Lugares, donde habríamos estado en USA y Canada
Esto del coronavirus parece una serie de miedo de ocho temporadas y me da la sensación, de que nos llegamos por el capítulo dos de la primera. Algo así, han sido para nosotros los preparativos viajeros, durante el último mes y la toma de decisiones hasta el último momento. Casi, como si se tratara de una agónica Semana Santa: paso a paso, con mucho fervor, con dilatada emoción..., pero también, con demasiada angustia.
14 de febrero: compramos dos billetes, a Nueva York, con escala en Toronto, a la ida y en Munich, a la vuelta, al precio increíble de 145 euros cada uno.
Durante las dos semanas siguientes comenzamos una hoja de ruta minuciosa: solicitar la ETA, de Canadá y la ESTA, de Estados Unidos; búsqueda de hoteles en ambos países; posibilidades de horarios de autobuses con las compañías Megabus, Peter Pan y Greyhound; selección de guías de viaje... Pero las noticias del día a día, nos van generando incertidumbre creciente.
8 de marzo: comienzan las severas medidas restrictivas, en Italia. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...
11 de marzo: Trump anuncia, que a partir del día siguiente, quedan prohibidos, durante treinta jornadas, todos los vuelos desde Europa -salvo Reino Unido-, a Estados Unidos. Parece, el principio del fin, pero aún albergamos una esperanza o triquiñuela desesperada: nosotros volamos, a Nueva York, desde Toronto -no desde el viejo continente- y consultando nuestra reserva en internet, todo parece normal.
13 de marzo: al mediodía, recibimos un correo de Air Canadá. Nos cambian el segundo vuelo de la ida de horario y por tanto, tenemos derecho a anular o cambiar, según nos cuentan y según el reglamento 261 de la Unión Europea. Pero, al tratar de hacerlo por la web, nos indican, que tenemos que gestionarlo con la agencia de viajes con la que hemos comprado los billetes (Budgetair).
Diez minutos después , e-mail de este operador virtual, en el que se nos anuncian los cambios, pero muy astutos ellos, ni dicen nada de lo otro. Es imposible contactar con ellos por saturación y porque a las seis de la tarde del viernes, echan la chapa todo el fin de semana, aunque se hunda el mundo.
Por esto, por el miedo de la gente y por el Estado de Alarma, anulamos todas las citas del fin de semana. Queremos centrarnos en esto. Correo a Budgetair, pidiendo la cancelación o cambio de fechas.
15 de marzo: desafiando el cautiverio, secuestro o confinacion establecidos, nos acercamos a la estación de autobuses, a ver si sigue habiendo servicios, desde Valladolid, a Madrid, como pone en la web. Las ventanillas están cerradas, pero los vehículos circulan.
Comemos, compramos los billetes del ALSA, me duermo la siesta y les comunico a mis padres, que nos vamos, cosa que no les hace ninguna gracia.
El descanso vespertino y las últimas noticias nos hacen reflexionar, aunque mi pareja ya ha hecho todo el equipaje. Ducha reparadora. La cosa es tan complicada, que a pesar de nuestra experiencia, carisma y suerte, esto tiene pinta de salir mal, porque además, Canadá está amenazando con seguir las medidas de Estados Unidos y ya no tenemos excusas (lo haría al día siguiente). Anulamos los billetes de autobús y nos devuelven el dinero sin problemas. ¡Respiramos a pulmón abierto!
16 de marzo (día del vuelo): dos correos contradictorios, de Budgetair, en apenas media hora. La contestación al nuestro, diciendo que nuestra tarifa no se puede anular o cambiar (mentira) y otro automático, indicando, que nuestros vuelos se han cancelado y que en quince días, nos devolverán el dinero, no sabemos, si con algún coste de gestión.
En estas estamos, esperando y enviando a la agencia amenazantes correos con la documentación pertinente para presionar. Y si no, al juzgado de lo Mercantil -cuando lo abran, claro-, que para reclamar menos de 2.000 euros, no hace falta, ni abogado, ni procurador.
De todas formas, el del 14 y 15 de marzo, ha sido para nosotros uno de los fines de semana más complicados de los últimos años. Aunque, ¡sarna con gusto no pica!
Creo, que por las buenas o por las malas, recuperaremos el dinero y volveremos a salir victoriosos. De todas formas, la batalla ya está ganada, porque de haber podido viajar -lo dudo-, haber disfrutado de este viaje -lo dudo, aún más-, tengo la seguridad, de que la a vuelta habría sido imposible (al menos, en los términos planeados ).
Esto del coronavirus parece una serie de miedo de ocho temporadas y me da la sensación, de que nos llegamos por el capítulo dos de la primera. Algo así, han sido para nosotros los preparativos viajeros, durante el último mes y la toma de decisiones hasta el último momento. Casi, como si se tratara de una agónica Semana Santa: paso a paso, con mucho fervor, con dilatada emoción..., pero también, con demasiada angustia.
14 de febrero: compramos dos billetes, a Nueva York, con escala en Toronto, a la ida y en Munich, a la vuelta, al precio increíble de 145 euros cada uno.
Durante las dos semanas siguientes comenzamos una hoja de ruta minuciosa: solicitar la ETA, de Canadá y la ESTA, de Estados Unidos; búsqueda de hoteles en ambos países; posibilidades de horarios de autobuses con las compañías Megabus, Peter Pan y Greyhound; selección de guías de viaje... Pero las noticias del día a día, nos van generando incertidumbre creciente.
8 de marzo: comienzan las severas medidas restrictivas, en Italia. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...
11 de marzo: Trump anuncia, que a partir del día siguiente, quedan prohibidos, durante treinta jornadas, todos los vuelos desde Europa -salvo Reino Unido-, a Estados Unidos. Parece, el principio del fin, pero aún albergamos una esperanza o triquiñuela desesperada: nosotros volamos, a Nueva York, desde Toronto -no desde el viejo continente- y consultando nuestra reserva en internet, todo parece normal.
13 de marzo: al mediodía, recibimos un correo de Air Canadá. Nos cambian el segundo vuelo de la ida de horario y por tanto, tenemos derecho a anular o cambiar, según nos cuentan y según el reglamento 261 de la Unión Europea. Pero, al tratar de hacerlo por la web, nos indican, que tenemos que gestionarlo con la agencia de viajes con la que hemos comprado los billetes (Budgetair).
Diez minutos después , e-mail de este operador virtual, en el que se nos anuncian los cambios, pero muy astutos ellos, ni dicen nada de lo otro. Es imposible contactar con ellos por saturación y porque a las seis de la tarde del viernes, echan la chapa todo el fin de semana, aunque se hunda el mundo.
Por esto, por el miedo de la gente y por el Estado de Alarma, anulamos todas las citas del fin de semana. Queremos centrarnos en esto. Correo a Budgetair, pidiendo la cancelación o cambio de fechas.
15 de marzo: desafiando el cautiverio, secuestro o confinacion establecidos, nos acercamos a la estación de autobuses, a ver si sigue habiendo servicios, desde Valladolid, a Madrid, como pone en la web. Las ventanillas están cerradas, pero los vehículos circulan.
Comemos, compramos los billetes del ALSA, me duermo la siesta y les comunico a mis padres, que nos vamos, cosa que no les hace ninguna gracia.
El descanso vespertino y las últimas noticias nos hacen reflexionar, aunque mi pareja ya ha hecho todo el equipaje. Ducha reparadora. La cosa es tan complicada, que a pesar de nuestra experiencia, carisma y suerte, esto tiene pinta de salir mal, porque además, Canadá está amenazando con seguir las medidas de Estados Unidos y ya no tenemos excusas (lo haría al día siguiente). Anulamos los billetes de autobús y nos devuelven el dinero sin problemas. ¡Respiramos a pulmón abierto!
16 de marzo (día del vuelo): dos correos contradictorios, de Budgetair, en apenas media hora. La contestación al nuestro, diciendo que nuestra tarifa no se puede anular o cambiar (mentira) y otro automático, indicando, que nuestros vuelos se han cancelado y que en quince días, nos devolverán el dinero, no sabemos, si con algún coste de gestión.
En estas estamos, esperando y enviando a la agencia amenazantes correos con la documentación pertinente para presionar. Y si no, al juzgado de lo Mercantil -cuando lo abran, claro-, que para reclamar menos de 2.000 euros, no hace falta, ni abogado, ni procurador.
De todas formas, el del 14 y 15 de marzo, ha sido para nosotros uno de los fines de semana más complicados de los últimos años. Aunque, ¡sarna con gusto no pica!
Creo, que por las buenas o por las malas, recuperaremos el dinero y volveremos a salir victoriosos. De todas formas, la batalla ya está ganada, porque de haber podido viajar -lo dudo-, haber disfrutado de este viaje -lo dudo, aún más-, tengo la seguridad, de que la a vuelta habría sido imposible (al menos, en los términos planeados ).