7º.- Seguimos en el mismo viaje largo,
pero ahora, en México. Decidimos, visitar las ruinas de Monte Albán,
cercanas a Oaxaca y antes de acudir, compramos unos botellines de
cerveza, de la marca Sol (estupenda). Estábamos casi solos y cuando
abrimos un par de ellos, un empleado corrió hacia nosotros, con cara
de loco y enojadísimo, acusándonos, poco menos, de borrachos
patológicos.
Palenque, en México
Nos obligó a abandonar el recinto arqueológico, espetándonos: “Cuando se os pase la mona, dentro de
un par de horas, podréis volver”. Así lo hicimos y aprovechamos
el tiempo para tomar el resto de las cervezas y comer. Pero, no le
salió gratis. Pusimos una reclamación en el recinto y otra en la
oficina de turismo de Oaxaca. Al no tener respuesta en varios meses,
contactamos por correo electrónico. Nos indicaron, con asombrosa
rapidez, que ese empleado ya no trabajaba allí.
Bangkok, en Tailandia
8º.- A pesar de sus numerosos golpes
de estado, Tailandia es un país bastante tolerante con la mayoría
de las cosas, si se actúa con sensatez, claro. No ocurre así con
las bebidas alcohólicas -incluidos vino y cerveza-, que tienen unos
horarios limitados de venta, entre las once de la amñana y las dos
de la tarde y las cinco y las doce de la noche. Los supermercados y
las omnipresentes tiendas de 24 horas son inflexibles con esta norma,
pero las tiendas pequeñas hacen la vista gorda y te venden lo que
desees, en un rincón discreto del local, envolviendo la mercancía
en hojas de periódico y colocándolo en opacas y sucias bolsas
negras.
Surabaya, en Indonesia
De esta manera, salvamos muchos
contratiempos en los diferentes viajes realizados a este país.
También, conseguimos librarnos del Buddha's Bitrhday, que nos pilló
por sorpresa, en Nakon Rattchasima, el 14 de mayo, de 2.014. En esta
jornada está prohibida la venta de alcohol, pero no resulta difícil
obtenerlo.
9º.- Corría el final del mes de
agosto, de 2.008, durante nuestro segundo viaje largo, cuando
viajábamos por Surabaya, en Indonesia. Como otras tantas veces,
tuvimos la mala suerte de pillar el Ramadan, en un país musulmán
(Bali es hinduista).
Lesotho
En el enorme Carrefour de esta ciudad,
seguían vendiendo cervezas y derivados alcohólicos, pero de forma
discreta, en estanterías alejadas de los productos básicos y
cubiertas con cortinas o lonas. Cogimos nuestra mercancía y al
llegar a la caja, la cajera nos miró con cara de pánico, como si
hubiera visto a Satanás, negándose a tocar las latas y a cobrarlas.
Pasaron cinco minutos, hasta que llegó la encargada, que le obligó
a vendérnoslas. Lo hizo de muy mala gana y pasándolas por el
escáner muy deprisa y casi sólo rozándolas, como si mordieran o
fueran venenosas.
Kariba, en Zimbabwe
10º.- En nuestro periplo por África austral y del este, tuvimos decenas de anécdotas relacionadas con la cerveza. Llegamos exhaustos, a Maseru -capital de Lesotho-, después de un día caluroso y agotador, en el que habíamos tenido que andar un trecho largo, desde la frontera, hasta tomar un autobús y habíamos lidiado con unas simpáticas adolescentes, que al final resultaron tóxicas.
En la guía sólo venía un
alojamiento, muy alejado y a las afueras, gestionado por unos
religiosos, que fue el único, que encontramos. Eran las ocho y media
de la tarde y había toque de queda, a las diez. El bar más cercano
se hallaba a media hora, caminando. No lo pensamos e hicimos el
camino corriendo, para engullirnos en minutos dos botellas de 75
centilitros, cada uno. La vuelta, más reposada, resultó ser de
mucho miedo, cruzando parques eternos y solitarios.
Lusaka, en Zambia
11º.- Kariba es algo disperso -se
pueden ver animales salvajes, sin coste alguno-, pero es un lugar
encantador en el norte, de Zimbabwe. Llegamos allí, a las diez de la
noche, completamente desorientados, dada la deslocalización de los
diferentes núcleos, que forman la ciudad. No tuvimos más remedio,
que fiarnos de un buscavidas, para encontrar alojamiento.
Tuvimos suerte, dado que no nos la
jugó y nos llevó a un hotelitto, donde supongo, obtuvo su justa
comisión. Le dijimos al dueño, si había algún problema, en que
fuéramos al centro, a tomar un par de cervezas y nos indicó, que el
cerraba a las 12. Regresamos, a menos diez y el establecimiento
estaba clausurado. Gritamos y aporreamos la vieja verja metálica
exterior, sin resultados. Tuvimos, que saltarla, enredándonos en
ella, destrozándonos la ropa y causándonos arañazos. Entramos por
una ventana abierta, observando al vigilante acurrucado, plácidamente
dormido.
12º.- Lusaka -capital, de Zambia- es
uno de los lugares más inhóspitos del continente: la gente es,
realmente, hostil. Cometí el error de vestirme con unos pantalones
de bolsillos amplios. La cerveza tuvo la culpa de que nos robaran la
cámara de fotos, dado que paseábamos distraídamente, engulléndola
y con las manos ocupadas con ella y la guía. Pero, también fue la
responsable de recuperarla. Corrimos tras ellos y los acorralamos en
un callejón, elevando la mano con el vidrio y amenazándoles con
partírselo en la cabeza. ¡Mano de Santo y aplauso de los vendedores de la zona!. Algún día, nos pasará algo chungo, a consta de la maldita, pero imprescindible cerveza.