Es raro en Madrid, pero el concierto de un mediocre Charly and Coconuts, empieza tarde. Y, tras escasa media hora, termina, como el rosario de la aurora, después de relámpagos y truenos y de poco más de cuatro gotas. Primero, tapan las luces, luego, la mesa de mezclas, después los altavoces y finalmente, se van sin dar explicaciones.
El DJ -lo que era un pinchadiscos de toda la vida-, que viene ahora y que no necesita de tantos achiperres, una ruina sin necesidad de dar más detalles.
Y, ahora toca lidiar con la noche, que aún es la una de la madrugada. El ambiente de las fiestas de Retiro, nada tiene, que ver con el de las semanas anteriores: treintañeros acomodados en grupos reducidos o familias con hijos pequeños de la misma clase social.
Bajamos hasta Recoletos, donde los autobuses nocturnos llegan y parten para todas las partes de la ciudad. Hay ambiente latino, a golpe de altavoces, que escupen esas bazofias de música urbana, que hablan de culos, de coños y de condones, desde el más intimidante y recalcitrante machismo.
Tiramos hasta Sol y allí, más de lo mismo. ¡Viva la España multicultural, variopinta y cosmopolita! Pero si tengo, que elegir, me quedo con los rumanos, búlgaros o marroquíes, antes que con la mayoría de los latinos. Cansan mucho y respetan poco.
Son las cinco y el calor sigue siendo insoportable y tan solo resulta mitigado por esporádicas rachas breves de aire. En el Cercanías hace más fresquito y comienza nuestro peregrinar por diversas líneas, para dormir unas horas. Ahora, a Atocha, ahora a Azuqueca de Henares, ahora a Cercedilla..., en este hotel de mil estrellas.
A media mañana, a las fiestas de Butarque, bajando en la parada de San Cristóbal de los Ángeles. Hay, que cruzar un largo puente elevado, para llegar a un barrio extraño, donde los edificios dignos, se mezclan con pinares plagados de insoportables chicharras y una carencia evidente de servicios básicos comerciales.
La paella está mejor organizada, que la del otro día, aunque también es verdad, que no somos tanta gente. Detrás de nosotros, una señora relacionada con la organización comenta, que después de la devastadora tormenta de anoche tuvieron que desmontar todos los equipos del escenario, casi al principio del concierto de Marwan. Pero él, apelando a su profesionalidad, continuó cantando a capela hasta el final. ¡Casi lo mismo, que ayer, en Retiro!.
La paella, algo sabrosa, aunque rica, resulta ser solo de verduras y pollo. Somos los únicos extraños, porque casi todo el mundo presente se conoce.
El retorno a Príncipe Pío conlleva muchos esfuerzos, pánico e incertidumbre, porque nuestro cercanías se estanca y nos paramos más de veinte minutos en mitad de la nada, sin alternativa alguna. ¡Un día más en la oficina de RENFE! Eso si, el maquinista es super amable y a cada rato pidiendo disculpas y explicando la situación.
El viaje de vuelta a Valladolid, nos lo roncamos entero.
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