Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 27 de mayo de 2012

Djenné: una ciudad con los pies de barro

                                                                     Djeneé
            Abandonamos Mopti, en un destartalado taxi de siete plazas, en el que en realidad, vamos diez adultos y seis niños, además de toda la cacharrería inservible de siempre. Para adivinar quien fue el primer propietario de este vehículo, habría que trazar su complejo árbol genealógico. Por el camino, recorremos los mismos pueblos de adobe, del otro día y pasamos varios controles policiales, delimitados por oxidados bidones.  


En un momento dado, nos obligan a tirarnos a un lado de la carretera. Y es, que de frente, vienen unos cuantos de los golpistas, en once vehículos militares –impecables-, con sus ametralladoras montadas. Y luego, la gente quiere ir a Hollywood. ¡Pero, si esto es más difertido!..
                                              Djeneé
            Para llegar a Djenné, es necesario cruzar un río. Se hace en un destartalado ferry, donde los coches montan por una rampa y los pasajeros, debemos pisar por el agua varios metros, hasta acceder a la cubierta. En el que vamos a tomar, vienen dos todoterrenos, pertenecientes a un grupo de alemanes. Por fin, conseguimos entender lo de las dos velocidades de la Unión Europea. Ellos, en 4 por 4 y los dos españolitos, en agónico y nonagenario taxi compartido (que presenta una avería, antes de subir a la embarcación).

            Previamente, hemos tenido que ser muy firmes con un pelma, que nos ofrecía, sin parar, la terraza de su casa, con mosquitera, “ducha africana”, cena de alubias y pan y café para el desayuno por sólo 2000 francos, por persona. Es simple casualidad, pero hemos llegado a Djene, en su día de mercado.

            Abundan los puestos de casi todo, las motos y los carros de transporte –además, de personas, que te empujan- y el transitar se hace difícil y más, con la mochila a cuestas.

Sólo existen tres hoteles en el pueblo, así que comienza la subasta: el primero y mejor, nos pide 12500 francos. Lo del segundo es de chiste, dado que solicitan 18000 francos, advirtiendo que la electricidad está averiada, pero aún así, nos pregunta si queremos la habitación, con ventilador o aire acondicionado. Nos cacomodamos en el tercero, al bajarnos el precio, de 15000, a 10000. El establecimiento es orrecto y bien mantenido, con propietario parco en palabras y con los pies metidos en un barreño, por el calor.
Djeneé
            Comemos muy variado, en los puestos del mercado, donde encontramos enormes cacerolas de insípidos espaguetis –aliñados con colorante-, bolas de masa frita, peces, albóndigas de pescado, yuca, patatas fritas y los omnipresentes mangos.

             La mezquita es maravillosa y los numerosos –unos más cuidados que otros-, edificios de adobe, también. Hay fuentes públicas –que funcionan- y algunas canalizaciones, que están tapadas. Aunque, casi todas apestan.

Lo que en su día debió de ser un río, hoy son pestilentes ciénagas. La mayor molestia en Djene es, que tenemos que lidiar con mucha energía, con los cientos de niños pedigüeños y los agresivos pelmas que pululan –sobre todo- por los alrededores de la plaza principal. Los primeros, piden cien francos, con su cara de pánfilos, pero se acaban conformando, con rechupetear las bolsas de agua, que nosotros vamos bebiendo (no tendrían necesidad, porque pueden beberla del grifo o pagar los escasos 25 francos -3,5 céntimos-, que vale). Los segundos son peores, como siempre.

            Tenemos varios incidentes, a lo largo del día: por la mañana, un individuo nos trata de impedir hacer una foto, sin estar él implicado. Y, por la tarde, tres en cinco minutos: con un radical de la mezquita, con un individuo que me atropella con un carro y con un listillo, que pretende con los argumentos tópicos y manidos de la pobreza, ganarnos la batalla psicológica y obtener dinero. Respuesta contundente. “Nosotros hemos pagado un visado y una tasa turística –esta mañana y a quemarropa, aunque con recibo-, para mantener a pelmas y desocupados, como tú, que encima nos agreden, verbalmente”

            Aunque, en nuestro fuero interno, somos conscientes, de que ese dinero, más bien irá a parar, a los gastos del golpe de estado.

Sobre las seis, desmontan el mercado y la nube de polvo, basura en suspensión –y por el suelo- y contaminación diversa, nos impide, casi ver o respirar. Los niños se arremolinan alrededor de un camión de mangos, para recoger los que se han caído. Da igual, que estén muy maduros o aplastados. Lo fácil es decir: “que pena” y conmoverse. Lo difícil, tratar de evitar esto en el futuro.
                                                                                                        Djeneé
Al menos, en el pueblo hay vallas muy didácticas, informando, sobre como prevenir la malaria o el sida.

Si decidís venir aquí, hacedlo los lunes, que es el día de mercado. El resto de jornadas de la semana, pierde bastante, como pudimos comprobar, el martes por la mañana.

Por lo demás, suspendimos la visita a Tombuctú, por tres razones de peso: estar bastante más lejos de lo que pensábamos, desde Mopti, ser caro el transporte (4x4) e ir muy justos, con el periodo concedido del visado (15 días). Otra vez será.

2 comentarios:

Eva dijo...

Los tres últimos posts fueron escritos, originariamente, entre el 25 y el 30 de marzo, de 2.012.

Anónimo dijo...

Muchísima suerte en tus próximos viajes, sobre todo en el Cáucaso (del cual algún dia no muy lejano quisiera ir).

Ricardo