Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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martes, 27 de julio de 2021

domingo, 25 de julio de 2021

sábado, 24 de julio de 2021

Milan


jueves, 22 de julio de 2021

lunes, 23 de marzo de 2020

Parece, que a la octava, tampoco irá la vencida (parte I)


       Pues no. Finalmente, no ha podido ser y nos hemos quedado sin viaje -y en casa, como todos-, al este de Estados Unidos y Canadá. Ha sido por los pelos, dado que el día del inicio del periplo, fue el del Decreto del Estado de Alarma. Si hubiéramos volado solo una semana antes, no hubiéramos tenido problemas para comenzar la andadura. Ahora bien y como estamos comprobando en carnes ajenas, lo complicado habría sido regresar..

          Pero, vayamos por partes, porque no es la primera vez, ni la segunda, ni la tercera..., ni la última, que huelgas, pandemias, despidos laborales, juicios, herencias y otros aconteceres extraordinarios, se interponen en nuestros planes viajeros. Nuestra vida es así de movida y debemos aceptarlo. Sólo hablaremos de incidentes con vuelos, ya que podríamos agrandar la lista con otros sucesos ferroviarios, como los constantes paros salvajes de la francesa SNCF o el crucero entre Colombia y Panamá.

          1°.- Noviembre, de 2008. Regresamos a casa desde Estambul, después de una larga excedencia viajera por el mundo, de 10 meses, vía Roma. El primer vuelo transcurre sin problemas, pero al llegar a la ciudad italiana, comenzamos a oír por megafonía la palabra "scopiero". Sabíamos su signicado, porque años atrás, habíamos vivido una huelga de vaporettos en Venecia.

          Tras horas de confusión y carreras, se cancela el vuelo, de Alitalia. Se forma una cola de centenares de metros -el paro es salvaje e imprevistos y afecta a todos los vuelos de la compañía-, que da acceso a una sola ventanilla. Si nos hubiéramos colocado al final, no habríamos llegado nunca.

          Inspeccionamos el panorama. Nos suenan las caras de unas chicas españolas, que habíamos visto antes y que se encuentran en el primer tercio de la fila. Con todo el morro, les pedimos si nos dejan colocarnos detrás de ellas, a lo que nos dicen: ¡"si los de detrás no dicen nada!...

          Al margen de pasar una buena tarde y noche -aunque con tensión-, logramos un cambio de vuelo para el mediodía siguiente, con Iberia, una notable estancia en un hotel de cuatro estrellas, una opipara cena y un excelente desayuno y todo, sin cargo alguno. La mayoría de la gente con la que hablamos, ni siquiera consiguió el trasvase a otro vuelo y tuvieron, que comprar otros boletos y dormir en el aeropuerto. Al caos se sumó, que ese mismo día hubo un accidente de Ryanair, en Ciampino, cerrándose este aeródromo.

        2°.- Marzo, de 2009. Después de haber perdido -mas bien, me lo robaron- un juicio laboral y quedar muy tocados, compramos unos billetes para un viaje, a China. A falta de dos días para volar, me llama mi abogado y me dice, que me tengo, que quedar para unas negociaciones. No hay tiempo para hacer un poder, porque es viernes al mediodía y volamos el lunes a primera hora. ¡Gran fatalidad!, porque no nos devuelven el dinero y son mil euros. Pero, recompensa final, porque logramos un buen acuerdo y una buena indemnización.

          3°.- Mayo de ese mismo año. Al fin, viajamos a China. Pero, no hacía muchas semanas, había estallado a nivel mundial, la pandemia de la gripe A. Al aterrizar, en Shanghái, decenas de hombres con trajes blancos y cascos herméticos, nos toman muestras de salud y de temperatura, durante largo rato. Finalmente y tras un gran estado de nervios, pudimos ingresar en el país.

          4°.- Abril, de 2010. Mi pareja ha sido despedida, fulminantemente y nos quedan cuatro días para ir, a Venezuela. No se puede cancelar, ni cambiar y debemos quedarnos para organizar una demanda en el juzgado de lo Social, que tiene sus plazos. Al día siguiente, modifican el horario de uno de nuestros vuelos y pudimos cancelar y recuperar todo el dinero.

          5°.- Ese mismo mes, también nos pilla la crisis de las cenizas volcánicas de Islandia, que afectó al norte y centro de Europa. Afortunadamente, nosotros viajábamos, a Marruecos.

          6°.- Diciembre de ese mismo año. Transcurre el viernes 3 y se inicia la brutal huelga de los controladores aéreos. A nosotros, eso nos habría dado igual, sino hubiera sido, porque el lunes 6, volabamus a Sudáfrica, vía Libia. Después de que se decreta se el ahora tan famoso  Estado de Alarma y de tres jornadas de infarto, conseguimos iniciar el que fue nuestro tercer viaje largo, a África austral y del este.

          7°.- Junio de 2018. A mediados de mes, queremos viajar, a Japón e iniciar nuestro séptimo viaje largo. Una tarde, nos decidimos a comprar unos boletos a buen precio. Aún no sé porque, tuve una corazonada y decidí aplazar la compra 24 horas. A la mañana siguiente, a mi pareja le llegó una carta citando la para una vista con abogado y procurador para una semana después por un reparto de herencia. ¡No habríamos podido viajar y habríamos perdido el dinero de los vuelos, a Tokio!

          Conseguimos un muy buen acuerdo y no siquiera llegó a haber juicio. En agosto fuimos al notario y en septiembre, nos pusimos rumbo al país del sol naciente.

          8°.- El caso actual. Es largo de contar, por lo que lo dejamos para el próximo post.

domingo, 5 de marzo de 2017

Un mal día

                                                        Cuatro de Roma (Italia) y una, de El Vaticano (1.990)
          A lo largo de casi treinta años de viajes, ya hace tiempo, que hemos constatado, que un -o unos- mal día, te puede arruinar el destino más apetecido o largamente soñado. Aún, recuerdo el caluroso verano, de 1.990, cuando realizábamos nuestro primer interrail. Habíamos visitado, Francia, Holanda, Alemania y el norte de Italia de manera muy complaciente y relajada y descartamos Roma, para poder acercarnos a la por entonces, costa yugoslava.

          Llegamos hasta la frontera de Trieste y subimos a un destartalado tren abarrotado -muchos catalanes a bordo, por cierto-, donde no cabíamos casi ni de pie y en el que deberíamos pasar más de 20 horas seguidas, camino de la enigmática, Split. Éramos demasiado jóvenes e inexpertos para aguantar aquello, así que nos bajamos del convoy y pusimos rumbo nocturno, hacia la ciudad eterna.


          A decir verdad y a pesar de que el tiempo todo lo edulcora, resultó una visita decepcionante, a más de cuarenta grados, con la capital italiana vacía y con todo cerrado, como así debe ser en agosto. “Si es, que aquí está todo roto y medio abandonado”, nos decíamos, totalmente convencidos. Juramos y perjuramos, que nunca más volveríamos y que en la comparativa con Florencia, no había color, a favor de esta última y renacentista ciudad.

          Desde entonces, a Florencia sólo volvimos dos veces y a Roma, más de quince, siendo en la actualidad, junto a Bangkok y Calcuta, las ciudades del mundo, a las que nunca nos cansamos de retornar -quizás también, podríamos incluir, a Venecia y a Fez, en Marruecos- y que son, por orden aleatorio y dependiendo del momento, nuestra segunda, tercera y cuarta casa en el planeta..

           Joyas europeas, como por ejemplo, París, Praga, Budapest, Cracovia o Dubrovnik, nos parecieron vulgares a partir de la tercera visita. ¡Así de triste, pero tan real!.

          El ejemplo de frustración de repetición de destino, resultó ser Varanasi, en 2.014. Después, de que nos hubiera maravillado, fascinado y emocionado enormemente, tres años antes, nos quedamos como vacíos y autoculpabilizados, durante la segunda visita. Tanto, que mirar a los muertos ardiendo en la tradicional liturgia crematoria, nos pareció tan vulgar, como sentarnos a comer pipas en un parque cualquiera de nuestra localidad.
Una, de Sibenik y dos, de Zadar (Croacia, 1.999)
          Igual -aunque con menos intensidad-, nos ocurrió en la propia India, con lugares, como Madurai, Amber, Margao, Agra o Udaipur. En este último destino es seguro, que influyó mucho, estar casi a jornada completa, durante cuatro días consecutivos, buscando billetes para escapar del país, a punto de vencer nuestro visado de seis meses.

          Pero, en muchos casos, también nos ha ocurrido al revés: ciudades o lugares, que no nos despertaron demasiadas emociones en el primer intento, nos llenaron de pleno en el segundo. Por no salir, de India, cito las muestras de Bombay, Jaipur y Delhi. Y para equilibrar todo este complejo proceso, Puducherry, que nos provocó las mismas emociones una vez, que la otra.

          Es estado de ánimo, el cansancio, las propias relaciones interpersonales del momento, la meteorología, el comer bien o mal, el encontrar un alojamiento adecuado... y otras mil circunstancias más, condicionan a cada rato, como vamos a valorar el destino, que estamos abarcando. Se dice, que segundas partes nunca fueron buenas, pero en el caso de los viajes, esto no siempre se cumple, afortunadamente.

          Otro de nuestros hogares imprescindibles en el mundo, es Santiago de3 Compostela, donde llevamos a cabo nuestro segundo viaje juntos, allá por 1.989. Allí prometimos con entusiasmo, volver en 2.039, cincuenta años después. 


          Razones etílicas y gastronómicas hicieron, que retornáramos decenas de veces, aunque ya hace más de un lustro, que no pisamos por allí, porque se han subido a la parra con los precios y no hay quien los baje del burro. ¡Ellos verán!. Por nuestra parte y si la vida nos brinda la ansiada oportunidad, trataremos de cumplir, gustosamente, la promesa pendiente.
Debajo, nuestra Olympus, de 1.987, adquirida entonces, por unas 130.000 pesetas (unos 800 euros).

jueves, 13 de octubre de 2016

22 años después

                                                                       Fotos de nuestro viaje a Grecia, en 1.994
          En 1.994, siendo bien jovencitos, ya estuvimos en Grecia, cuando ese país no era un centro de atención mundial, como ocurre -lamentablemente- desde hace tiempo. Era nuestro tercer interrail, que nos llevó por Francia, Italia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Turquía y el país heleno, en unos tiempos en que viajar por los países del este de Europa, era más aventurero y peligroso, que hacerlo hoy en día por África.

          En aquella ocasión, visitamos a fondo, Salónica, Atenas y Patras, para de una forma algo accidentada, tomar desde allí, un enorme, lento y abarrotado ferry hasta Brindisi, en Italia, en el que dormimos tirados en cubierta como angelitos, después de un par de jornadas complicadas y desquiciantes.


          22 años después y con muchas más canas y experiencias vividas, volveremos a la cuna del mundo clásico, para un viaje de unos 20-25 días, que se iniciará el 15 de noviembre próximo. Ello significa, que el ansiado séptimo viaje largo, se demorará por cuestiones diversas hasta la primavera de 2.017. Un agridulce premio de consolación para un ejercicio, como está siendo este, en el que no hemos salido de casa, más que a conciertos, a pasear o a tomar algo


          Los boletos aéreos de ida están comprados, con Ryanair. 30 euros para los tramos Madrid-Bergamo-Atenas. El hotel, en Atenas, también reservado por 15 euros/noche (parece algo cutre por las fotos y las críticas, pero nada que nos eche para atrás). Nos tememos, que el resto de los alojamientos -salvo en Rodas-, nos saldrán bastante más caros. También el transporte, con precios similares a los caros de nuestro país, pero con menos oferta.


          Aún queda mucho trabajo por hacer, pero el itinerario lo tenemos prácticamente decidido: Atenas-Corinto (83 kilómetros)-Nauplia (56)-Mistra (126)-Gition (48)-Monemvasia (67)-Ioanina (55)-Kalambaka (106)-Meteora (6). En algún momento del viaje, aún por decidir, volaremos a Rodas, que es la isla, que hemos elegido.

          Para la vuelta, aún sin cerrar, valoramos cinco opciones, que económicamente no son muy dispares: desde Atenas, desde Rodas, desde Sofía, desde Skopje o desde Tirana. Nos gustaría, que fuera desde Albania, dado que el resto de países los conocemos a fondo y de esta nación, sólo visitamos el norte, en el lejano verano de 2.007.




          Ya iremos contando, De momento y en este post, os dejamos con algunas difusas fotos -entonces, alta tecnología a precios muy caros-, elaboras por nuestra Olympus de la época (750 euros costó en 1.986, aunque fue un regalo, que no nos podríamos haber permitido). Olympus, ya que viene al caso, tiene bastante que ver con Grecia.

martes, 15 de marzo de 2016

Historias de aeropuertos

         
                                                  Cenando en el hotel Palace Aeropuerto, de Roma
          Nunca pensé, que el final de un viaje pudiera convertirse en el principio de un relato o que unas decenas de horas en Italia, fueran a recabar más protagonismo, que casi veinte días en Turquía, pero cuando reservamos los boletos de avión con Alitalia -dos días antes de volver desde Bangkok, a Madrid-, ya sabíamos que asumíamos ciertos riesgos. Pero aún así lo hicimos.


          Hemos estado más de quince veces en Italia y después de las más básicas, las primeras palabras que aprendimos en italiano fueron sciopero -huelga- y ritardo -retraso-. Allí hemos vivido huelgas de transporte urbano, interurbano, vaporetos -en Venecia-, de estudiantes…


          
                                Aeropuesto de Fiumicino, en Roma, arriba y dos de Kuthaya (Turquía), abajo
          Son las seis de la mañana del 10 de noviembre, de 2.008. Esta fecha es festiva, en Turquía, puesto que tal día como hoy, murió Ataturk. Y en esta ocasión, las celebraciones son aún mayores, dado que se cumple el 70 aniversario de su fallecimiento. Menos mal, que el país no se paraliza hasta las diez y cinco -hora de su muerte- y nosotros ya estaremos lejos de aquí.

          El vuelo de Alitalia parte sin novedad, desde Estambul y aterriza en Roma, a las 7,30, tras ganar una hora al reloj. Tenemos asumido, que deberemos pasar las siete horas, que nos separan de nuestro siguiente vuelo en la zona de tránsito. No obstante, salimos fugazmente, con el fin de constatar, que bajar a Roma nos saldría demasiado caro. Confirmado: Llegar y volver, a Termini, son 22 euros por persona y a cualquier otra estación de la Ciudad Eterna resulta más compiicado (transbordos).

          Nuestra tacañería y desinformación, en este caso tienen premio. Hay una huelga global de todo el transporte metropolitano de Roma, que nos hubiera hecho imposible, desplazarnos a ninguna parte.
                                Tres de Bursa (Turquía)

Recorremos todas las tiendas libres de impuestos, recuerdos, ropa y bares de la zona de tránsito y sobre las diez y media, nos compramos, a 6 euros, una botella de Martini “rosato” -no lo hemos visto en España-, para pasar algo más plácidamente el tiempo. Para no dar demasiadas pistas a los sabuesos del aeropuerto, compramos una lata de Fanta de naranja ácida –muy rica- y tras beberla, vamos vaciando en ella el vermut en el servicio. Los recuerdos de los cuatro viajes de este año -dos largos- afloran con la ayuda del alcohol y el tiempo empieza a pasar más deprisa.

Pero no tardan demasiado en encenderse las luces de alarma. Comenzamos a escuchar por la megafonía en inglés e italiano, que debido a una asamblea de los trabajadores de Alitalia, los vuelos de esta compañía pueden sufrir retrasos o ser cancelados. ¡¡Que mal huele esa amenaza tratándose de Italia!!. Nos proponemos mantener la calma, aunque cuesta, porque mañana debemos reincorporarnos al trabajo, después de la excedencia.


                                                    Cuatro, de Safranbolu (Turquía)
          Buscamos la zona de embarque y comprobamos, que nuestro vuelo ha sido retrasado una hora. Vamos tomando contacto visual con las caras de las personas, que en las próximas horas llegarán a ser casi nuestra familia.
          Empiezan los rumores de cancelación y la compañía para acallarlos, monta el paripé de colocar una chica al teléfono y otra en el ordenador de la puerta B11. A mi no me engañan, este vuelo no saldrá, pero Rosa, pasajera que habla tantos idiomas -español, inglés, italiano y alemán-, como candidez y confusión, es la que se va informando al minuto de las poco novedosas novedades y trata de convencernos de que saldremos en una media hora o si no, a las siete de la tarde.


          Rosa tiene treinta y tantos y es hija de diplomático, por lo que ha conocido mundo. Ahora vuelve con su marido y cuatro hijos de la Toscana, donde han estado recogiendo aceitunas, que asegura, dan un aceite mejor que las de los latifundios andaluces. Es muy activa y se mueve constantemente, pero revolotea alocadamente, más que solucionar algo.

                                                                 Ankara, arriba y dos, de Sumela, debajo (Turquía)
         
          Conocemos también a Juan, un simpático canario, que rebosa alegría y humor negro y a Duba, abogada ucraniana, que se dirige a Madrid para encontrarse con su marido. Ella fue una de los niños, que venían cada verano acogidos por familias españolas tras la tragedia, de Chernóbil. Ya siendo más mayor, retornó un año por su cuenta y se enamoró –fue recíproco- del hijo del propietario de la compañía de autobuses, que la trasladaba. ¡¡El amor se presenta en cualquier parte y cuando menos te lo esperas!!..

     Dos, de Amasya (Turquía)
          Son las cuatro y la cancelación del vuelo ha pasado ya de rumor, a noticia. Debemos dirigirnos a la cinta 16, recoger el equipaje y continuar hacia el mostrador de Alitalia, a conocer nuestro incierto futuro. Pero los bultos no salen y las maletas de otros vuelos cancelados se amontonan desordenadas sobre las cintas.

          Por aquello de ganar tiempo, dejamos a Juan y Duba y nos vamos a un mostrador de la zona de tránsito. Nos indican, que volvamos a preguntar a las siete, pero que probablemente, tengamos que pasar la noche en Roma. “Pero Alitalia os dará albergo”, afirma como quien te está ofreciendo una ganga una empleada.

                                     Dos, de Erzurum (Turquía)     
          Allí conocemos, a Verónica y Jebel, dos agradables jóvenes algo inexpertos en viajes, que se tornan complicados, que vienen de vivir una estresante historia de película de terror. Volaban esta mañana de vuelta, a Madrid, con Easyjet desde el aeropuerto de Ciampino, pero un avión de Ryanair se salió de la pista al chocar con un pájaro uno de los motores y han suspendido todas las operaciones de las terminales hasta nuevo abiso.
     Diyarbakir (Turquía)
          Easyjet les ha dicho –más o menos-, que se busquen la vida y en una decisión rápida han comprado unos boletos, de Alitalia, solo hora y media antes de la programada para el vuelo. A pesar de que la compañía sabe ya, que ese avión tiene pocas posibilidades de salir, les han cobrado 150 euros por barba y no les han advertido de nada.

          Han tomado un taxi, desde Ciampino, a Fiumicino con tarifa fija de 65 euros -hoy se están forrando los taxistas- y han conseguido obtener la tarjeta de embarque solo un minuto antes del cierre del mostrador
                       Dos, de Hasenkeif (Turquía)


          Volvemos a la cinta y en un cementerio de tres capas de maletas, conseguimos encontrar milagrosamente nuestras mochilas.

          Queremos retornar al mostrador anterior, donde hay menos gente que afuera, a ver si nos resuelven algo, pero al tratar de entrar por la salida, la policía no nos deja y nos indica que tenemos que volver a la zona de check in e iniciar todo el proceso, de nuevo, para retornar al mismo sitio.

                                                     Mardon, arriba y tres, de Sumela, debajo (Turquía)
          Lo intentamos hacer, pero al ir con las mochilas, llevamos líquidos (de lentillas, champús y una lata de Efes Pilsen para nuestra colección de cervezas). Los vigilantes, tremendamente agresivos, nos indican que a ellos les dan igual las situaciones excepcionales y lo que nos haya dicho la policía, pero por allí no pasa un líquido más grande de lo permitido ni por encima de su cadáver. A sus gritos, le respondemos con serenidad, que este es un país muy difícil y con bastantes actitudes del tercer mundo y uno de ellos asegura que no, que en Italia esto solo ocurre hoy. Ja, ja.
         
          No nos queda otra, que ir a la cola de Alitalia, en el hall de salidas. Es larguísima y solo hay una empleada atendiendo. Son las seis menos cuarto de la tarde. De repente, vemos a dos chicas cuya cara nos suena de esta mañana.

          -Hola, sois del vuelo de Madrid de las dos y media, ¿verdad?, –interrogamos-.

          -Sí, así es –dicen ellas-.

          -¿Os importaría colarnos detrás de vosotras? -interrogamos con cara de pena-.


                                                 Tres, de Gaziantep (Turquía)
          -Bueno, si los de atrás no dicen nada….

          Con un rápido movimiento nos metemos por debajo de la cinta y nos colocamos tras Marta y Elena, que están a mitad de la cola, donde ya llevan dos horas de espera. Son muy agradables, aunque algo reservadas.

          Delante de ellas están María y César. Ella es guapa, alta y enérgica y él ocurrente y buen conversador. También vienen de Ciampino, donde tenían vuelo con Ryanair, a Santander, que por supuesto ha sido cancelado. Han comprado, igualmente, boleto con Alitalia y ahora pretenden llegar hasta Madrid y alquilar un coche hasta Cantabria.   

                                                         Adana (Turquía)
          Se empieza a fraguar el grupo, que haría que esta experiencia fuera menos dramática y mucho más llevadera. Y más, cuando aparecen de nuevo, Verónica y Jebel, que no han logrado nada en el mostrador de tránsito y a los que colamos detrás de nosotros.

          Pasa una hora y apenas hemos avanzado cinco metros. La gente permanece tranquila y las televisiones entrevistan a los amontonados viajeros. Trato de que me den cancha, pero como no hablo italiano, no acceden. ¡¡Porca miseria!!.
Dos, de Heliópolis y 1, de Pamukale (Turquía)
         
          A medida, que nos aproximamos a la parte de adelante, la aglomeración y los empujones son mayores, así que los ocho nos ponemos en forma de abanico, para evitar que la gente se nos cuele.

          Comienzan las primeras tensiones. Una italiana vocifera, que no hay derecho a llevar cinco horas de espera y a que haya una sola persona atendiendo. Todos le damos la razón, pero sin más entusiasmo. Un agresivo y corpulento negro aporrea la ventanilla y grita. Como ese hijo de puta siga con esa actitud, lo mismo nos la cierran.


                                              Hasta el final, todas son, de Estambul (Turquía)
          Y esto es lo que le gusta a la televisión, que enfoca sus focos y cámaras. Un entrevistado se permite hacer incluso una valoración de la elección como presidente, de Obama. ¡Viva el espectáculo!.          

          Cuando estamos a punto de llegar a la ventanilla, vuelve el negro, que quiere colarse. Se percibe por su aliento, que ha bebido más de la cuenta. María se le encara y él sin dudarlo, la empuja. No se detiene ante nada. El resto pedimos la asistencia de la policía, que tarda más de cinco minutos en llegar, en los que la tensión va aumentando hasta extremos de poder ocurrir algo grave. Porque el negro no se calla y no deja de empujar a todo aquel que se le acerca y se atreve hasta a encararse con cuatro a la vez. Solo con la llegada de cinco policías consiguen llevárselo, a duras penas.

          María y César logran vuelo para las 10,30 con Air Europa, pero son las últimas plazas. Para el resto, nos dan dos posibilidades. Volar con Alitalia, a las nueve y media de la mañana o con Iberia, a las tres de la tarde. Ninguno de los seis lo dudamos y optamos por lo segundo. Hicimos bien, porque el de las 9,30 también sería cancelado.

          No hay problemas para que nos alojen, den de cenar y desayunar y nos mandan al Palace Aeropuerto, un cuatro estrellas, que en España a duras penas conseguiría las tres. Por si acaso y ante la avalancha, han vaciado las neveras de las habitaciones y cortado las líneas de teléfono

          Para subir al bus que nos traslade, tenemos que luchar a empujones y con mucha energía con un grupo de sesentones italianos, que no hacen ascos a pegarte cachabazos o culazos para tomar la posición de la escalera. Pero si haces tú lo mismo, te dicen que estás faltando al respeto de las personas mayores. Conseguimos subir todos, menos María y César, que deberán tomar el siguiente.

          Como sabemos, que habrá follón para registrarse en el hotel, hemos decidido subir con todo el equipaje y no dejarlo en la bodega del bus. Así, podremos bajar rápido y correr, con clara ventaja sobre los del INSERSO trasalpino. Así es, como lo hacemos y somos los primeros en obtener habitación y llegar al comedor, donde reservamos hueco en la mesa a nuestros nuevos y queridos amigos.

            Efectivamente, el follón por el reparto de habitaciones se produce, ante lo que la enérgica recepcionista amenaza: “o se ponen ustedes en una cola organizada o no se dan habitaciones. A ver si piensan, que nosotros somos tan poco serios, como Alitalia”, espeta.

          La cena resulta estupenda: Pasta con sabroso pomodoro -tomate- y al dente, carnes y pescados excelentes y tarta, a la que nunca llegamos, porque los del cachabón, en este caso, siempre son más rápidos y se las llevan enteras. El vino es bueno y la compañía de Verónica, Jebel, Marta, Elena, María y César, que van llegando paulatinamente, mucho mejor; así que estamos de charla hasta que a la una menos cuarto nos proponen, que vayamos a dormir (más bien, nos echan del comedor). Quedamos para desayunar a las nueve y media, salvo con María y César, que tendrán que madrugar para tomar su vuelo.

          ¿Qué había pasado con Rosa y familia, Duba y Juan?. ¿Tuvieron o no qué pasar la noche en Fiumicino?.
         
          Rosa, en una decisión probablemente precipitada –puesto que ya no salía ningún vuelo de Alitalia-, trató de llevar a su familia en el vuelo de la compañía de las nueve de la noche, pero este no salió y tuvieron, que dormir tumbados en el suelo y gastarse a la mañana siguiente más de mil euros -seis boletos aéreos- en un vuelo, de Vueling, que 24 horas antes valía 80 y a esas horas, ya casi llegaba a los 200.

          Juan y Duba fueron de legales y al no colarse, pasaron ocho horas en la cola, hasta las dos y media de la mañana. Les negaron el hotel, mintiéndoles al decirles, que no tenían derecho. Durmieron en el suelo, como otra mucha gente. O en las cintas de facturación. Así lo hacían un par de ancianos y a mitad de la noche los mecanismos se pusieron en funcionamiento y se los llevaron para dentro. Nunca supimos, si los facturaron, pero tal como estaba la cosa…

          Nosotros dormimos genial. El reparador sueño y el conocimiento de las situaciones de los demás, empezaron a hacernos ver, que a pesar de las molestias vividas, habíamos sido de los más afortunados (probablemente, gracias también a nuestra experiencia viajera).

          Desayunamos fuerte en previsión de no poder comer -en mi caso, tres bocadillos pequeños, un croissant, tres zumos y un café- y acertamos. Nos hacemos unas fotos de grupo y nos disponemos a esperar el bus de retorno al aeropuerto. El resto de pasajeros, que hacen tiempo, son japoneses, así que en este caso, todos subimos de forma civilizada.

          El check-in no ha abierto, pero una simpática azafata de Iberia nos hace la facturación en una máquina automática, tras ver nuestro nerviosismo, fruto de que ya vemos fantasmas por todas partes. Al facturar, conocemos a una pareja de gallegos. Vienen también de Ciampino y dicen, que está peor que este aeropuerto y que todavía no ha salido ni un solo vuelo, ni previsiones de hacerlo. La tarifa de taxi entre ambos aeropuertos hoy, ya cuesta diez euros más: 75. ¡¡Y sigue subiendo!!

          Volvemos a encontrarnos con Duba y Juan, por lo que formamos un grupo nuevamente de ocho, que pasamos juntos los caóticos y lentos controles de seguridad y matamos el tiempo de charla e informándonos sobre las reclamaciones para conseguir indemnizaciones. Alitalia no lo pone fácil: Ni un solo formulario.

          Retrasan el vuelo de Iberia una hora y cancelan el de las siete de la tarde con código compartido, a Madrid. Esto vuelve a oler mal. Pero a las tres llega la tripulación. Nuestro grupo y unos cuantos más, les aplaudimos y ellos ponen cara rara. El piloto dice:

          -Bueno, la culpa no es nuestra. Hemos llegado en hora, pero el que trae retraso es el avión.

          -No, si no es por eso –respondo- es que llevamos tirados en Roma por culpa de Alitalia, más de 36 horas y sois nuestra esperanza para salir de aquí.

          El piloto cambia el gesto, se siente importante y espeta.

          -Bueno, chicos, lues a ver si ahora lo conseguimos.

          A las seis de la tarde, sin casi creérnoslo, ponemos los pies en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas. En Ciampino, más de 700 españoles iban a pesar su segunda noche en el aeropuerto y en Fiumicino, algunos de los de nuestro vuelo seguirían allí, hasta el día siguiente.