Todas las fotos de este post son, de Kuching
Somos – o soy, más bien- personas
tan exigentes, que para nosotros un día perdido en u viaje largo,
resulta un pequeño drama. No porque nos diera pereza ir a algún
sitio -a veces sí, si es algo caro y cuestionable-, sino porque no
soportamos ni por asomo, estar relajados o contemplando las
musarañas. Parece, que pretendiéramos, que los asuntos incómodos,
se resolvieran solos -vuelos, visados, largas esperas...- y nosotros,
dedicarnos solo a ver y caminar.
Ayer, fue un día de esos tontos, pero
benditas tonterías. No hicimos nada de nada y como frustración de
este viaje -no creo, que dure más de veinticuatro horas-, fue no ir
al Parque Nacional Semenggoh, donde cuidan a los orangutanes y se
puede ir a las horas en que les dan de comer. Pero, a cambio, entre
nervios, documentaciones y reposo, arreglamos nuestros siguientes
pasos.
Una vez, que nos han confirmado la
visa on-line, de India, en menos de 24 horas, decidimos y tras buscar
vuelos, que otra vez toca ir al sur, a Chennai, a pasar calor. Pero,
las ventajas son dos: se trata del vuelo más barato con diferencia y
podremos cumplir nuestro sueño de volver, a Hampi, sin prisa -que
raro en nosotros- y de camino, visitar los pletóricos templos, de
Belur y Halebib.
También, resolvimos, a priori, otro
tema importante, como es el de apurar nuestros días en Malasia, sin
pasar demasiado tiempo en Kuala Lumpur. Las Higlands, fresquitas y
llenas de plantaciones de té, granjas de mariposas, fresas,
abejas... y numerosos senderos selváticos, serán nuestro destino,
fuera de la masificada capital. Hemos leído, que hay que evitar el
sendero 9 y el 9A, donde los perros te atacan sin más miramientos o
donde te sale un señor con un enorme cuchillo y no muy buenas
intenciones (no es coña).
En un plis plas y superado el problema
de las tarjetas SIM, reservamos en apenas quince minutos y con la
inestimable colaboración de mi padre, el vuelo para Madrás. Antes y
con nervios, nos habíamos reinventado, una vez más, haciendo un
extraordinario circuito solitario, desde la colosal mezquita y por el
serpenteante río, a través de atractivos kampongs y acompañados a
lo lejos por pescadores -con sus barquitas desde las que lanzan
varias cañas, a la vez-, de los cruceros de guiris, de magnificas
vistas de los monumentos locales y al final, de la impenetrable y
frondosa selva. ¡Esta ciudad nos vuelve locos!.
Sino hay novedad, mañana al
anochecer volaremos, de retorno, a Kuala Lumpur.
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