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lunes, 14 de mayo de 2012

Sin duchas, ni enchufes

                                                                                             Taza
            Nuestro pasaporte, lleno de visas y de sellos, renovado hace tan sólo un año, se está convirtiendo en motivo de admiración y asombro, además de entretenimiento, de las autoridades fronterizas de Marruecos y de los dueños de los alojamientos. Nos encanta la apacible y agradable curiosidad árabe hacia el visitante, después del indiferente –a veces despectivo- trato, del que fuimos víctimas, no hace mucho, en la India.

            En este invernal viaje, hay dos características que nos resultan ajenas a Marruecos, acostumbrados como estamos, a viajar en verano: que nuestras habitaciones parezcan iglúes, tapándonos con mantas a todas horas y que llevemos varios días sin ducharnos (por falta de ducha o de agua caliente). Contábamos con el frío, pero no con la persistente lluvia, que afortunadamente, solo cae por las noches.
 Taza
            El fenómeno ducha, acompañado del de la ausencia de enchufe alguno en las habitaciones, resulta bastante molesto. De los cinco alojamientos, que nos ha permitido nuestra economía de guerra, cuatro no tenían, ni una cosa ni la otra. Y, el caso es, que por lo demás, no estaban mal.

            En cualquier otro país del tercer mundo siempre hay una forma de asearse, aunque sea compartida. En Marruecos no y se acepta, porque este tipo de hoteles, están llenos de lugareños. ¡Así huele en los autobuses, más populares y populosos!

            La medina de Taza es pequeña, pero muy bien cuidada, limpia y con numerosos atractivos, en forma de zocos, mezquitas, estrechas calles a las que se accede, después de ascender, bordeando la muralla, por 273 escalones. Unas alubias blancas con deliciosa salsa, nos reconfortaron bastante, junto a unos fresquísimos boquerones fritos, con vinagre –muy a la madrileña-, ideales para combatir el frío, desde dentro del organismo. La pega de esta ciudad –que en su parte baja, cuenta con un magnífico mercado-, es la escasez de hoteles.
                                                                                                Fez
            Quisimos partir el viaje en dos, después de que por motivos ajenos, no fuésemos directamente, a Rabat. La escala fue, la mil veces visitada Fez, donde al contrario de otras veces, fuimos muy acosados por los comisionistas de los alojamientos. Se nota, que estamos en temporada baja. Nos hemos integrado tanto en el país y en el aburrimiento generalizado, que acontecimientos como la final de la Copa de África –Zambia contra Costa de Marfil-, supusieron un momento de nervios y gozo.

            Al día siguiente, llegamos por cuarta vez a Rabat. Es la primera, que no es Ramadán y la ciudad cambia bastante. Ya han inaugurado el tranvía, que la comunica, con su vecina, Sale. Mañana es San Valentín. También aquí, el consumo ha encontrado su hueco, entre las grietas del férreo islamismo. Aunque lo hacen a su manera, de forma muy incipiente. Si no, no se explica, como uno de los regalos más destacados, es un enorme reloj de pared, con corazoncitos y fondo rojo, que más que para la casa de una enamorada, parece ideado, para los pasillos de un putiferio.
                                   Sale
            Mañana, trataremos de gestionar la visa de Mauritania. A ver si la conseguimos en breve y ponemos rumbo la sur. En cualquier caso, será el aniversario, del día que nos robaron la cámara en Lusaka y conseguimos recuperarla. 

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