Interrumpo la serie de posts sobre lo
que hemos hecho por la cerveza, para atender a la actualidad del
mundo y a mis sentimientos. Pero volveremos, en breve, con los dos
artículos, que restan.
Ecuador
Como persona y como periodista, siento
indignación y tristeza, ante la actuación de casi todos los medios
de comunicación españoles, que han decidido dividir a los muertos
de forma violenta en tres categorías: premium, normales y low cost.
Los primeros -víctimas de atentados
terroristas del primer mundo-, ocupan centenares de horas de
información, reciben todo tipo de condolencias y se habla sobre su
dolorosa e injusta pérdida, cuán martillo pilón. Sobre los
segundos se dice: “ay, pobrecitos, que mala suerte han tenido”,
para pasar a pensar en otra cosa (caso de las chicas muertas en el
accidente de autobús, de Cataluña). Los terceros -refugiados
sirios; victimas de atentados, de Daesh, en Irák, Turquía o Siria o
de Boko Haram, en Nigeria o Camerún- no importan. Ellos, apenas
ocupan 20 segundos en el telediario o diez minutos en el Intermedio,
de Wyoming.
Laos
Para mi, todas las muertes violentas
son lo mismo. Esa -muchas veces- falsa solidaridad patria de postureo
con los damnificados de los atentados, de Bruselas, se transforma, en
mi caso, en sincero sentimiento hacia las chicas, que murieron el
domingo, en el accidente de autobús. Y es, que a mi, si me hubieran
quitado la vida con ventipico años, me habrían hecho una gran
putada.
Como peculiar, irreverente -tal vez- y
personal homenaje hacia ellas, os voy a contar las ocho veces en
nuestros viajes, que estuvimos a punto de perder la vida en la
carretera.
Filipinas
1º.- Ecuador, en abril, de 2.008.
Viajamos, desde Piura, en Perú, a Loja. El autobús llega con
retraso y ha hecho el camino inverso, anteriormente. Les toca
conducir, a los mismos conductores, que ya vienen. Partimos. Nos
despertamos en mitad de la noche, parados. Nos cuentan, que ha habido
un derrumbe y no se puede seguir, hasta que despejen la carretera
mañana. Somos tan inconscientes, que nos enfrentamos a los chóferes,
exigiendo continuar, fuera como fuera. Cuando amaneció y al ver por
donde circulábamos y el cansancio de quienes nos guiaban, nos dimos
cuenta, de que habíamos comprado muchas papeletas para nuestro
voluntario suicidio.
Mozambique
2º.- Laos, en julio -nuestro mes
favorito para perder la vida en carretera, como veréis-, en 2.008.
Trayecto, entre Luang Nan Tha y Luang Prabang. Lleva tres días
lloviendo y la carretera es inhumana. Veinte segundos antes de llegar
a un determinado punto, se produce un incontrolado y abrupto
derrumbe, que tapona toda la calzada (por así llamarla).
3º.- Filipinas, en septiembre, de
2.008. Viajamos de noche, desde Baguio, a Banaue, en un vehículo de
antigüedad y comodidad aceptables, que esta a punto de caer por un
precipicio, dejando dos medias ruedas fuera del asfalto. Yo dormía.
Etiopía
4º.- Mozambique, en enero, de 2.011.
Hemos pasado de forma arriesgada la noche al raso, en Inhanbane, para
tomar un autobús, a Maputo, a las cuatro de la mañana. En un cruce,
nuestro conductor se encara con otro, por conservar la preferencia y
hacen varios amagos de aceleración, para pasar, sí o sí, aún chocando con el
otro, en plan Teoría de Juegos. Nervios insoportables, para que
nuestro agresivo chófer se saliera con la suya.
5º.- Etiopía, en julio, de 2.011. El concurrido y viejo bus, que va desde Harar, a Addis Abeba, transita por
una carretera montañosa, apenas asfaltada, estrecha y con enormes
precipicios al borde izquierdo. Llueve. En una curva, vemos caer,
nítidamente y desde la ladera de la montaña, amenazantes rocas de tamaño considerable, que
golpean el techo del vehículo, que se tambalea de lado a lado, ante
el griterío del pasaje. Cuando parece, que vamos a caer -no nos
habrían encontrado nunca-, la pericia del conductor consigue
controlar el vehículo y salvarnos la vida.
India
Bangladesh
7º.- Bangladesh, en julio, de 2.011.
Tomamos un rickshaw para ir desde el centro, de Chittagong, a la
estación de autobuses. A los mandos del cacharro, el conductor más
suicida y psicópata, que nos haya transportado jamás. Ha desayunado
fuerte y nos lleva a una velocidad de vértigo, por calles llenas de
profundos y deformes baches, con curvas y cuesta abajo. Vamos dando
botes y apenas mantenemos la estabilidad, aferrados a una estrecha y
corta barra metálica oxidada. Para colmo, las mochilas en el regazo
y el infernal tráfico, de frente y al lado, Milagrosamente, nada nos
ocurrió, salvo caer mareados, al bajar.
Corea del Sur
8º.- De esto, hace tan sólo cuatro
meses. Estábamos en Gyeongiu -Corea del Sur-, recién llegados y
algo despistados, dado que es un lugar disperso. Para acceder a un
monte, no había otra forma -o no la descubrimos-, que atravesar a
las bravas, una autopista de cuatro carriles, sin mediana. Por apenas
centésimas de segundo, no fuimos atropellados, violentamente, por un
vehículo a más de cien por hora.
Siento enormemente, CHICAS -aunque, no pueda ni imaginar el dolor de vuestras familias-, que la suerte no os
sonriera, como a nosotros, habiendo sido vosotras mucho menos imprudentes y
aventureras. ¡Os habéis perdido algo grande, que este mundo!. ¡¡¡Vaya mierda!!!.