Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Vamos a contar mentiras, tranlará

                                           Todas las fotos de esta post son, de Kuala Terengganu
          Siempre se ha dicho, que comer de los puestos callejeros del tercer mundo, es mucho más inseguro, que hacerlo en supermercados, comprando comida preparada. Aunque, con matices, esto es definitivamente falso. He conseguido, precisamente esta semana, en Malasia, quitarme una descomposición leve, empezando a comer donde lo hacen los lugareños.

          La razón es, que la comida tiene más rotación, que en los súper, donde a veces, la tienen, que malvender a mitad de precio por la tarde. Unos noodles en la calle, pueden llevar precocinados unas dos o tres horas, mientras un perrito, en un supermercado, mas de veinticuatro, con salsas y sin estar al frío (así lo comprobamos, por ejemplo, en Kota Bharu).

          Dicen también, que el aire acondicionado es malo para la salud. Puede, que haya algo de verdad, pero creo que lo fatal es, andar cambiando a menudo de temperatura. A mi, se me ha curado una bronquitis de dos semanas, simplemente, con dos noches de fresquito, bien tapado, Y, sobre todo, he podido dormir, con sueños muy felices -me seleccionaban para una cátedra de universidad-, en contra de las nauseabundas e inquietantes pesadillas, que había tenido los días anteriores bajo un alto ventilador de techo, claramente inoperante.


          Sirvan estas dos reflexiones, para acercarnos a las grandes mentiras, que una Lonely Planet, en inglés, de 2.011, dejada de la mano de Dios -en un triste hotel, de Bangkok-, hacen confundir al viajero. Mucha fama tiene la editorial australiana, pero cada año, sus publicaciones resultan más lamentables y caras.

          -”En Kuala Terengganu el alcohol es inaccesible, salvo excepciones”, afirma la LP. La realidad es, que se encuentran fácilmente cervezas en varios supermercados y espirituosas en distintas tiendas del barrio chino. En el súper, siempre en la zona “no halal”, al lado de los derivados del cerdo y en una esquina, franqueada por la lejía, los insecticidas y la comida para animales, a ver si así desistes de tomarlas (si no lo ha conseguido ya, el alto precio)

          -”Las vistas desde la colina de Bukit Puteri son preciosas”. Salvo cuatro despistados, ya casi nadie va por allí y encima hay un tipo, que parece fraudulento, que te quiere cobrar un ringgit, pero que te lo perdona, si te haces el duro. Las vistas bonitas, sí que lo son, pero desde el anexo y abandonado bazar Warisan, que la Lonely Planet, ni meciona.

          -“El mercado central está rodeado de puestos de comida”. Va a ser, que no. Algunos, algo alejados, hay, de salchichas, bolas de no se sabe, exactamente, que y pescado prensado. Pero más bien, se ubican de forma dispersa por la zona del antiguo muelle y resultan caros y poco apetitosos.

          -“La oficina de turismo abre de 9:00, a 17:00 horas”. Pues no. Abre, directamente, cuando le da la gana, como hemos podido comprobar, durante cuatro días. Y la señora, que atiende, necesita actualizar su información con urgencia.

          -“Los ferries a la cercana isla, de Pulau Duyung Besar, parten detrás de un restaurante en la avenida del mar”. Lo que hay allí, actualmente, son barracones, que albergan a los obreros, que están construyendo el paseo marítimo, empezado en 2012 y que según dicen, lo terminarán en 2017, cosa muy improbable, tal y como van las obras (2.020, sería una fecha más realista). En esos chabolos, moran inmigrantes de varias nacionalidades, en condiciones inhumanas, compartiendo una rupestre ducha, cuya intimidad custodia una manta extendida sobre ella.

          Y, por cierto, hace tiempo, que ya no navega un solo barco -nos costó mucho descubrirlo- a la mencionada isla, habiendo carretera y un puente para llegar hasta allí.

          -“Existe un mercado nocturno, junto al mar, a unos tres kilómetros del centro”. Pues, tampoco. El que funciona está bastante céntrico -enorme, pero desangelado- y sólo opera las noches de viernes y sábado


          Es posible, que la última revisión de este lugar, por la Lonely Planet, no se haya actualizado, desde 1975, año en que inauguraron la editorial. Menos mal, y gracias a la tecnología, que cada vez van siendo menos necesarias para los viajeros.

¡Otra vez, hartos de musulmania!

                                                    Todas las fotos de este post son, de Kuala Terengganu (Malasia) 
         Hoy es san Viernes. Es el primero, que pasamos en la zona más islamista radical del este de Malasia. El día no empieza mal, porque nos hayamos ante un espectacular mercado, arremolinado en torno a la estación de autobuses, de Besut: fritos crujientes recién preparados, pescados irresistibles -en todas sus formas-, vegetales al dente, ropas...Pero, finalmente, nuestra ventura resulta nuestra cruz.

          Queremos tomar el bus de las 10:30, hacia Terengganu. Pero, como todo resulta un batiburrillo y nadie explica nada, el bus no entra en la estación y lo perdemos. Somos veinticuatro guiris y los únicos, que nos molestamos en investigar el suceso, somos los de siempre. Nosotros, los guiris “listos”, pasamos 30 minutos al sol esperando una falsa esperanza, que ni la de la taquilla sabe darnos o es, que ni se molesta en comprobar nada.

          Los otros, los guiris “tontos”, tiran de cartera y se agrupan en caros taxis compartidos. Mientras, nosotros, mal entretenemos el tiempo en comer algo, en beber algo, en refugiarnos a ratos en el único supermercado con aire acondicionado, pero sobre todo, en pensar.

          No son muchos los días, que llevamos aquí, pero estamos hartos de musulmanes de toda índole -no es depresión, porque de alcohol, vamos bien surtidos-, que lo único que hacen es reprimirte, aunque vengas de turismo a dejarles una pasta y además, lo hacen sutilmente con públicos cartelitos adoctrinadores sencillos, como si fuéramos niños pequeños, educados estupidamente por los insoportables imanes de su malditas mezquitas.

          “Usted, señora -escriben sin más miramientos-, tiene que vestir así, porque son las costumbres de Malasia -más bien, son imposiciones religiosas- y usted, señor, de esta otra forrma”. En Khota Baru, por ejemplo, un radical se me lanzó al cuello por llevar pantalón corto.

          En lo más alto de nuestro animo, empezamos a valorar y tras ir, a Brunei, no volver a visitar países puramente musulmanes, durante largo tiempo.

          Por fin y tras tanta reflexión, no siempre calmada, el siguiente autobús, arranca, después del periodo de locura histérica colectiva, que tienen todos los mahometanos los viernes entre las doce y las dos de la tarde. Toda la localidad se vacía de inmediato, aunque el calor nos continua asfixiando, por mucho, que Allah sea grande y Mahoma, sea su maldito y cansino profeta.

          Ya en los alrededores de Kuala Terengganu -la very islamic city, según nuestros libros-, todo sigue cerrado. Creo, que los que, realmente, inventaron el wi-fi o las redes móviles, han sido los musulmanes, porque saben repicar la señal sonora de una mezquita a otra -en inimaginable cadena-, sin perderla en ningún momento, mientras transitas por una carretera de infinitas curvas y recodos (y las inacabables consignas son en árabe y no, en malayo).

          Un buen hotel -desde hace mucho tiempo no teníamos aire acondicionado-, la visita al maravilloso barrio chino, donde aparte de calles pacificas y elegantes grafitis en las pulcras paredes, hay chicas vestidas de occidentales y no tapadas hasta las orejas, nos reconcilian con parte de nuestro fatídico día. ¡Viva China!, en Terengganu. Pero, sobre todo, ¡viva la tolerancia!, que esta ciudad parece transmitir. La visita promete. ¡Iremos contándolo!.

Atrapados en el bucle: siempre, que venimos, pensamos y sentimos lo mismo, pero no podemos dejar de expresarlo

                                                       Todas las fotos de este post son, de Kuala Besut
          Para detectar si un país pertenece o no a los de vías en desarrollo, nosotros usamos un sistema infalible. En Europa o Estados Unidos -y hablo de hechos y no de mis opiniones-, si tu planificas un día, te podrá salir bien o mal, pero siempre tienes claro, que dificultad presenta cada cosa. En el tercer mundo, casi todo resulta una lotería, que unas veces toca y otras, no

          Cada uno puede tener su escala de prioridades, durante un viaje y casi todas están bien. La nuestra y no por este orden -o si- es encontrar alojamientos, tiendas de alcohol, cajeros compatibles o locales de cambio, oficinas de turismo confiables y con información sobre transportes -y más si es por los alrededores de la ciudad- y lugares para yantar de forma complaciente.

          En los países en vías de desarrollo, resulta imposible conocer cual va a ser el orden en que se va a resolver cada cosa. Si haces una quiniela, algo divertido, sino fuera tan desesperante, es posible, que no aciertes ni un solo resultado. Unos días tienes suerte, otros a medias y afortunadamente, los menos, te queda algo por resolver. Pero, nunca sabes de antemano, que va a ser

          Otra cuestión –y esta resulta más comprensible- es, que los esmerados lugareños, siempre que preguntas por un sitio lejano, te mandan a la parada de metro , bus o cacharro más cercana. Les dices: “no, walking, walking”. “Too long, very far”, te contestan ellos y con cara de pensar, que estamos locos por querer ir de paseo a un sitio tan alejado.

          Otra situación, que no dejara de sorprender al primerizo y que ya os vengo contando desde hace años es, la versatibilidad de taxistas, tuktukeros, motoristas y cacharristas locales para proponerte un plan descabellado, que saben que no vas a aceptar y que además, es caro. O, son tontos de remate, o es que les funciona con muchos guiris y los estamos infravalorando.

          Hace unos días, viniendo de un Seven Eleven, a las once y media de la noche, en Phuket, con una bolsa de snacks y cervezas como único equipaje, se nos acercó un conductor de tuk tuk y nos dijo: “tuk-tuk airpot, sr”. Pero, las situaciones pueden ser innumerables: llevarte al ferry, cuando acabas de bajar de un bus y estas a solo veinte metros del barco; querer transportarte a una isla, que ni te suena de nombre, a las nueve de la noche, cuando está diluviando o llevarte al night market, cuando ya estás en el night market o el día en que está cerrado.

          Por supuesto y al atardecer, siempre aparecerán para ofrecer un fantástico plan a los más pánfilos o inexpertos, para la mañana sigueinte. No os parece, ¿que hay demasiadas similitudes entre transportistas locales del tercer mundo y director de sucursal bancaria en España?.

viernes, 29 de septiembre de 2017

¿Por qué no hemos ido, a Perhentian?

                                                          Todas las fotos de este post son, de Kuala Besut (Malasia)
          Hoy escribo tres post seguidos, porque no tenemos wi-fi en el básico, pero luminoso alojamiento y porque estos días de atrás, me daba mucha pereza. Me alegra mucho, haber vuelto a las costumbres de antes, de no estar todo el maldito día pendiente de internet, aunque sea por poco tiempo.

          Voy a enumerar, sin más preámbulos, por qué no hemos ido a las Perhentian -ese conjunto de islas, de las que dos están pobladas, ubicadas a unas diez millas de Besut, que tanta buena fama y fans tienen:

          1º.- Conocemos decenas y decenas de playas paradisíacas por el mundo y aunque muchos buscavidas han tratado de sacarnos los cuartos en ellas, no lo han conseguido. Pero, cuando el ladrón es el gobierno de turno, amigo, estás perdido. Para llegar a ellas, en un ferry que tarda treinta y cinco minutos, a los extranjeros nos cobran 30 ringits, por tramo, mientras que a los malasios, solo 5.

          Al igual, que nos negamos a pagar por cualquier foto y nunca lo hemos hecho, no claudicaremos ante estas prácticas abusivas y bochornosas. Ya son muchos los países, que cobran distinto precio a los guiris por el transporte marítimo y por los monumentos y, como les dejemos, lo harán con el bus, el tren -Perú ya lo aplica-, los restaurantes o los hoteles.

          2º.- Nuestra intención era solo, permanecer un par de días en Kecil, en las playas de Coral y Long. Aparte de comer, bañarse, dormir en hoteles muy básicos -sin luz eléctrica, lo que menos importa,- o hacer barbacoas megaguays y nocturnas al estilo de grupito de ovejas, dando coba a su pastor, poco más se puede hacer por allí. Bueno, también es posible ser víctima de los ataques de los varanos venenosos. En definitiva, somos demasiado activos e independientes y esta isla se nos quedaría pequeña.

          3º.- Hemos leído a varios blogueros, que están construyendo en esta zona de playas, muros y edificaciones horribles.

          4º.- Las lamentables restricciones alcohólicas de esta zona, hacen que los precios suban y nos negamos a pagar más de ocho euros por una cerveza (que es, lo que cobran por allí).

          5º.- Parece ser, que cada vez, las paradisíacas y turísticas islas, se encuentran mas masificadas. Debe, seguir habiendo rinconcitos maravillosos -no lo dudo-, pero como en otras partes del mundo y son gratis


          6º.- La playa de Besut está plagada de restos de brea. Nos cuesta entender, que a poco más de diez kilómetros, de frente, las aguas sean limpias y transparentes (y más, como se las gastan los malasios con el medio ambiente).  

Bajando por el conservador este, de Malasia

                                           La primera foto es, de Alor Setar y el resto, de Khota Baru (Malasia)
          Si algo iguala a la mujer con el hombre, en el tercer mundo, es la moto y las bestialidades, que hacen con ella”. Esto no lo dijo Rabindranath Tagore, sino el autor de este blog. Y, sí señores, Malasia es un país del tercer mundo, más cercano a Tailandia, que a Singapur, a pesar de que a algunos no se lo pareca.

          No nos extrañó nada, cuando esta tarde, en Kuala Besut, leíamos un cartel, a la entrada de unos baños públicos, donde decía : “Prohibido entrar con la moto”.

          Malasia es además, el país de los fosos en las aceras -canalizaciones destapadas-, la humedad cálida, dulzona y maloliente y de otros muchos contrastes antagónicos, que no voy a volver a repetir, por haberlos contado tantas veces en este blog.

          Esta vez, hemos decidido viajar por el este y por la isla de Borneo, a pesar de que no eran nuestras preferencias iniciales, pero nuestras inutilizadas SIM, mandan. La parte oriental del país, es la más conservadora del país. Como dice la guía y no miente-, very, very, very islamic. Así, que encontrar cerveza es algo costoso y caro -las venden los chinos, en sus bares y tiendas-, y el alcohol resulta prohibitivo, pero nosotros, como siempre, hemos superado las barreras sin demasiados problemas, aunque no de forma barata.

          Por ejemplo, en Kuala Besut, vende bebidas alcohólicas un chino, enfrente de la entrada del embarcadero, llamada Eng Hin. Jodeos islamistas y que se entere todo el mundo donde se ubica, aunque luego bien recogéis, sin ningún reparo, el dinero de los altos impuestos de estas bebidas espirituosas. A otra cosa.

          Llegamos a Alor Setar, desde la frontera con Tailandia, en tren. Una ciudad sin demasiado caos, ni desconcierto y con una importante minoría hinduista. Solo estuvimos hasta la noche, cuando tomamos un bus para Khota Baru. Los muecines de las mezquitas nos recordaron, su poder sobre nosotros, pobres mortales, desde el primer minuto.

          Khota Baru es otra cosa, más desordenada, alocada, mal mantenida y sucia. Como en toda Malasia, predominan los grandes supermercados -han surgido los Seven Eleven, a precios prohibitivos-, y el centro, tiene un pase, con su mercado de día y los nocturnos de comida -muy dispersos, entre sí-, su discreta mezquita y otros edificios civiles de interés. Pero, apenas andas dos pasos, se muestra fea y destartalada. Para los viciosos del drinking, existe una visible y cara tienda de alcohol frente a la estación de autobuses.

          Dejamos esta localidad sin pesar alguno y aunque ya hemos decidido, que no iremos a Perhentian -lo explicamos en el siguiente post-, si lo hemos hecho a Kuala Besut, enfrente de de las islas. Por aquí, la gente pasa muy deprisa, pero, merece la pena pasear unas horas por esta tranquila ciudad. Un pequeño puerto pesquero con sus embarcaciones tradicionales, una bonita playa -sino fuera por la basura, que hay al principio-, un incipiente paseo marítimo y una muy buena oferta culinaria, bien lo merecen.

           El día ha sido gris y no podemos dejar de pensar, que cara tendrán los guiris alojados en los caros resortes de las islas. Son las 20:30 y ya en el hotel, contemplamos la mayor tormenta vivida en el sudeste asiático en todas nuestra dilatada existencia. Rayos y truenos poderosos, que parecía que iban a derribar de un momento a otro, las débiles estructuras de esta pequeña urbe marinera.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

La travesía del desierto

                                                 Las fotos de este post son, de Phuket y de las playas cercanas 
         Como, lo que no mata engorda -y eso, que debido al calor y a la repetición de las especias y los olores constantes, no estamos comiendo en grandes cantidades-, y la tempestad termina amainando, vamos progresando adecuadamente, aunque de forma lenta. Gracias, sobre todo, a las numerosas, esmeradas y dilatadas gestiones, que hoy en día, con cualquier wifi, puedes hacer por internet (el hotel de Phuket no tiene, pero hemos pillado una muy bueno de la calle).

          Y otras veces, por la pura casualidad, al estar todo el día paseando, arriba y abajo, mientras te bañas en la playa o paseas por la ciudad (colosal, por cierto, el mercado nocturno de los domingos, en Phuket). Así, sin esperarlo y como ya se esbozó en otro post anterior, desplazados por bus nocturno, de Phuket, a Hat Yai, en este último lugar, encontramos una oficina física de Air Asia, donde basta con meter el pin de nuestra tarjeta para hacer consumismo, sin más exigencias.

          Por unos 32 euros, hemos comprado billetes a Miri, lo que nos permitirá explorar el Borneo malayo y Brunei, en unos diez días. No se trata del plan de nuestras vidas, pero es una oportunidad más de profundizar en Malasia, el país del sudeste asiático, que menos conocemos.

          Después y desde ahí, solo quedan tres opciones, si nada cambia: dos meses por India -la deseada-, esperando que al hacer la visa on line, no pidan el puto SMS de confirmación -que lo pedirán-; Australia, la improbable, ya que resulta arriesgado alejarse más de España, si no sabemos como vamos a volver y la tercera, y la más nefasta -con lo que nos costó salir-, volver a casa, pagando un precio elevado por el vuelo.

          Pero no tengáis dudas de que por el camino, irán apareciendo oportunidades, que todo lo pueden modificar. Lo más inminente es, abandonar mañana Tailandia y poner rumbo a las islas Pherentian y a otros destinos del este de Malasia, antes de volar a Borneo. ¡Ah, muy importante!. A ver si compramos el billete de vuelta, desde esta isla, para estar un poco menos atrapados.


          Y así ocurrió, cuando una mañana, se me encendió la luz y escenifiqué la escena del huevo de colón. Y, ¿si escribo un correo, a Bankia y les digo, que cambien mi número de teléfono por el de mi padre?. De esta forma, el me podría mandar los códigos por e-mail y podríamos insertarlos para confirmar las compras. La luz empezó a aparecer, al final del túnel.  

De la pesadilla, a la desesperación calmada

                                        Todas las fotos de este post son, de Phuket y las playas de los alrededores
          Sí. Ya hemos hecho todo lo que, probablemente, podíamos hacer y el resultado es cero.

          Así, que ponemos punto final a la pesadilla e iniciamos la etapa de la desesperación calmada, que aunque tiene hoja de ruta, no nos despierta mayor confianza, que poder seguir el viaje, mientras tengamos dinero y haya agencias de viaje físicas, que son pocas y caras.

          De lado positivo -casi lo único- está que hemos resistido la tentación de tomar decisiones bruscas y que Phuket, esta siendo nuestra trinchera de oro. Del negativo, que cada vez se pone peor viajar por la maldita verificación de los códigos. Es la palabra de moda de los últimos ocho días. Ya sea para hacer una compra por internet, para poder recuperar la aplicación de whatsapp e incluso, para llevar a cabo una maldita transferencia entre nuestras cuentas. Los mismos, que nos dirigen hacia el consumo ilimitado han decidido, que si pierdes o se te estropea tu SIM, quedas atrapado en el tiempo y en el espacio. ¡En un limbo, del que nadie te puede sacar!

          El móvil mato al busca, que mucha gente joven, ni conocerá. El whatsaap convirtió en arcaicos y cavernarios, a los SMS. Pero no, alguien decidió, que había que resucitarlos. Como quieren, que te gastes tu dinero de forma segura, pues la mejor opción es, que no te lo puedas gastar, porque a nadie le preocupa, incluidos los bancos, con los que llevas trabajando veinticinco años, lo que a ti te pase.

          Resumen breve de nuestras gestiones, después de llevar una semana en Phuket -le hemos cogido mucho cariño- y de estar a punto de partir. Nuestro banco de toda la vida -Bankia-, aunque lo dejará de ser a la vuelta, ni nos ha contestado, después de una semana. Ya tuvimos con ellos muy mala suerte, en nuestro segundo viaje largo. Gracias a la gestión de un familiar, conseguimos contactar con una señora muy amable, que se topó, como ya barruntábamos, con el departamento informático del banco, al que la vida fuera de una pantalla o un chip, les importa un pimiento y ni siquiera les parece real.


        Evo Banco, que tan bien se portó en Japón, nos ha redirigido del departamento de préstamos, al mismísimo limbo, antes de pedirnos la verificación de nuestros documentos. Los hemos mandado, pero no nos han hecho ni caso, como cabría esperar. Los disculpamos, porque solo somos clientes desde hace dos meses.

          En Bankinter Card fueron más directos y resolutivos: no existe ninguna forma para verificar una compra, que no sea por SMS. ¡Se agradece la concreción!.

          Vamos, a Simyo. Empezaron muy bien con ellos, pero creo, que al final, nos han dejado por imposible. No obstante, manejamos una opción en la recamara, que ellos nos ofrecieron. Aunque ya estoy cansado de molestar a mi padre, de 77 años, que como es normal, le cuesta adaptarse a las nuevas tecnologías. La cosa sería mandar un duplicado de la tarjeta SIM a su casa, que la metiera en su móvil y que nos enviara por e-mail el insoportable código de verificación.

          Cuenta Facto, donde tenemos algo más de dinero, nos respondió en diez minutos y al menos, admitió hacer una excepción, para poder llevar a cabo una transferencia manual a otra entidad, si la pedíamos desde el área de clientes. Sí, porque para poder trasladar tu dinero de un banco a otro también tienes que aportar el código de verificación.

        Caminamos hacia Malasia, rendidos, aunque animados. La última solución que se nos ha ocurrido, es comprar una SIM de aquí, pero no parece muy buena idea, dado que no sirve para otros países y no tendríamos tiempo de hablar con nuestros bancos y sus empleados, que están disfrutando, en muchos casos, de sus merecidas vacaciones.

Hacer justicia con las playas thais

                                           Todas las fotos de este post son, de Karong y Kata (Tailandia)
          Mi pareja, que como vidente profesional no podría ganarse la vida, dijo, cuando llegamos a Phuket : “no entiendo a estos guiris, que se tiran aquí tres días”. Bueno, pues mañana será nuestra sexta jornada en esta calurosa, pero relativamente, tranquila isla.

          Tras nuestros irresolubles problemas con los SMS -el siguiente post seguirá hablando de nuestra pesadilla, por desgracia- decidimos descansar una jornada y reconciliarnos con las playas de Tailandia, aunque seguimos pensando, que no merece desplazarse doce o catorce horas, desde España, para llegar aquí.

          Abordar la playa de Karong o la de Kata, lleva el mismo tiempo de autobús, que acercarse a Patong y con mayores recompensas, sobre todo, si se trata de la primera, más salvaje y casi vacía. Pero, la segunda tampoco está nada mal y es frecuentada por familias extranjeras, que tienen una vida más tranquila, que los que van a mamarse, a Patong.

          Cuando te hablan o te venden Phuket, a miles de kilómetros, solo mencionan las playas de aguas verdes -cuando lo están, que no es siempre- y las rocas de James Bond. Lo que nadie explica, tal vez, porque nadie lo pregunta es, dónde coño están estas últimas. Pues bien: al sur de la isla, a tomar por el culo de todo.

          Durante el monzón, al menos, las playas tienen la tendencia a volverse muy flexibles. En la marea alta, resultan revoltosas y algo alborotadas, con muchas algas y plásticos. No voy a a volver a insistir sobre las playas del tercer mundo, de las que ya he hablado muchas veces. Simplemente, indicar que durante la marea baja, pueden surgir nubes negras y desiguales, que alivian el bochorno del día, sobre todo para los que llevan muchos por aquí. Luego, cae agua y la situación es impredecible, pero la amalgama de colores resulta apasionante.

          La baja mar, va dejando la arena mojada, pero lisa. Y, poco a poco, todo se va difuminando hasta que comienza un nuevo ciclo.


          Nos da pereza largarnos de Phuket, porque le hemos cogido cariño. Nuestra mejor noticia del día es, que nos han subido la prestación por desempleo un 1%. ¡¡Gracias!!. La única vez, que el SEPE me manda un correo en años.

Historia de una pesadilla (parte II y no se sabe, las que vendrán),

          La historia puede empezar un día cualquiera y no es fácil confrontarla, básicamente, porque no la has previsto, sobre todo para quién preparó -supuestamente todo-, antes de comenzar el viaje. Lo peor de todo es, que de nuestro problema no es culpable nadie. Te despiertas una mañana y la batería de tu móvil -que estaba cargando- está calcinada y como si fuera una pastilla de plastilina, supongo, que por una subida de tensión, durante la noche.

        Móvil muerto, pérdida asumida y a esperar lo que venga. Y, lo que viene es el desastre: a la hora de insertar nuestras tarjetas de la misma compañía -Simyo-, en el otro teeléfono, también libre, no funciona ninguna de las dos. El celular habla claro en su mensaje: “Ranuera 1: no se detectó una tarjeta SIM”. Y lo mismo para la 2. Parece tan extraño, que se hayan estropeado las dos a la vez, como que el teléfono no las lea.
El problema no sería tan importante, si no fuera, porque necesitamos los códigos que llegan por SMS para comprar por internet, sobre todo vuelos, si queremos seguir el viaje y, si algún día queremos volver a casa. Sin tarjetas SIM operativas en y estos tiempos, es como si fuéramos Marco Polo recorriendo el inmenso y desconocido mundo, a la deriva..

          Nos sentimos solos, pero privilegiados, porque entre tantas gestiones -con la operadora, los bancos,, las agencias de vuelos de internet, la familia...-, alguien, al fin, entiende nuestro caso. Después de llevar perteneciendo 26 años a la misma entidad bancaria y dado que en nuestra sucursal no nos hacen ni caso, es una señora desconocida, de otra oficina, la que asume el reto . La amable mujer y tras una larga conversación, acaba entendiendo, que lo mejor es abrir una incidencia, para haber si se pueden hacer pagos con tarjeta de crédito sin la verificación del maldito código SMS. Era lo que estábamos pretendiendo desde hacía tres días, pero nadie nos hacia caso, ni comprendía el grave problema.

          Parece, que estamos en el camino adecuado, aunque, finalmente, Bankia se desentiende educadamente de lo nuestro. Aún así, me siento más feliz que en mi casa a pesar de haber perdido, también, el whatsapp, que nos quedaba, al reiniciar el teléfono, en busca de que reaccionara. ¿Un código de móvil puede joder, parcialmente tu vida?. Cuando estás en España, no. Cuando viajas por el extranjero es muy probable, que sí.


          A nosotros, estando por ahí, la fortuna siempre nos termina sonriendo. A la mañana siguiente y al llegar a Hat Yai, nos topamos con una agencia física, de Air Asia -la única, que vimos en todo el viaje, con la excepción de la de la estación de trenes-, de Kuala Lumpur-, donde pudimos comprar billetes con el PIN de toda la vida y sin código SMS, para poner rumbo, a Borneo, en unos diez días. Aplazamos el problema, pero no lo solucionamos.