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jueves, 1 de febrero de 2024

El tren del infierno (parte I)

           A continuación, os vamos, a relatar con detalle -aunque algo se nos olvidará, porque han sido muchas cosas-, lo que ha sido el peor viaje en transporte público, en todos nuestros periplos por el mundo. Se ha hecho esperar, pero como no, tenía que ser en India. No habrá posibilidad de superar esto, salvo que acabemos heridos o muertos en el futuro en nuestros viajes.

          Compramos los billetes desde Delhi a New Jalpaiguri con dos días de antelación, en una oficina d India Railways, que ha cambiado de ubicación desde hace un tiempo. Sin problemas. Nuestros dos inmediatos pensamientos fueron:  primero esta ruta  no la hará nadie porque hay bastante frecuencia de servicio y , además ¿quién va a ir allí? y segundo estábamos muy preocupados de si el viaje de 28 horas -1640 kilómetros -, en esta época del año podríamos sufrir frío porque nunca hemos viajado en la clase sliper en invierno. Ninguno de estos pensamientos tenían fundamento algunos.

          Al principio, todo fue bien, dentro del caos que siempre supone, coger un tren de largo recorrido en cualquier gran ciudad de India.

          Encontramos nuestros asientos , después de los maleducados y frecuentes forcejeos de los accesos de lis trenes en este país y comprobamos, que ninguno de nuestros vecinos parecen peligrosos, como ha ocurrido otras veces. La temperatura, sin ir demasiado abrigados, era bastante óptima y así dejamos atrás, el frio de los pies, de kas tardes de nuestro hotel en Delhi.

          A pesar de los habituales ruidos, dormimos como unos marajás en nuestra litera. En concreto, casi diez horas de un tirón. Nos levantamos sonrientes , pensando, que ya estábamos a unos 600 kilómetros de Delhi, como marcaba el recorrido. La sorpresa fue al llegar a una parada una hora después, que estaba a tan solo unos 200 kilómetros de la capital, a la altura de Agra. Empezamos a calcular, y dedujimos, que llevábamos unas seis horas de retraso. Cuando por la tarde tuvimos más información descubrimos, que en realidad solo habíamos circulado dos horas y ocho habíamos estado parados, supuestamente y sin que nadie nos lo haya confirmado, por ka densa niebla. Nadie -ni siquiera nosotros -, tuvimos más preocupación.

          El tren iba abarrotado. Los únicos guiris europeos, nosotros, además de unos cuantos asiáticos muy blanquitos, no indios. La mañana fue transcurriendo con normalidad en el interior de los vagones, aunque ir al baño ya resultaba toda una epopeya. En estos casos, mejor mear para dentro y no digo la contrariedad de necesidades mayores.

          Por lo demás, las rutinas de siempre: el vendedor del té, el del biryani, el de lis garbanzos, el del agua, el de lis cacahuetes, el del tabaco de mascarilla, el de las samosas...y también, el transcurrir de los diversos pedigüeños, empezando por los hwira -el tercer sexo-, siguiendo por el vejete de la cachaba, el ciego con el palo o el niño barriendo los suelos. Todo esto es divertido, cuando no lo has visto nunca y no molesta demasiado, aunque vuelvas más veces. Solo cuando te embarcas en un viaje, como este que dura quince horas mas de lo previsto 


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