Las tres primeras son, de Jammu y el resto, de Delhi (India)
Los fabricantes de cámaras y móviles,
de Jammu, deben pasar más hambre, que sus colegas de barandillas del
resto de India. Y es, que en esta ciudad están empeñados, en que no
fotografíes ni uno sólo de sus templos y esta vez, no nos salimos
con la nuestra. Bueno, a medias: conseguimos colar la cámara en el
más importante de ellos, pero nos hicieron una desagradable
encerrona a la salida y tuvimos, que borrarlas, incluso, con abúlica
presencia policial.
Los lugareños llaman a su urbe, “la ciudad de los templos”, pero resulta un poco exagerado. Además, de que se encuentran muy dispersos, son construcciones, mayoritariamente, que se asemejan a pasteles de fresa y nata, que parecen creadas para niños del parvulario. No inspiran mucho sentimiento religioso, ni suntuosidad
Los modestos bazares, de Jammu, se
muestran simpáticos, aunque carecen de la magia de los de Srinagar u
otras ciudades, que hemos transitado en este mismo viaje.
Queríamos volver, a Haridwar, para
enlazar con Varanasi y Patna, pero nos quedamos sin boletos, al estar
el autobús completo. Así, que sin muchas más opciones logísticas,
vuelta a Delhi, en un trayecto de trece horas. Esta vez, por
autopista con botes variables, donde viajando a 60 kilómetros
escasos por hora, parece, que superaras los 200.
Agradecidos estamos de no haber
sufrido casi percances en este periplo norteño, sino fuera, porque
el cacharro de turno, cada día es más estrecho y nosotros nos
mostramos más anchos, lo que parece inexplicable, porque adelgazamos
a diario.
Los trámites burocráticos de entrada
al metro capitalino, ya nos los sabemos y ni requieren, ni pasaporte,
ni tampoco dinero. Solo encontrar un sitio tranquilo -mucho decir, en
India, que suele ser un cutre baño de pago-, donde cambiar una
botella de alcohol de su envase original, a una de refresco y poderla
pasar por los aburridos controles de equipaje, que separan a hombres
y mujeres. ¡Qué paciencia!.
Delhi, resulta ser una de las pocas
ciudades con la capacidad de reinventarse, cada día, para ir a peor.
No han pasado ni tres semanas desde la última visita y notamos los
cambios fatídicos, En la calle de la muerte, se ha producido un
derrumbe o colapso por las lluvias, que la han dejado casi inhábil
para cualquier cosa viviente. Pero, los del gremio del transporte
siguen intentando circular por ella, como si nada y, algunas veces lo
consiguen, a costa de la seguridad de los peatones, como siempre y de
la suya propia.
De camino, a Connaught Place, se ha
fundid, roto o han apagado el único semáforo para peatones, que
conocemos, en Delhi. Y, por supuesto, a nadie le importa lo más
mínimo.
Buscamos -después de más de setenta
horas de autobús en cacharros nocturnos y diurnos- una solución
para nuestras vidas y nuestro futuro en este país y creo, que
podremos encontrarla. No será otro agónico bus, desde luego, pero
nos tendremos, que rascar el bolsillo. Dadas las actuales
cancelaciones de trenes hacia la zona de Darjeeling, sopesamos volar
hasta allí, para recorrer esta zona y el estado, de Sikim y después,
retornar por tierra.
De todas formas y antes de iniciar
cualquier trámite o gestión, un par de días de descanso no nos
vendrán mal, a pesar de pasarlos en una oscura habitación de 300
rupias, con un ventilador sonoro, pero muy cañero y un wi-fi,
absolutamente, superveloz (por una vez, os prometo, que no es
ironía).
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