Tras 28 trepidantes días hemos abandonado Indonesia, en lo que ha sido el viaje más largo y super caluroso, de los tres, que hemos llevado al país en los últimos quince años. A pesar de que solo hace un lustro de nuestra última visita y de que las cosas en el tercer mundo tardan mucho más tiempo en mejorar, nos ha sorprendido gratamente, la mejoría, que han experimentado muchos alojamientos, que no se ha trasladado de forma igual al precio.
Hemos comido mejor, pero no porque antes se alimentaran mal, sino porque nos hemos buscado mejor la vida y porque no hemos centrado nuestras visitas en Java y Bali, como anteriormente, que son las islas con menos variedad y más sosería. En Flores, Sumbawa, Lombock o las Penidas hay tantas variedades de nasi campur, que podrías estar viajando durante meses, sin repetir. Precisamente -nasi, significa arroz -, campur define la palabra mixto, por lo que la creatividad es infinita y las cocineras imaginativas y generosas, abundan.
En un mismo país y con idéntico visado, hemos visitado territorios -islas-, antagónicos, ideológicamente. Desde la ultraconservadora Sumbawa, donde el alcohol no se usa ni siquiera para las heridas o la limpieza, hasta las abiertas y más tolerantes, Flores, Penidas o Bali. En el medio, más o menos, Lombock y Java.
Ello ha hecho posible también, que hayamos asistido a una variedad constante de ropajes, sobre todo, de los femeninos, como siempre, por el uso machista, que se hace de ello.
En materia de transporte, también hemos asistido a escenarios muy diversos, no siendo mejor, precisamente, en las zonas más turísticas. La especulación en esta materia en Bali, es cada día más salvaje, con una decadencia de los servicios públicos y un aumento loco de los precios de los privados.
Los únicos, que no pretenden un enriquecimiento rápido en esta isla son los de los alojamientos y es, porque no pueden al ser estos casi infinitos.
En general, hemos sufrido, casi tanto, como hemos disfrutado y en los países, que esto sucede, son los que nunca se borran de la mente y siempre, se pretende volver. Al fin y al cabo y al hacer balance, ya no tienes en cuenta la tiranía del día a día, ni la sanguinaria acometida de los mosquitos del aeropuerto de Sumbawa, que aún perduran en nuestros cuerpos.
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