Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 1 de noviembre de 2024

Sefrou e Ifrane

           Nuestros planes pasaban por llegar hasta Sefrou en el autobús de las once de la mañana, dado que era jueves y ese día de la semana se celebra un mercado bereber. La cosa se complicó bastante, porque el vehículo estaba lleno y tuvimos, que recorrer unos cinco kilómetros hasta la medina nueva, para dar con la parada a ese destino de los taxis compartidos. Salimos de inmediato, en un coche nuevo. Por el camino -de 29 kilómetros - numerosas obras. Tercer día en Marruecos y los tres de notable calor, aunque no asfixiante.

          La estación de autobuses y de taxis compartidos de Sefrou está junto a la medina amurallada, a la que se accede por dos puertas (norte y sur).  La zona intramuros está dividida por un río, sobre el que cruzan cuatro puentes. A un lado, hay tenderetes y puestos de fruta y verduras y al otro, la medina en si, con sus calles llenas de casas y tiendas, muchas veces protegidas por enormes portalones  de color azulado verdoso. Resulta muy bonita y animada, en algunas de sus partes y casi derruida, en otras. No destaca por su limpieza, desde luego.

          Al parecer, todo lo que les sobra -menos mal, que en Marruecos no es mucho-, lo tiran directamente al río. Así, se puede ver una maleta, un casco de motorista, el asiento delantero de un coche, ropa y calzado viejos... Y es una pena, porque este entorno, bien cuidado y conservado, sería bastante agradable para la vista y el paseo, ya que el zigzagueante y estrecho afluente, tiene pequeñas cascadas y rápidos. 

          En relación con esto, nos ocurrió una curiosa anécdota. Después de comer, hemos comprado un melón y estamos tranquilamente sentados, comiéndolo al lado del río. Se acerca un niño de poco más de un año y cuando hemos terminado, pretende hacerse con la bolsa de las cáscaras. Se la damos, expectantes por saber, que es lo que quiere hacer con ellas. ¡Por supuesto, tirarla al río!.

          Antes de retornar a Fez, comimos en una terraza de un bar de la plaza de la medina, medio pollo, con sus verduras y patatas fritas, por 20 dirhams. La verdad es, que en los restaurantes marroquíes, son tremendamente generosos y siempre ponen raciones enormes. Nunca te quedas con hambre y a veces, con un solo plato, almuerzas. De postre, nos metemos para el cuerpo, el referido melón.

          En la parte sur de la medina, está el llamado mellah o barrio judío. Aún se conservan un par de sinagogas 

          Preguntando y preguntando, conseguimos llegar hasta el bellísimo salto de agua, que se recomienda en la guía Azul, que hemos traído, de Marruecos. Volvemos a Fez.

          En Fez, ya de vuelta, reservamos una habitación en el corazón de la medina, más cercana a la puerta azul y verde. La realidad era, que ya no aguantábamos más en el Riad Dar Diwan, pero tampoco ellos tenían disponibilidad de habitaciones para esa noche. Aquí, casi no había clientes y los dueños del alojamiento son más normales.

          Para llegar a Ifrane, también es posible hacerlo en autobús. Son 63 kilómetros y una hora y media de trayecto.

          Ifrane, es uno de los lugares más frescos de Marruecos (se le llama la Suiza marroquí). Para nosotros, se convirtió en un auténtico oasis, después de la climatología, que hemos padecido, durante los últimos días. Incluso en verano, la temperatura es muy agradable y hace, algunos grados menos, que en Fez, Sefrou y Azrou.

          Ifrane -a 1700 metros de altitud-, además, tiene un trazado rectilíneo y está, extraordinariamente limpio. Dos características, no muy habituales en Marruecos.

          En las casas predominan los tejados a dos aguas, de tipo alpino. No hay bullicio en la calle, ni zocos, ni algo que nos dé pistas de que estamos en el reino alauita. Lo que resulta más agradable aquí, es pasear por los parques y lagos. En uno de ellos, se encuentra la Cabeza de León, que es el símbolo de la ciudad.

          Nos acercamos al mayor atractivo de la zona, a unos tres kilómetros del pueblo, que es, la Cascada de la Virgen. Hay otras más alejadas, pero a esas, ya no llegamos. 

          Tomamos el bus para Fez, con la misma compañía, con la que llegamos. Los bosques de cedros y el frescor, van desapareciendo del paisaje y dejan en su lugar, tierras secas y plagadas de olivos.


No hay comentarios: