Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 27 de mayo de 2012

Cada transporte es peor, que el anterior


           Tras resolver diversos conflictos –como cada día en este país- y una larga espera, conseguimos –con tan sólo media hora de retraso-, partir hasta Mopti, en un autobús grande y reconfortante para lo vivido anteriormente, sino fuera porque en su interior, además de bidones y sacos, en el pasillo y bajo los asientos, viajamos –entre sentados y de pie-, casi el doble de la capacidad razonable de pasajeros. En el techo y los maleteros, más mercancías, desde bicicletas, hasta sillas de terraza, pasando por cestas de madera y casi todo lo que en España, iría directamente a la basura, hasta en los hogares más modestos o recicladores.    Mopti

            Previamente y con un calor asfixiante, hemos tenido, que soportar una situación límite. Habíamos dejado nuestros equipajes, reservando los asientos. Pero, de forma kafkiana, nos han hecho subir, por orden de lista, llamándonos a gritos. Dos individuos han ocupado –no nos ha ocurrido en ninguna parte del mundo- nuestros asientos y para más descaro, desconocen donde están nuestras mochilas.

Aunque, moverse por el interior del vehículo es casi imposible, damos con el ayudante, que en unos minutos y afortunadamente, nos resuelve el problema. ¡ No nos han robado ¡ Simplemente han ido apartando nuestros bultos a patadas, hasta los confines del bus. Nos pensamos, por tercera vez en el día, si proseguir este viaje o retroceder. Cuando estamos a punto de lo segundo, dado que nos toca viajar de pie, el eficiente ayudante levanta a dos negros de sus asientos, que sin quejarse o inmutarse, nos lo ceden.
                                                                    Sevare
            Las ventanas son herméticas y nos morimos de calor, en las numerosas paradas. Unas inexplicables y otras, para ir recogiendo más mercancía. La escena siempre es la misma. Aparecen los túmulos y banzos de la carretera, que indican que estamos llegando a un pueblo. El bus va frenando, marca con la luz de posición, para y la mitad del pasaje, se baja. Reanudar cada interrupción, cuesta más de 20 minutos.

Salvo la motivada por una avería de la batería, que lleva casi dos horas, que entretenemos paseando con la linterna, por una aldea sin luz. Nuevamente, nos ponemos en marcha, con el mismo escenario, pero amenizados por la estridente música africana, con la que nos deleita el conductor. Como constato en el MP3, no es casette o CD, sino una emisora de FM, que sorprendentemente y sin desfallecer, suena durante toda la noche, cuando en España, se pierden a las pocas decenas de kilómetros de abandonar la ciudad. ¡Estos han sido capaces, de llenar la única carretera, que hay, de repetidores, aunque sea a base de alambres y de papel albal ¡

            Tras cruzar la luminosa Ségou, de alborotada estación de autobuses, a pesar de ser las dos de la mañana, consigo conciliar el sueño, cuando el de atrás, ya no me clava las rodillas en la espalda. Nosotros, casi en fase terminal de agotamiento psicológico y físico y sorprendentemente, ninguno de los niños del pasaje, emite a lo largo del recorrido, una sola queja o lágrima.
Sevare
Aunque a priori, pareciera imposible, la noche acaba pasando. La mañana se muestra tan calurosa, como de costumbre, mientras seguimos el camino a trompicones, Cuando el conductor –que fuma y fuma, después de engullir bolas y crepes de masa, además, de té- pita repetidamente y no hay animales o ciclistas por el medio, es que avisa a los lugareños, de que llega su carga. La sueltan y continuamos, viendo a 19 de sus 20 habitantes –incluidos los de más corta edad-, vendiendo mangos –desde la puerta de sus casas hechas de ladrillos de adobe-, no sabemos a quien.

Nos aseguraron, que llegaríamos a las cinco de la mañana. Son las once en punto, cuando ponemos nuestros pies en el suelo de la estación. Y encima, no nos han dejado en Mopti, sino en Savare, a más de 10 kilómetros. Y tenemos que adivinarlo, porque el conductor, no nos dice nada  

1 comentario:

Helena dijo...

Hola Eva!

Vuestras peripecias y vivencias son de mucha utilidad y yo disfruto mucho con ellas.

Muchisimas muchisimas gracias.

Besos