Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 26 de marzo de 2020

Pesimismo en cuanto a viajar, en 2020


          El coronavirus ha llegado para quedarse en nuestras vidas y hasta en nuestras pesadillas. Sin ir más lejos, yo,  que acabo de salir de un resfriado de ocho días -sin tos seca, fiebre o problemas respiratorios-, en la siesta de esta tarde he soñado con el.

          Todo comenzó, como empiezan siempre las cosas en este país: con un ji, ji, ji; ja, ja, ja. " Mira a esos chinitos idiotas -nos decíamos-, que los tienen ahí confinados y perseguidos por hombres malignos de escafandras blancas".

          Después, nuestras irresponsables autoridades - somos de izquierdas, que conste-, nos lo trataron de vender, como si fuera una yincana: descubrían un caso y se volvían locos rastreando todos los posibles contactos con los que había estado el paciente, durante las dos últimas semanas: ¡a la caza y captura del supuesto contagiado y sus allegados!. Hoy en día, no te hacen la prueba, a no ser, que te estés muriendo.

          Luego, vinieron los del World Congresos Móviles y todo ha sido un quiero y no puedo, hasta que nos hemos dado de bruces con la pared: las motos, la Fórmula Uno, la Liga, la Champions, los Juegos Olímpicos...Hasta nosotros mismos, que tuvimos, que abandonar nuestro periplo viajero por el este de Estados Unidos y Canadá, pocas horas antes de poner los pies en el avión, que nos debía llevar, a Toronto.

          Todo cambio y se torno de gravedad -que casualidad-, al poco de la celebración de las manifestaciones de féminas radicales y los  grandes eventos deportivos, que movilizaron a miles y miles de inconscientes y, mayormente, de inconscientas.

          Desde entonces, los políticos, sus secuaces y sus palmeros -a cual peor-, no pierden la oportunidad, cada vez, que pueden, de tratar de hacernos responsables de lo que está pasando, por el mero hecho de tratar de poner un pie en la calle para airearnos y han convertido el escenario vital en una batalla cruenta o más bien, en una guerra patriótica. ¡Otra vez, a tomarnos el pelo, como siempre! Y a lanzarnos a la cara a la policía y a los militares (experiencia piloto para tenernos controlados en el futuro). Netflix y sus series se está quedando a la altura del betún!.

          No nos cuentan, eso sí, que hay un estudio bastante reciente y creíble, que indica, que si el secuestro de la población se hubiera producido el día 1 de marzo o incluso, a finales de febrero, los infectados habrían sido poco más de 6.000 y los muertos menos de 400 (vamos por cuatro mil y un buen pico y casi 50.000 apestados).

        Nos han vuelto locos con el Paracetamol, el papel higiénico -si lo compra mi vecino, yo lo compro-, la leche, el acaparar, las mascarillas...,pero nadie pierde ni dos minutos en leerse las recomendaciones de la web de Sanidad. Por ejemplo, estás últimas, no sirven para protegerse. Más bien, para no transmitir la enfermedad si ya estás contagiado o si tienes, que cuidar a enfermos.

          No hay artículo de prensa en el que no se hable de coronavirus o de ERTES. Se preguntaba alguien el otro día, si no deberían hacer los políticos un ERTE y yo añadiria, que más bien, se deberían ir a tomar por el ORTO (entiéndase en argentino).

          Y la última estupidez de turno: van a confinar la India. ¿Alguien, que haya estado un solo día en este país, se va a creer semejante tontería?

          Para colmo, los mismos, que nos trajeron la enfermedad, hoy se parten el culo de nosotros, habiéndonos vendido los test rápidos defectuosos, comprados a una empresa ilegal.

          Todo este rollo opinativo, para concluir, que es más que probable, que en este 2020, nos quedemos sin viajar y eso no es una buena noticia. Tenemos dinerito fresco y muchas ganas, pero me temo, que esto va para largo y los únicos periplos, que vamos a llevar a cabo, van a ser de la cocina a la buhardilla y del baño a la habitación (con todos los gastos pagados). Hemos cerrado las fronteras y los las han clausurado. Nunca en la historia moderna el mundo ha estado tan aislado. ¡Y nos creíamos invencibles amparados en el gulipollesco hecho de llevar un microordenador en el bolsillo!

          Pero, al fin, en el confinamiento y en el secuestro sin ni siquiera posibilidad de rescate, a nuestro hogar ha llegado la paz. Tanta, que no tenemos ni fuerzas para salir a aplaudir a las ocho de la tarde, aunque nuestra solidaridad con el incansable personal sanitario sea más, que máxima.

          Mejor, porque lo de mediados de febrero a mitad de marzo, ha sido insufrible. Primero, por el drama general, que va a cambiar la historia y después en el plano personal. El viaje mejor preparado de nuestras vidas -no somos muy de organizar más, que lo basico-, se ha ido por el sumidero sin dejar más rastros, que algunos gastos (ETA, ESTA...)

          Cada mañana, al levantarnos, teníamos unas sensaciones distintas. Contábamos los muertos, uno a uno y día a día -leer el anterior post-, para tratar de ser conscientes de la gravedad de la realidad y para creer, que no iban a ser necesarias medidas mayores, que dieran al traste con nuestra mayor pasión: poder viajar a cualquier parte del mundo. Hasta, cuando Trump cerró las fronteras, nos agarramos a la esperanza, de que volábamos, vía Toronto y no, directamente

        Ahora ya, todo igual y se ha despendolado. ¡600 muertos al día y nos la suda!. Y los políticos diciendo, que ya estamos cerca de la curva -no se, si la de la chica de la carretera- o que surfeemos la ola, como Echegui.

          ¿Quién se acuerda ya, que hace no mucho, moría un millón de personas cada año por el SIDA? ¡Porca miseria, ragazzi!.

martes, 24 de marzo de 2020

Parece, que a la octava, tampoco irá la vencida (parte II)

          Lugares, donde habríamos estado en USA y Canada
         Esto del coronavirus parece una serie de miedo de ocho temporadas y me da la sensación, de que nos llegamos por el capítulo dos de la primera. Algo así, han sido para nosotros los preparativos viajeros, durante el último mes y la toma de decisiones hasta el último momento. Casi, como si se tratara de una agónica Semana Santa: paso a paso, con mucho fervor, con dilatada emoción..., pero también, con demasiada angustia.

          14 de febrero: compramos dos billetes, a Nueva York, con escala en Toronto, a la ida y en Munich, a la vuelta, al precio increíble de 145 euros cada uno.

          Durante las dos semanas siguientes comenzamos una hoja de ruta minuciosa: solicitar la ETA, de Canadá y la ESTA, de Estados Unidos; búsqueda de hoteles en ambos países; posibilidades de horarios de autobuses con las compañías Megabus, Peter Pan y Greyhound; selección de guías de viaje... Pero las noticias del día a día, nos van generando incertidumbre creciente.

        8 de marzo: comienzan las severas medidas restrictivas, en Italia. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...

          11 de marzo: Trump anuncia, que a partir del día siguiente, quedan prohibidos, durante treinta jornadas, todos los vuelos desde Europa -salvo Reino Unido-, a Estados Unidos. Parece, el principio del fin, pero aún albergamos una esperanza o triquiñuela desesperada: nosotros volamos, a Nueva York, desde Toronto -no desde el viejo continente- y consultando nuestra reserva en internet, todo parece normal.

          13 de marzo: al mediodía, recibimos un correo de Air Canadá. Nos cambian el segundo vuelo de la ida de horario y por tanto, tenemos derecho a anular o cambiar, según nos cuentan y según el reglamento 261 de la Unión Europea. Pero, al tratar de hacerlo por la web, nos indican, que tenemos que gestionarlo con la agencia de viajes con la que hemos comprado los billetes (Budgetair).

          Diez minutos después , e-mail de este operador virtual, en el que se nos anuncian los cambios, pero muy astutos ellos, ni dicen nada de lo otro. Es imposible contactar con ellos por saturación y porque a las seis de la tarde del viernes, echan la chapa todo el fin de semana, aunque se hunda el mundo.

          Por esto, por el miedo de la gente y por el Estado de Alarma, anulamos todas las citas del fin de semana. Queremos centrarnos en esto. Correo a Budgetair, pidiendo la cancelación o cambio de fechas.

          15 de marzo: desafiando el cautiverio, secuestro o confinacion establecidos, nos acercamos a la estación de autobuses, a ver si sigue habiendo servicios, desde Valladolid, a Madrid, como pone en la web. Las ventanillas están cerradas, pero los vehículos circulan.

          Comemos, compramos los billetes del ALSA, me duermo la siesta y les comunico a mis padres, que nos vamos, cosa que no les hace ninguna gracia.

          El descanso vespertino y las últimas noticias nos hacen reflexionar, aunque mi pareja ya ha hecho todo el equipaje. Ducha reparadora. La cosa es tan complicada, que a pesar de nuestra experiencia, carisma y suerte, esto tiene pinta de salir mal, porque además, Canadá está amenazando con seguir las medidas de Estados Unidos y ya no tenemos excusas (lo haría al día siguiente). Anulamos los billetes de autobús y nos devuelven el dinero sin problemas. ¡Respiramos a pulmón abierto!

          16 de marzo (día del vuelo): dos correos contradictorios, de Budgetair, en apenas media hora. La contestación al nuestro, diciendo que nuestra tarifa no se puede anular o cambiar (mentira) y otro automático, indicando, que nuestros vuelos se han cancelado y que en quince días, nos devolverán el dinero, no sabemos, si con algún coste de gestión.

          En estas estamos, esperando y enviando a la agencia amenazantes correos con la documentación pertinente para presionar. Y si no, al juzgado de lo Mercantil -cuando lo abran, claro-, que para reclamar menos de 2.000 euros, no hace falta, ni abogado, ni procurador.

          De todas formas, el del 14 y 15 de marzo, ha sido para nosotros uno de los fines de semana más complicados de los últimos años. Aunque, ¡sarna con gusto no pica!

          Creo, que por las buenas o por las malas, recuperaremos el dinero y volveremos a salir victoriosos. De todas formas, la batalla ya está ganada, porque de haber podido viajar -lo dudo-, haber disfrutado de este viaje -lo dudo, aún más-, tengo la seguridad, de que la a vuelta habría sido imposible (al menos, en los términos planeados ).

lunes, 23 de marzo de 2020

Parece, que a la octava, tampoco irá la vencida (parte I)


       Pues no. Finalmente, no ha podido ser y nos hemos quedado sin viaje -y en casa, como todos-, al este de Estados Unidos y Canadá. Ha sido por los pelos, dado que el día del inicio del periplo, fue el del Decreto del Estado de Alarma. Si hubiéramos volado solo una semana antes, no hubiéramos tenido problemas para comenzar la andadura. Ahora bien y como estamos comprobando en carnes ajenas, lo complicado habría sido regresar..

          Pero, vayamos por partes, porque no es la primera vez, ni la segunda, ni la tercera..., ni la última, que huelgas, pandemias, despidos laborales, juicios, herencias y otros aconteceres extraordinarios, se interponen en nuestros planes viajeros. Nuestra vida es así de movida y debemos aceptarlo. Sólo hablaremos de incidentes con vuelos, ya que podríamos agrandar la lista con otros sucesos ferroviarios, como los constantes paros salvajes de la francesa SNCF o el crucero entre Colombia y Panamá.

          1°.- Noviembre, de 2008. Regresamos a casa desde Estambul, después de una larga excedencia viajera por el mundo, de 10 meses, vía Roma. El primer vuelo transcurre sin problemas, pero al llegar a la ciudad italiana, comenzamos a oír por megafonía la palabra "scopiero". Sabíamos su signicado, porque años atrás, habíamos vivido una huelga de vaporettos en Venecia.

          Tras horas de confusión y carreras, se cancela el vuelo, de Alitalia. Se forma una cola de centenares de metros -el paro es salvaje e imprevistos y afecta a todos los vuelos de la compañía-, que da acceso a una sola ventanilla. Si nos hubiéramos colocado al final, no habríamos llegado nunca.

          Inspeccionamos el panorama. Nos suenan las caras de unas chicas españolas, que habíamos visto antes y que se encuentran en el primer tercio de la fila. Con todo el morro, les pedimos si nos dejan colocarnos detrás de ellas, a lo que nos dicen: ¡"si los de detrás no dicen nada!...

          Al margen de pasar una buena tarde y noche -aunque con tensión-, logramos un cambio de vuelo para el mediodía siguiente, con Iberia, una notable estancia en un hotel de cuatro estrellas, una opipara cena y un excelente desayuno y todo, sin cargo alguno. La mayoría de la gente con la que hablamos, ni siquiera consiguió el trasvase a otro vuelo y tuvieron, que comprar otros boletos y dormir en el aeropuerto. Al caos se sumó, que ese mismo día hubo un accidente de Ryanair, en Ciampino, cerrándose este aeródromo.

        2°.- Marzo, de 2009. Después de haber perdido -mas bien, me lo robaron- un juicio laboral y quedar muy tocados, compramos unos billetes para un viaje, a China. A falta de dos días para volar, me llama mi abogado y me dice, que me tengo, que quedar para unas negociaciones. No hay tiempo para hacer un poder, porque es viernes al mediodía y volamos el lunes a primera hora. ¡Gran fatalidad!, porque no nos devuelven el dinero y son mil euros. Pero, recompensa final, porque logramos un buen acuerdo y una buena indemnización.

          3°.- Mayo de ese mismo año. Al fin, viajamos a China. Pero, no hacía muchas semanas, había estallado a nivel mundial, la pandemia de la gripe A. Al aterrizar, en Shanghái, decenas de hombres con trajes blancos y cascos herméticos, nos toman muestras de salud y de temperatura, durante largo rato. Finalmente y tras un gran estado de nervios, pudimos ingresar en el país.

          4°.- Abril, de 2010. Mi pareja ha sido despedida, fulminantemente y nos quedan cuatro días para ir, a Venezuela. No se puede cancelar, ni cambiar y debemos quedarnos para organizar una demanda en el juzgado de lo Social, que tiene sus plazos. Al día siguiente, modifican el horario de uno de nuestros vuelos y pudimos cancelar y recuperar todo el dinero.

          5°.- Ese mismo mes, también nos pilla la crisis de las cenizas volcánicas de Islandia, que afectó al norte y centro de Europa. Afortunadamente, nosotros viajábamos, a Marruecos.

          6°.- Diciembre de ese mismo año. Transcurre el viernes 3 y se inicia la brutal huelga de los controladores aéreos. A nosotros, eso nos habría dado igual, sino hubiera sido, porque el lunes 6, volabamus a Sudáfrica, vía Libia. Después de que se decreta se el ahora tan famoso  Estado de Alarma y de tres jornadas de infarto, conseguimos iniciar el que fue nuestro tercer viaje largo, a África austral y del este.

          7°.- Junio de 2018. A mediados de mes, queremos viajar, a Japón e iniciar nuestro séptimo viaje largo. Una tarde, nos decidimos a comprar unos boletos a buen precio. Aún no sé porque, tuve una corazonada y decidí aplazar la compra 24 horas. A la mañana siguiente, a mi pareja le llegó una carta citando la para una vista con abogado y procurador para una semana después por un reparto de herencia. ¡No habríamos podido viajar y habríamos perdido el dinero de los vuelos, a Tokio!

          Conseguimos un muy buen acuerdo y no siquiera llegó a haber juicio. En agosto fuimos al notario y en septiembre, nos pusimos rumbo al país del sol naciente.

          8°.- El caso actual. Es largo de contar, por lo que lo dejamos para el próximo post.

domingo, 16 de febrero de 2020

A mediados de marzo, a Canadá y al este de Estados Unidos

                           Nueva York, en 2.009
         Este periplo de veinte días -16 efectivos, dado que cuatro serán dedicados a la ida y a la vuelta-, ya llevaba rondando nuestras cabezas un par de años,despues de que descubrieramos, que los precios de los vuelos, a Nueva York, caen a importes mínimos, durante el primer trimestre del año (aunque, nunca pensamos en encontrar algo tan, realmente, tirado de precio).

          Pero, vayamos por partes. En Estados Unidos, ya estuvimos en el otoño, de 2.009, visitando Nueva York y el oeste del país. Por eso, además de regresar a esta magnifica y cosmopolita ciudad, transitaremos por determinadas ciudades y parajes naturales de la zona más próxima, al océano Atlántico. Por motivos logísticos y estratégicos, se quedará fuera de nuestro alcance, Chicago, una de las urbes, que más nos apetecería descubrir.

          El recorrido se desarrollará en una especie de óvalo, en sentido de las agujas del reloj, comenzando, en Nueva York y, previsiblemente, de la siguiente manera: Nueva York-Filadelfia (152 kilómetros)- Washington (225) -ambos lados de las Cataratas del Niágara (647) -Toronto (133) -Ottawa (449) -Montreal (199) -Quebec (225) -Boston (642) -Nueva York (346). En total, 3048 kilómetros.

       Volaremos de ida el lunes, día 16 de marzo, desde Madrid y vía Toronto, con Air Canadá y regresaremos en la jornada del jueves, 2 de abril, con escala en Munich, con Luthansa. El tránsito es de unas trece horas y de tan solo 45 minutos, respectivamente. Pero, lo más increíble es el precio, que hemos pagado: ¡¡145 euros por cada billete!! (el equipaje facturado se abona aparte, pero nosotros viajaremos solo con el de mano). ¿Sera el miedo mundial al coronavirus? ¿Será el incidente sufrido por la aerolínea canadiense, en Barajas, hace unas pocas semanas? ¿Será una tarifa "error", encontrada un jueves a las dos de la madrugada? Lo cierto es que el mismo vuelo unas horas después, costaba 212 euros.

        Con unos boletos aéreos tan bajos, nuestro margen aumenta mucho, a la hora de acometer los caros gastos en alojamientos y los algo menores, en transportes interiores, que en la medida de lo posible, trataremos de llevar a cabo con la empresa Megabus (que sepamos, se trata de la más económica). Hemos descartado -de momento- vuelos internos. No esperamos gastarnos para los dos, más de 1.500 euros en este proyecto.

          A estas alturas, todavía no hemos hecho la ESTA estadounidense -14 dólares USA-, ni la ETA canadiense -7-, pero estamos en ello. La primera sirve para dos años -o hasta la expiración del pasaporte -y la segunda para un lustro y en este caso se hace necesaria, incluso, para el tránsito en aeropuertos, aunque no se entre al país.

          Este viaje, nos pone algo más nerviosos, que el que hicimos hace unos meses, a Asia Central. ¡Y es, que en Estados Unidos y más, como corren los tiempos, nunca se sabe! De todas formas, lo que más nos inquietan son las temperaturas. Anoche, en Ottawa, hacía 24 grados bajo cero. Creemos, que para las fechas, que manejamos, las cosas habrán mejorado bastante.

          Si puede ser y para completar las aventuras del 2.020, a mediados de junio, comenzaremos nuestro noveno viaje lsrla por Asia y Nueva Guinea Papúa.

domingo, 22 de diciembre de 2019

domingo, 24 de noviembre de 2019

Una escala, en Estambul

                                  Estambul (Turquía)
          Partimos puntuales y llegamos, a Estambul, unos veinte minutos antes de la hora prevista. En total, hemos tardado cinco horas y media, de las urge dormido, casi cuatro y el resto no, porque hay, que atender a la comida. Al revés, que cuando vinimos, está mejor la ensalada -tomate, pepino, lechuga, aceituna negra y cremoso queso-, que el plato principal: una especie de hojaldre relleno de queso y especias y una tortilla francesa de dos huevos, que se pega a la bandeja. Antes de descender a tierra, otro bocadillo de queso. La primera vez, acompaño el almuerzo de vino blanco y la segunda, de cerveza.

          Nuestra escala se va a quedar, en unas 17 horas, si mañana no hay retrasos en el vuelo, a Madrid. ¡Paciencia! Y con el hándicap, que aunque este aeropuerto si dispone de wifi -en teoría, se obtiene un código, metiendo el pasaporte en una máquina-, este no funciona. Al igual, que a la venida.

          Parece,  sin embargo, que nos vamos a entretener. Cuando vinimos y como ya contamos, al pasar la zona de Transfer, de llegadas a salidas, no nos hicieron ni caso. Pero, en el impas de este mes, les han puesto maquinitas nuevas y los policías, se lo están pasando pipa, como niños con zapatos nuevos.

          Han puesto un detector de explosivos y que mejor forma de medir su eficacia, que haciendo pasar por el a una niña de entre dos y tres años, que se queda alucinada, aunque no le da por llorar. Y también han instalado, esa especie de cabina de ducha terrorífica, dónde te hacen entrar de pie y con los brazos hacia arriba, cierran la puerta y te observan, como Dios te trajo al mundo. Por aquí, obligan a introducirse a su madre y para que yo no tenga envidia, que voy detrás, después a mi. La cola, que se ha formado es importante, pero parece darles igual. En cuarto de hora, conseguimos salir de este pesado enredo.

          Nos encaminamos a la oficina correspondiente en busca del vale de comidas. No nos cuesta encontrarla, porque habíamos estado a la ida en ella. Podemos consumirlo -solo uno por cabeza, a pesar de la larguísima escala-, en el Burger King, en Popeyes (una cadena de pollo), en otro de pizzas y en cuarto restaurante de comida local con el que no damos hasta la tarde. Como, cuando fuimos, a Seul, hace ya cuatro años, también tenemos derecho a hotel, pero para eso, hay que entrar en el país y abonar el correspondiente visado. ¡Va a ser, que no!

          Nos encaminamos a la parte de arriba de este funcional y bonito aeropuerto, que es, dónde se encuentran la mayoría de los restaurantes de comida rápida. Alguien se ha dejado una bandeja de pollo crujiente sobre una de las mesas corridas y nos la metemos entre pecho y espalda. Se ve, que a su propietario, no le gusta demasiado el picante.

        El siguiente y entretenido paso consiste, en discutir con el personal del Burger King. Hay una cola tremenda y pasan de atender a los pasajeros, que venimos con el vale, de Turkish y no pagamos en efectivo el dineral, que cuesta la comida en cualquier restaurante de esta terminal aérea. Después de casi diez minutos, nos tenemos que plantar, acudir a las malas formas y de mala gana, nos sirven el menú. Yo no quiero Coca cola, sino  fanta y el chico se venga, diciéndome de muy pésimas maneras, que no está incluida en el lote.

          El susodicho lote consiste en una hamburguesa enorme -supuestamente,vde vacuno-, un paquete de patatas grande y la bebida de más de medio litro, aunque como siempre en estos sitios, la mitad del vaso es hielo. Solo entro a comer fast food en los restaurantes de los aeropuertos y, generalmente y como hoy, con vales de las compañías aéreas, así que a mí, la comida me sabe tan rica. Lastima, que ni hayan incluido algún pastek o helado.

          Completamos nuestra alimentación con las pocas deliciosas delicias turcas -llamadas también, lokum- de los omnipresentes Duty free, mientras damos vueltas y más vueltas y contamos  los minutos, de las que siempre terminamos hartos. ¡Ya podían ponernos un vaso de mojito, como a la ida!

          Tenemos un problema. Solo disponemos de una botella de medio litro de agua para los dos y para el resto de nuestra estancia, aquí. Hay dos alternativas viables: o cambiamos cinco euros para comprar algún refresco o líquido elemento -el agua del grifo en el aeropuerto no es potable- o compramos en la moneda europea, botellas de 33 centilitros de cubata con naranja, lima, melón, mandarina...(unos cinco grados). Cuesta cuatro euros una sola unidad -ya está bien-, pero si compras tres, solo te cobran las dos primeras.


        Finalmente,  no hacemos, ni una cosa, ni la otra, porque nos hemos dejado el abridor de envases de vidrio en el equipaje, que hemos facturado esta mañana. Y la terrible sed de agua, se nos termina pasando, ampliamente, una vez, que nos ponemos a beber vodka en botecitos pequeños, de menos de cien mililitros, que puedes acumular en el equipaje de mano. ¡Los borrachitos nos las sabemos todas, je, je!

 
        Sobre las doce de la noche y después de haber pasado por todos los estados  de ánimo, nos vamos a dormir, dado que el vuelo de la mañana es más tempranero y debemos madrugar. Este aeropuerto está genial para estos menesteres oniricos, porque dispone de enormes planchas acolchadas con espuma interior de diferentes formas y tamaños, dónde te puedes tumbar a tus anchas y a pierna suelta. Nosotros, nos hemos colocado los dos juntos en una redonda de color beige apagado.