Todas las fotos de este post son, de Mandi (India)
Como si fueran discípulos fervientes
del ancestral Tejero -que a los nacidos en los años 70 o más, casi
ni les sonará y a mi, solo de muy niño-, los indios respetan a todo
lo que se tira o permanece en el suelo. Da igual, sea humano, animal
u objeto
Hasta por la agradable y peatonal
Shimla, cuando avanzan detrás de ti, te van clavando los dedos en la
espalda, para que te quites o corras y cuando vienen de frente a ti,
se encaran y no tienen la más mínima dificultad en llevarte puesto
(son peor ellas, porque con su corpulencia, parecen el expreso del
Himalaya ). Y, tú dices: ¿Pero si van esquivando a los perros
espatarrados en el suelo, a las desganadas vacas, a los borrachos
durmientes, a los mendigos..., por qué no a las personas normales en
posición erecta?
Y, te lo empiezas a tomar como algo
personal o de racismo. Pero, nada de eso. Si llega la medianoche y te
tumbas en medio de la estación de buses o de trenes, nadie te
molestará, ni arrollará, aunque seas extranjero. Te rodearan y
creo, que si hasta se lo pides, te harán cortejo y reverencias.
Por diferentes motivos logísticos y
en este viaje, nos está tocando pasar largos periodos en estaciones
de estas características y creedme, que son uno de los sitios en
donde más seguro te puedes sentir, en India.
En el primer caso, un hombre le tira
gran parte de las bebidas al chico de un puesto. Pone cara de,
“¿quién ha sido?”, mirando a su alrededor y sigue a lo suyo.
Las botellas empiezan a rodar y nadie se inmuta, ni siquiera el del
tenderete. Solo y tras un rato, cuando un perro va a hincar sus
dientes en una de ellas, un lugareño hace de Messi, le mete un
dribling en un palmo de terreno con los envases y entonces sí, otro
chico se arrima a recogerlos.
Un día más tarde, en la oficina de
reservas de la terminal de buses de esta misma ciudad, aguardamos
nuestro turno con paciencia. De repente, un joven enfadado, decide
estampar su bota de montaña contra la ventanilla, haciéndola
añicos. No pasa nada y se va tan campante. A la media hora, llega el
que vende los billetes, con naturalidad y sin preguntar siquiera lo
que ha pasado, comienza a golpear los restos de la cristalera, que
salen lanzados hacia todos los lados (incluso hacia nosotros).
Con pena y tras pasar la noche en la
estación, muertos de frío, partimos de madrugada, hacia Mandi. Y,
nos hemos encontrado con una de las grandes sorpresas del viaje, con
su decadencia controlada y sus magníficos templos. Y, además, el
mejor chow mein de varios viajes, con el permiso del de Calcuta.
Parece que también los granos, que me
acompañan desde Delhi, en pecho y espalda, van remitiendo, después
de intensos picores. De momento, no encuentro ninguna garantía
razonable para exponeros, que vamos a cumplir los objetivos iniciales
de este viaje por India. Primero, porque no creo que nos de tiempo y
segundo, porque estamos muy cansados de viajar tanto de noche o
dormir en lugares diversos, que no son hoteles. Cuando viajar a
India, se convierte casi en la rutina de ir a hacer la compra al
Mercadona, os aseguro, que quien no tiene precisamente el problema,
es la empresa de Roig.
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