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domingo, 25 de febrero de 2024

El encanto de Calcuta está en la periferia

           A pesar de ya haber estado en 2014, no quisimos abandonar Calcuta sin visitar las zonas más bonitas, que se encuentran en el extrarradio: hoy tocaba el barrio de los escultores y varios templos jainitas y mañana antes de partir para Nashik el santuario de Kali.

          Para llegar a Kumartuli, se debe tomar el metro, en Park Street hasta Shiva Bazaar (son seis estaciones). Los talleres escultóricos y los ghats -enclavados en un barrio decadente de estrechas calles con mucho encanto -, no se encuentran demasiado lejos. Hay ambiente de domingo y la actividad -sobre todo, mercantil -, es tremenda, mientras los artesanos, meticulosamente, llevan a cabo su trabajo y no ponen pegas, en que fisguen en sus talleres. La mayoría de estos trabajos son figuras de dioses, que se venden en la propia India, se exportan o se envían a la deriva por el río, durante la puja de Durga, que se celebra entre mediados de septiembre y octubre. La otra vez, vinimos a finales de julio y al ser una fecha más cercana a la celebración, las figuras estaban más pulidas y terminadas, que hoy.

          Camino del largo trecho de los primeros templos jainitas y en un acto promocional de un banco, nos invitaron a desayunar té y galletas. Se trata de un itinerario accesible, sino fuera por algunos cruces peligrosos. Hay tramos de acera vacíos, otros con gente viviendo en la calle y haciendo su vida cotidiana -aseándose o cociendo patas de pollo- y dos extraordinarios bazares, que casi se entrelazan entre si. Desde ahí, aún queda un buen tramo para llegar a los templos.

          Son tres y la otra vez, los vimos íntegros. Hoy, dos de ellos están cerrados y debemos contemplarlos desde fuera. En el otro, nos esperaba una agradable sorpresa. Se está celebrando una animada boda y no ponen ninguna pega -cámara al cuello incluida-, en que nos sumemos al cóctel, que se celebra de pie. La comida es la de todos los días, pero con algunos toques de distinción. Tomamos sopa de tomate, fritos selectos muy variados, rellenos y ricos, pizza, dulces, helado y zumo de naranja y no nos dimos al arroz, al dal, a los garbanzos o a las ricas ensaladas, porque en realidad, nosotros ya habíamos almorzado antes.

          Aún, hubo que andar casi otros cuarenta minutos, para llegar al último templo jainita, de color rojo, donde no nos dejaron entrar, por no ser miembros. ¡Ellos son así de agradables!

          Estos días estamos aprendiendo mucho -cuatro viajes previos a India y ni noticia-, sobre el faluda, el kulfi y sus interacciones. Los probaremos, antes de salir de aquí.

          Matamos la tarde paseando por el caótico y encantador bazar del centro. Se han herniado y en esta década, han construido una calle peatonal de unos cien metros. ¡Igualito, que en Darjeeling o Gantok.

          En Calcuta hemos logrado el mejor cambio del viaje: 91,50 rupias por euro, cuando la tasa oficial se encuentra en, 89,79. ¡No hicimos, ni una sola pregunta al respecto!.

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