Todas las fotos de este post son, de Hyderabad (India)
Si, Chennai no estuviera eternamente
inmersa en las obras del metro, Hyderabad competiría con mucho
orgullo por ser la ciudad más desastre, descontrolada y caótica, de
India. Nadie puede entender, como este entramado de zonas
desestructuradas y semiabandonadas, puede albergar la vida de seis
millones de personas.
Aunque, normalmente, viajamos tan
alegres y despreocupados, a la vez, habíamos tomado ciertas
precauciones con esta ciudad, que en nuestra mente, estaba llena de
edificios impresionantes, caos circulatorio severo y basura con
solera, muchas veces comprimida por el paso por encima de los
cacharros y reciclada después, por las vacas, los burros y otros
bicharracos varios.
Lo primero, que decidimos, es asirnos
a cualquier alojamiento económico, aunque no fuera muy bueno. Y,
acertamos, al acoplarnos junto a la estación central de autobuses,
porque no existen demasiados de esta categoría en toda la
inquietante ciudad.
Lo siguiente, dejar de andar, como
tenemos por costumbre y encomendarnos a los tucktukeros -para ir y
volver al centro histórico- y así evitar caminatas peligrosas y
más con la intermitente e interminable lluvia.
Hyderabad resulta una ciudad extraña.
Tiene una zona céntrica -para entendernos, porque nadie sabe con
exactitud, donde está el centro de esta urbe-, que mezcla historia,
decadencia -por su estado actual-, magia y medievalidad, con su
crisol de cuervos negros musulmanes y coloridas indias con shari,
esparcidas por sus interminables y animados mercados y el acogedor y
elegante -a ratos- bazar.
La mezquita, en la que no te dejan
entrar en pantalón corto, aunque seas un hombre -y no proporcionan
faldamento, como en otras partes-, el charminar, el palacio, las
casas decadentes y otros templos diveros, forman un conjunto, que no
debería pasar desapercibido para muchos viajeros (aunque con
nosotros, sólo sumamos cinco guiris, en toda la mañana)
Las molestias, sin embargo, reducen la
recomendación de esta ciudad: tener que esquivar a los mendigos o
golpear -para que no te atropelle- al cacharro de un tucktukero, no
resultan acciones muy agradables. A ellos. hay que añadir, a los
insoportables vendedores de perlas, que por diez rupias, te venden
unos pendientes -y a su madre, si los aprietas- o por cien unas
pulseras. También, a los agresivos cambistas de dinero, poco fiables
o a todo el que te ve extranjero tonto y se cree con derecho a
machacarte, simplemente, porque se aburre.
Esta ciudad, bien vendida, podría
tener lo suyo, porque además dispone de un fuerte, un lago con un
gigantesco Buda y algunos otros atractivos cercanos. Pero aquí la
gente, solo sabe vivir el día a día, como tampoco puede ser de otra
manera.
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