Por el precio del mismo visado, hemos conocido tres Bamakos
diferentes (incluso, cabría decir, que cuatro). El más inquietante y adrenalínico,
es el del día de nuestra llegada, con controles militares exhaustivos, ráfagas
de metralleta, algunos tanques y el traslado de soldados heridos. Y todo ello,
vivido con tranquilidad, al ver la forma de actuar de los escasos lugareños,
que circulaban por las calles. Aunque el miedo atraviesa el cuerpo y el
corazón, al escuchar, a escasos metros de tu espalda, un arma de repetición,
cargándose de forma compulsiva.
Bamako
De ese
Bamako, diez días después, lo que queda se debe cocer en los despachos. En la
calle, la gente se ha reintegrado a la vida cotidiana y las portadas de los
periódicos, que cuelgan en algunas vallas y paredes, presentan más
especulaciones y opinión, que información.
El Bamako más agradable –aunque
soso-, lo vivimos, una vez el golpe fraguó. Las calles se quedaron desiertas y
nos permitieron, contemplar el armazón de una ciudad, que se desmonta y monta
cada día. Tan sólo cuatro o cinco tenderos –desafiantes o con la venia del
nuevo régimen-, unos pocos lugareños y dos estúpidos e insensatos guiris
–nosotros-, hacíamos vida normal, ajenos al pánico generalizado y al caos
político.
La Bamako más
trepidante, caótica, maleducada, motorizada, vibrante, tolerante casi con todo,
menos con las costumbres religiosas, la padecemos y disfrutamos, después de
haber finalizado, nuestro circuito por el país y ya de vuelta. Su autenticidad africana,
se basa en muy pocas influencias europeas.
El único edificio alto, fue inaugurado
el año pasado, por un presidente ya destituido y los mercados son de los mejores
y más genuinos, que hemos visto en este continente. Igual da el más grande, de
cachivaches varios, como el de frutas, verduras y carne o el de artesanía, con
piezas de mucho mérito, que seguirán esperando ser vendidas. Lamentablemente,
durante mucho tiempo.
Bamako
El reducto
blanco –más de residentes, que de turistas- se agrupa y relaciona en un
supermercado de las afueras, constituyendo el cuarto Bamako. Llevan a cabo
esplendorosas compras, pagando por productos europeos, cuatro veces lo que
valen, en sus países de origen. Luego, un esforzado negro, les llevara sus
bolsas, hasta el maletero de sus cochazos o los aparca. El personal del
interior del establecimiento, sin embargo, es blanco –incluidas las cajeras-,
para que todos nos sintamos, como en casa.
2 comentarios:
Los tres últimos posts publicados, fueron escritos originariamente, entre el 1 y el 5 de abril.
Saludos
Hola
Ya he empezado a leer vuestras aventuras en el blog. Son fascinantes,
como siempre.ánimo y a seguir deleitandonos
marisa lópez
SAludos
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