Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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miércoles, 3 de julio de 2019

"Viviendo en la calle..., cerca de tu casa"

                          Las ocho primeras son, de Pesc y las otras cinco, de Sopron (Hungría)
         Ya lo decía la antigua canción de Los Rodríguez: "el mundo está lleno de fantasmas, viviendo en la calle, cerca de tu casa". Y es, que desde hace casi un año a esta parte y por diversas razones -fundamentalmente, los precios elevados, aunque también, la escasez de alojamientos en determinados lugares-, nos está tocando pasar más noches de las debidas en las calles.

          Nos sucedió en el aún reciente noveno viaje largo, especialmente en Australia. Allí, pasamos diez noches entre playas, autobuses, terminales de transporte o la calle (seis de ellas, seguidas). Y, nos ha ocurrido en este reciente viaje por centroeuropa. Nueve de las diecisiete noches las hemos pasado de diversas maneras, sin alojamiento.

          Lo peor del asunto, ya no es el hecho de noctambulear, como somss en pena, por las arterias de una ciudad o por una playa, sino que nos estamos acostumbrando y nos lo empezamos a tomar con gran naturalidad. Antes, no disponer de un hotel, despertaba todas nuestras alarmas. En la actualidad, lo asumimos con total resignación y sin torcer el gesto y pensamos: "otro día será". Y a la mañana siguiente..." Lo ves, otra jornada en que nos hemos ahorrado la habitación".

        Al hilo de todo esto, he aquí algunos consejos -a modo de "Manual de Supervivencia", de Pedro Sánchez-, para hacer más llevadera una situación, como las narradas:

          -Tratar de llevar el mínimo equipaje posible y por el día, intentar colocarlo en la consigna gratuita de algún supermercado o centro comercial. Estar sudando a todas horas por la espalda resulta muy desagradable. Estos lugares suelen disponer de enchufes para cargar el móvil y de wifi.

           -Dormir a ratos por el día. Ya, que por la noche, se está más en vela, no está mal dedicar dos o tres horas, después de comer, a tirarse en la fresca hierba de un parque público. En Viena, Bratislava o Gyor, por poner tres ejemplos, se dan las condiciones propicias para ello.

           -Es muy importante, proveerse de alcohol, que resulta un extraordinario aliado para las noches en blanco. Mejor, vino o cerveza, que bebidas espirituosas. Los primeros, se pueden dosificar  y te mantiene alto, durante varias horas. Las segundas, te podrían hacer perder el control, que es lo que no quieres.

           -Como primera alternativa, tratar de buscar una terminal de transporte o si no está muy lejos y el coste de llegar es escaso, un aeropuerto (lo hicimos, en Incheon, en Corea, en 2015; en Bérgamo...) Las estaciones de trenes suelen cerrar ( no es el caso de la de Sydney o Melbourne). En cuanto a las de autobuses, la situación es más variable. En Centroeuropa, la mayoría chapan tres o cuatro horas, pero el acceso a las dársenas carece de puertas y suele haber bancos donde tumbarse

          En algunas hay segurata (Budapest). En otras, te tocan las narices al amanecer. En la de Brno, hay un bareto abierto las 24 horas, que da mucha seguridad. Y, en la de Bratislava, pululan unos cuantos impresentables, inofensivos, pero muy pesados.


          -Si dos varios, tratar de dormir por turnos en fracciones de dos o tres horas. Siempre, poniendo el sentido común por encima de todo lo demás.

           -Si toca pasar la noche en la calle, no es conveniente permanecer mucho tiempo sentado en el mismo lugar. Podríais llamar la atención de transeúntes o peor, de la policía. No pulular por los exteriores de las estaciones, que suelen estar llenos de gente ociosa y carente de ingresos.

           -Viernes y sábados son las mejores noches para estar sin alojamiento, porque en verano, hay mucha gente en la calle de juerga y es fácil, mezclarse con ellos. Tampoco está mal participar en el jolgorio. ¡Al fin y al cabo, te estás ahorrando un pastón en el hotel!

          -En algunas ciudades -pocas-, hay locales de ocio abiertos las 24 horas o con horario amplio.


         -Si te despierta la policía, se parco en palabras, pero correcto. Indica, que estás esperando a tomar un autobús para dónde se te ocurra (que sea factible)

           -En primavera- verano y una o dos horas antes de amanecer, los pájaros te empezarán a avisar del acontecimiento, enloquecidos .

   

martes, 2 de julio de 2019

Diez destinos para un viaje de 17 dias

                                   Todas las fotos de este post son, de Cesky Krumlov (Chequia)
          A punto de concluir los posts sobre este viaje de 17 días por centroeuropa -los ocho vídeos ya han sido publicados al completo-, no quiero dejar de hacer una breve reseña de los diez destinos visitados. De ellos, tres -Bratislava, Viena y Budapest-, ya eran conocidos. Según los planes iniciales, solo dejamos de acudir, a Olomuc, en Chequia. A cambio y en ese mismo país, nos acercamos, a Tabor, lugar no previsto.

          Vamos a exponerlos por orden cronológico:

   -Bratislava: poco queda ya de aquel pequeño casco histórico acogedor y tranquilo, que conocimos a primeros de los noventa. La ciudad se ha modernizado, los precios se han disparado y las y hordas turísticas -españolas, mayormente- lo invaden todo. Sin embargo, aún es posible disfrutar de cierto recogimiento en su maravilloso castillo.

           -Brno: una de las agradables sorpresas positivas del viaje. Escasamente turística, dispone de un casco antiguo espectacular, en torno a sus dos magníficas  plazas. Una de ellas, con mucha historia y un entrañable mercado -junto a la fuente de las carpas- y mucha historia. La otra es más grande y supone el centro crucial de actividades sociales y culturales de la ciudad. La catedral resulta muy chula por fuera, aunque el castillo nos decepcionó algo.

          -Ceske Budejovice: localidad con mucho ambiente nocturno, durante los fines de semana, dispone de la para mí, plaza más bonita de Europa. Ofrece numerosas zonas verdes junto al río y es punto de partida para visitar el siguiente destino

          Cesky Krumlov: negar la belleza de esta ciudad museo medieval, encajonada en el meandro de un serpenteante río, sería de idiotas. El castillo y el casco viejo resultan excepcionales, pero los interminables grupos organizados lo invaden todo, matando su magia. Si se puede, es mejor visitarla a la hora de comer o al atardecer, con el fin de evitar esta desagradable lacra.

           -Tabor: sin ser tan bonita, como las anteriores, es recomendable si pilla de paso, como nos ocurrió a nosotros. Cuenta con una plaza magnífica y un barrio viejo de estilo puramente centroeuropeo.

          -Budapest: a pesar de los problemas con el alojamiento, el reencuentro con esta ciudad fue maravilloso, mejor de lo esperado. No volvíamos allí desde mediados de los noventa y la ciudad se ha modernizado mucho, conservando sus esencias. Al ser tan grande y dispersa, la masificación turística se nota menos, salvo en el barrio del castillo y el Bastión de los Pescadores. Ha perdido el encanto de los bajos precios.

          -Pecs: bella urbe universitaria de casco histórico revelante y casi peatonal. Destaca la mezquita, que construyeron los turcos y es muy recomendable recorrer sus calles de noche, llenas de magia. Mucho ambiente nocturno, especialmente, en la terraza del hostel principal.

          -Sopron: otro exponente importante de modelo de casco viejo centroeuropeo, tranquilo, provinciano -no es peyorativi-, armónico y ordenado. Tan solo algún grupo organizado se deja caer, de vez en cuando.

          -Gyor: el anuncio decía, que "con un poco de pasta basta". ¡Pues, no! Se trata de una localidad bastante cara, especialmente en cuanto al alojamiento. La vida gira en torno a sus dos plazas, rodeadas de calles tradicionales, aunque con menos encanto, que las de las ciudades anteriores.

           -Viena: después de venir de Eslovaquia, Chequia y Hungría, Viena nos pareció hasta barata. No nos gustó esta ciudad hace 28 años y tampoco, ahora. Es demasiado perfecta y salvo algunos edificios muy interesantes, los demás parecen tan iguales, que podrían ser fotocopias, los unos de los otros. Las hordas turísticas destruyen cualquier intento incipiente de poder disfrutar de la visita.

Pecs, nocturno


lunes, 1 de julio de 2019

Día complicado, en Budapest

                                     Todas laa fotos de este post son, de Budapest (Hungría)
            Todos los viajes -demostrado- tienen un mal día y la verdad es, que la experiencia demuestra, que no debes enfrentarte a el. Lo mejor, dejarlo pasar a hurtadillas, sin tomar grandes -o pequeñas- decisiones y esperar a que escampe.

          Este periplo centroeuropeo no está siendo fácil, debido a la dificultad para encontrar alojamientos adecuados y a que el transporte público no nos está llevando donde queremos y con la frecuencia deseada.

          El día empieza mal, pero eso ya era previsible. Más bien, la noche. Para ahorrar dinero y dada la escasa actividad de buses, a Gyor, optamos por retornar a Budapest y decidir sobre la marcha sobre nuestros siguientes pasos. Nos descargamos la aplicación, de Flixbus, dónde gestionas muy rápido las tarifas más baratas, aunque con menos frecuencia de horarios.

        Aun así, el bus nocturno va lleno, sobre todo de subsaharianos, que reciben un buen desplante por parte de los lugareños, aislandolos en la parte de atrás. Este racismo salvaje, que en España no nos creemos, pasa en muchos países de Europa.


          Tras unas tres horas, llegamos a la estación, que se ubica a las afueras de la ciudad y que ya está cerrada. Afortunadamente, en estos países, el edificio es independiente de las dársenas, lo que hace posible, que puedas pernoctar en estas.

          La noche transcurre larga, aunque tranquila. Un apático segura trata de controlar a un borracho -desde que las estaciones están a las afueras, ya no hay muchos- y a unos cinco viajeros que hacemos tiempo, tomando algo, navegando por internet o tratando de dormir. Eso hacemos nosotros, mientras todas las instalaciones de la estación están clausuradas. Por supuesto, a la mínima cabezada, la seguridad más insegura te molesta y humilla.

        Amanece sobre las cuatro y pico y hartos, nos vamos camino del centro. Todo abre muy pronto y el calor ya se hace notar. Sabemos -mas bien, intuimos-, que vamos a tener problemas con el alojamiento. Ya he hablado en otro post del tema de los apartamentos turísticos.

          No nos hemos atrevido a reservar por Booking, porque la localización del que nos interesa es difusa y tememos no dar con ellos, después de que nos atrapen el número de la tarjeta de crédito. Vemos medio Budapest, intercalado con visitas varias al alojamiento, que con mucho esfuerzo localizamos, dado que ni la mayoría de los vecinos saben de su existencia.

          La primera vez,  que vamos, no hay nadie; en la segunda, nos encontramos con una chica, que tiene una reserva y que lleva un rato esperando, sin suerte. Tras el tercer intento, mandamos un WhatsApp y un correo a la propiedad, pero no nos contestan. Es a la cuarta, casi a las cinco de la tarde, cuando lo que nos ofrecen es una habitación pequeña, húmeda, axfisiante y sin ventana. Parece un horno-zulo, pero no tenemos elección.

         Estamos derrotados y cae una siesta de tres horas, entre pesadillas diversas. A las ocho salimos de compras y pretendemos, llegar a la vieja Buda. Pero, en mitad del puente de las cadenas se desencadena una tormenta terrible, que nos deja hechos un sopicaldo de Maggi.


        Como consecuencia del abrupto fenómeno metereológico, se ha ido la luz del hotel y también el wifi. No hay ningún responsable para pedir cuentas, por lo que nos toca revisar las instalaciones eléctricas in person, hasta dar con el maldito interruptor general.

          Finalmente,  nos toca dormir con la puerta de la alcoba abierta, debido al insoportable calor, expuestos a todo lo imaginable y a nada bueno. ¡Que más da ya, que el baño y la ducha sean pequeños y no tengan pestillos o que la entrada al recinto de las habitaciones, ni siquiera cuente con una miserable y protectora puerta!


        Tenemos todas las papeletas para que mañana sea un día mejor.


Atardece, en Pecs (Hungría)


domingo, 30 de junio de 2019

La nostalgia no puede empañar la cruda realidad

                              Siete son de Ceske Budejovice y cuatro, de Cesky Krumlov (Chequia)
          Corria 1990, cuando en nuestra alborotada, aunque atinada juventud, nos decidimos por primera vez, a visitar la Europa del Este, al rescoldo de la caída del muro de Berlín, de la abrupta caída de Ceaucescu y de los demás acontecimientos altisonantes de la época. Reconozco -y,va fecha de hoy, conocemos más de 130 países de los cinco continentes-, que pocos momentos he vivido con tanta emoción, como aquellos.

         Para la trasgresora y curiosa mirada de unos estudiantes de últimos cursos de  periodismo, resultaba impagable poder vivir aquellos acontecimientos en primera línea, sin los agobios turísticos de hoy en día, motivados por las hordas de los grupos organizados, cuyas consecuencias son más dañinas, que las de las plagas de langostas de la Biblia.

          Y otro aliciente, ayudaba a cerrar el círculo mágico: los precios de las cosas resultaban -mas o menos-, un 80% más baratos, que en España, por lo que se extendía la locura a la hora de comer, beber -no precisamente, agua-, fumar, fo...(no, si eso era gratis).

          Recuerdo en Budapest, que éramos incapaces de gastarnos el dinero, maquinando a todo trapo. Mi pareja de entonces -que es la misma, que la de ahora-, acabo vomitando, porque ya no le entraba nada más en el cuerpo. Y todo, con la frustración, de que dividiendo el dinero por horas, cada una que pasaba, aumentaba la media, que teníamos que gastarnos, para hacer desaparecer nuestros molestos forintos.

           Hace  casi dos décadas, que no apareciamos por centroeuropa. Si hemos estado -mas o menos, de forma reciente-, en otros países del este del continente y nos parece, que Bulgaria, Polonia y en cierta medida, Rumanía, siguen disfrutando de unos precios muy atractivos para el viajero y lo que es todavía más importante, para los ciudadanos, que allí residen.

          No se puede decir lo mismo, de Hungría, Eslovaquia o la República Checa, dónde desde hace años se lanzaron a la conquista del lejano oeste y cualquier servicio, que contrates o compra, que hagas, suele ser hasta más caro, que en España. En 1990, Austria nos asustó y cohibio, porque todo valía el doble de lo acostumbrado. Hoy en día, hay muchas cosas, que salen más a cuenta en este país, que en Hungría, Chequia o Eslovaquia.

           En esas andábamos, lamiendonos las heridas del pasado, cuando en nuestra segunda jornada, en Ceske Budejovice, nos abordó un señor entrado en años para hacernos todo un interrogatorio sobre nuestras capacidades económicas: "Pero, ¿ustedes pueden viajar, les llega el dinero?" "¿Tienen para algo más, que no sea pagar la casa y la alimentación?"

         "Miren -continuo-, yo no me puedo ni jubilar. Aquí, hay un 25% de pensionistas que están por debajo del umbral de la pobreza. Gente, que ha estado trabajando toda la vida. La cesta de la compra resulta inasumible y apenas le queda a las personas dinero para más, que para comer. Es imposible, ahorrar. Ni siquiera, poder dedicar una pequeña parte de tu salario, al esparcimiento o al ocio."

        Ya  con la mosca detrás de la oreja y conmovidos, en una calurosa tarde de hotel espartano, nos dio por irnos a investigar, a Google. No hubo más, que poner, salario medio de -en doce pagas y no en 14-..., Chekia: unos 1200 euros al mes. Hungría: unos 1100. Eslovaquia: poco más del millar de euros.


        Atraidos  por el juego, empezamos a meter naciones a diestro y siniestro. Ni que decir tiene, que la siguiente fue España: unos 1800 euros al mes. Y pensamos: " pero bueno, si casi ganamos el doble y disfrutamos de unos precios mucho más competitivos". El ánimo decayó, cuando caímos en la casilla de Alemania: ni más ni menos, que un salario medio de 5000 euros cada treinta días. Entonces, ¿de quién estamos más cerca, por mucho que no nos guste o sorprenda?.

           A m modo de ver, las dos razones básicas de que los productos esenciales -y los que no, también- sean tan caros en las naciones visitadas, residen en que el consumo no es masivo -por no poder permitírselo- y por ello, bajan los márgenes y en la inexistencia casi total de marcas blancas (Clever es una excepción).

sábado, 29 de junio de 2019

Logística: mayores dificultades de las esperadas

                                 Una  de Bratislava, seis de Brno y tres, de Ceske Budekjovicce
          A finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando recorrimos las principales capitales de esta zona centroeuropea, todo era muy sencillo -y barato-, porque con el interrail, no necesitabas, reservar plaza en los trenes y localizar los diferentes campings, era pan comido.

          Pero  en esta ocasión, casi nada ha resultado fácil, especialmente, en lo relacionado con el transporte público y los alojamientos. Vayamos por partes, porque la cosa tiene su miga.

         En la zona sigue habiendo tan buenas conexiones de tren, como antaño, aunque este medio es mucho más caro y más inaccesible aún, cuando se trata de trayectos internacionales, dónde los precios se disparan hasta límites insospechados. Aunque al final y para tramos muy concretos, utilizamos el ferrocarril, tuvimos que desplazarnos, mayormente, en autobús.

         En este caso, los recursos son mucho más limitados, especialmente, en los trayectos entre distintos países, dónde a veces, solo circulan uno o dos autobuses al día, en ocasiones, a horarios algo intespestivos. La única nota positiva la pone la empresa  Flixbus -vehiculos de color verde-, que con sus frecuentes servicios viene a tapar algunos importantes agujeros. Sus billetes se pueden comprar en las estaciones, pero resulta más recomendable descargarse la aplicación  -de uso muy intuitivo-, con la que se pueden conseguir descuentos de hasta el 50%, reservando con cierta antelación. Basta con presentar el código QR, que te proporcionan, al autobusero.

         Lo  del alojamiento resulta aún más desesperante. Fuera de los grandes núcleos turísticos -Praga, Viena y Budapest-, es casi imposible encontrar hoteles de precio medio -baratos, ni los hay- y los pocos, que existen, dejan bastante, que desear para su precio. Por ejemplo, tuvimos que pagar 30€ por una habitación en una espartana y antigua residencia de estudiantes. Dormir en la calle o en la estación de turno, no fue un hecho infrecuente para nosotros en este periplo.

          Capítulo aparte, merecen los tan de moda denominados apartamentos turísticos. No es el timo del tocomocho, pero casi. Si reservas por Booking -evidentemente-, te toman el número de tarjeta y luego, tu te las apañes para encontrarlo, porque casi nunca suelen tener un rótulo o cartel indicándolo. Muchas veces, ni siquiera los vecinos saben de su existencia. Supongo, que todo es, porque son ilegales y no pagan impuestos.

        Una vez, que lo has descubierto, tendrás fortuna si hay alguien para recibirte. Normalmente, tendrás, que llamar a un teléfono o escribir un correo electrónico, que te contestarán más bien tarde, que temprano, si estás de suerte, pero tú número de tarjeta, ya lo tienen atrapado. Tal vez y si no hay más contratiempos -toca rezar-, a las seis o las siete de la tarde habrás conseguido hacer el check-in, habiendo perdido más de medio día en tortuosas y molestas gestiones.

          Otra contrariedad importante -ya mencionada, en posts anteriores-, resultó ser la ausencia de aire acondiciondo en todas partes -alojamientos, centros comerciales, supermercados, estaciones, edificios en general...-, ya no solo en Hungría, Chequia y Eslovaquia, sino hasta en Austria. ¡Es que ni siquiera un ventilador al que acercar la cara y aliviarse ! A ver: yo entiendo, que hace algún tiempo por esta zona no te comieran las altas temperaturas, pero eso ha cambiado y tendrán, que adaptarse. La mayor parte del viaje transcurrió con máximas de 30 grados y mínimas de 21 y el calor en los hoteles se convirtió en toda una sudorosa pesadilla (en el de Budapest hubo, que dormir con la puerta de la habitación abierta).

          Pustas tan mal las cosas, si que me gustaría destacar algo bastante positivo. En los supermercados de todos los países visitados, te dejan entrar con la mochila a la espalda y para salir, no lo haces por la caja, molestando a toda la cola, si no llevas nada de compra, sino por el medio, el mismo espacio diáfano por el que has entrado. ¡Ya está bien, que en casi todos los supermercados de España nos consideren delincuentes y seamos sospechosos de ladrones, desde el momento, que entramos!

          Y  algo más: fuentes de agua fresquita por todas partes, lo que contribuyó a hacer la cosa más llevadera .