en Lárnaca, cuyos
alrededores, dan bien a gusto para dos o tres días, si se hacen caminando. El
paseo junto al lago es agradable, bien acondicionado y en otras épocas –más
invernales-, se pueden contemplar cientos de flamencos (ahora no hay ni uno),
que emigran de otras zonas.
Muy cerca, se hallan una
impresionante mezquita y el acueducto de Kamares. Alejándose un poco, se llega
a la localidad de Kiti, con una iglesia antigua, de muy bella factura. Pero, si
de templos hablamos, las hay también en la propia Lárnaca –donde está enterrado
el bíblico Lázaro- y en sus inmediaciones, muy interesantes.
Con la
sosería habitual, abandonamos Chipre. Ni tan siquiera, en Ryanair se molestan
en comprobar, si tu bulto de mano cabe en el pertinente comprobador de equipajes.
Durante el vuelo, trato de sintetizar el viaje en algunos recuerdos.
Desde
luego, Senegal y Mali han sido las perlas del viaje, pero también, lo que más
nos ha hecho sufrir. Constato, que mi vestuario está formado por unas sandalias
de Etiopía, unos pantalones comprados en Calcuta y una camiseta de Nepal. Todo
muy desgastado y remendado. Para mí, son los vestigios o las muescas de
gloriosos periplos por el mundo. Aunque, la mayoría del pasaje –y eso, que
vamos limpios, como siempre-, se preguntará, de que contenedor o vertedero he
salido.
El
aeropuerto de Gerona es agradable para dormir, aunque la innecesaria música
ambiental, sea molesta. El último día hábil del viaje, transcurre en esta magnífica
ciudad, que ya visitamos hace diez años. Si nada ocurre en nuestro retorno,
este es el último post del viaje.