Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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jueves, 15 de septiembre de 2016

14 "pequeños" destinos imprescindibles en África

Frontera entre Sahara y Maurittania
          Afortunadamente, terminó este insoportable verano, lleno de tardes soporíferas, aunque también de fiestas, conciertos, limonadas, barbacoas... Por diferentes circunstancias -que no vienen al caso- el periodo estival ha transcurrido sin un viaje, que llevarnos a la boca. El debate, a fecha de hoy, es si nos iremos 20 días a Grecia, en octubre; arrancaremos el séptimo viaje largo, en noviembre o pasaremos este año en blanco. Ya iremos viendo.
                                                                                                                                       Rosso (Mauritania)
          Mientras tanto y después de tres meses sin publicar, retomo el blog con el objetivo de haceros llegar catorce “pequeños” lugares de África, que no deberíais perderos en los periplos por este continente. No se trata de sitios famosos, pero si entrañables, encantadores o pintorescos. No se exponen ni en orden ascendente, ni descendente, sino simplemente geográfico, de este a sur y de noroeste hacia abajo. Y además, sin repetir un solo país.

          -Bahariya (Egipto): A unas cuatro horas en coche de El Cairo, este oasis no tendría nada de especial, sino fuera porque a unas decenas de kilómetros, se hallan los desiertos Blanco y Negro, muy sorprendentes, poco turísticos y maravillosos.

                                                               Fadiouth (Senegal)
          -Harar (Etiopía): Se trata de la cuarta ciudad sagrada del Islam y aunque es una gran urbe, su centro histórico se presenta bastante recogido y muy atractivo, con casi cien mezquitas de diferentes épocas, bellas casas tradicionales y calles gremiales, a casi 2.000 metros de altitud.
Vilankulos (Mozambique)
          -Lamu (Kenia): La más antigua y tradicional ciudad swahili del África oriental, ofrece encantadoras calles, que parecen haberse detenido en el tiempo, además de gentes muy amables y bonitos paisajes de mar. Quizás, no sea tan bello, como Zanzibar, pero sí, mucho menos turístico.

          -Namanga (Tanzania): Se trata de un pueblo de unos 10.000 habitantes, en la frontera con Kenia, que penetra parcialmente en este país. Es uno de los lugares donde contemplar la cultura masái en estado puro, sin la contaminación de las agencias de viajes y sus tours. Las celebraciones religiosas musulmanas están a la orden del día.
                                                                                                                                                 Djenné (Mali)
          -Chipata (Zambia): A pesar de no ser un núcleo muy pequeño, la ciudad conserva su indiscutible talante rural y agrícola, dentro del parque nacional de Luangwa del Sur. El mercado es puramente africano y sus gentes resultan entrañables, en un país, donde la hostilidad hacia los extranjeros blancos se hace incuestionable.

          -Michinji (Malawi, en la frontera con Zambia): Malawi es de las naciones más pobres del planeta, pero el turista siempre es bienvenido y -en la medida de lo posible- agasajado. Tiene todos los encantos de las pequeñas ciudades de frontera y ninguno de sus inconvenientes. Al menos, durante nuestra estancia, las actividades lúdico-festivas nos llenaron de gozo.
-Vilankulos (Mozambique): Una de las joyas de este país, algo dispersa -como es frecuente, en África-, pero encantadora, donde parece que uno ha retrocedido varios siglos atrás, cuando se observan las artes de la pesca y preciosos barcos, que parecen sacados de una película medieval. Me ha costado decidirrme entre este núcleo urbano y Cuchamano, en la frontera de Zimbabwe, uno de los lugares más entrañables del continente.

                                                                                                Michinji (Malawi)
          -Kariba (Zimbabwe): Disperso enclave de cultura y tradiciones muy rurales, donde contemplar animales salvajes está a la orden del día. Nosotros llegamos a fotografiar elefantes a dos metros de distancia, además de ver hipos, cebras y otras muchas especies. Afortunadamente, nuestras imprudencias no tuvieron castigo.
                                                                                                                                    Mamamga (Kenia)
          -Tozeur (Túnez): Que yo sepa, se trata del mayor palmeral del mundo, donde acabamos odiando y vomitando los dátiles, debido a los excesos, que como otras tantas veces, cometemos. Un lugar con mucho encanto, con pocos viajeros y con ningún pelma.

           -Mulay Idris (Marruecos): Después de siete viajes al país, resulta difícil elegir un sólo sitio. Nos quedamos con este, por ser poco conocido y maravilloso. Enclavado en una roca, se puede disfrutar de sus estrechas calles empedradas, las colinas adyacentes y las cercanas ruinas de Volubilis.            Lamu (Kenia)


          -Frontera de Sahara Occidental: Los cinco o seis kilómetros, que separan este país, de Mauritania, se constituyen en una de las experiencias más alucinantes para el viajero. Territorio salvaje, lleno de minas y coches quemados, donde sin un conductor experto, se pierde la vida, seguro. No hay más población, que los numerosos empleados y buscavidas chantajistas de los puestos fronterizos.
                                                                                    Harar (Etiopía)
          -Rosso (Mauritania): Otra localidad fantástica de frontera, sino fuera por sus lamentables y tenebrosas infraestructuras hoteleras. Existe un mercado -al menos, los domingos-, genuino, muy animado y maravilloso.

          -Fadiouth (Senegal): Conectada por un largo puente de madera con la población de Joal, esta isla artificial llena de conchas, resalta la cotidianidad y convivencia de cristianos y musulmanes -con sus respectivos cementerios- en plena Petite Coté. ¡Un momentazo!.

          -Djenné (Mali): Sus construcciones tradicionales en adobe, hacen de este lugar un destino incomparable, sobre todo, si se visita los lunes, día del animado y bullicioso mercado, donde conocer gente y comer mil cosas distintas, resulta bastante factible. ¡Recomiendo las sabrosas albóndigas de pescado!.
Entradas  a monumentos egipcios

sábado, 19 de mayo de 2012

"Donnez-moi un cadeau"


             Llegas por la mañana pronto, a una ciudad nueva –de cuyo nombre no quiero acordarme- y consigues bajar del taxi siete plazas –increíblemente-, de una sola pieza y con todas las articulaciones gritando y protestando, al mismo tiempo. Enseguida, te rodea un montón de gente: “taxi, taxi madame, taxi…”Cuando consigues que entiendan, que no necesitas ninguno, te rodean los vendedores y comisionistas de los demás vehículos compartidos, ofreciéndote toda la variedad de destinos posibles, incluido, por supuesto, aquel del que acabas de llegar.
                    Personajes cotidianos de la vida de Mauritania y Senegal, tanto arriba, como debajo

            Otra vez, a decir que no y a esquivarles para conseguir llegar a la tiendecita de la esquina, donde venden bolsitas de agua de 500 mililitros y así aplacar la sed, pues aunque es pronto, el calor ya aprieta de lo lindo. Curioso lo de estas bolsas: yo nunca he sabido beber de la bota o el porrón y ahora si no quieres chupar todo el plástico –incluidos los gérmenes- tienes que lanzar a chorro, el líquido elemento. La otra solución es comprar botellas de litro y medio, pero son como cuatro veces más caras y a lo largo del día puedes, llegar a consumir, 5 ó 6 litros de agua por persona.

            Después de saciarte, comienza la búsqueda del hotel. No es fácil. En esta zona no abundan y como las ciudades están construidas a lo ancho, debes caminar varios kilómetros bajo el sol y por calles arenosas, hasta que encuentras uno.

            Todo esto es cotidiano en muchos viajes, pero lo que ya no lo es tanto, son las hordas de niños –de entre cinco y diez años-, que te rodean en manadas de 15 ó 20, para pedirte dinero o un regalo. A tu alrededor solo ves cabezas rapadas y pies descalzos. Y tan solo, escuchas: “donnez-moi un cadeau, donnez-moi un cadeau”.

            Les dices repetidas veces, que no, pero ellos insisten. Vuelves a negarte y ellos, a lo suyo. Al final tienes que enfadarte y dar cuatro gritos, para que se alejen un poco. La forma más efectiva de que se vayan corriendo, es mandarles a estudiar al colegio. Se les abren los ojos, ponen cara de susto y huyen.

            Colegios, claro que existen y a la puerta de todos ellos, hay dibujos y carteles informativos, en los que colabora Unicef y España, diciendo textualmente: “Yo quiero ir al colegio y quedarme en él”.
           
No sé si los intentos de otros gobiernos y de algunas organizaciones, caen en el saco roto de las autoridades locales, pero la realidad es que centenares de niños –sólo varones- llenan las calles desde las siete de la mañana, ataviados con su raído uniforme, consistente en: pantalón corto, camiseta futbolera y bote de tomate o de Nocilla, colgado a la espalda, donde recogen los restos de comida, que les ofrecen y diciendo a todo el que se cruza con ellos: ¡“donnez-moi un cadeau”! (¡Dame un regalo!).

Nota: Este fenómeno, es endémico en Senegal y muco más esporádico, en Mali y en el sur de Mauritania. 

martes, 15 de mayo de 2012

La frontera de Rosso no es tan fiera, como la pintan


                                                                                                   Rosso
            El garaje Rosso es una simple explanada mugrienta, donde la mafia del transporte trata de achuchar al viajero, cobrando por el equipaje, dado que las tarifas del trasporte, parecen fijas. Los taxis llamados, “sept places”, en realidad acogen a nueve viajeros, algunos espigados y estilizados negros, que no se sabe muy bien, donde meten las piernas.

Por el camino a la frontera, eguimos con los controles de seguridad. La verdad es, que no se entiende muy bien, a que tienen miedo, en este tranquilo y amable país, de gente afable y resignada, donde ni siquiera necesitan invertir una sola ouguiya, en controles de alcoholemia.
Rosso
            Rosso resulta ser auténtico y merece la pena pasearlo con calma y explorar su vibrante mercado. Pensábamos pasar el día aquí, pero no nos hubiera quedado otro remedio, dado que la frontera, hoy está cerrada, por elecciones en Senegal. Siempre nos toca a nosotros, la celebración local.

La gente es espontánea y quieren que les fotografíes. El Islam es aquí más relajado –o lo parece-, aunque la diversión, sigue sin existir. Si no es, por el placer que nos da ver camellos, orondas vacas, cabras, burros, caballos, perros… viviendo en perfecta armonía y compartiendo escenario, con los niños que salen del colegio, en una calurosa tarde de domingo.

            En las dos televisiones que encontramos en toda la ciudad, las opciones se reparten, entre ver un partido del Rayo Vallecano o seguir un culebrón. Y ambas, tienen sus numerosos seguidores.
                                                                            Rosso
            La frontera –que cruzamos al día siguiente, tras ser devorados por los mosquitos y pulgas del decadente e insufrible hotel-, no es tan fiera como la pintan o tal vez, haya mejorado en los últimos tiempos. El trato de la policía senegalesa y mauritana, es amable e intachable. Y el ferry para cruzar el río –sorprendentemente, en África- es gratuito

Otra cosa es y ya con los trámites burocrático-fronterizos resueltos, enfrentarse al caos del transporte senegalés y a la infrecuencia de los malditos cacharros, a Saint Louis y a que, de nuevo, quieran cobrar por el equipaje.
Rosso (parte de Senegal)
Pero, la llegada a esta agradable ciudad –que en nada parece subsahariana-, lo compensa todo. Y mucho más, degustando una fresca y ansiada cerveza, que durante los últimos doce días, nos ha sido negada: desde que partimos de Rabat, hasta hoy. ¡Mucha tierra de por medio, entre ambos momentos!. 

Sorprendente, pacífica y aburrida, Mauritania

           Tras diversas indagaciones matutinas y con dolor, decidimos cancelar la visita a Chinguetti. Es complejo: tendríamos que tomar el Tren del Acero, hasta Choun, llegando por la noche, sin saber si hay alojamientos. De ahí, transporte a Matar y nuevo cambio a Chinguetti, donde tampoco, sabemos si hay hoteles (es un lugar pequeño).
                                                                          Nouadhibou
Las circunstancias propician, que nos veqmos avocados a pasar un día más en Nouadhibou, pero más que para aburrirnos, nos sirve para exprimir las esencias de la ciudad, descubriendo un concentrado mercado, donde de lo que venden, no querría ni el 70% de las cosas, regaladas. Poco ambiente y puestos muy juntos, aunque bien estructurado.

Junto a tanta cacharrería, sólo un puesto de pescado y tres de carne. Más concurridas se hallan las incipientes galerías comerciales, donde venden teléfonos móviles, portándolos de la mano, en el exterior de las tiendas. Además, nos topamos con diversas zonas gremiales, en las que almacenan productos perecederos o venden centenares de maletas y bolsos. Algún día, es seguro, que llegaran los compradores. Pero, no se intuye próximo

            A la jornada siguiente, nos encaminamos a Nouakchott, en un moderno microbús de 16 plazas, donde viaja un empresario alicantino, relacionado con el pescado, que negocia a voces, lenguados rubios y tigres. España tiene bastante presencia empresarial en Mauritania, también a través de la construcción.
Nouakchott
 Nouakchott es una ciudad sin estructura –en este sentido, la peor capital de África- donde el sky line, lo debe constituir un edificio de tres plantas, de la mayoría, que aún siguen en paralizada construcción. El deporte nacional en este país, es amontonar piedrecitas y arena, y cargar conchas de la playa, en camiones, con fines desconocidos, aunque suponemos, relacionados con la construcción.

Tal vez, Mauritania sea el país más aburrido del mundo, aunque sus habitantes, parecen felices, sin ocio alguno conocido. No hay terrazas donde tomar té, ni pantallas gigantes donde contemplar el fútbol. Apenas, unos cuantos vendedores callejeros de café touba –una variedad poco cargada de café sólo, algo especiada y muy agitada-.

Para los escasos guiris que pululamos por el país –la mayoría franceses-, la vida es tan expectante, como tediosa: sin cerveza o alcohol, con comida repetitiva, con albergues caros y nefastos, con camas sin somier, sin apenas variedad de frutas, verduras o dulces, sin especialidades culinarias locales, sin ni siquiera la posibilidad de fumar algo, para el que lo quiera (no es nuestro caso)…
                                           Nouakchott
Senegal nos espera. Aunque, para que todo salga bien, deberemos cruzar la afamada y nefasta frontera de Rosso y esperar, que los conflictos, que se han iniciado en el país vecino con motivo de las elecciones, no vayan a más.

Mauritania ha sido una novedosa experiencia, pero con una vez, ¡BASTA!.

Objetivo Mauritania


            Tras abandonar El Aaiun, los controles policiales nos siguieron molestando, al grito, de ¿cuál es su profesión?. Por supuesto, siempre fuimos sinceros en nuestras respuestas: periodista y terrorista, como Alá manda. A los franceses, no les piden nada, ni les hacen preguntas. Debe ser, que todos tienen oficios muy adecuados y prósperos.
Vendiendo su trabajo, en Dakhla


Después de una noche de viaje, llegamos a Dakhla, última ciudad poblada, antes de arribar a Mauritania, aunque aún muy alejada de la frontera. No hay transporte público, por lo que el que no tenga vehículo propio, acabará cayendo en las manos del dueño del hotel Sahara. El lugar es tan adecuado y afable, como el dueño, pesetero. Pero, él tiene la sartén por el mango. El precio –caro, aunque depende, como se interprete- es innegociable y ha subido un 20%, en dos años.

Tras hacer noche, partimos a la hora convenida, en un antiguo Mercedes, bien mantenido, junto a un chico marroquí y una oronda señora, a la que llamamos “la chupa-chups” de fresa y nata, por su vestimenta. Es medio liberal: va tapada hasta las cejas, pero fuma como una coracha. ¡Esto ya no es lo que era!
                                   Desierto del Sahara
                                                                                              
El desierto sigue siendo tan desértico y vulgar, como en los últimos tiempos. La frontera de Marruecos es desorganizada y nuestro conductor, para adelantar tiempo, trapichea y soborna a los funcionarios. Atravesamos unos cinco kilómetros, de tierra de nadie, sin asfaltar o siquiera alisar. Quién no conozca la zona, puede acabar no encontrando nunca, el puesto fronterizo mauritano.

Entramos en el nuevo país, rodeados de amabilidad, simpatía y trámites sencillos. A pesar de que sigan obsesionados, con nuestra profesión y el itinerario. Cuentan hasta con un escáner, lleno de arena y polvo, como todo aquí. No hay control aduanero, así que los tres litros de alcohol marroquí, que llevamos camuflados en botellas de agua, se van para adentro.

La carretera vuelve a ser buena. Hay algo más de tráfico, que desde Dakhla, donde hemos pasado más de una hora, sin cruzarnos con nadie. Adelantamos a varios camiones, de inquietante remolque vacío. Hasta aquí, ya no se adentran las caravanas de los acomodados jubilados europeos.

Nouadhibú resulta desconcertante, por varios motivos, aunque no, porque todas las calles, asfaltadas o no, estén llenas de polvo y arena, Es una urbe sin estructura, de plantas bajas, en torno a una circunvalación. Cada uno ha construido donde ha querido y lo que le ha dado la gana. Poco caos y escasos transeúntes en un lugar, donde resulta difícil saber, donde y de que viven.
Nouadhibou
Los puestos callejeros son escasos: de mandarinas y naranjas, recargas de móviles, cigarrillos sueltos y chupa-chups. Gran amabilidad, para una localidad, donde ni siquiera hay bares de te o café y donde los niños juegan en futbolines, con solo la mitad de los jugadores y al lado de coches destrozados y saqueados, de todo lo que tuviera valor.

Mauritania es cara y en estas primeras horas, nos sentimos contrariados por algunas cosas. Pero no, desde luego, porque tanta gente hable nuestro idioma y porque casi todo lo que se vende aquí, proviene de marcas de nuestro país, adquiridas en Ceuta y Melilla y transportadas, a través de Marruecos y Sahara Occidental. No me extraña, que los polis hayan sido tan considerados en la frontera.       

lunes, 14 de mayo de 2012

"¡¡Allí, ya no hacemos nada!!"

          Sin lugar a dudas, se trata de la frase del viaje, en el tiempo que ha transcurrido, entre nuestro aterrizaje en Nador y las escasas horas, que nos restan para abandonar el Sahara Occidental, camino de la enigmática Mauritania. En esta zona del globo –como en otras-, los emigrantes comienzan a retornar, con el convencimiento y la decepción, de que lo de la crisis, ha sido un invento de occidente, no se sabe muy bien para que.
                                                                                 Tarfaya
La mayoría de los que así se expresan, más con calma y sosiego, que con resentimiento, han trabajado en España y quieren a nuestro país con locura. Pero, han llegado a la conclusión –varias veces escuchada, en estos días- de que, en Marruecos o en el Sahara, sigue habiendo trabajo, para el que lo quiera. ”No da para lujos, pero al menos, si llega para vivir, porque aquí los precios de las cosas, no se desorbitaron, ni nadie se volvió loco. ¡Allí, ya no hacemos nada!”
                                                                                   El Aaioún
            España y Marruecos, son dos países, culturalmente muy diferentes. Desde el Magreb o el Sahara Occidental, nadie lo discute, ni ponen reparos. Pero, si se asombran y contrarían de qué hace unos pocos años, por el alquiler de una casa en Madrid, se pagaban, 1.200 euros y hoy, sabiéndolo negociar, se pueda sacar por 600. Si esto es difícil de entender para un europeo, imaginaos, para un musulmán. 

Hacia el sur, con la visa de Mauritania en el bolsillo


             Gestionar la visa de Mauritania, resultó más fácil de lo esperado. Cuando haces la de la India, te entra una especie de visadofobia, que cuesta superar. En este caso, no hay problema por dejar algunos campos del formulario sin rellenar, sin que te riñan y si entregas las dos fotocopias del pasaporte, en un mismo folio, cortan la hoja con tijeras, en una pura y práctica solución a lo africano. Su único interés verdadero, es hacerse con los 340 dirhams, que cuesta la pegatina, que tira a cutre.
                                                                                         Agadir
            Hay que llegar temprano a la embajada, porque los horarios de atención al público, son tan irregulares, como misteriosos. En la cola hicimos amistad, con unos franceses mayores –camino de Burkina Faso, en un coche de más de 20 años- y con unas japonesas, algo estresadas, que habíamos conocido en Rabat, el día anterior y que nos propusieron viajar juntos. Opción tentadora, para cruzar la frontera de Mauritania, pero ellas, pretendían ir demasiado deprisa para nuestro ritmo, deseosos de profundizar, en el Sahara Occidental.

            Por lo demás, Rabat y Sale siguen como siempre. Aunque algo más modernas. Ya han instaurado, incluso, el carril-cacharro. Es como nuestro carril bici, pero por él circulan, motos, puestos móviles, bicicletas, personas que tiran de algo…¡Ya es un avance!. Mientras el primer mundo se deprime, África avanza, con mucha dignidad, aunque sea a ritmo lento.
Sidi Ifni
También pudimos descubrir, lo bien que se come en Rabat, cuando no es Ramadán (habían coincidido esas fechas, casualmente, en nuestras tres visitas anteriores, a la ciudad). Mucho pescado rebozado y delicioso, legumbres y verduras a la plancha, además de patatas rebozadas, con extraordinarias salsas y excelentes precios. De Rabat a Agadir, nos trasladamos en un plis-plas. Los autobuses han mejorado tanto, para las largas distancias, que ya han superado a los patrios (sobre todo, a los Alsa).

            Encontramos Agadir, desordenada urbanísticamente, como la vez anterior y llena de jubilados franceses, haciendo sus tablas gimnásticas, a lo largo del paseo marítimo. Un solicitado Marjane, nos permitió reponer nuestras reservas alimenticias y sobre todo, alcohólicas. Pasamos el día al sol, como los lagartos y yo terminé, quemándome las orejas y el brazo.
                                                                                    Sidi Ifni
En vez de tirar para Tarfaya, nos conducimos hacia Sidi Ifni, antiguo, pequeño y agradable protectorado español, donde sus bares, sus ultramarinos, su ambiente y el sempiterno olor a sardinas fritas y muy frescas, nos reconcilió con el mundo y hasta con el Islam. Merece la pena alejarse de la ruta principal, para llegar a esta entrañable localidad, donde nos esperaban para nuestra incontenible alegría, una ducha –de socorredora agua gélida- y un enchufe.

            Por cierto y ante las dudas surgidas en la red y no convenientemente aclaradas: la visa de Mauritania vale desde la fecha, que tú solicitas en el formulario para el ingreso al país –y no la del día que lo rellenas-, hasta 30 días naturales, después.

Sin duchas, ni enchufes

                                                                                             Taza
            Nuestro pasaporte, lleno de visas y de sellos, renovado hace tan sólo un año, se está convirtiendo en motivo de admiración y asombro, además de entretenimiento, de las autoridades fronterizas de Marruecos y de los dueños de los alojamientos. Nos encanta la apacible y agradable curiosidad árabe hacia el visitante, después del indiferente –a veces despectivo- trato, del que fuimos víctimas, no hace mucho, en la India.

            En este invernal viaje, hay dos características que nos resultan ajenas a Marruecos, acostumbrados como estamos, a viajar en verano: que nuestras habitaciones parezcan iglúes, tapándonos con mantas a todas horas y que llevemos varios días sin ducharnos (por falta de ducha o de agua caliente). Contábamos con el frío, pero no con la persistente lluvia, que afortunadamente, solo cae por las noches.
 Taza
            El fenómeno ducha, acompañado del de la ausencia de enchufe alguno en las habitaciones, resulta bastante molesto. De los cinco alojamientos, que nos ha permitido nuestra economía de guerra, cuatro no tenían, ni una cosa ni la otra. Y, el caso es, que por lo demás, no estaban mal.

            En cualquier otro país del tercer mundo siempre hay una forma de asearse, aunque sea compartida. En Marruecos no y se acepta, porque este tipo de hoteles, están llenos de lugareños. ¡Así huele en los autobuses, más populares y populosos!

            La medina de Taza es pequeña, pero muy bien cuidada, limpia y con numerosos atractivos, en forma de zocos, mezquitas, estrechas calles a las que se accede, después de ascender, bordeando la muralla, por 273 escalones. Unas alubias blancas con deliciosa salsa, nos reconfortaron bastante, junto a unos fresquísimos boquerones fritos, con vinagre –muy a la madrileña-, ideales para combatir el frío, desde dentro del organismo. La pega de esta ciudad –que en su parte baja, cuenta con un magnífico mercado-, es la escasez de hoteles.
                                                                                                Fez
            Quisimos partir el viaje en dos, después de que por motivos ajenos, no fuésemos directamente, a Rabat. La escala fue, la mil veces visitada Fez, donde al contrario de otras veces, fuimos muy acosados por los comisionistas de los alojamientos. Se nota, que estamos en temporada baja. Nos hemos integrado tanto en el país y en el aburrimiento generalizado, que acontecimientos como la final de la Copa de África –Zambia contra Costa de Marfil-, supusieron un momento de nervios y gozo.

            Al día siguiente, llegamos por cuarta vez a Rabat. Es la primera, que no es Ramadán y la ciudad cambia bastante. Ya han inaugurado el tranvía, que la comunica, con su vecina, Sale. Mañana es San Valentín. También aquí, el consumo ha encontrado su hueco, entre las grietas del férreo islamismo. Aunque lo hacen a su manera, de forma muy incipiente. Si no, no se explica, como uno de los regalos más destacados, es un enorme reloj de pared, con corazoncitos y fondo rojo, que más que para la casa de una enamorada, parece ideado, para los pasillos de un putiferio.
                                   Sale
            Mañana, trataremos de gestionar la visa de Mauritania. A ver si la conseguimos en breve y ponemos rumbo la sur. En cualquier caso, será el aniversario, del día que nos robaron la cámara en Lusaka y conseguimos recuperarla. 

lunes, 6 de febrero de 2012

Calentando motores

                                                                                 Oussouye (Senegal)
            Si nada lo remedia –a ese tipo de contratiempos, ya estamos acostumbrados, últimamente-, mañana 7 de febrero y tal como estaba previsto, partimos en nuestro quinto y último periplo largo. Los planes siguen siendo los mismos, a grandes rasgos, a los expuestos en el post anterior.

De todos los viajes largos, este es el que va menos improvisado, en cuanto a los preparativos. Aunque, probablemente –nos tememos-, será el que nos vaya a generar más incertidumbres, a lo largo de su desarrollo. Todas las zonas del mundo, nos producen bastante respeto, pero África occidental y una vez abandonado el reino alauita, rumbo a Mauritania, aún más.

                                                                                           Segou (Mali)
            En Marruecos, haremos lo descrito en el post de más abajo. En el resto de países, tenemos previstas las siguientes visitas (teniendo en cuenta, que seremos muy flexibles, para añadir o quitar destinos):

            -Mauritania: Nouadhibou, Nouakchott, Chinguetti, Ouadane y Oualata.

            -Senegal: Saint Louis, desierto de Lompoul, Dakar, isla de Goree, Toubab Dialaw, Mbour, Joal Fadiouth, Palmarin, Toubakouta y Casamance.

            Gambia: Banjul, Serekunda, Gunjur, Kartong, isla de Ginak, Georgetown, Vassu y Basse Santa Su. Aunque, los tres últimos destinos, los tenemos muy dudosos, debido a unos cuantos factores, entre ellos, el tema del transporte.

            -Mali: Bamako, Djenne, Hombori, Mopti, País Dogon (Bandiagara y Songo), Sikasso, Ségou y Timbuktú.

-Burkina Faso: Ouagadougou, Bobo-Dioulasso, Banfora y Gaoua
Desierto del Sahara

-Ghana: Accra, Keta, Axin, Cape Coast, Ada-Foa, Larabanga, Kakum, Biriwa, Bosumtwi y Elmina.

En Togo y Benin, aún no tenemos muy estudiado el itinerario, dado que no hay mucha información en internet. En el primer sitio, iremos seguro, a Kutammaku y en el segundo, a los Palacios Reales de Abomey.

Como en periplos anteriores, trataremos de llevar el blog al día. Aunque en este sentido, nada podemos garantizar.

jueves, 26 de enero de 2012

África occidental, desde el 7 de febrero


             El día 7 de febrero, partimos hacia África occidental, en nuestro quinto y último viaje largo (con el permiso de Ryanair). Curiosamente, la fecha es la misma, que cuando iniciamos el primero, hacia Sudamérica, Centroamérica y México, en el ya lejano, 2.008.
San Louis (Senegal)
            Volaremos con Ryanair, desde Madrid a Nador (8,99 euros) y desde ahí, visitaremos Melilla, para proveernos también, de viandas y bebidas alcohólicas. Recorreremos el camino –más de 500 kilómetros-, que nos separará de Rabat, tratando de hacer alguna visita intermedia, interesante. Aunque, no será fácil, dado que Marruecos, lo tenemos bastante trillado (será nuestro séptimo viaje al país y el primero en invierno).

            En Rabat, solicitaremos la visa de Mauritania y tal vez –dado, que las embajadas están contiguas, según tengo entendido-, la de Mali. Si no hacemos allí esta última, la obtendremos, en Dakar.

            Comenzaremos a bajar hacia el sur. Desde la mil veces visitada, Marrakech, hasta El Aioun y desde ahí, hasta Dakhla. Ambos recorridos, los haremos en transporte público, valorando en su momento, si nos conviene hacer alguna parada intermedia, en función de si hay o no, cosas interesantes.

            Seguiremos avanzando, por el Sahara occidental, hasta llegar a la frontera, de Mauritania. Esta vez, creo, deberá ser en taxi compartido o privado, dado que no hay otros medios de transporte. No tenemos muy claro, que haremos en este país. Habrá, que estudiarlo. Pero, nuestro fin, es llegar hasta Senegal y recorrer el país, para terminar en Gambia.
                      Nouadhibou (Mauritania)
            Nuestro siguiente objetivo sería Mali, si finalmente descartamos, Guinea-Bisáu. Lo que no contemplamos y es definitivo, es entrar en Sierra Leona o Liberia, por variadas razones. Por lo que la salida natural, desde Mali, es hacia Burkina Faso, primero y Ghana, después. Togo y Benin, podrían ser los últimos destinos de este periplo.

            La mayor duda –aunque a estas alturas, no nos preocupa demasiado-, es como llevar a cabo el retorno, dado que los boletos de avión desde África occidental, son realmente caros. Lo más barato es retornar desde Dakar, pero para llegar hasta allí, tendríamos que volver, a sacar y pagar visados, si es que no nos han permitido, hacerlos de entradas múltiples (aspecto, que ahora desconocemos).

            Decir, que hasta hace días, contemplamos la posibilidad, de incorporarnos a una de esas expediciones, hasta Senegal, que se anuncian en los foros (especialmente, en Lonely Planet). Todo te lo pintan muy bonito, hasta que tratas de clarificar el capítulo de gastos, bien desglosado. Por lo que he visto, más que compartir un viaje y una experiencia, lo que buscan, es que les salga casi gratis, llevando además, la sartén por el mango. Además, a veces, hay agencias o guías turísticos por el medio. ¡Cuidado con estas proposiciones, que pueden encubrir algo deshonesto!.         Camino de Kayes (Mali)

            Chipre y Líbano, que en un principio, iban a ser las primeras escalas de este viaje, quedarán para otra vez, no muy lejana, en un viaje corto, de unos 22 días.