Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

sábado, 11 de octubre de 2025

martes, 7 de octubre de 2025

¿Espionaje israelí de este blog?

 


         Este blog vio la luz en noviembre de 2010, antes de un viaje a Malta y Sicilia y a un mes vista del inicio de nuestro tercer viaje largo, que nos llevó desde Ciudad del Cabo, hasta Nairobi, recorriendo África Meridional y del Este.

          Previamente y desde el 26 de agosto de 2006, existía una web gestionada por nosotros, que llegó a contar con unos diez mil folios y ocho mil fotografías. Pero Google y sin previo aviso se la cargó a mediados de 2023. Conservamos todos los contenidos, pero no tenemos ni tiempo, ni ganas de volver a montarlos.

          Desde hace bastante tiempo y de manera estable este blog venía recibiendo unas 300 visitas diarias. Pero en las dos semanas, que se han posteado las entradas sobre Israel y Palestina, los registros se han multiplicado por diez, hasta llegar a los dos mil quinientos o tres mil cada jornada ( ver gráfico en la parte de arriba). Como carecemos casi de ego y no creemos, que el interés general de nuestras vivencias y comentarios se haya despertado de repente, estamos casi convencidos -sin pruebas-, de qué este espacio ha sido testeado, durante este tiempo, por tecnología de espionaje  del estado hebreo.

          Hemos oído hablar de casos similares, aunque por parte de Estados Unidos.


        Sin ir más lejos este blog  fue bloqueado en nuestro último viaje a Tailandia a finales de 2023, no permitiéndose el acceso en este país. Aparecía un mensaje en inglés, donde más o menos se decía, que era un peligro para la seguridad nacional. Lo curioso es, que por entonces solo habíamos publicado videos bastante inofensivos y no contenidos, que llegarían después.

          En otro orden de cosas, estamos escuchando desde ayer las "imaginativas" vejaciones israelíes llevadas a cabo hacia  los miembros de la flotilla, contadas en su regreso a España. Seguro, que seguirán siendo caldo de cultivo de la ultraderecha -PP y VOX- para sus gracietas, burlas y constantes desprecios.

          La mayoría de los israelitas y especialmente sus sucesivos gobiernos radicales odian a todo el mundo, pero hay categorías. Por orden descendente: 

          1. Palestinos y árabes, en general.

          2. Periodistas.

          3. Activistas.

          4. Turistas, que les van a fisgonear.

          5. Resto del mundo.

         Nosotros pertenecemos al 2, al 3 y al 4.

          Y entre turistas internacionales y gentes del sector hotelero y de agencias, el asco es recíproco hacia ellos y no, como nos quieren hacer creer, contra su religión. Podría poner decenas de situaciones, como ejemplo, pero por no aburrir, nos ceñiremos  a dos, ocurridas, durante nuestro primer viaje largo, en 2008, por Sudamérica, Centroamérica y México.

          En Foz de Iguazú, junto al lado argentino de las cataratas, la dueña de nuestro alojamiento nos contó indignada, como viajeros israelitas le habían destrozado varias habitaciones en un par de ocasiones. Desde entonces, ya no daba cobijo a personas de esta nacionalidad.

          Casi dos meses después y en la boliviana localidad de Potosí, coincidimos con un chico suizo, que visitaba las minas de plata del Cerro Rico, junto a nosotros, las dos Florencias -nuestras amigas argentinas - y otros tres o cuatro turistas sudamericanos. En aquella época, se llevaban a cabo dos tours simultáneos. Uno en inglés y otro en español. El suizo hablaba, perfectamente, las dos lenguas, pero eligió el segundo, porque por hechos del pasado, no estaba dispuesto a compartir tiempo, ni espacio con el otro núcleo, compuesto íntegramente por judíos.

domingo, 5 de octubre de 2025

Último trimestre viajero de 2025

           Si no hay contratiempos el viernes, que viene, nos vamos, aprovechando el finde y asuntos propios, a Marruecos por decimosexta vez. Aterrizaremos en Tetuán y volveremos desde Esaouira, bajando por la costa.

          A finales de mes y por horas extraordinarias, probablemente, nos acercaremos cinco o seis fechas a Friuli - Venecia Julia, para visitar Trieste -ya conocida-, Udine, Aquileia y Grado.

          En noviembre nos marcharemos dos fines de semana a Madrid -bono de ALSA con 70% de descuento- y uno, a Santander.

          Y en diciembre tocan 23 días de vacaciones, casi seguro, al norte de Argentina. Estamos estudiando la posibilidad de juntarlos con un período del descanso de 2026.

sábado, 4 de octubre de 2025

La promesa incumplida

           Siete años después de nuestras primera visitas, incumplimos la firme promesa de no regresar a Israel, aunque fue por necesidades del guión, más que por deseo.

          Corría agosto de 2014 y llevábamos cuatro meses de nuestro sexto viaje largo -ahora ya van once-, en los que habíamos transitado a través de Tailandia, Bangladesh e India. Nos quedaban apenas cuatro días para la caducidad del visado de este último país y debíamos actuar con urgencia.

          Era pleno verano y nos resultaba imposible encontrar un vuelo de precio asequible para volver a España. Nos pusimos a buscar a tiempo completo, estando en Udaipur y finalmente, logramos una combinación rocambolesca aunque económica: Delhi - El Cairo, con Royal Jordania y Vía Amman y Tel Aviv - Barcelona, con Vueling. Desde Egipto, hasta Israel, iríamos por tierra con calma.

          En el país de los faraones, ya habíamos estado en el otoño de 2006, visitando sus principales lugares turísticos. El reencuentro con El Cairo, -15 grados menos, que en Delhi-, resultó muy reconfortante.  Aprovechamos para conocer nuevos lugares como Port Said o la increíble Dahab -Blue Hole incluido- y todos sus alrededores, donde estuvimos durante ocho inolvidables días.

          Desdé allí y por un feo camino arribamos a, Taba, población fronteriza con el estado hebreo. Por entonces, en este punto de control no había casi nadie.

          En esta ocasión, tardamos hora y media en ingresar al país. Los polis, algo menos bordes, que en 2007, se olvidaron completamente de mi y se centraron en un interrogatorio casi sumarísimo a mi pareja, a la que volvieron loca. Les pedimos, que no nos pusieran el sello en el pasaporte y nos respondieron, que usaban otro método: entregar un papelito minúsculo con todos tus datos personales y fechas, que debías devolver a la salida. La alegría nos duró muy poco, al darnos cuenta, de que no habíamos solicitado lo mismo al salir de Egipto y nos habían puesto el sello de Taba. El más torpe de los sabuesos fronterizos de un país árabe lo detectaría sin dificultad y nos impediría la entrada (salvo Marruecos, Jordania o los países del Golfo Pérsico.

          Menos mal, que a pesar de tener solo cuatro años, nuestros pasaportes estaban llenos de sellos y deberíamos renovarlos en breve. 

          Salimos a unos ocho kilómetros de la ciudad de Eilat y como no teníamos sequels fuimos andando hasta el centro por una cómoda acera, aunque con un calor insoportable.

          Este lugar -contraste brutal con Taba- es bastante moderno, aunque no cuenta  con mucho encanto. Sí resulta agradable caminar por su paseo marítimo de corte occidental y plagado de negocios europeos. De madrugada, tomamos un cómodo autobús , a Tel Aviv. Está cosmopolita ciudad -no la disfrutamos la primera vez, debido al eterno sabath de la Pascua -, si que nos gustó bastante. Además de su estupenda corniche, tiene un bellísimo casco histórico.

          Dormimos en el dormitorio de un hostel, al igual, que el día siguiente en Jerusalén, adonde llegamos, después de visitar la bonita Jafa.

          El reencuentro con Jerusalén fue algo frío, porque ni había eventos -como la otra vez-, ni siquiera demasiados turistas. A la mañana siguiente tuvimos un problemón. Por razones desconocidas y de muy malas maneras nos impidieron entrar en la Explanada de las Mezquitas, llegando casi a la violencia.

          Para rematar por la noche y tras tomar el bus al aeropuerto de Bengurion , nos dejaron en medio de la nada y antes de entrar, se dispararon todas nuestras alarmas, debido al trato de unos enérgicos y maleducados militares. Ellos siempre ofenden o maltratan primero y después, si acaso, preguntan 

          Entre medias de ambos desagradables acontecimientos visitamos el Yad Vashem o Museo de la Historia del Holocausto -se llega en el tranvía o andando-, un sitio, donde los horrores del genocidio nazi se mezclan con la descarada propaganda.

          Punto final a esta serie de post creados en homenaje y solidaridad con el sufrido pueblo palestino.

jueves, 2 de octubre de 2025

9 de abril de 2007. ¡Y parece, que fuera hoy!

           Texto íntegro del correo electrónico enviado por mi a varios grupos de amigos desde el ordenador del Hotel Strand de Jerusalén, en la noche del lunes, 9 de abril de 2007, pocas horas antes de abandonar Jerusalén para siempre.

          "Esta es nuestra última noche en Jerusalén. Estamos en un hotel caro para las prestaciones que ofrece, pero con un rico desayuno e internet  gratuito y no muy solicitado. Al fin y al cabo no nos podemos quejar, dado que decidimos cambiar  los planes y nos presentamos en esta ciudad a las nueve de la noche del Viernes Santo sin ninguna reserva (la teníamos, pero para una semana después en otro hotel).

          Tras la visita de esta majestuosa ciudad, llevamos dos días explorando Palestina (Belén, Ramala, Nablus...) y estamos tan impresionados y encogidos, como indignados. ¡Es una barbaridad que el mundo consienta lo que aquí pasa y que a los seres humanos -uno por uno- no se nos caiga la cara  de vergüenza por lo que se está haciendo con un pueblo como el palestino!.

          Hay que cruzar torniquetes, alambradas, muros, arcos de inspección, puertas que se asemejan a cárceles de alta seguridad, registros...Hay que quitarse los zapatos o la ropa si al descerebrado le apetece. Y todo ante la desafiante mirada y malas maneras de seres insensibles -generalmente de muy corta edad y de ambos sexos- armados hasta los mismísimos dientes.

          Y lo curioso es que detrás de una de esas alambradas en Belén, algún siniestro personaje israelí ha ordenado que se escriba en inglés la frase "La paz sea con vosotros".

          Toda esta infernal estructura de odio y rencor ha sido levantada por los judíos con el consentimiento de las naciones más poderosas y con el fin de construir guetos muy similares a los que ellos tuvieron que padecer durante la dominación de la Alemania nazi.

          En Nablus hoy (hace dos meses estaban a tiros) reinaba una calma que solo nos era rota por los pensamientos de lo que de esta zona del planeta sale en los telediarios. Pero la sonrisas de los niños y niñas, de ojos muy grandes lo diluyen todo.

          Os tengo que contar que hoy un par de -aparentemente- civiles nos han apuntado directamente  con una ametralladora a la cara durante breves instantes. No hemos tenido ni siquiera tiempo para sentir miedo.

          Nunca volveremos a Israel  ni a Jerusalén (lo mejor del viaje a pesar de que aún nos quede Petra). Tampoco retornaremos a Palestina mientras este pueblo permanezca sometido por la vejatoria situación actual, pero las experiencias que hemos vivido en esos territorios son casi inigualables con ninguna  otra anterior.

          A falta de nueve días para volver a casa, reafirmó la creencia  que ya sostenía desde hace tiempo por la experiencia de viajes anteriores. Mi simpatía por el pueblo árabe. Y acreciento enormemente, mi antipatía por Israel, su arrogancia, su chulería y las muy reprochables actitudes que genera.

          No pretendo juzgar a un pueblo a través de una estancia en su país de cinco días (como ha sido la nuestra). Sería injusto a todas luces. Pero si puedo narrar con pelos y señales lo que a un viajero le puede ocurrir  en estos lugares  en ese periodo de tiempo. Y la mayoría de cosas no son precisamente agradables.

          Hay mucho que contar, pero será a la vuelta (aquí acabas volviéndote paranoico por lo controlado que estás y piensas que incluso en cualquier momento te pueden detener por considerarte un elemento amenazante para la seguridad nacional). Si está gente nos trata así de mal a los turistas  occidentales, ¡que no harán con los pobres palestinos!

          Ayer nos despedimos de Ana y Longi, que vuelven a España. Hemos viajado una semana con ellos y ha sido estupendo. Por nuestra parte queda abierta la posibilidad de volver a recorrer alguna otra parte del mundo de forma conjunta.

          Desde las murallas de Jerusalén, muy cerquita de la puerta de Herodes y de la de Damasco, besos y buenas noches. Mañana tiramos para Jordania".       

miércoles, 1 de octubre de 2025

Ana, Santi, Nablus y Ramala (parte II)

           Al venir a Nablus, el taxi compartido nos había dejado casi en el centro. Para regresar a Ramala, debíamos llegar hasta las afueras y pasar primero un control de seguridad antes de acceder a un transporte interurbano.

          Debimos tomar un taxi local, pero resultó, más que una estupidez -que también-, un exceso de confianza, debido a la seguridad y a la alta complacencia, que habíamos vivido en esta fantástica visita.

          En las deprimentes afueras de Nablus, sin motivo aparente, aunque, tal vez, por puro divertimento, una pandilla de niños nos lanzó piedras, aunque no llegaran a ser una amenaza real, porque sus brazos no tenían demasiada fuerza.

           Pero el susto gordo llegó una media hora después, cuando desde un coche de gama media-alta, bajó una persona y ante nuestra incredulidad, nos apuntó con una ametralladora. Y nos gritó, aunque sin aparente vehemencia: "¿Do you speak english?". Hasta nuestra respuesta debieron pasar dos segundos y no más, pero se hizo eterno, aunque la tremenda sorpresa nos evitó el miedo, pero no la incertidumbre.

          No nos dió tiempo a mirarnos, ni a buscar complicidad, pero a la vez y casi por mimetismo, respondimos: "No". En mi caso y fugazmente, había valorado dos hechos: que nos quisieran interrogar o que nos considerarán invasores y enemigos estadounidenses. El tipo sonrió, levantó el cañón en forma de ok y gritó: "Good" y continuó su camino,, sin destruir el nuestro.

          Nunca hemos sido, ni seremos conscientes, de lo que nos pudo pasar aquel día.

          Muertos de miedo, ahora sí, llegamos al control israelita, donde había larga cola. Una soldado nos dijo, que nosotros podíamos pasar sin espera, pero decidimos guardar nuestro turno. Delante de nosotros se encontraba un médico palestino, que había estudiado su carrera en Cuba y que hablaba perfecto español, evidentemente. Sus palabras, implorando la resistencia civil nos llegaron al alma.

          Lo que allí vimos, en materia de humillaciones es casi indescriptible, aunque una minucia, comparado con lo que está ocurriendo ahora.

          Después, atravesamos otros tres controles, ya subidos en el taxi y no fueron cuatro, porque el conductor esquivó uno, al llevarnos por una pedregosa, curvilínea y desastrosa carretera de montaña, llena de profundos precipicios.

          Llegamos a Ramala y tratamos de relajarnos dando una vuelta. Pocas emociones pasamos alli, lo que fue muy de agradecer.

          De regreso a Jerusalén, más alambradas y muros y otro nuevo control, en el que debía bajar todo el mundo, menos nosotros, aunque si nos pidieron el pasaporte. A la guapísima y joven militar se le salieron los ojos de las cuencas al ver el sello de Siria. Nos dimos cuenta, sin saber ya, que más pensar, que este sello había lastrado nuestro viaje israelita desde el principio.

          Llegaba la última noche en Jerusalén y la promesa decidida -que no se cumplió- de no volver a este país nunca.

martes, 30 de septiembre de 2025

Ana, Santi, Nablus y Ramala (parte I)

           Era ya martes y penúltimo día en Israel, antes de regresar a Jordania y visitar el sur del país , pero seguíamos instalados en el interminable sabath de la maldita Pascua Judía.

          La mañana comenzó con una  impresionante caraja al equivocarnos de estación donde tomar el microbús a Ramala, sede de la Autoridad Palestina. Un taxista, que nos vió dubitativos y despistados, nos estuvo, primero persiguiendo al lado; después haciéndonos propuestas económicas indecentes y finalmente, increpándonos. Podría haber sido candidato favorito para ser el mayor hijo de puta del país, sino fuera, porque en Israel este galardón está tremendamente disputado. Nosotros no nos quedamos cortos y le repelimos con todos los insultos en inglés, que nos vinieron a la cabeza. Lástima, que entonces no había Google en los móviles, para haber buscado más.

          Finalmente, resolvimos el desaguisado y tomamos el micro para la ciudad Cisjordana. Allí, cogimos un taxi compartido para Nablus, que se llenó enseguida (precio fijo). El conductor era simpatiquísimo, pero absolutamente temerario por una carretera en mal estado, entre montañas, con precipicios y curvas. No nos funcionó ni siquiera, la socorrida frase de "me estoy mareando", para que transitáse más despacio. Franqueamos todos los controles de salida sin ni siquiera detenernos.

          Habíamos dudado hasta última hora si ir o no , a Nablus, porque dos meses atrás las bombas israelíes y la metralla -además de los saqueos- eran el pan de cada día. Pero diversas personas en Ramala nos habían asegurado, que la cosa estaba relativamente tranquila.

          Al arribar a Nablus, las consecuencias del combate -más bien del asedio- eran indisimulables con edificios demolidos o a medio derribar, además de restos de metralla por todas partes. Más señales a las afueras, que en el centro de la ciudad.

          Sin embargo, la gente andaba tranquila centrada en sus cosas, aunque desde luego, no pasamos desapercibidos, porque tenía pinta, de que por allí no pisaba un solo guiri desde hacía muchos meses.

          Los niños, encantadores,  como casi en todos los países árabes y los adultos haciendo todo lo posible por complacernos  y entregándonos obsequios. Un vendedor de falafel recién hecho nos regaló varias piezas y en un puesto contiguo nos agasajaron con fruta.

          El casco histórico es muy interesante y salvando las distancias, se asemeja bastante al de Jerusalén, con sus calles escalonadas en cuesta, cubiertas por arcos y bóvedas. Naturalmente, todo estaba más descuidado -no sucio- y falto de mantenimiento, evidenciando la asfixia económica a la que les sometía Israel.

          Paseamos por un animadísimo mercado, cuando por varios altavoces se empezaron a lanzar mensajes a gritos en árabe. Varios vendedores comenzaron a hacernos gestos, que no pudimos entender. Pero no hizo falta, porque nos largamos de allí, corriendo. Pocos minutos después y sin habernos enterado de nada de lo ocurrido -o no-, regresó la calma.

          Almorzamos ricos shawarmas con vegetales y encurtidos, de nuevo, mucho más generosos, que en Jerusalén. Después, nos hartamos de paseos por la ciudad y de hacernos fotos con los críos -chicas, ni una-, hasta que sobre las cuatro de la tarde decidimos volver andando -hora y cuarto- hasta la parada de vehículos compartidos. No debimos hacer semejante estupidez, porque nuestra aún corta vida pudo haber terminado aquel día.

lunes, 29 de septiembre de 2025

Ana, Santi y Belén

           Y llegó el lunes posterior al Domingo de Resurrección y también era sabath, por el tema de la celebración de la Pascua Judía. Preveíamos una nueva pesadilla generalizada. Los efectos, afortunadamente, fueron bastante limitados, dado que al dirigirnos a la Palestina Cisjordana, nos íbamos a regir por la tradición árabe y no la judía.Y en este caso, el día era completamente laborable.

          Nos fuimos hasta la Puerta de Damasco y no tardamos mucho tiempo en completar un microbús, que nos llevara hasta las alambradas, muros llenos de pintadas -del doble de altura, que el de Berlín, en su tiempo-, cheks points y cientos de militares con cara de muy mala hostia y subiditos de tono y quien sabe, si de algo más psicotrópico.

          No asustarse: para salir de Israel e ingresar en Cisjordania no hay ningún problema para nadie. Los inconvenientes surgen cuando es al revés.

          Pues nada. Nosotros, como el burrito sabanero, caminito de Belén y tras pasar toda la parafernalia intimidatoria y humillante, tomamos un taxi para hacer los escasos últimos kilómetros. Menuda diferencia. Sin que nos perdonara la vida y con una sonrisa por parte del conductor, conseguimos bajar el precio a la mitad y por el breve camino, nos fue haciendo de improvisado guía con consejos muy útiles.

          Nos dejó en el centro, donde los colegiales nos recibieron con regocijo y curiosidad. Los adultos nos trataban con complacencia, hospitalidad extrema y al minimo roce o contingencia nos decían "lo siento", expresión, que nunca hemos escuchado en nuestros dos viajes a Israel (el segundo, en 2014 y casi obligados, porque habíamos prometido no volver nunca jamás). Nos comimos un shawarma, que por menor precio, era el doble de tamaño y de lleno, que los que habíamos yantado los días anteriores en Judilandia.

          Belén es un lugar muy agradable, con un pequeño y coqueto casco histórico, salpicado de unas pocas Iglesias y animados mercados. Tres son los lugares más emblemáticos del cristianismo: la plaza del Pesebre, la iglesia de la Natividad y la emblemática Gruta de la Leche. El blanco brillante de sus rocas se achaca, a que sobre ellas cayó una gota de leche de uno de los senos de la Virgen María. Era difícil manejarse, entre un sinfín de peregrinos polacos.

          Volvimos caminando hasta las alambradas, dándonos un pequeño baño de masas y contemplando todo tipo de pintadas reivindicativas y que presentaban , como resumen la frase: "I'm not a terrorist", junto a la cara de una mujer envuelta en el pañuelo palestino.

          Cruzar los controles de ingreso al distopico estado de Israel no fue un problema para nosotros, dado que ni nos miraron siquiera a la cara, ni nos abrieron el bulto. Pero, si contemplamos, que lo era, para la constante riada de palestin@s -da igual sexo y edad- que viven esta constante humillación en su día a día. Por no repetir detalles similares -o peores- ahondaremos más en este tema en el próximo post, sobre Nablus.

          De vuelta en Jerusalén, matamos la tarde paseando por el amplio Monte Sion.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Ana, Longi, Ana, Santi e Israel (parte VI)

           Había llegado el momento de recapitular, antes de narrar nuestra experiencia en Palestina.

          - Más de tres horas para entrar en Israel, siendo vejados, humillados, observados, tratados como animales de laboratorio...

          - Imposibilidad de transporte público por ser sabath -desde el mediodía del viernes- y aceptación de condiciones abusivas en el transporte privado. Si no estás de acuerdo, no solo te jodes, sino que eres, para ellos, como mínimo, ruin.

          - El sabath, por cierto, es algo más tercermundista, que el propio tercer mundo y sirve de excusa, para que cualquier servicio, que quieras obtener, cueste diez veces más. Es, como aquella Semana Santa de los setenta, en la que el mundo se acababa y si te atrevías a salir a la calle, tú madre te decía incómoda y sonrojada: "habla bajo, que se ha muerto un señor". 

          Por otro lado, es el culmen de la dejadez y la desidia, porque en esta fecha -una vez a la semana, que en Pascua se eterniza-, contemplamos toneladas de basura, con alturas de hasta dos metros en las principales calles del casco histórico de Jerusalén.

          - Evidentemente, nos alojaron en un hotel en medio de la nada y en las peores habitaciones -estaba casi lleno, es verdad- por pura misericordia y sin posibilidad de negociar nada. Con diversas, estúpidas y previsibles tretas consiguieron, que a la hora de la factura, fueran casi diez dólares más, por cada una de las cuatro noches que pernoctamos allí. Justo es decir, que cuando el establecimiento se vació, pasada la Pascua, nos ofrecieron cambiarnos a una habitación mejor, sin coste añadido, en lo que fue la única deferencia en nuestra estancia en el país hebreo.

          - Dinamitación  de nuestra hasta entonces corta pero solida relación idílica viajera, con Ana y Longi. Y lo peor es, que la funcionaria madrileña, lo pasó en todo momento fatal.

          - Quedaban y después de nuestras andanzas por territorios ocupados y ya sin compañía, en el día de la partida, cuatro estafas por sobrellevar, dignas de la usura legendaria de este detestable pueblo. Veámoslas: 

          * Factura del hotel Strand. Queríamos pagar con tarjeta, pero la máquina estaba rota hace tiempo. No era una excusa -que ellos, nunca ponen-, sino la verdad, porque añadieron , que no tenían intención de arreglarla. Entonces, sucedió lo siguiente, como en la canción de León Benavente "Ser brigada": no teníamos dólares y nos permitieron pagar en euros, pero con una tasa abusiva de recargo que superaba el 10%. Nos dieron la vuelta en la moneda estadounidense y no en la europea, añadiendo otra comisión. Y, para finalizar la tropelía y sin disimulo, nos negaron tres dólares de vuelta, porque no los tenían sueltos.

          * Abusivas tasas de salida en el puente de Allemby. Podías abandonar el país, sin problemas, ni miramientos, pero a pasar por caja. Los  25 dólares de tasas se vieron incrementados en casi un 20%, por pagarlos en esta divisa y no en sequels israelíes.

          * El autobús para cruzar este puente del turbio y casi sin agua río Jordán: 5 euros por cabeza para menos de un kilómetro, que no te dejaban hacer andando.

          * Esto ya no ocurrió en Israel, sino en Amann, pero si con su divisa. Los jordanos no querían verla ni en sus peores pesadillas por lo que para cambiarla a dinares nos metieron una comisión del 20%.

Ana, Longi, Ana y Santi (parte V)

           Y llegó el lunes, aunque volvía a ser sabath, incomprensiblemente, aunque eso ya lo explicamos más adelante. Empezaba nuestro periplo palestino, ya sin Ana y Longi, que a estas horas y en este día, ya estarían en Madrid. Nos vino a la mente, recordando esta efímera relación, aquella canción de "Extraños pasajeros", tan fantástica, a la que aún faltaban quince años para escribirse y  entonarse cuyo estribillo dice: "dime, si ya no puedes verme; te doy la razón si crees, que ya no hay nadie aquí"

          Desayunamos solos, pero no poco, en el único aliciente, que nos ofrecía este hotel Strand. Queriamos iniciar nuestro periplo palestino -Cisjordania- por Belén y ya sabíamos que deberíamos coger un microbús cerca de la puerta de Damasco, para alcanzar este objetivo, ubicado tan solo a 9 kilómetros.

          Pero antes de tomar el último café y el penúltimo zumo, decidimos hacer balance, de lo que habían sido estos casi tres últimos días, trepidantes, intensos, inciertos, magníficos y a la vez, asquerosos.

          Nos encontrábamos -dieciocho años después seguimos pensando lo mismo-, en el país más desagradable, que hayamos visitado jamás y probablemente, así será de por vida, vayamos donde vayamos. ¿Habrá cambiado hoy en día algo?. Y nos contestamos: "si, pero seguro, a peor, como el genocidio que nos están mostrando cada día en vivo y en directo ".

          La frase, que más habíamos repetido -con Ana y con Longi o sin ellos-, durante los últimos días había sido: "si nos tratan así a turistas europeos de posibles y que nos dejamos un dinero, ¿Cómo interactuarán con los palestinos?

          Nos quedan muchos posts sobre el tema. A parte de la nuestra, iremos añadiendo opiniones de gentes diversas, que hemos encontrado por todo el mundo sobre lo que piensan de los israelitas.

          Aún no habíamos transitado por Palestina y no podíamos comparar, pero ya habíamos llegado a muchas conclusiones.

          Los israelitas no odian a los árabes especialmente, sino a todo el mundo, que no sean ellos. Da igual, te topes  con un militar -de frontera, de muro, de alambrada de gueto-, un policía, un hostelero, un taxista -campeones de la hijoputez-, un vendedor de recuerdos de la Vía Dolorosa o con un carrito ambulante modesto de panecillos con mendrugos de pan y sal.

          En Israel, las dos primeras emociones, que recibes, incluso, antes de entrar al país -sobre todo, si es por tierra- son: el desprecio y la humillación. Especialmente, está última, la tienen muy trabajada, sobre todo en las relaciones sociales y económicas. 

          El proceso es sencillo: te piden exigencias exageradas, abusivas e imposibles por cualquier cosa -con dinero de por medio o sin él - y si tú haces una contraoferta, sea razonable o no, te ocurren estás dos cosas: te llaman miserable de forma directa y te hacen ver además, que no tienes modales, finalizando la conversación con una masterclass de normas de educación, que por supuesto, ellos tienen y tú no y si nada de eso funciona -que funciona siempre-, te califican como el  más antisemita de los antisemitas del mundo. Da igual, vayas a cruzar la frontera, a preguntar algo -con perdón de la vida incluido- a negociar un hotel, a comprar un shawarma...

          Por supuesto, nunca piden perdón por nada, te atropellen con un carrito de helados o un cochecito de bebé o te frían a codazos por la calle.

          Y tú vas pensando además: "esto no está ocurriendo, es fruto de mi imaginación o de un mal momento ", porque derriba cualquier norma social y de convivencia y no lo comprendes.

          Nos bastaron cinco minutos, al llegar, a Palestina para darnos cuenta, de que no habíamos entrado en un delirio de odio hebreo.