Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 2 de febrero de 2025

martes, 28 de enero de 2025

De la comida regalada a nuestro retorno a casa, pendientes de Junts

           El final del viaje por Dakhla y Lanzarote fue algo menos monótono, que de costumbre, aunque nunca nos confiamos demasiado, cuando parece, que todo ya está hecho, porque la experiencia nos demuestra lo contrario.

          Después de nuestro agradable paseo hasta Puerto del Carmen y retorno, llegamos al aeropuerto para pasar la última noche y apurar las rutinas de los últimos días, básicamente, consistentes, en conseguir algo de comida y cargar los dispositivos (pocos enchufes, pero siempre vacíos, porque este es un aeródromo de destino y partida y no de conexión con otros).

          Inesperadamente, nos aborda una señora, al frente de una familia de otros nueve miembros más. Nos dice, que les da pena tirar toda la comida, que tienen y que si la queremos. De repente, nos vemos con una enorme bolsa, que no podemos casi sostener. Dos fiambreras con arroz seis o siete delicias -cenaremos plato de autor-, latas de sardinas, mejillones, atún, una malla entera de naranjas, yogures, zumos, bebida de arroz y coco, dos barras de pan...

          Lo curioso es, que la gente no sabe, que la mayoría de esos alimentos se pueden pasar en el equipaje de mano -no queso o embutidos -, como de hecho hicimos nosotros al día siguiente.

          De los dejadores de comida de las terminales, encontramos tres perfiles distintos: los que la tiran a la papelera -pocos-, los que la dejan visible y accesible -la mayoría y con remordimiento - y los que te entran tímidos -no fue el caso, pero si en otros-, por si la quieres.

          A la mañana siguiente el vuelo de vuelta fue tranquilo y puntual, pero al abrir el periódico nos pusimos de los nervios. Junts, iba a tumbar el decreto del transporte gratuito -y de las subidas de las pensiones - y nosotros no teníamos sacado el billete de vuelta, a Valladolid.

          Quisimos darnos prisa, por si inhabilitaban el sistema y paramos en Atocha (solemos sacar los boletos en la máquina automática de Príncipe Pío).

          Y toda una sorpresa: ¡han humanizado el dispositivo, aunque con soberana torpeza! En vez de un menú de opciones, nos sale en la pantalla una chica fea, gorda y con gafas, que va a gestionar nuestros billetes. Tras diez minutos y debido a su incapacidad tuvimos, que abandonar está opción, aún más nerviosos.

          Luego sabríamos, que el decreto decaía el día siguiente y conservaba los derechos de los abonos vigentes, tanto de Media Distancia, como de Cercanías.

           Nos aliviamos, gracias a un yogurt de casi medio litro de Alpro para cada uno y dos desodorantes de Axel, gentileza de nuestra querida Samplia.

          Aquí acaban nuestras vivencias por Dakhla y Lanzarote. Probablemente y en febrero, nuestros destinos sean Azores y Madeira, hacia el calor y dejemos los interair europeos para el segundo trimestre del año.

El largo y maravilloso paseo que enlaza Arrecife con Puerto del Carmen

           Como ya se dijo, no íbamos a Lanzarote a llevar a cabo una visita detallada de la isla, cosa, que ya hicimos en febrero de 2000, sino huyendo del frío y buscando el sol, para poder dar largos paseos, junto al mar. Y nada mejor para eso, que la vía peatonal, que une Arrecife y Puerto del Carmen, que abarca más de 20 kilómetros (el aeropuerto se encuentra en Playa Honda, más o menos, a mitad de camino).

          Superado el domingo en la zona de Teguise, el lunes decidimos acercarnos hasta Arrecife, la capital de la isla. A través del serpenteante y desigual paseo -subidas y bajadas, carril ancho o estrecho -, atravesamos las playas de arena de color variable, de Playa Honda, la de la Concha,la del Cable y la del Reducto, que se encuentra ya en la propia capital 

          El principal atractivo de Arrecife es el Charco de San Ginés, una especie de enorme estanque rectangular con salida al mar y que alberga decenas de barcos y el esqueleto espectacular de una ballena, que varó por allí, en 1995. Se le puede rodear y así transitar por los bares y terrazas más típicas donde la especialidad es la morena, la iglesia principal y las pocas callejuelas del barrio pesquero. 

          Enseguida, se sale al mar, para visitar el Puente de las Bolas, el de la Lagarta y el castillo de San Gabriel.

          El martes y desde el aeropuerto, tocaba ir hacia el otro lado, a través de un transitar algo más largo. Pasamos Playa Honda, Guasimeta -bonito arenal con fuertes olas y rocas, que se ubica junto a la verja del aeródromo -, Matagorda, los Pocillos -donde nos alojamos hace 25 años -, el Barranquillo, las Peñitas, Playa Grande, Playa Blanca, los Fariones y Playa Chica, que es, sin lugar a dudas, la más bonita de todo el recorrido, además de unos bravos acantilados, junto a ella.

          Este camino ofrece muchos más servicios de todo tipo y decenas de urbanizaciones de alojamientos, que el de Arrecife, donde la mayoría de las casas son domicilios privados. Está muy masificado por las mañanas, pero solo debes esperar a la hora de comer, para que las hordas de guiris y viejos -o ambos- desaparezcan y te encuentres casi, en soledad.

domingo, 26 de enero de 2025

De la noche en el aeropuerto al mercado dominical de Teguise

 


         La primera noche en Lanzarote, sí o sí, debíamos dormir en el aeropuerto, por llegar casi a medianoche y la última, también, por regresar a Madrid, a las ocho de la mañana. Traspasamos con celeridad y normalidad la zona de control de pasaportes. 

          Como sabíamos de antemano, el aeródromo insular cierra todas las noches de 1 a 4:30 de la madrugada, por lo que buscamos un lugar recogido para dormir en el exterior. Encontramos bancos de madera y de piedra, optando por los primeros, al ser más cálidos. La primera buena noticia fue, que no hacía aire.

          Dieciséis grados al acostarnos y catorce previsto, como mínima, en la madrugada. Nos pusimos el gorro y el abrigo y a roncar. A las cinco, nos metimos para adentro. Las numerosas sillas -raro- son corridas y puedes tumbarte en ellas sin ser molestado a ninguna hora del día, así, que a seguir.

          Nos levantamos a las siete, dado que había que recopilar comida y llegar hasta el mercado dominical de Teguise, que cuenta con más de cuatrocientos puestos y que se celebra de 9 a 14:00 horas.

          En poco rato recopilamos varios sandwiches, un paquete de queso Gouda, un pan redondo, pechuga de pavo, paté, atún, mantequilla, mermelada, plátanos, tomates y yogures, además de dulces.

          A las 7:50 abandonamos el aeropuerto, camino de Arrecife. Los primeros cuarenta minutos transitan al lado de la carretera, con muchas curvas, por un carril peatonal y de bicicletas, hasta llegar a Playa Honda.

          Desde ahí, se toma una ancha avenida, que nunca abandona el mar a la derecha y casas bajas a la izquierda, dejando atrás playas de arena negra u ocre. Mucha gente correteando a estas horas.

          Tras dos serpenteantes horas más, llegamos a la terminal de buses de Arrecife, después de un malentendido al haber querido cogerlo en un intercambiador anterior y tras habernos librado de un conductor y un segurata muy bordes. ¡Que raro, con lo amables que son, en Canarias!

          A Teguise te llevan el 7, el 8, el 9 y el 14, cuesta 1,40€ y se tarda veinte minutos. A la ida, salimos inmediatamente, pero al volver, tuvimos muchos problemas, dado que el vehículo vino con hora y media de retraso.

          La experiencia del mercado resultó ser bastante negativa y desde luego, no volveríamos, a repetir, ni locos. ¡Qué diferencia con el mercado tradicional de Teror, en Gran Canaria, que visitamos en 2012!

          El lugar está hipermegamasificado. Cada minuto llegan y parten autobuses repletos de hordas británicas, que hacen imposible la circulación y el disfrute. Los puestos son bastante cutres, como los de cualquier mercadillo de poca monta. Se vende de casi todo -servible o no-, menos comida, por lo que escasean las muestras gratuitas, salvo las de una fábrica de quesos y algún tenderete de fruta y verdura.

          Los precios de las cosas son elevadísimos, solo aptos para guiris agilipollados y también los de los bares y puestos ambulantes de comida. Por ejemplo: una ración de papas arrugás, a 10€. También, los de los pequeños supermercados, donde una lata de cerveza de 33 centilitros, cuesta el triple, que en el Dino o el Mercadona, de Arrecife.

          El pueblo de Teguise es muy bonito, aunque mejor llegar hasta allí un calmado día de diario. Cuenta con dos iglesias, una de ellas en la acogedora plaza principal y la mayoría de las casas son blancas y de tradicional estilo canario o colonial.

Nuestros viajes ultramegalowcost

           ¿Es posible permanecer nueve días dos personas en Dakhla y Lanzarote -vuelos aparte- con tan solo 70€ y 160 en total?. La respuesta correcta es sí, porque nosotros lo hemos hecho estos días.

          Veámoslo al detalle: 15€ por seis billetes aéreos suman 90. Tres noches en el hotel de Dakhla, por 14€ contabilizan 42. Otros cinco se añaden debido a los trayectos de ida y vuelta al mercado dominical de Teguise y los 23 restantes, hasta llegar a 160, provinieron de los gastos generales en comida y bebida.

          De nuestros habituales viajes de bajo coste y desde hace un tiempo, nos hemos trasladado a un modelo propio, que podríamos llamar : ultramegalowcost. La evolución ha venido, sobre todo, por la reducción de ingresos y mayormente, por el ascenso a los cielos de los precios en el alojamiento en toda Europa y especialmente, en todas las islas españolas.

          En la actualidad y cuando organizamos un viaje por nuestro continente, no solo tenemos en cuenta, que nos guste el/los destinos o que hayamos estado antes allí, sino estás otras cosas: 

          - Precio de los vuelos. No solemos pagar más de 15€ por trayectos hasta de tres horas y 25, como máximo, para los de cinco. Esto nos limita, en la práctica, a tomar aviones de Ryanair y Wizzair.

          - Estudiamos muy a fondo, las características de los aeropuertos de destino, si abren las 24 horas, si son cálidos y confortables, si te exigen tarjeta de embarque para pasar la noche, la seguridad...

          - Dormir en el aeropuerto posibilita comer gratis en el mismo, debido a la comida y bebida -también cerveza, vino o ginebra -, que la gente abandona sin ni siquiera haberla empezado. En aeropuertos como Bérgamo, Fiumicino, Stanted, Copenhague, Gandsk y el mismo Lanzarote por citar unos pocos y en dos o tres horas, puedes conseguir mercancía para sobrevivir dos jornadas o más. El mejor momento para recolectar es entre las siete y las nueve de la mañana, cuando dejan decenas de desayunos enteros en las bolsas, que entregan a sus clientes los hoteles de postin.

          - Al estudiar los aeropuertos, también comprobamos si están cerca de la ciudad, si el transporte es barato o mejor, si es posible ir andando, como en Lanzarote o Dakhla. Descartamos destinos donde cobren más de cinco euros por el traslado.

          Que conste, que no es nuestra intención inicial dormir o comer gratis en los aeródromos. Valoramos  otras alternativas antes de tomar esa decisión pero existen casos, en los que no queda otra. En nuestros viajes a Noruega hemos dormido doce noches en total en aeropuertos y ninguna en hotel, porque los precios de las habitaciones resultan inasumibles.

          En Lanzarote, tratamos, que al menos, dos de las cuatro, fueran en alojamiento. Lo que encontramos por menos de 50€ estaba en lugares alejadisimos y nos negamos a pagar los 80 o 90, que nos pedían en sitios más accesibles. ¡Se han vuelto locos! Hace tres años dormimos en La Palma -con menos oferta - por 28 y hace una década, por 20, en el Puerto de la Cruz o Fuerteventura 

          - Por último, también valoramos altamente, que sean destinos, con altas posibilidades de visitar sitios o hacer rutas andando, para reducir los costes en transporte público.

sábado, 25 de enero de 2025

El minúsculo aeropuerto de Dakhla

           Hay mucha gente, a la que le agobian las grandes multitudes y los aeropuertos enormes. A nosotros, más bien, nos ocurre todo lo contrario y lo vais a entender, perfectamente, cuando os hablemos del aeródromo de Dakhla. Cuanto más pequeña y despoblada es una terminal, se multiplican por mil las posibilidades, de que el aburrido y bostezón personal, te acabé tocando las narices y haciéndote la vida imposible.

          El minúsculo aeropuerto de Dakhla está rodeado de instalaciones militares y no demasiado lejos se encuentra una comisaría de policía, por lo que es casi seguro, que si llegas con algo de antelación y paseas por la zona -como fue nuestro caso- seas discretamente espiado. De todas formas, en Sáhara Occidental, lo estás a casi todas las horas del día y por cualquiera: desde el gerente del hotel, hasta el que te vende el pan o la fruta.

          Como ya se dijo, la entrada a Dakhla fue tediosa y lentísima, debido al pasotismo del personal del sellado de pasaportes, pero la salida resultó aún peor.

          Como ocurre en todos los vuelos de Ryanair, que parten desde Marruecos -sea territorio ocupado, o no-, requieren pasar por el mostrador, porque la aplicación no te entrega directamente, la tarjeta de embarque, sino un justificante de facturación, con tus plazas asignadas.

          El mostrador no abrió hasta dos horas antes del vuelo, cuando la normativa de la compañía habla de tres.

          Al final y estando solos frente a él sin cola ninguna, llega un trajeado joven, que nos pide muestras de toda la documentación del vuelo, aunque ya la tiene en el ordenador. En más de veinte años volando con Ryanair, nunca nos han hecho meter las mochilas en el cacharro de equipajes, porque son tan pequeñas y poco pesadas, que el ojo más ciego, detecta, que incluso entrarían en el mismo las dos juntas 

          Pues bien, este tipo recto, insensible y que tal vez, sonrió alguna vez, nos las hizo colocar dos veces. Primero tal como estaban y después, haciéndonos meter todo, lo que llevábamos en tres pequeñas bolsas, que íbamos a guardar antes del embarque.

          Llega el control de pasaportes, más rápido, que a la venida y nos sellan donde pedimos (nos van quedando pocas hojas vacías)

          Toca ya el control de equipajes y el de mi pareja es interceptado. El problema, los botecitos del alcohol vacíos, que ya hemos bebido, días atrás y no los llenos, que aún quedan. ¡Absurdo!

          Y mientras tanto y para que no me aburra, un policía empieza a hablar conmigo en perfecto español. No se muy bien, si por amabilidad o para sacarme información.

          - ¿Español?

          - Sí 

          - ¿Real Madrid o Barcelona?

          - Real, por supuesto 

          - Yo Barça, aunque me gusta Cristiano

          - Ya, pero ya está viejo, ahora nos toca disfrutar de Mbappé 

          - No, Mbappé no es bueno 

          - Tú serás más de Lamin Yamal (trato de agradarle)

          - Sí, sí, sus padres son marroquíes (se emociona)

          - ¡Muy buen jugador!

          - ¿Primera vez en Dakhla?

          - No, no, ya estuvimos en 2012, camino de Mauritania 

          - ¿Te ha gustado?

          Y entonces, empiezo a darle mil explicaciones sobre la zona de forma detallada y él termina perdiendo interés en la conversación.

          Partimos en hora y por primera vez en casi nuestros 300 vuelos, nos toca una mujer piloto (Susi). Tan solo 16 pasajeros -incluidos nosotros - en el trayecto a Lanzarote. Mucho dinero debe estar metiendo Marruecos a esta ruta, porque de lo contrario, sería ruinosa.

Lo bueno de Dakhla y como orientarse

   


       Como ya se dijo, Dakhla es una península en forma de dedo alargado. Por ello, sus dos principales arterias -calle y carretera- dan al mar, aunque, como veremos más adelante, se trata de litorales muy distintos. Existe una vía perpendicular a ambas, ancha, bien asfaltada y repleta de bonitos murales, que las conecta.

          En la calle principal se encuentra el paseo marítimo fraccionado en mil partes, debido a los molestos complejos militares. La playa es tan larga, como fea y llena de piedras. El agua tiene mal color y apenas se agita, ni siquiera las jornadas de más viento.

          Nos ponemos en la plaza principal, casi la única de la ciudad, bien cuidada, arbolada, con una fuente y con la fea iglesia cristiana del Carmen. Con el mar de espaldas, podemos ir hacia la izquierda. A doce minutos caminando, se encuentra la plazoleta de los hoteles económicos, el mercadillo nocturno, los restaurantes y la mayoría de tiendas pequeñas de alimentación (en Dakhla no operan ni Carrefour, ni Marjane, siendo la única cadena de supermercados MOD). Si se continúa en el mismo sentido, se llega al mercado municipal interior y exterior, a la gran mezquita y al extraño y cutre cementerio. Tras un desagradable polígono industrial, se arriba a una punta rodeada de mar y de un paisaje bastante horrible.

          Si se camina hacia el derecha, se encuentran, sucesivamente, una buena y barata pastelería de bollería dulce y salada, la sórdida tienda de alcohol -la lata de cerveza de 33 centilitros, a 2€, por lo que no compramos ninguna, habiendo traído el güisqui de España en botecitos -, el aeropuerto y barriadas populares y populosas, que llevan hasta una puerta estilo árabe, en mitad de la carretera. A un lado y de forma casi permanente, el mayor acuartelamiento de la ciudad y en frente, embajadas y edificios oficiales.

          Volvemos a la plaza principal y casi de frente, abordamos  la calle perpendicular de los murales, que lleva hasta la otra costa. Nada más salir al mar, ya nos encontramos con unos espectaculares y bulliciosos acantilados, aunque no se ven del todo bien, porque están hacia dentro. Si vas hacia la derecha y por un camino desigual, abrupto y molesto llegas hasta el faro, algo deteriorado y construido por los españoles, en 1920, cuando esta localidad se llamaba Villa Cisneros.

          Hacia la izquierda, arranca una plana pista, que termina en un cuidado y desierto paseo marítimo. El premio para el andarín son dos impresionantes playas, además de acantilados más visibles. La primera está encajonada entre rocas y resulta de difícil acceso -aunque no para los lugareños, que bajan a pescar con enormes neumáticos negros -, mientras, que la segunda, de arena fina y a la altura del asfalto, es ancha y disfruta de tantas revoltosas olas como de espuma. 

          Llegados aquí, os recomendamos, que volváis por el mismo camino y que no copiéis nuestra gilipollez, de ir por una arteria paralela a la de los murales, donde se ubica un horroroso polígono industrial repleto de basura y una barriada infame de aluvión -o de garbanzón, quizás -, absolutamente plagada de obras, socavones, pedruscos y arenales.

          Por tanto, hay buenas playas sin irse muy lejos de Dakhla y sin llegar a la famosa de Puerto Rico, ubicada al sur, a unos 80 kilómetros.

          Para terminar este post, dar las gracias a la pareja autora del blog salimosdebilbao, que con su relato del viaje a la zona en 2017, nos ayudó bastante.