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lunes, 14 de mayo de 2012

Entrando en el Sahara


            La localidad de Tan Tan, es tan tan vulgar, tan tan aburrida, tan tan anodina…Resultó una visita no deseada y algo larga, después de la magnífica, Sidi Ifni, encasquetada obligatoriamente, por problemas logísticos de autobuses.
Tarfaya
A las puertas del Sahara Occidental, nos encontramos con un Marruecos distinto. Las mujeres ya no visten ajustado ni muestran su cabello, los transportes aprovechan en mayor medida el uso de la fuerza animal y los vehículos, son más viejos y de batalla. El nivel de vida, cae drásticamente: venden incluso sacos de pan duro, en las calles, no sabemos para qué (suponemos, que para la alimentación de animales. Sin embargo, la iluminación nocturna es perfecta y no hay mucha basura por la calle.

Si alguna vez, tuviéramos que poner un negocio en este país, sería un bar de tés, una barbería, una tienda de dulces o una plancha de carne o pescado o como alternativa, un puesto de verduras o fruto secos. Los de los faldamentos, zapatos, cachivaches varios y demás, compiten entre ellos ofertando lo mismo y muriéndose de hambre, por falta de clientes.

            En Guelmin –parada obligatoria, viniendo de Sidi Ifni-, jabíamos tenido la oportunidad, de compartir cochazo, hasta Senegal. Pero, desconfiamos del hombre que nos ofreció tal propuesta, porque siendo dueño de ese vehículo, ¿quién necesita compartir gastos?
                                                                                   Tarfaya
            Abandonamos Marruecos –por séptima vez- y nos adentramos en territorio ocupado. Con más dificultades de las previstas, en materia de transporte, nos introducimos en el Sahara, en un Land Rover compartido, con un presunto polígamo, sus tres mujeres e hijos y dos santurronas, que cargan con un pesada alfombra y que paran en mitad del desierto a rezar, arrodilladas en la arena, junto al conductor, que aprovecha esa misma postura, para orinar (veríamos más veces esto, que nos llamó la atención, a lo largo del tránsito por desierto).

            El panorama es pedregoso, aunque la mayoría del tiempo y a la derecha, se ve el mar, azul profundo. Cada 30 ó 40 kilómetros, aparece algo interesante. Generalmente, son atractivas dunas, que se deslizan hasta la carretera. Un niño de menos de un año y con el beneplácito del polígamo, absorbe una lata de coca-cola, como si en ello le fuese la vida y su último disfrute.

            Tarfaya es pequeña, desanimada –en un sábado por la tarde- y presenta algunos edificios tan bellos, como decadentes, además de las habituales y casi clónicas mezquitas. Pero, resulta extraordinariamente auténtica.
El Aaiún
            Hemos bajado un nuevo escalón en la pobreza, con un recibimiento tan indiferente, en esta nación ocupada por Marruecos, como no esperábamos. Las alubias con salsa roja y preparado de harisa y aceitunas, además de los bien especiados callos de cordero, nos han templado el estómago, sin dejarlo castigado. En este último plato, la ausencia de morcilla y chorizo, se echa tanto de menos, como se agradece.

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