Nuestro primer viaje del año ha sido
bien cerquita -a tan sólo unos 12,5 kilómetros de nuestra casa-,
aunque no por ello, menos emocionante o enriquecedor, que otros más
lejanos. Los días 8, 9 y 10 de este mes de enero, se ha celebrado a
lo largo y ancho de toda la ciudad de Valladolid, aunque
especialmente, en las instalaciones de la Antigua Hípica militar -a
unos 4 kilómetros del centro comercial Vallsur, por la carretera de
Rueda- la primera edición de la Fiesta de la Moto (herencia de la
antigua Pingüinos, por simplificar).
Desde este blog, queremos felicitar
al Ayuntamiento de Valladolid -se nota la mano y el trabajo del nuevo
gobierno de izquierdas- y a los patrocinadores -asociación de
hosteleros de la ciudad, Coca Cola, el Norte de Castilla y la cadena
Ser, como más significativos-, por lo que ha sido un evento casi
perfecto.
La primera decisión, que nos llevó
un tiempo, fue concretar, si iríamos con la tienda de campaña a la
zona de acampada, a pasar las dos noches. Concluimos, que hacerlo nos
traía desventajas por la cantidad de horas muertas, a entretener.
Luego, estaba el tema de si adquirir la entrada para un sólo día
-12 euros en anticipada, 14 en taquilla- o el pase para todo el
certamen (17 y 20). Optamos por esto último, dada la calidad de los
conciertos y lo barato del precio.
Aunque todo es mejorable -faltaría
más-, la zona fue perfectamente acondicionada. Un espectacular
escenario central encabezó dos carpas laterales -donde avituallarse
de bebida- y una tercera, destinada a la rica gastronomía local. En
el resto del pinar se habilitó el terreno para los acampados
-bastante numerosos-, varios baños con duchas de agua caliente y
madera para hacer hogueras y calentarse.
Hicimos acto de presencia el viernes,
a las siete de la tarde. Quisimos llegar con tiempo, porque nunca
habíamos estado en Pingüinos y desconocíamos el funcionamiento de
las actividades. Tras recoger la mochila de obsequios -camiseta, pin,
bolígrafo...- e inspeccionar la zona minuciosamente y comprobar, que
todo estaba a nuestro gusto, asistimos a la degustación de vino
Cuatro Rayas, de la denominación de Rueda. Como no había límite,
nos tomamos seis cada uno.
Estaba tan bueno, que bebimos
demasiado deprisa, por lo que pusimos freno temporal a la ingesta de
alcohol, hasta acabado el primer concierto, El de Trogloditas:
canciones de su época con Loquillo y otras propias, durante tres
cuarto de hora. A partir de ahí, el resto de los grupos tocaron unos
sesenta minutos cada uno, con intervalos de 20 para reponer fuerzas y
huir de la maldita lluvia.
Y es, que esta última, fue la gran
protagonista de la sesión -desde las cinco de la tarde, hasta más
de la una y media de la madrugada-, por mucho que Los Rebeldes se
empeñarán en que, “bajo la luz de la luna, yo te amé”.
En tercer lugar, saltó a la palestra
Burning -que ya habíamos visto en las fiestas de septiembre pasado-,
que se entregaron a fondo, como en ellos es costumbre. Con “Una
noche sin ti”, llegó el momento más emotivo de la velada, siendo
coreado el estribillo por casi todos los asistentes.
Cerraron el programa, La Guardia y La
Frontera, a quienes ya habíamos disfrutado no hace mucho, para
completar seis horas y media de conciertos. La banda de Javier Andreu
-para mi, el mejor directo en los 30 últimos años de la música
española- estuvo menos motivada, que otras veces. Quizás, debido a
las altas horas y a que han tocado en le provincia de Valladolid 3
veces, en cuatro meses.
La mañana del sábado comenzó con un
guiso motero en el centro de la ciudad, si por tal se puede entender
un calduverio compuesto -mayormente- por agua, ajo abundante y
rabioso, virutitas de algo desconocido y pimentón. Sin lugar a
dudas, la peor sopa de ajo, que haya probado en mi vida y la única
actividad no satisfactoria (nos repitió a lo largo de toda la
tarde).
Tras un insulso y pequeño vaso de
caldo de pollo industrial, el protagonista de la tarde del sábado
fue el viento, con rachas de hasta 60 kilómetros/hora. Fue imposible
mantener caldeados los pies, durante las cuatro horas y media de
conciertos de -por este orden- Los Extraños, Danza Invisible y Mago
de Oz (el de mayor asistencia de público de los dos días).
La primera banda, la componen músicos
locales de muy buena formación, que interpretan versiones de rock
nacional e internacional. Danza Invisible fue, como desempolvar el
armario de la abuela, con canciones de hace treinta años, que por
desgracia, casi no canta ningún grupo de los de tributo a aquella
época. Javier Ojeda corrió más que nunca y el guitarrista tocó
con bufanda. Malagueños, Valladolid y enero son difíciles de
conciliar
Aunque el folk-metal nos gusta lo
justo, durante hora y media, Mago de Oz nos encandiló con un
espectáculo muy cuidado y cañero. Delirio total con “Fiesta
Pagana” y con la afirmación del vocalista de que “por fin, ya se
ha dio el puto ginecólogo”.
Finalmente, animar a los organizadores
a continuar con el evento y a todos vosotros a asistir en próximas
ediciones. La web: https://www.fiestadelamoto.com/