Madrás (Inida) y debajo, cataratas del Nilo Azul (Etiopía)
A decir verdad, el rodaballo con
patatas asadas estaba espectacular, en la última cena de Nochevieja.
Había sido cosa de mi padre, desde la compra en el mercado, hasta el
delicado asado. Mi modesto y ponderado cuñado, se convirtió, sin
discusión y sin pretenderlo, en el rey de la noche. Cazador
inpertérrito e impasible, nos consiguió demostrar sin
altisonancias, que un salvaje jabalí bien despiezado y preparado, no sabe a brusco bravío y que
partido delicadamente, como finas y apetitosas lonchas de embutido,
tira hasta a poco sabroso y aún necesita ser aderezado con finas
salsas, de abundante cebolla macerada o de agrias manzanas reineta
(al gusto, claro).
Mi tramposa -siempre, quiere ganar a
todo y modifica las reglas, cuando le viene a cuenta- y adorada
sobrina de siete años, aún no había asimilado y colocado gran
parte de las piezas del esqueleto del cuerpo humano, que le habían
regalado una semana antes sus abuelos, en Nochebuena. Aún así,
tenía la suficiente lucidez para reconocer, sin tapujos, que la
muñeca voladora y luminosa, que ella misma había pedido las
Navidades pasadas, le había resultado ñoña y frustrante . Tanto,
como cuando trató, en aquel entonces y sin éxito, comerse las uvas
del año nuevo y se llevó un atrangantón y una mala leche de
vértigo, de quien no sabe perder.
Johanesburgo (Sudáfrica)
Pero, esta vez, mi pareja estuvo
hábil, se las peló, se las partió por mitades y la niña gozosa,
cumplió su objetivo. El año anterior y con la misma diligencia, mi
media naranja y en un natural, aunque intrépido intento, también
había tratado de que todos nos abrazáramos tras las campnadas de la
suerte, en ejemplar y familiar propósito. Nadie la secundó, cosa
razonable, en una familia de estirados, resabiados y de vuelta de
todo, pero sorprendéntemente, la semilla germinó y esta vez,
estábamos todos besándonos y achuchándonos, como si estuviéramos
locos y no fuera posible un mañana o una Nochevieja venidera.
Gran Zimbabwe (Zimbabwe)
Pasados unos minutos de tan noticioso
e inesperado evento, mi comedido, cauteloso y correcto cuñado, se
atrevió a solicitar una ronda de los ansiados deseos para el
inminente curso. Y ahí llegué yo con mi autosuficiencia, en plan
Donald Trump y la cagué (con el desatino adicional, dado que ni
siquiera, yo lo había prometido en campaña electoral al resto de
comensales):
-“¿Deseos? -dije-: esos son
paparruchas navideñas. ¿¡Qué puedo yo desear, si conseguí a la
pareja más guapa y simpática de mi pandilla -que además, no se
sonroja ante mis crecidas aseveraciones, ni siquiera, ante el envenenado
piropo-, si tengo una casa pagada, si atesoro una pasta en el banco,
llevo diez años sin trabajar y he visitado unos 125 países, cuando
no soñaba alcanzar más de cuarenta, durante mi más tierna y
soñadora infancia y adolescencia!?”.
Cuchamano (Mozambique)
Quizás -entre borbotones de champán
y atropellados y odiosos polvorones-, no era la fecha más correcta
para poner sobre la mesa tales irrefutables evidencias.
Afortunadamente y para no fastidiar más, evité dar rienda suelta a mis miserias, ahora, que inapeláblemente, me hallo a escasos meses de franquear la irretornable barrera de los cincuenta.
Afortunadamente y para no fastidiar más, evité dar rienda suelta a mis miserias, ahora, que inapeláblemente, me hallo a escasos meses de franquear la irretornable barrera de los cincuenta.
Delta del Okawango (Botswana)
Hace 25 años, cuando casi mis
hermanas no habían entrado en celo juvenil, yo merendaba,
alegremente, en casa de mis padres, mis suegros o los octogenarios
abuelos de mi actual cónyuge, que con su cómplice aprobación, fueron los
que mejor nos entendieron siempre. Fabulosas anchoas en vinagre, tortillas caseras, patés variados y deliciosos y hasta apestosos filetes de Sajonia
Nuestros ambos progenitores, que ya pasaban con cierta holgura el medio siglo, andaban preocupados de cosas tan peregrinas, como, que si salían a la calle e iban discretamente vestidos o en chándal, debian transitar por caminos recónditos, para que no los viera nadie. O, que si una dependienta -supuestamente- les hacía de menos, aunque fuera inconscientemente o de forma figurada, tenían que mostrarse indignados y ofendidos y desenfundar de inmediato, la faltriquera de billetes de diez mil pelas, al más puro estilo del lejano oeste, para consolarse a si mismos, de que no eran unos don nadie de tres al cuarto. Hoy, afortunadamente para ellos, ambas cosas les importan un pimiento.
Nuestros ambos progenitores, que ya pasaban con cierta holgura el medio siglo, andaban preocupados de cosas tan peregrinas, como, que si salían a la calle e iban discretamente vestidos o en chándal, debian transitar por caminos recónditos, para que no los viera nadie. O, que si una dependienta -supuestamente- les hacía de menos, aunque fuera inconscientemente o de forma figurada, tenían que mostrarse indignados y ofendidos y desenfundar de inmediato, la faltriquera de billetes de diez mil pelas, al más puro estilo del lejano oeste, para consolarse a si mismos, de que no eran unos don nadie de tres al cuarto. Hoy, afortunadamente para ellos, ambas cosas les importan un pimiento.
Bagan (Myanmar)
El tiempo nos ha atropellado a todos,
sin darnos cuenta y sin remisión. A esa similar edad y sin ser
víctimas de cuestiones de vestuario inadecuado o fortaleza dineraria
en efectivo y sin tener más que un blog, para desasosegar nuestros
miedos, dado que no tenemos descendencia a la que dar la barrila, si
comenzamos a cimentar en nuestras mentes determinadas certezas, que
de forma ligera os resumo, para no dar más el coñazo:
-La vida no empieza a los cincuenta,
como claman algunos frustrados e irrealistas optimistas, basándose
en burdos eslóganes de camisetas de cinco euros. Más bien: arrea,
tira hasta los cuarenta, haz lo que puedas y luego conserva el botín.
Anuradhapura (SriLanka)
-La nostalgia me invadirá hasta, que
me muera. No, porque cualquier tiempo pasado fuera mejor, sino porque
fueron tan buenos, que son irrepetibles, aunque disfrutáramos de
cien vidas.
-El tiempo, ahora mismo y para
nosotros, avanza exponencialmente. Ansiedades, paranoias, dolores
varios, depres siniestras... O relanzamos en un breve periodo de
tiempos nuestras ansias viajeras -fundamentalmente consistentes, en
el séptimo viaje largo- o dormirán en nuestros sueños para
siempre.
Colombo (Sri Lanka)
-¡Nadie debería morirse sin ir, a
India, al menos, una vez en la vida!. Si no existiera, habría, que inventarla.
-Ya no estamos para repetir países, salvo algunos, en concreto. De los 125, que conocemos, no volvería a más de una decena. ¡La inexorable cuenta atrás ha comenzado y nos intimida!.
-Ya no estamos para repetir países, salvo algunos, en concreto. De los 125, que conocemos, no volvería a más de una decena. ¡La inexorable cuenta atrás ha comenzado y nos intimida!.
-En treinta años de viajes, nos
sedujeron y fascinaron los lugareños de cualquier parte, a la vez,
que enórmemente, nos decepcionaron la mayor parte de los viajeros
(no lo voy a hacer, porque me da pereza, pero este último argumento,
daría para diez posts bien largos y argumentados, al menos).
-Hemos llegado sanos -aunque con
muchos miedos-, al cenit deseado de la existencia de un ser humano:
la libertad, de hacer casi lo que nos de la gana. Existen muchos
infelices, que se pasan la vida merodeando y babeando detrás del
poder, como si fuera una infantil piruleta de feria, para dar cuatro
lametazos. ¡Allá ellos!.
Kanchipuram (India)
-Me gusta, a partes iguales, tanto hablar, como escuchar. Ello, incluye y como es marca de la casa, no morderse
la lengua, ni hacer cosas, que no queramos.
-Como en mi más tierna infancia, sigo
prefiriendo, escribir, a leer y no es por nada en especial
-En mi próxima reencarnación, se hace necesario, que modere el consumo de bebidas alcohólicas.