Todas las fotos de este post son, de Shimla (India)
Pues sí, llegamos a Shimla, pero antes
hubo mucha tela, que cortar, durante siete horas. Con ninguna gana,
nos levantamos a las cinco de la madrugada y al fin -aunque no había
muchos disponibles-, encontramos unos asientos donde colocar nuestro
maltrecho culo. Paisaje agradable, carretera en estado diverso
-aunque, casi siempre, chungo-, cacharro infecto y sin amortiguadores
-botas más, que en el antiguo carro de mi abuelo-, desagradable y
aguda música india a tope e indios tocahuevos en el pasaje. ¡Nada
nuevo, bajo el agradecido sol!.
Hasta ahí todo normal. Diríamos, que
incluso con buenas noticias: el cobrador se olvida de nosotros y nos
permite viajar gratis. Por supuesto, no decimos ni mu, porque somos
así de desaprensivos. Pero, tras tres horas, empezamos a sufrir
retenciones de tráfico, que fueron las que ya supusieron nuestra
pesadilla en este estado, hace tres años. Pensamos, que esta vez se
debía, a que teníamos que cruzar por un puente de una sola
dirección y que el tráfico va por turnos: primero unos y luego los
otros. Pero no. Tras casi una hora parados, descubrimos un camión
volcado -esta vez, sí hay grúa, aunque cutre- con la parte del
acompañante hecha mantequilla (esperamos, que no viajara nadie en
ella).
A partir de ahí, nuestro conductor se
ha vuelto loco, sea por nervios o por hambre y adelanta a todo lo que
se mueve, tocando sin parar el claxon, por carreteras de montaña con
enormes precipicios a los lados. ¡Pánico Pradesh, tantas veces
vivido!
A la entrada de la estación de
Shimla, con lamentable forma de embudo, ha habido otro accidente y
una nueva retención. Bajamos del bus y hacemos el último kilómetro
andando, entre los coches -aquí, como en todo Himachal, no hay tuck
tuck, ni rickshaws, afortunadamente-, para darnos cuenta, que el bus
urbano, que nos tiene que llevar al centro, debe salir por el mismo
sitio taponado. La alternativa, ascender una empinada y abrupta
escalera, por donde no subirían ni los monos. ¿Monos?. ¡No
sabíamos, lo que nos esperaba!.
Después de siete horas de
sufrimientos y desesperación, hemos llegado a un destino, al que no
deberíamos haber tardado más de una noche, desde Delhi. La
pesadilla, con tregua para comer adecuadamente, disfrutar de los
bazares y encontrar un alojamiento adecuado, aunque caro, continuo
durante la tarde, cuando fuimos a visitar el templo de los monos, que
nos quedo pendiente de la otra vez, por no ir con la mochila a
cuestas.
La buena noticia y para nuestra edad,
es que llevamos a cabo la ascensión en menos tiempo, que tardan los
de treinta años y con creces (22 minutos). La mala, un ataque real
-que es más chungo, que el ciberataque, de los enfurecidos primates.
Llegando al tramo final y estando casi solos, uno me tienta, con sus
patas en la pierna. Mi pareja se pone nerviosa y hace, lo que nunca
debéis hacer: le tira una manzana para quitármelo de encima y lo
que se encuentra son , cinco monos rodeándola e intimidándola,
pensando, que en la bolsa lleva más. Si das de comer a las palomas,
vienen más palomas y en esta caso, ocurrió lo mismo, como no podía
ser de otra manera.
Afortunadamente, otra gente que esta
visitando el templo, con enormes palos, nos los quitaron de encima.
Por lo demás, Shimla sigue tan
maravillosa, como siempre, si te sales un poco de los bazares. Hasta
las familias pasean unidas, incluso con cochecitos de bebé (insólito
en casi todo el país). ¿No podrían grabar vídeos de lo que ocurre
aquí y ponerlos en todas las escuelas de la India? Y, sobre todo ¿no
serían capaces de mandárselo a las abandonadas autoridades de la
congestionada Delhi?.
En la habitación de nuestro
alojamiento hace un fresco agradable. Estoy tan confundido, que me
retumban los oídos, al no escuchar el machacón estruendo del
ventilador de cada día. Pero este estado de felicidad, no puede
durar mucho.
1 comentario:
Hola,
Las dos primeras entradas, de Pesailla Pradesh, se publicaron en 2.014 y son accesibles desde el buscador.
Saludos.
Eva
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