Todas las fotos de este post son, de Kuala Terengganu
Arribamos, a Kuala Terengganu, con unas
expectativas muy limitadas, fruto de nuestra ancestral vagancia, de
preparar el siguiente destino, más allá de la cuestión logística.
Y, es en verdad, que no merece mucho la pena, porque para
determinados destinos -la mayoría,- no existen planos buenos y los
monumentos resultan difíciles de calificar a priori -ni siquiera,
viendo fotos en google, según su poco o mucho interés.
Llegamos a media tarde y lo primero,
que descubrimos para nuestro agrado es, que aquí nadie te da la
brasa y que en definitiva, es una ciudad menos bestia, frustrante y
menos abandonada, que Kota Bharu. No encontramos muchos hoteles
baratos, pero conseguimos, recalar en el adecuado. Incluso, con aire
acondicionado, lo que supone una novedad para nosotros.
Sea por lo que sea, que yo no lo sé
-aunque lo intuyo, pensando, que aquí se maneja mucha pasta- , a
esta ciudad se le ven muchas más posibilidades, que a la mayoría de
Malasia. La gente viste mejor, el tráfico es más ordenado y sobre
todo, pueden permitirse sacar músculo en infraestructuras. Tanto,
que algunas faraónicas y preciosas, las tienen abandonadas –el
bazar Warisan y la colina Bukit Puteri- y en otras, se permiten el
lujo de preverlas para cinco años y a fecha actual, no han hecho ni
la mitad, pero sigue trabajando mucha gente en ellas, a día de hoy
(cuando terminen el paseo marítimo, no antes de 2.020 -aunque estaba
previsto para 2.017- será de los mejores de toda Asia),.
Nuestro primer contacto profundo con
la ciudad fue impresionante: un espectacular Chinatown -como nos
ocurre a menudo, lo pillamos en fiestas-, plagado de casas y negocios
en edificios coloniales, bien cuidados y con callecitas transversales
llenas de murales, grabados, mosaicos y mensajes de concordia, paz y
optimismo.
Debo reconocer, que a la mañana
siguiente, nos invadió el bajón. Tal vez, buena parte de la culpa
la tuviera el licor chino de la noche anterior. El agradable, aunque
aglomerado y oscuro mercado central, dio paso a todas esas
infraestructuras en decadencia y al colapso del mencionado paseo
marítimo, que hoy en día es más una frustración, que un desahogo,
para quien quiera tener un rato de paz.
Me refiero al Waterfront -que debe ser
antiguo por el tipo de losas y probablemente, devastado por las
inundaciones del monzón-, a otra colina, a un espectacular templo
chino junto al mar, a un puente muy del estilo de Calatrava...
Y, a la entrañable celebración
china, que nadie nos supo explicar -o no supimos entender-, como se
llama. Banderitas, camisetas de Red Bull, farolitos, templo
iluminado, deliciosa comida, teatro de marionetas, desfiles y gente
disfrutando del buen ambiente. Duró desde el viernes, al domingo.