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domingo, 18 de febrero de 2024

El autobús del tablón y de los pimientos

           La hora prevista del bus desde Tezpur, a Siliguri, era la una y media de la tarde y partió puntual, aunque con dos incidentes, que nos afectaron, directamente. Por un lado, nuestros asientos carecían de ventana. Algún día, se rompió la luna y decidieron, en vez de reemplazarla, sustituirla por un enorme tablón opaco, por lo que nos quedamos sin claridad,y sin vistas. Por otro, como los indios son tan bestias, hubo uno, que al abrir la ventanilla de atrás, me golpeó en la cabeza cuatro veces. Me tocó insultarle y discutir con el ayudante del vehículo que quiso tomar parte y no, precisamente, por la mía.

          No obstante, me dormí, casi las tres primeras horas del viaje. Era algo premeditado, porque me había tomado previamente un par de cervezas strong. Desperté justo cuando empezaron los problemas.

          Parada a las cuatro y cuarto en una estación guarrísima e indecente -parece ser la de Dalgaon-, no para comer, sino para cargar en la bodega y en el techo, más de cuarenta cajas enormes de pimientos verdes. Aprovechamos para comprar unos huevos rebozados y yo, que llevo tres días sin ir al baño, noto como voy a reventar, sin remedio. A duras penas y corriendo entre las zanjas, la basura, el polvo y los animales, conseguimos llegar a una siniestra caseta, que tenía cincuenta veces más mierda, que la que yo dejé.

          Veinte minutos después de reanudada la marcha, nueva parada, sin saber la causa. Y una tercera, de otro tanto tiempo, cuando ya ha anochecido. Como sigamos así, vamos a tardar días en llegar.

          Son las siete y cuarto, cuando abordamos el cuarto parón y está vez, parecía más preocupante, porque pertechados con linternas, cortaban y unían cables del vehículo. Esto llevó otros veinte minutos y después algo de tranquilidad y velocidad, reducida a ratos por severos atascos. A las nueve y cuarenta paramos a cenar y estuvimos inactivos bastante más de lo habitual.

          Calculábamos, que llevaríamos unas dos horas y media de retraso y lo peor y con nocturnidad, podía estar por llegar. Pero, como en India, las cosas no tienen lógica, ni sirven para nada los antecedentes, cogimos velocidad de crucero -no con turbulencias, sino con miles de baches - y nada más volvió a pasar en toda la noche. Arribamos a Siliguri, a las seis de la mañana, tan solo, con una hora de retardo.

          En Siliguri, volvimos al último hotel. Tuvimos más problemas de los previstos con el cambio y recibimos una de cal y otra de arena. Por un lado, constatamos, que la frecuencia de los buses, desde aquí, a Kalimpong, resulta bastante elevada. Por otro y para nuestra desesperación, desde la estación de tren no se pueden hacer reservas anticipadas, por lo que se momento, nos quedamos sin los billetes, a Calcuta. Resulta, que se pueden llevar a cabo, desde Darjeeling a casi 80 kilómetros y no desde aquí, a 8 de New Jalpaiguri.

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