Todas las fotos de este post son, de Kullu (India)
Llegamos casi a los dos meses y medio
de viaje y es hora de echar la vista atrás, del que será seguro,
nuestro último viaje largo, por varios motivos: no soportamos por
tanto tiempo; el ritmo frenético, que nos autoimponemos y del cual
no somos capaces de escapar; cada vez llevamos peor lo de encadenar
noches sin dormir en cortos periodos de tiempo:-de 73 días, diez las
hemos pasado en autobuses, tres en el aeropuerto KLIA 2, dos en
trenes, dos en estaciones, dos en aviones y dos en la calle -menos
mal, que era Japón-, siendo el total, 21; ya no nos quedan tantos
países por conocer, para poder hilar un recorrido lógico y
atractivo y también, por último, porque vamos cumpliendo una cierta
edad, aunque esto y gracias a nuestra buena forma física y estado de
salud, resulta lo menos problemático.
Y eso -y a pesar del pánico de las
tarjetas SIM, del que ya han transcurrido dos meses-, que el balance
de esta ya dilatada experiencia, está resultando, claramente, muy
positivo.
Japón nos fascinó y según van
pasando las semanas, aún le cogemos más cariño a este país tan
amistoso y barato. A pesar de ser nuestra ciudad favorita de Asia, en
Bangkok no pasamos nuestros mejores días, algo que nunca hubiéramos
imaginado, pero sí, en Phuket. También eramos reticentes a visitar
el este de Malasia, que tuvimos que ampliar, a Borneo, para poder
hacer tiempo por el tema de las tarjetas, mientras buscábamos una
solución. Y, salimos encantados de este plan, sobre todo con Bandar
Seri Begawan y Kuching.
También hemos sacado una conclusión:
no volveremos al sudeste asiático jamás, a no ser, que uno de sus
aeropuertos nos hagan de conexión a otro destino. A estas alturas,
con esta premisa, solo nos queda Oceanía, el gran revés de este
viaje, que nos dará opción a una nueva aventura, probablemente, a
mediados del año venidero.
Y, con India -donde ya cumplimos tres
semanas, y casi seis meses en total-, ocurre lo mismo. El primer
viaje resultó fascinante en todos los extremos, sin apenas reparos,
a pesar del ímprobo esfuerzo. El segundo fue, el del calor
asfixiante, el de las dudas de si haber vuelto fue lo mejor y el del
descubrimiento de sitios más remotos,no muy familiares para la
mayoría de viajeros.
En el tercero, estamos visitando
lugares donde ya estuvimos, pero poco tiempo y otros, ya
desperdigados o lejanos, sin muchos contratiempos, más allá de los
que generan los autobuses estatales, sus peculiaridades, su
incomodidad y su no reserva. Viajamos tranquilos, abusamos de nuestra
experiencia a la hora de comer y beber y buscamos, cada vez más, la
montaña, el fresquito y los cascos peatonales del noroeste del país.
Ya no hay casi emociones escarpadas y
de las que surgen y leves, predominan las negativas, fundamentalmente
dos: no podemos con el tráfico rodado, ni con la mala educación y
el salvajismo de los indios, aunque ninguna de las dos cosas es
nueva, cclaro. Nos gustaría acabar este viaje en una playa de
cualquier parte, pero todavía no veo formula, y mucho menos, antes
de ver que todavía, nos falta Ladakh, Jammu y Cachemira y si,
finalmente, nos esforzamos, Darjeeling y Sikkim.
En la jornada de hoy, hemos disfrutado
de Kullu, con su caro y entretenido bazar peatonal, el entrañable
barrio del templo y su río serpenteante, en cuya margen explotan sus
puestos los fruteros. Al menos, durante esta jornada no hemos visto
monos (que sí momos, pero a unos precios desorbitados, como toda la
comida aquí).
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