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sábado, 14 de octubre de 2017

Síntomas evidentes de haber regresado, de India

                                         Esta es de Bangalore y la de abajo, de la carretera de Manali, a Keilong
          184 días en total y cuatro estancias -dos de ellas, divididas por una semana invertida, en Bangladesh-, resultan ser nuestras cifras definitivas, en India, a lo largo de 2.011, 2.014 y 2.017. No son, ni muchos, ni pocos. Eso, queda a gusto del consumidor, que se puede sentir colmado con esta dilatada estancia o por el contrario, aún necesitar de más experiencias en este país. Para nosotros, resultan muy suficientes y de momento, no encontramos motivos para profundizar más (si es que se puede, porque ya lo hemos hecho bastante).
                                                               Hampi
          Explorado el país, casi de cabo a rabo, nuestras únicas cuentas pendientes consisten en las visitas a Darjeeling, Sikkim y los otros estados del noreste, que se pueden abordar, porque hay otros, que ni siquiera solicitando permisos especiales. A estos últimos, renunciamos recientemente por falta de tiempo, durante esta última aventura. A recorrer los primeros, nos hicieron desistir las interminables e insoportables cancelaciones de trenes acaecidas a lo largo del pasado mes de septiembre.
Keilong
          De momento, dejaremos el asunto, como esta y será el tiempo, quien decida, si volvemos a India, para acometer este reto, cosa, que a día de hoy, no creo, que suceda y si se hiciera, sería en unas condiciones muy excepcionales, que evitaran, por ejemplo, el paso por Delhi, de la que ya estamos hasta las narices o por otras ciudades cacharro y caóticas, con las que ya no podemos más, porque nos sobrepasan. Y esto lo escribo, 21 días después de haber regresado y no, en el fragor de la batalla.
                                                                        Manali
          De las cuatro veces, que abandonamos India, una lo hicimos por la frontera, de Sunauli, hacia Nepal. La segunda, a través del aeropuerto, de Calcuta, rumbo, a Dhaka. La penúltima y no con pocos problemas en la salida, dirección, a Egipto, donde disfrutamos un par de semanas. Y sólo esta vez, retornamos a Madrid, directamente y sin red. Os voy a narrar, brevemente, el shock, que supone para un viajero, un cambio tan brusco de ambientes, de un día para otro (algo similar me ocurrió, cuando en el primer trimestre de 2.011, retornamos de un viaje de casi cuatro meses por el este, de África).
Leh
          -Notas el inquietante vacío a tu alrededor, después de mucho tiempo rodeado de gente, de cacharros y de ruido. Las aceras de la calle resultan inmensas, por estrechas, que sean. Es una sensación extraña de satisfacción, pero a la vez, genera cierta angustia o nostalgia.

          -Lo peor y durante los primeros días, resulta convivir con el silencio, tantas veces idolatrado y echado de menos, durante la estancia, en India. Casi, te llegan a reventar los tímpanos de tanta quietud e inusitada e incómoda armonía sonora.
                                                                                                       Carretera desde Leh, a Srinagar
          -Pareciera, que a todas las carreteras y calles, por las que te mueves a la vuelta, las hubieran alisado y dado brea esta misma mañana. Todo luce resplandeciente en la ciudad, incluso los edificios menos lustrosos y más abandonados.

          -Ni que decir tiene, que el contraste resulta brutal, cuando anochece y recuperas el recuerdo, de que las ciudades a esas horas se iluminan y que los coches y otros vehículos rodantes, también disponen de luces.
Hyderabad
          Por lo demás, tampoco hemos experimentado otras sensaciones mayores, dado que ni volvíamos desesperados, ni echábamos de menos algo en concreto, ni siquiera, retornábamos ansiosos, por comer los guisos favoritos, que preparan nuestras madres.

          Nuestras tres estancias, en India, cuentan con muchos elementos comunes, pero también, con otros muchos, diferenciadores. En la primera, alucinamos y disfrutamos, como enanos de cada segundo, sin apenas reparar en contratiempos o dificultades.
                                                                                                        Carretera desde Keilong, a Leh 
          Durante la segunda, padecimos el incesante y agresivo calor, que no nos dejó casi tomar aliento y sufrimos problemas existenciales, por las dudas generadas, por si merecía la pena, volver por otro largo periodo de tiempo a este país. La mereció, pero nos costó verlo y entenderlo, a pesar de que este fuera, el viaje más abundante en lugares visitados -muchos de ellos, a los que no va nadie- y descubiertos.
Jammu
        Y esta tercera vez -salvo haber tenido, que enfrentar diferentes situaciones muy peligrosas con el tráfico, en Hyderabad y Delhi, en las que se puso en riesgo nuestra vida-, ha resultado ser la de la calma y sosiego. Primero, porque era lo buscado, visitando mayormente, la relativamente tranquila zona del noroeste o volviendo a sitios relajados, como Hampi. Y después, porque nos lo hemos tomado todo con much más relajación. India sigue siendo maravillosamente horrible, pero ya y venga casi lo que venga, ni sentimos cosquilleos delirantes, ni emociones fuertes, ni cabreos insuperables, ni desesperación profunda...
                                                                                                           Srinagar
          Siendo así las cosas, creo que ha llegado el momento, de no volver por largo tiempo, a India. Y es, que tenemos la buena o mala costumbre, de desgastar los países hasta el límite.


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