Todas las fotos de este post son, de Brisbane (Australia)
Llevamos tan solo dos días en este país, pero ya nos vamos haciendo a la idea de algunas de las características de sus habitantes, de su estilo de vida y de sus gentes ( siempre, claro, a través de nuestro filtro subjetivo).
Unas nos gustan y otras, un poco menos. Desde luego y como cuando estudias un idioma, es en los primeros días, cuando más aprendes y más te chocan las cosas. Después, vas más lento e incluso, te vas adaptando al entorno. Por eso, no quiero seguir adelante, sin esbozar, las primeras sensaciones, que nos trasmite este país tan lejano.
Aquí, las expongo, tal como me vienen a la mente y sin un orden determinado:
-Los australianos nos parecen desconfiados y huraños. ¡Hala, ya lo he dicho! Podría dar muchos ejemplos, pero el que más nos molesta es, que nos cobren un depósito por entregarnos la llave de la habitación del hotel o por las causas, que en ese momento, sean capaces de generar a través de su invención. Y esa retención de dinero injusta, nunca equivale al precio real de la llave o tarjeta extraviada de apertura de la puerta, sino que por el contrario, puede llegar a suponer la mitad de la tarifa de la habitación. No lo habíamos visto en ningún país del mundo. Es verdad, que siempre te lo devuelven, pero la mala leche ya no te la quitas de encima.
Sorprendentemente, hemos constatado esta misma mañana, al visitar los supermercados, de Brisbane, que muchas veces, cuesta más el pan de un bocadillo, que el relleno, que le metes dentro. Por ejemplo, por una lata de sardinas en aceite, nos pidieron 65 céntimos de dólar, mientras el pan, nos salió por uno y medio. El truco consiste y si quieres resolver este asunto, en comprar pan de molde y dividirlo para varios días.
-A veces - no pocas-, debes pagar más por dos literas en el dormitorio compartido de un hotel, que por una habitación doble en ese mismo establecimiento. Ni siquiera, después de casi un mes de estancia, acabamos entendiendo esta lógica, tan australiana.
-Comisiones por todo: ya sea por el cambio de moneda -cuyas tasas nunca están demasiadas claras y siempre es favorable para ellos- o por el uso de tarjetas de crédito, llegando en este caso, al 1,5% de añadido. Es en el único país de este viaje largo - y de otros muchos anteriores-, donde nos ha ocurrido. Resulta, realmente, molesto, que te vean, como un euro con patas.
-Los centros comerciales, los supermercados, las tiendas, en general...Todos abren los siete días de la semana y a veces, hasta las 12 de la noche. ¿ No era un síntoma del progreso y de la civilización, la conciliación de la vida laboral con la familiar ?
-Sin generalizar, porque acarrea injusticia, aunque es, lo que hemos visto hasta ahora, los wifis son peores, se cortan más y son más lentos, que en el tercer mundo -no exagero- y muchas veces, no salen gratis, sino que debes asumir un elevado coste.
-Sin especialitos, también, con el tema de la electricidad, debiendo tener sus propios enchufes. Cinco adaptadores hemos traído, de clavijas diferentes y no nos sirve ninguno. Toca gastarse casi diez euros para comprar un nuevo adaptador, que tirar a la basura, una vez, que hayamos abandonado este país y Nueva Zelanda.
-Entiendo, que las cadenas de supermercados WoolWorth y Coles, son ya más, que centenarias. Pero eso no es obice, para que sus instalaciones fueran un poco más modernas y atractivas. Por otra parte, no abundan los centros comerciales en las grandes ciudades de este país, como puede ocurrir en Europa o en Estados Unidos.
-Existen decenas y decenas de tiendas de souvenirs -muchas de ellas, ubicadas por debajo del nivel de la acera, que en realidad, venden casi todo tipo de objetos y artilugios, salvo comida. A lo largo del viaje, constatamos, sin embargo, que esto es un rasgo, de Brisbane o Melbourne, que no siempre es extensible al resto de la nación.
-Usan bolsas de papel para vender y entregarte las bebidas. Tienen un taco de ellas sobre el mostrador, por ejemplo, en las tiendas de bebidas espirituosas y van cortando una a una, para depositar en ellas el vino, la ginebra o las cervezas. En los supermercados son de plástico y, por supuesto, de pago.
Llevamos tan solo dos días en este país, pero ya nos vamos haciendo a la idea de algunas de las características de sus habitantes, de su estilo de vida y de sus gentes ( siempre, claro, a través de nuestro filtro subjetivo).
Unas nos gustan y otras, un poco menos. Desde luego y como cuando estudias un idioma, es en los primeros días, cuando más aprendes y más te chocan las cosas. Después, vas más lento e incluso, te vas adaptando al entorno. Por eso, no quiero seguir adelante, sin esbozar, las primeras sensaciones, que nos trasmite este país tan lejano.
Aquí, las expongo, tal como me vienen a la mente y sin un orden determinado:
-Los australianos nos parecen desconfiados y huraños. ¡Hala, ya lo he dicho! Podría dar muchos ejemplos, pero el que más nos molesta es, que nos cobren un depósito por entregarnos la llave de la habitación del hotel o por las causas, que en ese momento, sean capaces de generar a través de su invención. Y esa retención de dinero injusta, nunca equivale al precio real de la llave o tarjeta extraviada de apertura de la puerta, sino que por el contrario, puede llegar a suponer la mitad de la tarifa de la habitación. No lo habíamos visto en ningún país del mundo. Es verdad, que siempre te lo devuelven, pero la mala leche ya no te la quitas de encima.
-A veces - no pocas-, debes pagar más por dos literas en el dormitorio compartido de un hotel, que por una habitación doble en ese mismo establecimiento. Ni siquiera, después de casi un mes de estancia, acabamos entendiendo esta lógica, tan australiana.
-Comisiones por todo: ya sea por el cambio de moneda -cuyas tasas nunca están demasiadas claras y siempre es favorable para ellos- o por el uso de tarjetas de crédito, llegando en este caso, al 1,5% de añadido. Es en el único país de este viaje largo - y de otros muchos anteriores-, donde nos ha ocurrido. Resulta, realmente, molesto, que te vean, como un euro con patas.
-Los centros comerciales, los supermercados, las tiendas, en general...Todos abren los siete días de la semana y a veces, hasta las 12 de la noche. ¿ No era un síntoma del progreso y de la civilización, la conciliación de la vida laboral con la familiar ?
-Sin especialitos, también, con el tema de la electricidad, debiendo tener sus propios enchufes. Cinco adaptadores hemos traído, de clavijas diferentes y no nos sirve ninguno. Toca gastarse casi diez euros para comprar un nuevo adaptador, que tirar a la basura, una vez, que hayamos abandonado este país y Nueva Zelanda.
-Entiendo, que las cadenas de supermercados WoolWorth y Coles, son ya más, que centenarias. Pero eso no es obice, para que sus instalaciones fueran un poco más modernas y atractivas. Por otra parte, no abundan los centros comerciales en las grandes ciudades de este país, como puede ocurrir en Europa o en Estados Unidos.
-Existen decenas y decenas de tiendas de souvenirs -muchas de ellas, ubicadas por debajo del nivel de la acera, que en realidad, venden casi todo tipo de objetos y artilugios, salvo comida. A lo largo del viaje, constatamos, sin embargo, que esto es un rasgo, de Brisbane o Melbourne, que no siempre es extensible al resto de la nación.
-Usan bolsas de papel para vender y entregarte las bebidas. Tienen un taco de ellas sobre el mostrador, por ejemplo, en las tiendas de bebidas espirituosas y van cortando una a una, para depositar en ellas el vino, la ginebra o las cervezas. En los supermercados son de plástico y, por supuesto, de pago.